La
Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Javier
Quiñones, autor de "El hijo del
guarda (Una elegía de la Guerra Civil en Sierra de Gata)" (Muñoz Moya)
Muñoz Moya, editorial, afincada desde hace poco en
un pequeño pueblo de Teruel, Sarrión, acoge esta obra
tan “sentida” como muy, muy especial en su narrativa.
Javier Quiñones acaba de escribir un libro especial
que aporta otro granito de arena, muy serio, en la recuperación de la Memoria
Histórica y de la dignidad….claro de la dignidad que aquí se recobra de manera
inquebrantable….y Muñoz Moya lo edita.
Aquello
que “nos dice” la Editorial sobre el libro:
El hijo del guarda se inicia cuando, tras la muerte de su padre, el escritor Javier
Quiñones decide escribir una narración centrada en su figura. Pone en marcha
para ello un proceso de indagación que le revelará la existencia de un pasado
del que lo desconoce casi todo. Descubre así que su padre, a quien recuerda en
los años de niñez siempre con el uniforme de comandante del Ejército del Aire,
participó en la campaña electoral a favor del Frente Popular en las elecciones
de febrero de 1936 y fue el fundador de la Juventud Socialista en Valverde del
Fresno, pueblo de la Sierra de Gata. Tras el triunfo del Alzamiento, fue
encarcelado en Coria, donde estuvo en trance de perder la vida con sólo
diecisiete años. Al hilo de la investigación, el escritor conoce también la
violenta historia de lo ocurrido en los pueblos de esa hermosa comarca cacereña
durante las primeras semanas de la Guerra Civil.
Con estos mimbres, procedentes de la memoria familiar y colectiva, se urde la
trama narrativa que conforma esta elegía, en la cual, orillando los límites de
los géneros literarios, se entrevera el proceso de indagación con las voces
apagadas de quienes fueron protagonistas de aquellos hechos.
Javier Quiñones ha escrito un libro estremecedor, una elegía en la que, cual
desolado Eneas, desciende al reino de las sombras para rescatar la figura de su
padre y devolverla, gracias al poder evocador de la literatura, esclarecida en
las páginas de este emotivo libro, en el que desvela, setenta años después, las
claves de un pasado que le fue ocultado, el de su progenitor y el de muchos
otros que, como él, se convirtieron, en aquellos trágicos días, en soldados a
la fuerza.
El autor de esta narración que va más
allá de la suerte corrida por uno…
Javier Quiñones nació en Burgos en 1954 y reside en
Barcelona desde 1973. Se dio a conocer con el relato De libertad tendidas
mis banderas (Segorbe, 1993), por el que obtuvo el Premio Internacional de
Cuentos Max Aub. En 1997 le fue concedido el Premio
Ciudad de Barbastro por la novela Años triunfales. Prisión y muerte de
Julián Besteiro (Alba, 1998), novela que para
Camilo José Cela, que prologó la edición, “deja un regusto amargo de una época
sombría de nuestra historia más violenta, pero su autor contribuye a la paz de
los espíritus con el equilibrado manejo de la verdad”. Publicó después el libro
de relatos El final del sueño (DVD, 2002), “un muy estimable libro de
historias contra el olvido y la fosa común de la memoria” (Javier Goñi, Babelia). Más tarde
dio a la imprenta Max Aub, novela (Edhasa, 2007), una nueva exploración en el relato de base
real en la que “Quiñones traza una biografía y una minuciosa crónica de época a
partir de la experiencia vital de Aub; también ofrece
una auténtica monografía crítica de la obra del escritor; propósito y
materiales toman forma de novela, y como tal hay que leer el libro, sin
prejuicios de género, inútiles a estas alturas.” (Santos Sanz Villanueva,
El cultural). Es también autor de las novelas juveniles De ahora en
adelante (Alba, 1995) y Nada que no seas tú (Alba, 1999). Su interés
por la literatura del exilio republicano de 1939 le llevó a editar la antología
Solo una larga espera. Cuentos del exilio republicano español (Menoscuarto, 2006) y las obras de Max Aub
Enero sin nombre. Los relatos completos del Laberinto mágico (Alba,
1994), Aforismos en el laberinto (Edhasa,
2003) y Todo es vida. Elogios y alabanzas (Fundación Max Aub, 2009). Desde diciembre de 2008 mantiene un blog
literario en la red bajo el título de “De ahora en adelante. Páginas de
literatura y vida”.
