Cazarabet conversa con... Diego
Sánchez González, coautor de “Envejecimiento de la población y cambio climático.
Vulnerabilidad y resiliencia desde la gerontología ambiental” (Comares)
.
Diego Sánchez González y Rosalía Chávez
Alvarado analizan en una investigación muy minuciosa cómo y en qué estado se
encuentra la vulnerabilidad y resiliencia desde la gerontología ambiental.
Edita este libro la Editorial Comares:
La obra ofrece una visión amplia, aguda y
necesaria sobre los retos globales del envejecimiento de la población y el cambio
climático. Se defiende que las posibles soluciones vendrán de un abordaje
conjunto de ambas cuestiones. Se reflexiona sobre las causas y las
consecuencias del cambio climático, así como las estrategias para frenar su
avance a partir de la comprensión de sus conexiones con la población del
planeta, marcadas por el deterioro ecológico, la urbanización, la desigualdad,
la migración y el envejecimiento. Este fenómeno global representa un logro
social y una oportunidad de negocio; pero, también, una amenaza para la
economía de los Estados, por sus repercusiones en pensiones, sanidad,
dependencia e, incluso, huella ecológica. Así, ¿estamos preparados para
adaptarnos al cambio climático en un mundo envejecido?, ¿podemos llegar a una
longevidad por encima de nuestras posibilidades?
Las políticas sociales, de salud pública, vivienda, ordenación del territorio y
gestión del riesgo deben adecuar sus programas y recursos al cambio climático
en un mundo envejecido, donde las personas mayores son las principales víctimas
de los desastres. Se propone una aproximación a los factores que determinan la
vulnerabilidad y la resiliencia en el envejecimiento, como nuestro ambiente.
Desde la gerontología ambiental, se afrontan las implicaciones de los entornos
físicos (viviendas, residencias, barrios, ciudades) y sociales (familia, redes
sociales) en las capacidades de adaptación de los adultos mayores ante un
escenario de emergencia climática. Precisamente, el entorno puede promover el
envejecimiento activo y saludable, reduciendo el riesgo de dependencia y el
gasto farmacológico, sin embargo, pocos conocen cómo adaptarlo. A pesar de
ello, algunas de las respuestas a las incertidumbres demográficas y climáticas
vendrán de un mejor conocimiento de los ambientes que habitaremos, y donde la
participación activa de este colectivo será crucial para construir un futuro
promisorio, que ahora se muestra esquivo.
Los autores:
Diego Sánchez González: es Doctor en Geografía
y Máster en Gerontología Social por la Universidad de Granada, es Profesor del
Departamento de Geografía de la Universidad Autónoma de Madrid. Ha sido
Profesor Titular de la Universidad Autónoma de Nuevo León, Miembro del Sistema
Nacional de Investigadores (CONACYT), y profesor invitado en diversas
universidades españolas y mexicanas. Ha participado en la dirección de 12 tesis
de doctorado. Su producción científica (libros, artículos) se ha centrado en
sus líneas de investigación: geografía del envejecimiento, gerontología
ambiental, ciudades amigables y envejecimiento activo, vulnerabilidad social y
cambio climático, entornos residenciales y envejecimiento, entornos naturales y
salud, y turismo y personas mayores. Ha sido investigador de la Agencia
Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y realizado
estancias de investigación en centros de reconocido prestigio. Ha dirigido y
participado en proyectos de investigación y consultoría, así como evaluador de
proyectos I+D+i en España, Holanda, Suiza, Israel,
México, Colombia y Chile. Ha sido asesor de gobiernos estatales en materia de
envejecimiento, cambio climático, vivienda y urbanismo. Actualmente, es miembro
de consejos editoriales y referee de revistas científicas internacionales
indexadas (JCR; Web of Science). Ha obtenido un
Premio Nacional de Investigación (FECIC) y diversos reconocimientos nacionales
e internacionales.
