Cazarabet conversa con... Jesús Vicente Aguirre González, autor de “Escríbeme a la
tierra. Las cartas de los que van a morir. La Rioja 1936” (Pepitas de Calabaza)
Estamos ante una de las publicaciones
testimoniales que más hondo está calando
y calará en el tratamiento de la Memoria Histórica desde los testimonios…en este
caso, testimonios epistolares de su tierra riojana.
El libro recopila, más bien
compila, las cartas, --- unas 170--- que
represaliados riojanos, cuarenta presos,
escribieron desde la cárcel mientras esperaban la muerte en los primeros
compases de la guerra, donde La Rioja “se plegó” al Golpe de Estado y tan solo
conoció la brutal represión de los rebeldes alzados…
Pepitas de Calabaza, editorial de
excelente trayectoria riojana, edita,
con sumo gusto, este libro de Jesús Vicente Aguirre González con prólogo de
Carlos Gil Andrés y el epílogo de Félix Caperos Elosúa. Lo hace desde su
colección Los Aciertos.
Lo que nos encontramos en el libro, la
sinopsis:
Escríbeme a la tierra. Las cartas de los que van a morir. La Rioja 1936
compila las cartas que 39 represaliados riojanos escribieron desde la cárcel
antes de morir en 1936, y expone el resultado de la labor de investigación que,
siguiendo una metodología etnográfica e historiográfica, el músico y escritor
Jesús Vicente Aguirre González lleva liderando más de veinticinco años para
sacar a luz las experiencias de los perseguidos en La Rioja antes, durante y
después de la guerra civil española con el objetivo de recuperar y dignificar
la memoria de todos los vecinos de la provincia que sufrieron la represión
franquista.
El presente volumen, que por su
naturaleza constituye una obra única, cuenta así mismo con el prólogo de Carlos Gil Andrés, el epílogo de Félix Caperos Elosúa y con un
exhaustivo archivo fotográfico.
Os acercamos un poco del prólogo de
Carlos Gil Andrés: […] Dicen que el papel lo soporta todo. Los términos de
cualquier acuerdo, la letra pequeña de un contrato, el amor más apasionado,
toda la alegría y la belleza que caben en este mundo y también la pena y el
dolor que nos parecen incontables. La conciencia del final y, muchas veces, la
esperanza de que no sea así. ¿Qué escribiríamos si supiéramos que nuestras
palabras son las últimas? ¿Qué escribiríamos si tuviéramos que hacerlo dentro
de una cárcel hacinada, conscientes de la censura,
dominados por el miedo y la incertidumbre? ¿Qué escribiríamos al comienzo de
una guerra que no entendemos, que no tiene límites ni frentes, que no se ve
porque está dentro de cada pueblo, de cada calle? ¿Con qué pulso, con qué ánimo
escribir en la luz escasa que precede al terror de la noche, cómplice y
asesina? ¿Cómo contar lo que sentimos si solo conocemos unas cuantas frases
hechas y las cuatro letras aprendidas en la escuela del pueblo? […].
El autor, Jesús Vicente Aguirre, es un
trabajador minucioso e incansable y es también es el autor de Aquí nunca pasó
nada y Aquí nunca pasó nada,2; Al fin de la batalla
; Muerto el combatiente ; Lo que pasó
e Historia de una saca del 36.
El propio Jesús Vicente nos acerca
este trabajo de Luis Brox a propósito de
la presentación del libro (y de la exposición) "Escríbeme a la tierra. Las
cartas de los que van a morir. La Rioja 1936". 16 de noviembre de 2021.