Cazarabet conversa con Javier Quiñones:
-Javier, un libro, una
narración de un escritor de pluma sobria, elegante, elemental y que fija su
mirada y no para hasta deshojas la trama… ¿cómo se ha sentido aquí el narrador
cuando lo que tiene que mirar y deshojar está tan cerca de él? ¿Cómo es
escribir mirando la figura del padre?
-Decía Unamuno que la novela, además de un método de
conocimiento, es una búsqueda, un intento de desvelar el misterio de la
existencia. Esa actitud de indagación y de búsqueda es la que preside mi
escritura. Podría decirte que escribí El
hijo del guarda para saber, para desvelar, quién fue realmente mi padre y
en muchos momentos tuve la impresión de que haciéndolo también me buscaba a mí
mismo. Escribir sobre tu propio padre es, por un lado, una tarea de alto
riesgo, y no es el menor el de implicarse demasiado, y, por otro lado, un
proceso apasionante, te lo puedo asegurar, porque te ayuda a comprender mejor
las raíces de tu propia existencia. Si la relación con el padre es conflictiva,
y se me hace difícil pensar que haya alguna que no lo sea, la búsqueda del
equilibrio es necesaria e imprescindible. Podría resumir diciendo que escribir
sobre la figura del padre entraña muchos riesgos, pero es una experiencia del
todo enriquecedora; en cualquier caso, nunca sale uno indemne de ello. Si es
verdad que la literatura tiene el poder de transformar la realidad, puedo
decirte que este libro me ha cambiado, soy otro después de haberlo escrito
-Para
iniciar esta narración pones en marcha un “entramado” de investigaciones e
indagaciones. Desde esta casa siempre nos interesan los procesos de
investigación que llevan a cabo nuestros narradores. Háblanos del tuyo, que nos
parece un tanto peculiar, quizá –otra vez incidimos- en la cercanía desde los
personajes con el narrador o de las propias situaciones.
-Del mismo modo que acabo decir que las relaciones con los padres
son muchas veces conflictivas, digo ahora, respondiendo a tu pregunta, que en
el seno de las familias, sobre todo en aquellas cuyos padres vivieron y
participaron activamente en la Guerra Civil, hay siempre silencios interesados,
impuestos, incluso a veces, por unas u otras razones, aun a costa de la verdad.
Es una regla básica para escribir novelas, y más si tienen el carácter elegíaco
que tiene la mía, la documentación previa; es imprescindible si se quiere
escribir con rigor y honestidad intelectual. Así lo quise hacer yo y el
resultado es que ese proceso de investigación me deparó no pocas sorpresas.
Créeme si te digo que es algo extraño verte por ahí preguntando a la gente por
tu propio padre y más aún, visitando archivos históricos a la búsqueda de
documentos sobre tu progenitor. Pero no queda más remedio que afrontarlo, si de
lo que se trata es de escribir con rigor. En mi caso, ese proceso de búsqueda
tuvo la virtud de descubrirme un pasado de mi padre del que lo desconocía todo
o casi todo, en parte porque se me había ocultado deliberadamente. Mi padre,
como hicieron muchos otros, me imagino, nunca quiso hablarnos, ni a mis
hermanos ni a mí, tal vez por la traumática experiencia que sufrió, de su paso
por la guerra, que fue, sin embargo, tal y como cuento en el libro, un hecho
decisivo en su vida.
-¿Cómo
fue la figura, desde la perspectiva política, de ese padre –al que recuerdas
con su uniforme del Ejército del Aire- pero que era, antes que nada, un hombre
con profundos ideales?
-Sí, es verdad, y esos ideales lo llevaron a comprometerse
de modo muy activo siendo muy joven. La lucha por la igualdad y por la justicia
social, por plantar cara a una situación insostenible de caciquismo, hizo que
su compromiso adoptara forma política en el seno del partido socialista. Esa
lucha, que empezó a concretarse en su participación en la campaña de las
elecciones de febrero de 1936 a favor de las candidaturas del Frente Popular,
estuvo a punto de costarle la vida y tuvo después que pagar un precio muy alto
por ello. Esos ideales que alumbraron su juventud, y en cierto modo toda su
vida, volvieron a tomar carta de naturaleza cuando, después de pasar a reserva
en el Ejército del Aire, volvió a afiliarse de nuevo al partido socialista.
Ello demuestra también que las circunstancias, en su caso impuestas por la
fuerza, pueden variar el rumbo de una vida, pero uno siempre acaba por ser el
que fue, y aunque Neruda tenga razón cuando se queja en su poema de que
nosotros, los de entonces, ya no somos los mismas, también es verdad que los
ideales, cuando están bien enraizados en el corazón, tarde o temprano vuelven a
encontrar su cauce para salir de nuevo a la superficie.
