Cazarabet conversa con... Ángeles de la
Torre Bravo, autora de “Exiliado piel adentro. Historia de un médico
republicano” (Aconcagua)
Ángeles de la Torre Bravo escribe la historia
testimonial de su tío abuelo.
La sinopsis del libro, aquello que nos cuenta
Aconcagua:
Bérchules y Mecina Bombarón, dos pueblos de las Alpujarras de Granada, también
en Sevilla, Granada, Mendoza (Argentina) y La Paz (Bolivia), en todos estos
lugares transcurre la historia del libro. Las vivencias de los
personajes aparecen imbricadas con acontecimientos históricos que van desde la
guerra de las Alpujarras, la expulsión de los moriscos y la repoblación, hasta
la Guerra de Cuba, la restauración monárquica, la proclamación de la 2ª
República, el levantamiento militar franquista y sus cuarenta años de
Dictadura.
El personaje principal es mi tío abuelo José
Antonio Bravo Martínez, psiquiatra del Hospital de Miraflores de Sevilla en los
años….
En este libro confluyen muchas formas por la
que un grupo social es capaz de soportar la barbarie, pero la que destaca sobre
todas es la del silencio. Esa es la resistencia del hereje, del que tiene que
seguir viviendo aún a costa de que nunca llegue el momento de respirar, de
poder contar la verdad. De ahí el título: Exiliado piel adentro.
En este país, un silencio impuesto, fue la
excusa para una pretendida transición sin rencor. Ocultar la verdad, no hablar
de lo ocurrido, es la carga que los de nuestra generación llevamos
interiorizada y la que nos impulsa a comprender, a desmenuzar los
acontecimientos para poder saber quiénes somos y hacia dónde vamos.
La autora, Ángeles de la Torre Bravo:
Ángeles de la Torre Bravo, Huelva, 1967.
Oriunda de Los Bérchules (Granada). Es doctora en
Bellas Artes, profesora de Educación Secundaria Obligatoria. Ha publicado el
libro: El pensamiento artístico, ciencia y religión en al-Ándalus, y
numerosos artículos en catálogos y revistas de arte y educación.
http://blogdeangelesdelatorrebravo.blogspot.comhttp://blogdeangelesdelatorrebravo.blogspot.com
http://angelesdelatorre.weebly.com/
Cazarabet conversa con Ángeles de la Torre
Bravo:
-Ángeles, ¿qué es lo que te decidió
a escribir esta historia narrada sobre tu tío-abuelo?; ¿qué te atrajo de él y
de su historia para que la hayas querido llevar a nosotros, mediante un
libro editado por Aconcagua?
-Creo que la historia se comprende
mejor cuando nos fijamos en un personaje que vivió en un tiempo y vivió unas
circunstancias políticas y sociales. Las
historias minúsculas que explican la gran historia. Muchas veces nos hablan de
datos, de cifras, de sucesos globales, pero nosotras estamos acostumbradas a
que nuestras madres y abuelas nos cuenten todo, desde lo más banal a lo más
dramático, mediante los llamados comúnmente, cotilleos.
Empiezo hablando en mi novela de mi
obsesión por la verdad, creo que las vivencias que el silencio impuesto a los
que sufrieron la represión y la Dictadura de Franco, deben salir a la luz. Yo
lo he necesitado y por eso he escrito esta novela, una historia que tiene
datos, voces, sentencias reales, históricas; mezclada con esa otra parte ficcionada de los diálogos que se nutre de todas las
anécdotas que me contaron. Algunos personajes mantienen los nombres reales,
pero otros, los he variado porque no se trata de denunciar personas concretas
sino retratar el sentimiento del que sufrió el exilio. Dice Saramago que lo más
importante es tomar conciencia, para poder tomar partido de lo que hay que
hacer para mejorar el mundo y que no se convierta en un mundo para los ricos.