El trabajo de Luis Brox a propósito de la presentación del
libro (y de la exposición) "Escríbeme a la tierra. Las cartas de los que
van a morir. La Rioja 1936". 16 de noviembre de 2021.- https://youtu.be/rngSXHbofGI
Con él, amigo estimado de esta casa,
ya hemos conversado varias veces:
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/loquepaso.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/aguirre.htm
Muchos de ustedes, queridos lectores,
lo conoceréis por ser un cantautor destacado en la transición,pero
vamos a intentar saber un poco más acercándonos a él…
El autor, Jesús Vicente Aguirre: Jesús
Vicente Aguirre González (Logroño, 1948). En los años setenta, junto con su
mujer Carmen Medrano, formó parte de algunos grupos de la llamada entonces
canción social o de protesta. Al final de la década, y ya como Carmen, Jesús e
Iñaki, pusieron la música de fondo a la transición riojana que, al igual que en
el resto de España, reclamaba democracia, libertad y autonomía. Grabaron dos
elepés. Su canción La Rioja existe, pero no es, si nos unimos la hemos de hacer
se convirtió en un auténtico himno popular de La Rioja. Posteriormente trabajó
otros campos de la comunicación: radio, prensa e imagen. Ha sido funcionario
técnico del Ayuntamiento de Logroño. Como escritor ha publicado numerosos
artículos en diversos medios de comunicación y los siguientes libros: La Rioja
empieza a caminar (ier, 2002, dos ediciones), Aquí nunca
pasó nada, La Rioja 1936 (Editorial Ochoa, 2007, ocho ediciones),
Aquí nunca
pasó nada 2 (Editorial Ochoa, 2010), Al fin de la batalla y muerto el
combatiente (Editorial Ochoa, 2014), que consiguió ese año el
primer Premio de Ensayo y Divulgación del Ateneo Riojano, los poemarios La vida que
te empuja (Ediciones 4 de agosto, 2004), Antes de que
suene el primer vals (Editorial Buscarini, 2010) y Ejercicio de
escritura (Editorial Buscarini, 2014), y las novelas Lo que pasó.
Historia de una saca del 36 (Pepitas, 2019) y El club de
las cuatro más uno (Los Aciertos, 2021).
Cazarabet conversa con Jesús Vicente Aguirre
González:
-Jesús
Vicente, amigo, ¿qué es lo que te ha hecho escribir ,con una previa y
exhaustiva investigación previa y con un proceso
minucioso de documentación, este libro que es como un cruce y un encuentro de
correspondencias, cartas…?
-La verdad es que el material inicial
ya aparecía en “Aquí nunca pasó nada”. Entonces, las cartas, como el resto de
la documentación utilizada, venía a demostrar la realidad de la tremenda
represión que sufrieron los riojanos, especialmente los 2.000 asesinados. Con
el tiempo vimos que mostrar de forma más directa ese amasijo de papel (las
cartas) y sentimientos (dolor, esperanza, amor y temor) podía tener sentido. Y
así lo hemos convertido en este nuevo libro. Sobrecogedor, pero necesario.
-El título es, ¿cómo lo diría?, poético,
sugerente…dice sin decir….se te nota, un poco, esa raíz de cantautor, ¿qué nos
puedes decir al respecto?
-Que una vez más recurrimos a Miguel
Hernández (yo ya musiqué alguno de sus poemas hace muchos años; aunque en este
caso la propuesta fue de mi gran amigo, historiador y autor del prólogo, Carlos
Gil Andrés). Estos cuatro versos lo dicen todo: "Aunque bajo la tierra /
mi amante cuerpo esté, / escríbeme a la tierra / que yo te escribiré".
Forman parte del poema "Carta" de su libro "El hombre
acecha". Nos quedamos, como veis, con "Escríbeme a la tierra".
-El género epistolar da para mucho porque
recoge palabras sinceras que esperan ser leídas con sosiego, pero también
entre el delirio de la espera… Además es un género que surge de
la necesidad humana de comunicarse, sin pausa…
-En el prólogo del libro, que firma
Carlos Gil Andrés, hace un estudio hermoso de ese género epistolar, de su
capacidad de comunicación: “Dicen que el papel lo soporta todo”. De sus
dificultades: “¿Cómo contar lo que sentimos si solo conocemos unas cuantas
frases hechas y las cuatro letras aprendidas en la escuela del pueblo?”. De la
tragedia, de la noche eterna que envuelve a los presos: “¿Qué escribiríamos al
comienzo de una guerra que no entendemos, que no tiene límites ni frentes, que
no se ve porque está dentro de cada pueblo, de cada calle? ¿Con qué pulso, con
qué ánimo escribir en la luz escasa que precede al terror de la noche, cómplice
y asesina?”...