-Mientras
escribes esta narración, centrándote en tu padre, te “topas” con el entorno en
el que él vivía y con la realidad socio-política de la comarca de la Sierra de
Gata, en Cáceres. De todo ello, ¿qué te impactó más?
-Era, claro, inevitable que acabara dándome de bruces con
ese pasado colectivo, tú sabes muy bien que uno no es quien es sin los demás, así
que la historia y la peripecia de mi padre no fue individual, que lo fue,
claro, sino colectiva. Yo no conocía Sierra de Gata, y aunque sabía que Cáceres
fue nacional desde el principio del Alzamiento, también conocía que la
represión en Badajoz había sido feroz y despiadada; las declaraciones del
general Yagüe a un periodista extranjero acerca de las matanzas en la
retaguardia estremecen todavía hoy, sobre todo por la frialdad con que se
justificaron. Pues bien, pronto me di cuenta de que, sin alcanzar la dimensión
de Badajoz, en Cáceres, y sobre todo en los pueblos de Sierra de Gata, en este
sentido fue muy útil la lectura de las obras de historiadores como Julián
Chaves Palacios o Fernando Ayala Vicente, la represión fue también muy
importante. Me preguntas qué me impactó más y no es fácil responderte, pero
creo que fue la impunidad con que se cometieron algunos asesinatos, como el de
Vicente Lisero, alcalde de Coria, y sus compañeros, o
el de Mateo González Obregón, teniente de alcalde de Valverde del Fresno, y el
hecho terrible de comprobar la existencia de “desaparecidos”, es decir, de
personas asesinadas cuyos restos no aparecieron nunca. También me impactó el
miedo que todavía existe, más de setenta años después, a hablar de estos temas.
Miedo ¿de qué, por qué? Yo he buscado la concordia en mi libro y la justicia y
he procurado honrar el recuerdo de quienes sufrieron esa represión y lo he
hecho sin dar más que un nombre, el del militar que encabezó la rebelión. Esto,
que ocurrió en los dos bandos, aunque en mi libro solo fuera uno el que cometió
las tropelías, fue tristemente, como es sabido, moneda común en las primeras
semanas de la guerra. La cultura de la muerte, el odio y la venganza
camparon por sus respetos en aquella España. Creo que eso no debe volver a
ocurrir nunca más.
-Pero escribes como una elegía…
bueno, una elegía (como dice el subtítulo) que se fija en los que apagaron o
vieron cómo se apagaban a la fuerza sus voces… un aire triste casi melancólico
en todo este proceso narrativo, ¿no?
- “Voces apagadas” es el título de un relato que pertenece a
mi libro El final del sueño (DVD,
2002) y ese concepto, el de recuperar en la escritura las voces apagadas de
quienes ya no están entre nosotros, es el que escogí para el conjunto de mi
obra narrativa, así que en este libro, como en los anteriores, recupero las
voces de los que ya no están. De ahí, obviamente, se deriva esa tristeza
existencial que comporta el final de una vida y su rememoración, también esa
melancolía de la que hablas, que no voy a negar porque es evidente en el libro.
Quiero decirte que quise escribir deliberadamente una elegía en la que hablara
de mi padre, pero no solo de él, sino también de los que lo acompañaron en su
trayectoria vital. En algún momento digo en el texto que esa es la fuerza de la
novela, la de devolver la voz a los muertos para que puedan contar sus
historias. Esa es la fuerza y el poder evocador de la literatura, rescatar de
las sombras esas voces y ponerlas, a través del artificio literario, a contarnos
sus avatares, sus penalidades y su fortuna.
-Como
dice la sinopsis de tu libro, es una elegía a los que perdieron, a los que se
quedaron atrás con sus ideales perseguidos, ejecutados, arrancados, sofocados,
denigrados… una elegía, pero que se deshace, como un lazo, en un homenaje…
Aunque sea después de muchos años reivindicas desde la literatura lo mejor,
aunque el libro tenga muchos matices, muchos, de triste realidad y de
estremecidas circunstancias que casi nos empañan los ojos… ¿Qué nos puedes
comentar?