Rosalía Chávez Alvarado: es Doctora en Asuntos
Urbanos y Maestra en Planificación en Asentamientos Humanos por la Universidad
Autónoma de Nuevo León, es Profesora-Investigadora Cátedra-CONACYT de la
Universidad de Quintana Roo. Ha sido funcionaria en el gobierno municipal de
Guadalupe, Nuevo León. Ha participado en proyectos de investigación sobre
gerontología ambiental, envejecimiento y cambio climático. Actualmente,
participa en el proyecto Resiliencia en ciudades costeras del Caribe mexicano:
Chetumal, Tulum y Playa del Carmen. Su producción
científica (libro, capítulos de libro y artículos) se ha centrado en sus líneas
de investigación: gerontología ambiental, envejecimiento de la población y
cambio climático, gestión del riesgo de desastre y planificación urbana.
Cazarabet conversa con Diego Sánchez González:
-Amigo Diego, ¿nos podéis explicar el por qué de
esta reflexión que toma forma de este libro en el que se “buscan
relaciones” entre el envejecimiento de la población, con su vulnerabilidad y
resiliencia, y el cambio climático?
-Esta obra pretende
ser una sugerente invitación a la reflexión sobre las interconexiones entre el
envejecimiento de la población y el cambio climático. Con frecuencia, estos
retos globales se abordan sin comprender sus importantes interrelaciones, lo
que dificulta la búsqueda de posibles soluciones. Hoy el envejecimiento
demográfico es la principal consecuencia de los cambios poblacionales en las
sociedades modernas. Dicho fenómeno es global y está asociado con la caída de
la fecundidad, el descenso de la mortalidad, el aumento de la esperanza de
vida, y los movimientos migratorios. De hecho, en el mundo hay más personas de
65 y más años que niños menores de cinco años, una realidad demográfica que se
agudizará en las próximas décadas. A su vez, se prevé que entre 2016 y 2050 en
el mundo la población de 60 y más años aumente de 901 a 2.100 millones, y su
peso relativo pase del 12,3 al 21,6% del total, sobre todo en Europa (35,6%);
mientras que, los octogenarios se van a cuadruplicar, al pasar de 126 a 447
millones, lo que planteará importantes desafíos en materia de servicios
sociales y de salud.
Como consecuencia
de los efectos del cambio climático, se estima que se incrementarán las
víctimas mortales, sobre todo, entre la población de 60 y más años, y , especialmente, aquellas con problemas de discapacidad y
dependencia, bajo nivel de ingresos, pertenecientes a minorías étnicas, y
residentes en ciudades de países pobres. En la actualidad, los efectos del
cambio climático están evidenciando la creciente desigualdad social, asociada a
la crisis del estado del bienestar, y el aumento de la vulnerabilidad social
entre los colectivos más desfavorecidos, como las personas mayores.
Precisamente, desde el enfoque de la gerontología ambiental, se plantea que un
mejor conocimiento de los ambientes (físicos y sociales) en los que envejecemos
será crucial para poder reducir la vulnerabilidad y aumentar la resiliencia,
propiciando nuestra adaptación a las incertidumbres demográficas, económicas,
sanitarias y climáticas en este siglo XXI.
-¿A quién va destinado este libro?
-El libro está
dirigido al público en general, como lo constata el hecho de que el
envejecimiento de la población y cambio climático son desafíos globales de
creciente interés en los medios de comunicación y las redes sociales, y cuyas
posibles soluciones nos atañen a todos. No obstante, la obra puede despertar
mayor interés entre investigadores, profesionales y responsables de los
servicios sociales y de salud, de la planificación urbana y ordenación del
territorio, y de la gestión del riesgo, así como académicos y alumnos de las
ciencias sociales y humanidades, y de las ciencias de la salud.
-Desde la vejez hay más vulnerabilidad en todos los
campos, ¿también por todos los efectos secundarios que nos depara el cambio
climático? ¿Qué hace diferencialmente más vulnerables a la tercera edad frente
al cambio climático?