Mi tío abuelo ha sido siempre ese
personaje misterioso del que se hablaba siempre a media voz. Era una persona no
muy cercana a mí, pero que siempre aparecía en las conversaciones de la
familia. Yo no entendía muy bien esa historia de que lo habían metido en la
cárcel por llamar a sus gatos Stalin y Trosky, pero
claro, hasta que no supe quién eran esos dos personajes y el momento en el que
lo detuvieron, no comprendí que detrás de ese cuento, se encerraba una novela.
Siempre he sido curiosa y esa
curiosidad me ha ido llevando a cuestionarme muchas cosas, todo lo que me
resultaba extraño, oscuro, misterioso…todo lo que los mayores daban por
inamovible pero no estaba explicado claramente, era para mi
objeto de indagación.
La novela surgió de la idea de que
la historia de nuestros abuelos apareció así, de forma oscura, misteriosa,
silenciada la mayoría de las veces; entonces, todo ese deseo de descubrir la
verdad, de abrir esa puerta, pasaba por dos momentos, el primero encontrar
otras fuentes objetivas que aclararan la verdad porque veía que cuanto más
interés tenía preguntando los detalles, más se escondían…anda, no preguntes
tanto. Entonces pensé que tenía que romper esa barrera de la familia, que en cierto
modo me hizo sentir que traicionaba su modo de querer trasmitir lo que
vivieron, pero que era vital para llegar a comprenderlo todo y partía de esa
necesidad de construir mi propia idea de las cosas. El otro momento fue el de
escribir y contar con las cartas del otro lado, las historias de vida y los
archivos históricos, una novela.
Aconcagua ha sido esa editorial que
en Sevilla representa la apuesta por la Memoria Histórica, y para mí actúa como
referente, aunque en un principio al ser una novela y no un estudio o ensayo
histórico, parecía difícil que encajara. Pero al final, Aconcagua ha sido la
editorial y la intención del libro es llegar mediante la novela a un público
más amplio, que llegue a donde no llega el lenguaje científico y en cambio llega
el poético y novelado.
-¿Lo definirías como un libro de testimonios?
-Los testimonios son fundamentales
en el libro, por un lado, las conversaciones en torno a la camilla, esa mesa en
torno a la cual nos sentamos en Andalucía los días de invierno o en la puerta
de las casas con las sillas y se cuentan chismorreos, novelas en las que se
repasan a todos los vecinos, los acontecimientos suelen contarse de una manera
jocosa y divertida, para poder inventarse algún que otro chascarrillo.
Por otro lado, los confidentes,
personas que a los que pregunté y vinieron con miedo, que me contaron lo que
nunca habían desvelado porque el terror había hecho mella en el pueblo.
-Digo lo de testimonios porque
aunque el personaje central sea tu tío abuelo hay muchas historia y muchos
personajes que dejan huellas antes de su paso por la historia y en torno a su
paso?
-Todos los testimonios son fundamentales porque construyen el momento
dramático por el que la historia de un pueblo y de mi familia va expandiéndose
primero mediante el viaje a América, en busca de un futuro mejor; luego por los
estudios a Granada; luego a Sevilla, Bolivia, y por último un viaje circular
que le devuelve a su pueblo. Esos testimonios que me parecían fundamentales
para comprender la historia estaban allí, paseando por las calles y muchas
veces quise preguntar, que me contaran hasta que un día tuve la oportunidad de
hablar con dos hombres del pueblo que me contaron lo que recordaban como niños.
Luego mi vecina de la calle Laero, y por último todos
los pacientes de mi tío que me contaron historias y anécdotas de su trabajo
como médico en el pueblo.
-También hay historia o se refleja
en el libro la historia del exilio….
-Los exilios han sido siempre la historia del hereje que tiene que
callar, es un insilio dentro del país y del
territorio del vencedor. Es la historia del proscrito que no puede hablar
públicamente de lo que piensa, pero sí a sus más allegados y que con sus
acciones y su manera de tratar a los pacientes, está hablando de otra forma de
vivir. Eso es lo que muchos vieron en mi tío abuelo, como me dijo uno de sus
vecinos, Manuel Pelegrina, era un
personaje especial, era distinto al resto, yo siempre lo buscaba porque veía en
él un ejemplo a seguir.