-Amigo, las cartas de los que van a morir, de
los que murieron ejecutados en aquella tierra la Rioja, siendo apresados en los
primeros días de la guerra… ¿qué tienen tan de especial, de particular…?
-Es entrañable, y sobrecogedor, seguir
tan de cerca sus emociones, su día a día, la inquietud por su suerte, pero
sobre todo la preocupación por los hijos, la familia en general, el trabajo, el
campo en muchos casos, cómo se presenta la vendimia, las patatas, no te
preocupes que cuando yo salga... Vende algún majuelo si te hace falta... El
recuerdo a los amigos, el compañerismo, aquí estamos todos bien... (esto lo escribe uno de ellos, justamente la víspera en que a
todo el grupo los sacan a morir).
-¿Eran,
guardadas como una especie de tesoro por las manos receptoras?
-Y lo siguen siendo. He vuelto a
pedirlas a los familiares, para fotografiarlas mejor. Incluso para que algunas
de ellas formen parte de la exposición que acompaña al libro. Las originales
las presentamos dentro de las vitrinas correspondientes. Correspondientes a su
condición de tesoro absoluto del sentimiento, del corazón y de la memoria.
-¿Cómo llegaron a ti…? ¿cómo
fue el localizarlas?, me refiero a las cartas..
-Como os contaba antes, la mayor parte
de esas cartas pude verlas al escribir “Aquí nunca pasó nada”. Hablé con
cientos de familias y todas ellas me pasaron las fotos, los documentos que
tenían y, en su caso, las cartas escritas desde la cárcel. Ciertamente las
investigaciones posteriores me han posibilitado encontrar muchos más datos y
documentos que, a su vez, he podido pasar a todas esas familias.
-Y ¿cómo recuerdas que te preparaste porque es
como entrar en la intimidad de una persona que está esperando la muerte?, pero
no tan solo de los que las escribían, también de las que las recibían, ¿no? ,
presumo que es muy, muy delicado…
-Claro. En los primeros tiempos lo veías
todo como un complemento de fotos y papeles para conocer y reconocer a las
personas. Aquellos dos mil cadáveres, aquellos dos mil asesinados, eran, en
definitiva y sobre todo, personas. (Que, por cierto, nunca merecieron morir,
que nunca debieron morir). Pero centrarnos ahora en las cartas ha sido como
entrar con ellos en la cárcel, compartir sus sentimientos, esas preocupaciones
que decíamos, las grandes y las menores, mándame un peine, una manta, una
muda... "De lo que me dices"... una frase, la más repetida en el
conjunto de cartas, que une la carta recibida y la que te mando ahora. Uno
comparte con ellos cartas y situación con cariño, con respeto, con emoción.
-La mayoría de las cartas van dirigidas a los
seres queridos de los que se despiden, intentando, a la
vez, preparar y acompañar el resto de la vida, quizás sea solamente
mi percepción lectora, ¿qué nos puedes decir?
-Sí. La mayor preocupación siempre son
los hijos, su futuro, su cuidado. Muchos no saben, porque es difícil aceptarlo,
además sin ninguna culpa, que van a morir en poco tiempo. Algunos que sí
sienten la llamada de la muerte, llegan a despedirse y piden a sus esposas que
cuiden a los hijos, que los recuerden a ellos, que no los olviden...
-Otras son cartas pidiendo clemencia, reúnes menos
género epistolar pidiendo clemencia… ¿es que la mayoría de los condenados a
muerte guardaban poca esperanza y sopesaron que no les valía ni la pena ,lo de pedir clemencia porque sabían que no la
encontrarían y ese tiempo, ese papel, ese carbón lapicero preferían dedicarlo a
las despedidas…?
-Por una parte es lógico que algunos
de los condenados soliciten a sus familiares que hagan gestiones en medios,
digamos más conservadores, para que puedan salir lo antes posible de la cárcel,
o en su caso –ya más tarde y con algún consejo de guerra por medio- para que
cambie el sentido de la sentencia recibida. Por otra, muchos, seguramente la
gente más sencilla, no alcanzan a entender ni siquiera el por qué están
encerrados, y creen que pronto serán liberados.