-La vejez es
percibida de manera errónea como una etapa de pérdidas; sin embargo, ésta
debería ser considerada una etapa de oportunidades, aprendizaje y nuevas
experiencias, incluso en un contexto de emergencia climática. De hecho, hoy en
los países desarrollados la mayoría de las personas llegan a esta etapa de la
vida con mejor salud y calidad de vida. No obstante, este creciente grupo de
edad es muy heterogéneo y presenta importantes diferencias según cohortes de
edad (60-69 años, 70-79 años, 80-89 años, 90 y más años). A medida que
envejecemos se produce una pérdida de capacidades funcionales y cognitivas en
relación a las presiones ambientales y climáticas. Esta circunstancia explica
que entre las personas de avanzada edad se incremente el riesgo de discapacidad
y dependencia. También, las diferencias en este grupo de población están
asociadas a factores socioeconómicos, de salud, culturales, ambientales y
políticos, los cuales, determinan el nivel de estudios, ingresos económicos, estado
de salud, y acceso a una pensión y a seguro de salud. Justamente, en las
regiones en desarrollo (América Latina, África) la mayoría de las personas
mayores son vulnerables a problemas de habitabilidad de sus viviendas y carecer
de una pensión o seguro médico. En muchos casos, estas personas se ven
obligadas a continuar en activo (muchos en empleos precarios) para cubrir sus
necesidades básicas (alimentación, alojamiento) y poder afrontar los crecientes
gastos de salud (que en las zonas rurales puede suponer hasta el 50% de sus
ingresos). Aquí, debemos recordar que la falta de un seguro médico, también,
está presente en países desarrollados, como Estados Unidos, donde se estima que
podría haber más de 40 millones de personas sin seguro médico, sobre todo, personas
mayores afroamericanas y latinas. Al respecto, en los países desarrollados
(Estados Unidos, España) y países en desarrollo (México, Guatemala) la
creciente desigualdad social y la desaparición del estado del bienestar están
afectando, de forma significativa, a las personas mayores, agravando su
vulnerabilidad social y ambiental ante el impacto de las actuales y futuras
crisis sanitarias (pandemia del coronavirus) y climáticas.
-¿Cómo ya sufre nuestra vejez el cambio climático?
-En las últimas décadas el incremento de los desastres naturales ha
evidenciado el aumento de las pérdidas materiales y, sobre todo, de víctimas
mortales, tanto en países pobres como países ricos. En el mundo 3 de cada 4
fallecidos por inundaciones son personas mayores, sobre todo, discapacitadas y
dependientes, con bajo nivel socioeconómico y de minorías étnicas. Por ejemplo,
en el año 2005 en Estados Unidos las inundaciones del huracán Katrina provocaron 1.836 muertes, principalmente, personas
de avanzada edad que vivían en residencias. A pesar de ello, los programas de
gestión del riesgo siguen reduciendo el envejecimiento de la población a una
variable secundaria en sus diagnósticos, así como ignorando la participación
activa de este colectivo y, en muchos casos, despreciando
su valiosa experiencia en los procesos de adaptación de sus comunidades locales
ante los desafíos climáticos.
-¿Cómo lo puede sufrir, en concreto, y por ejemplo
con la longevidad?
-Los efectos del
cambio climático podrían incrementar los peligros hidrometeorológicos
extremos (inundaciones, olas de calor, incendios, sequías), cuyos efectos se
traducirían en una disminución de la producción de alimentos y un agravamiento
de las hambrunas, así como un incremento del riesgo de enfermedades, que
afectarían en mayor medida a los colectivos más vulnerables, como las personas
mayores en los países en desarrollo. Como consecuencia se incrementarían las
tasas de morbilidad y mortalidad entre la población envejecida, sobre todo,
localizada en determinados barrios marginales y núcleos rurales deprimidos,
cuya esperanza de vida se podría ver afectada. Asimismo, se plantea un posible
escenario de altas temperaturas que podría limitar los estilos de vida al aire
libre e, incluso, impedir el desarrollo de eventos deportivos (juegos
olímpicos, mundiales de futbol), favoreciendo el confinamiento en el domicilio
e incrementando estilos de vida más sedentarios, lo que podría comprometer la
esperanza de vida e, incluso, la longevidad en ciertas regiones del planeta. De
lo que se deduce que la edad y el código postal de residencia pueden ser más
significativos que el código genético en relación al riesgo de padecer y morir
por los efectos de las crisis climáticas y sanitarias.