-¿Cómo era “ser médico” en un
Hospital de psiquiatría en la II República?
-La psiquiatría estaba en aquellos momentos descubriendo y probando
muchos métodos nuevos basándose en el psicoanálisis de Freud y otros estudios
novedosos. También se intentaba conseguir que los individuos tuviesen unos
derechos como ciudadanos, y que el Estado protegiese a los más indefensos,
entre ellos se encontraban los enfermos mentales. Esto no debía depender de la
caridad como en el Antiguo Régimen. Esta política de protección a los más
indefensos era una de las líneas más importantes que luego se verían denostadas
por un concepto de que el más fuerte y sano es el que debe salir adelante.
Paralelamente seguiría manteniéndose una psiquiatría que consideraba a los pacientes
como lo peor de la sociedad y que utilizaba métodos inhumanos.
-¿Cómo era tu tío abuelo como
persona en el sentido humano?
-Mi tío era una persona que le gustaba decir la verdad sin tapujos, su
naturalidad resultaba muchas veces grosera, pero ante la enfermedad o la muerte
siempre encontraba un lugar para la ironía y la broma.
Un vecino que se había ahorcado puso una espuerta con paja debajo y
cuando lo vió dicen que dijo:¡Si serás bruto! ¡ la paja sería por si te
caías y te hacías daño!, ¿no?
Muchos testimonios sobre él me cuentan de su gran generosidad para los
más pobres que no podían pagar una inyección o un medicamento o que no podían
pagar la iguala anual. El los atendía igualmente.
Una señora me contó que tenía el tifus y que no tenían para pagar la
medicina, entonces el marido le dijo a mi tío que vendería la mula, él le dijo,
¡pero hombre!, ¿en vez de que tu mujer
muera de tifus quieres matar a toda tu familia de hambre?
Y le dijo que no se preocupara, pagó la medicina y se curó.
-¿Y cómo era políticamente
hablando?, ¿nos puedes hablar un poco de sus ideales?
-Los ideales eran la justicia social y la defensa de los más débiles
como eran los enfermos mentales, al no poder ejercer la psiquiatría desarrolló
en la Alpujarra una medicina que partía del trato igual a todos y la especial
atención y cuidado a los más pobres. Sus ideas las concretaba
en sus acciones, creía en el hombre, en su capacidad para comprender la vida
sin necesidad de engaños sobre el otro mundo, era un humanista.
Un día me contó otro hombre del pueblo, que alguien le había
preguntado si creía que Dios existía y le contestó, mira, si Don Antonio dice que Dios no existe, que es el que más sabe
del pueblo, entonces, es que no existe.
-¿Cómo recibe tu tío abuelo a la II
República; cómo vive esos años en ese corto período de tiempo?;
¿puede desarrollarse o evolucionar de otra forma que no había podido
anteriormente, como persona y como profesional de la medicina?
-Al ganar la II República se respiraba un entusiasmo por todas las
reformas que se habían planteado y él acoge los nuevos aires de renovación con
alegría. Se afilió a la UGT, a la Asociación de amigos del pueblo ruso, al
partido de Unión Republicana y apoyaba todas las ideas de las izquierdas.
-Bueno, ¿qué le acontece cuando estalla
el golpe de Estado?
-El pensaba como muchos otros que el golpe
no triunfaría, tampoco se imaginó que irían a por él y que lo detendrían. Nadie
creo que se podría imaginar lo que pasó en Sevilla, la crueldad del golpe con Queipo de Llano como ejecutor. Cuando le prohíben ejercer
su profesión y se ve encerrado en la zona de los fascistas es demasiado tarde,
intenta escapar. Entonces es cuando lo detienen y su vida dará un vuelco, como
el del resto de España.