-No deja de tener cierta lógica, y un indudable sustrato de
justicia poética, el hecho de que la literatura, en particular la novela, se
ocupe más de los vencidos que de los vencedores, de los desarraigados que de
los poderosos. El caso de nuestra narrativa relacionada con la Guerra Civil y
el posterior exilio es paradigmático en ese sentido. Recuperar esa memoria,
bien sea de modo individual o colectivo, tiene todavía razón de ser en nuestros
días. Cuando tienes la oportunidad de hablar con familiares de personas que
desaparecieron entonces y nunca, como te dije antes, han sido encontrados sus
restos, es raro que el estremecimiento que eso produce no acabe convirtiéndose
tarde o temprano en literatura de tono elegíaco. Por eso me gustaría, para
cerrar esta entrevista, recordar a Jorge Manrique, el autor de la más cumplida
elegía de la historia de la literatura española, cuando se refiere a su padre y
dice aquello de que aunque la vida perdió, nos dejó harto consuelo, su memoria.
Esa es una de las funciones de la literatura, recoger esa memoria y ponerla de
nuevo ante los ojos del lector que se interese por estos temas. Es lo que he
tratado de hacer de mi libro.
21004
El hijo del guarda
(Una elegía de la Guerra Civil en Sierra de Gata). Javier Quiñones
230 páginas 14 x 20 cms.
19,00 euros
Muñoz Moya
El hijo del guarda se inicia cuando, tras la muerte de
su padre, el escritor Javier Quiñones decide escribir una narración centrada en
su figura. Pone en marcha para ello un proceso de indagación que le revelará la
existencia de un pasado del que lo desconoce casi todo. Descubre así que su
padre, a quien recuerda en los años de niñez siempre con el uniforme de
comandante del Ejército del Aire, participó en la campaña electoral a favor del
Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936 y fue el fundador de la
Juventud Socialista en Valverde del Fresno, pueblo de la Sierra de Gata. Tras
el triunfo del Alzamiento, fue encarcelado en Coria, donde estuvo en trance de
perder la vida con sólo diecisiete años. Al hilo de la investigación, el
escritor conoce también la violenta historia de lo ocurrido en los pueblos de
esa hermosa comarca cacereña durante las primeras semanas de la Guerra Civil.
Con estos mimbres, procedentes de la memoria familiar y colectiva, se urde la
trama narrativa que conforma esta elegía, en la cual, orillando los límites de
los géneros literarios, se entrevera el proceso de indagación con las voces
apagadas de quienes fueron protagonistas de aquellos hechos.
Javier Quiñones ha escrito un libro estremecedor, una elegía en la que,
cual desolado Eneas, desciende al reino de las sombras para rescatar la figura
de su padre y devolverla, gracias al poder evocador de la literatura,
esclarecida en las páginas de este emotivo libro, en el que desvela, setenta
años después, las claves de un pasado que le fue ocultado, el de su progenitor
y el de muchos otros que, como él, se convirtieron, en aquellos trágicos días,
en soldados a la fuerza.
Javier Quiñones nació en Burgos en 1954 y reside en Barcelona desde 1973. Se
dio a conocer con el relato De libertad tendidas mis banderas
(Segorbe, 1993), por el que obtuvo el Premio Internacional de Cuentos Max Aub. En 1997 le fue concedido el Premio Ciudad de Barbastro
por la novela Años triunfales. Prisión y muerte de Julián Besteiro (Alba, 1998), novela que para Camilo José
Cela, que prologó la edición, “deja un regusto amargo de una época sombría de
nuestra historia más violenta, pero su autor contribuye a la paz de los
espíritus con el equilibrado manejo de la verdad”. Publicó después el libro de
relatos El final del sueño (DVD, 2002), “un muy estimable libro
de historias contra el olvido y la fosa común de la memoria” (Javier Goñi, Babelia). Más tarde
dio a la imprenta Max Aub, novela (Edhasa, 2007), una nueva exploración en el relato de base
real en la que “Quiñones traza una biografía y una minuciosa crónica de época a
partir de la experiencia vital de Aub; también ofrece
una auténtica monografía crítica de la obra del escritor; propósito y materiales
toman forma de novela, y como tal hay que leer el libro, sin prejuicios de
género, inútiles a estas alturas.” (Santos Sanz Villanueva, El
cultural). Es también autor de las novelas juveniles De ahora en
adelante (Alba, 1995) y Nada que no seas tú (Alba, 1999).
Su interés por la literatura del exilio republicano de 1939 le llevó a editar
la antología Solo una larga espera. Cuentos del exilio republicano
español (Menoscuarto, 2006) y las obras de
Max Aub Enero sin nombre. Los relatos completos
del Laberinto mágico (Alba, 1994), Aforismos en el laberinto
(Edhasa, 2003) y Todo es vida. Elogios y
alabanzas (Fundación Max Aub, 2009). Desde
diciembre de 2008 mantiene un blog literario en la red bajo el título de “De
ahora en adelante. Páginas de literatura y vida”.
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