-En aquellos
días, amigo, había poca clemencia, pero tampoco empatía, ¿verdad?; me explico
un poco: la clemencia, aquí, tiene a ver con conmutar la pena---cosa
que no pasaba muy a menudo y a más en los inicios de la contienda y lo de la
empatía, tiene más a ver en ponerse en la piel “del contrincante”, “del
adversario” y con lo de entender, comprender … y se podía empatizar, pero a lo
mejor no se podía hacer nada para conmutar la pena…
-En alguna carta de las que rodean esa
cuestión de la clemencia, podemos ver cómo un cura lo intenta, salvando siempre
las cuestiones jerárquicas, pero con valor. Mucho mayor que el de algún
político que por lo que pueda pasar prefiere lavarse las manos. Muy particular
es el caso de otro sacerdote, amigo de la víctima y de su familia, que concluye
en que seguramente si su amigo está condenado, por algo será. Eso sí, lo tendrá
presente en sus oraciones...
-¿La gente de los pueblos, de las pequeñas
ciudades sabían quién recibía las cartas de los que estaban en prisión
esperando la muerte?, ¿os han contado, los receptores, si recibían
comprensión solidaridad, empatía, compasión…? …
-La vida en los pueblos, en aquellos
años, aquí hablamos especialmente de 1936, fue muy difícil. En ocasiones
estaban juntos más de 10 y hasta 20 presos del mismo pueblo. Claro que sus
familias los acompañaban, en la medida de lo posible, y se ayudaban, en la
medida de lo posible. Pero no podemos olvidar que era otra gente del mismo
pueblo quienes habían hecho las listas, y quienes no solo les negaban la libertad,
y lo sabían, les negaban la vida a todos, a los presos que iban a morir, y a
sus familias que iban a sobrevivir (y de qué manera a veces).
-De todas formas, quien recibía las cartas lo
debía hacer con tantas ganas como cautelas, toda precaución era poca, ¿verdad?
, ¿Qué nos puedes comentar?
-Basta con que uno se ponga en
situación. En Villamediana, por ejemplo (es nuestro pueblo de las viudas).
Llega una carta, puede que a nombre de la mujer del preso que va a morir. Y
resulta que su mujer, aunque sobreviva, está presa también. Los hijos
repartidos entre otros familiares y amigos, y cuando comiencen las clases,
tocados por la desgracia divina y humana (franquista sobre todo). A partir de
ahí...
-Jesús
Vicente, cuando hablabas y te encontrabas con la gente que te
depositaba en tus manos estas cartas, ¿qué te solían decir?
-Te lo decía, que son su tesoro, parte
de su vida. De ello habla mi compañero y amigo Félix Caperos en el epílogo del
libro. Porque él es nieto de Miguel Caperos, uno de los “escritores”, preso en
el fuerte San Cristóbal de Pamplona y luego en la Cárcel Provincial de Logroño,
asesinado en la Barranca. Él nos cuenta cómo estaban guardadas esas cartas, y
cómo llegó a conocerlas, a leerlas, a entenderlas, a amarlas...
-La gente necesita que se rescate del olvido a
los represaliados, buscan s ajusticia que da la memoria, pero sin deshilachar
nada ni a nadie…muchas veces solo quieren que se sepa, ya no precisan ni que
señalar a nadie, entre otras cosas porque todas y todos nos conocemos, ¿verdad?
-Si, si. Se trata de seguir reclamando
la verdad, que todo se sepa, y la justicia y la reparación. Ahora hay muchos
actos de reparación, de reconocimiento. Y eso está bien. Estos libros son parte
también de todo ese empeño. Por encima de la muerte, del asesinato de tantos,
están sus vidas, su recuerdo y ejemplo, sus sentimientos... El odio, como
escribe Paul Preston en su último libro, queda para los arquitectos del terror
(para Franco y los artífices del odio).
-Háblanos un poco del proceso de búsqueda,
documentación, investigación….