-Los escenarios en los que
transcurre esta obra que narra la historia de tu tío abuelo es muy variado,
geográficamente hablando, ¿qué te ha supuesto esto a ti?
-Cuando alguien llega a un pueblo como Los Bérchules
en la Alpujarra granadina, llega a un lugar recóndito, es casi imposible
imaginar que en aquella época y anteriormente mi familia decidiese salir de
allí y atravesar el óceano hasta Argentina. Ese viaje
de un mes parece casi de locos, luego cuando vuelven otra vez a su pueblo y más
tarde cuando mi tío busca refugio en Bolivia y es cuando lo detiene me hace
pensar con todos los emigrantes que buscan otro sitio mejor para vivir, pero
que son personas anónimas que tienen padres, abuelos e hijos y tienen que salir
a buscar una manera de sobrevivir a las penurias.
-Otro trabajo siempre inmenso,
aunque muy gratificante suele ser el proceso de investigación, documentación,
estudio… ¿cómo te ha ido?
-Ha sido un proceso emocionante, descubrir por escrito la historia de
tu familia, constatar o desechar las historias que te contaron, empezar a
comprender la historia real de España, de Andalucía, de la emigración, de la
historia de América y sobre todo, el del golpe militar a la República, la
guerra, y la Dictadura. Cuando los datos de una persona que transita por todos
esos períodos te hace comprender verdaderamente la historia, sentirla. La haces
tuya, porque yo me metí en la piel de mi tío abuelo. Para mí ha sido un regalo
que me he dado, y que he dado a los que disfrutan con el libro, porque uno de
los mayores regalos para mí es el que haya personas que me hayan dado los
libros que forman parte de mi pensamiento, como Gabriel García Márquez, Ibn Arabi, Goethe o Huan Porrah, por nombrar algunos de los que cito en el libro.
-Y ¿cómo ha sido el poner orden en
todo ello y ponerte a escribir?. Háblanos un poco de
la metodología de trabajo?
-Todo empezó en mi pasión por la historia de la familia, la historia
que se desarrolló en una casa que ya no existe porque se rehabilitó entera, Ese
pueblo y esa casa han significado para mí baluartes importantes para mis
intereses por comprender mi historia, de donde vengo, que han pasado mis
antepasados, y ví como la historia que se escribe en
los libros no tiene vida, son datos, fechas, necesitamos de esas anécdotas para
comprenderlo todo, entonces recordaba todo lo que me contaron de la familia,
luego hice varias entrevistas a la gente del pueblo, y
cuando tuve contacto con la Asociación de Memoria Histórica, después de
realizar el monumento a los Represaliados de Coria del Río, empecé a buscar
documentos sobre mi tío, sobre las detenciones, su historia en el Manicomio con
documentos de la Diputación y por último las cartas de América que me
facilitaron mis primos que aún siguen allí.
Las fotos también me han ayudado a crear la historia…entonces empecé a
escribir como si estuviese viviendo una película, un día escribía sobre la
cárcel con los datos que tenía, otro día sobre el momento en el que mi madre
subida en una mula iba a otro pueblo de la Alpujarra a acompañar a mi tía
Eduarda al colegio, y así una serie de imágenes importantes. Después busqué el
hilo conductor del tiempo, una narración por imágenes temporales que van
cambiando de sitio, que suceden paralelamente. Otras veces el desarrollo de
historias sucedidas mediante el flash back. Y por último el desarrollo del
final, el momento en el que recoges toda la cosecha y te sientas a pensar como
redondeas la faena, que es lo que te ha llevado hasta allí. Entonces pienso que
hubiera deseado mi tío, que debería ser, que quiero que sea y surgió el final de
lo que queda, de esa semilla que creció en mí y en todos los que lo conocieron.
En las huellas que vamos dejando, a pesar de que intente anularte la historia,
contra todo pronóstico de enterrar la verdad, este libro se convierte no en un
grito de horror, sino en una canción de certezas y de esperanza.
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