-Yo, como otra mucha gente en La
Rioja, nos iniciamos en los años 70 del siglo pasado luchando por recuperar las
libertades, como decían nuestros eslóganes del momento, “libertad, amnistía y
estatuto de autonomía” (esto último, aunque algo más tarde, también se daría en
La Rioja). Para muchos fue también el momento de conocer lo que había
significado la guerra civil, o directamente la represión franquista. Es
importante señalar que el Memorial de la Barranca, en La Rioja, es, seguramente
y además de uno de los más grandes de España, uno de los primeros en
inaugurarse. Fue el primero de mayo de 1979. En esos momentos, además, se
exhumaban cientos de cadáveres en la Ribera Navarra y en la Rioja Baja...
Nuestro grupo de música participaba en aquella lucha por la democracia, y por
recuperar la historia. Después, ya en 1981, filmamos un documental sobre la
Barranca... Había otros libros, no olvidemos “Las Sacas” de Patricio Escobal, y
otros empeños. Y el ejemplo de las “mujeres de negro” que sufrieron la
represión y soportaron la dictadura siempre con entereza, con la cabeza
bien alta... Todo aquel bagaje nos ha permitido a muchos seguir trabajando por
recuperar, preservar decimos nosotros, la memoria histórica democrática. Y en
su momento, me empujó a reescribir toda esa historia, primero con “Aquí nunca
pasó nada” (mil páginas, 180 pueblos, más de 600 entrevistas, cientos de fotos,
¡dos mil asesinados!) y posteriormente “Al fin de la batalla” (en este
analizaba las muertes de riojanos en los frentes de batalla, lógicamente fuera
de nuestra región, franquista desde el inicio de la sublevación).
-El género epistolar, ¿por qué es garantía
de—no me gusta el calificativo, pero no me queda otra...—“éxito”? ¿por qué es una manera directa de encontrarse con
testimonios?
-Seguramente. Por eso cuando hablamos
de autoría, del libro en este caso, yo lo tengo claro. Sus autores,
evidentemente, son los presos que escriben las cartas. Ya lo hemos dicho antes.
Ese conjunto de frases cariñosas, de encargos, de preocupaciones o de
inquietud, son absolutamente apabullantes. Sobrecogedoras, y, repito
igualmente, entrañables.
-¿Cómo ha sido la metodología de trabajo? ¿fue difícil la lectura, hacerse con las diferentes
caligrafías, con las maneras de expresarse…?.- Háblanos un poco de las
transcripciones, de las correcciones….
-Traté de recoger de nuevo las cartas,
aunque en algún caso utilicé las que ya tenía del libro anterior. Claro que
entonces, como decía antes, la finalidad no era leerlas o verlas en su
totalidad. Ahora sí. Transcribimos todas. Las 60 que aparecen así en el libro,
y también las otras 110, que solo comento. En algunos casos, ciertamente, ha
sido difícil entenderlo todo. En aquellos años, no todo el mundo acababa ni
siquiera los estudios más primarios. Sí que hemos corregido las faltas de
ortografía, hemos juntado las palabras troceadas y todo eso, pero hemos
respetado las repeticiones, las formas de escribir de cada cual. En algunos
casos, alguna carta/postal, escrita a lápiz, ya casi no puede ni leerse. En el
de Cipriano Berrozpe, una de las cartas más conocidas y que se ha leído en la
Barranca y en otros tantos sitios, de tanto doblarla se
ha partido en un montón de pedazos. Eso sí, se pega, y se puede seguir
leyendo...
-Eres un trabajador incansable, ¿nos puedes
decir en qué estás trabajando; nos puedes dar alguna pista?
-Bueno, de momento, ando muy ocupado
presentando mi segunda novela (una reflexión sobre la justicia y la violencia)
y ahora este libro, "Escríbeme a la tierra". Pero sí es verdad que
sobre la mesa, y en alguna parte del ordenador, duerme su sueño (esperando la
mano de nieve que sepa echarlo a andar) el proyecto de contar lo que fue una
aventura apasionante: recorrer Europa y España cantando en los años 70 del
pasado siglo. Veremos.
_____________________________________________________________________
Cazarabet
c/ Santa Lucía, 53
44564 - Mas de las Matas (Teruel)
Tlfs. 978849970 - 686110069