-¿Las enfermedades todas ellas deben mirarse desde otra perspectiva con
el cambio climático conviviendo entre nosotros?
-El cambio
climático debe ser un tema trasversal en las políticas públicas, en especial,
aquellas relativas a los servicios sociales y de salud pública. Precisamente,
se prevé que los efectos climáticos incrementen la prevalencia de determinadas
enfermedades (incluso de aquellas enfermedades ya erradicadas), así como
aumente el riesgo de aparición de nuevas pandemias. También, estas enfermedades
podrían afectar de manera especial a las personas de avanzada edad,
discapacitadas y dependientes, sobre todo, en situación de exclusión social.
Asimismo, los desastres naturales podrían provocar millones de desplazados y
refugiados ambientales, lo que agravaría los problemas de salud pública a nivel
global. Por todo ello, es imprescindible que se promuevan programas globales de
salud pública ante el cambio climático y con la participación activa de todos
los gobiernos. Aquí, consideramos que la labor de la Organización Mundial de la
Salud (OMS) podría ser decisiva para implementar estrategias de prevención y
adaptación comunes, y promover la colaboración y la solidaridad entre
países.
-Pero nos adaptamos, ¿no?, ¿estamos a tiempo de adaptarnos a las
exigencias del cambio climático?
-Desafortunadamente,
pocos gobiernos, en su mayoría de países desarrollos (Estados Unidos, Reino
Unido, Canadá) han puesto en marcha distintas iniciativas para enfrentar los
desafíos de una sociedad que envejece ante los peligros climáticos. Sin
embargo, estas iniciativas se han visto afectadas por la falta de financiación
a largo plazo. Al respecto, los recortes tras la crisis económica global han
limitado o impedido el desarrollo de los alcances de estas iniciativas. También,
se han identificado problemas de coordinación y colaboración entre distintas
instituciones y administraciones públicas y privadas, la escasez de
evaluaciones de las iniciativas, y la falta de participación activa de las
personas mayores. Asimismo, se ha advertido sobre la insuficiente investigación
para obtener evidencias empíricas que permitan diseñar programas de gestión del
riesgo para propiciar la adaptación de sociedades que envejecen ante el cambio
climático. A pesar de ello, consideramos que aún estamos a tiempo de
adaptarnos. Por ello, diferentes organismos internacionales (IPCC, OMS) y
organizaciones no gubernamentales (HelpAge, Cruz
Roja) reclaman a los gobiernos la necesidad de afrontar de manera conjunta los
retos del envejecimiento demográfico y del cambio climático, mediante el
fomento de la colaboración en materia de investigación y el apoyo tecnológico y
humano solidarios.
-El aumento de la población, esa presión
demográfica a la que se le somete al planeta…le suma al cambio climático y
automáticamente le resta a la salud integral del planeta y de nosotros mismos,
¿no?
-La presión
demográfica y, sobre todo, el modelo de consumo explican las tendencias sobre
cambio climático. Al respecto, el modelo económico capitalista, basado en un
consumo exacerbado de los recursos naturales limitados, es el principal
responsable del agravamiento el calentamiento global. Asimismo, se debate sobre
el futuro demográfico del planeta a partir de distintas visiones: primero,
aquellas teorías donde la población mundial seguirá creciendo y acelerando los
efectos del cambio climático; y segundo, otras teorías en las que la caída de
la fecundidad y el aumento del esperanza de vida propiciarán un posible
escenario de implosión demográfica y de envejecimiento de la población, lo que
podría tener efectos en la reducción de la huella ecológica, aunque implicarán
un freno para la economía.
Las previsiones
advierten que los efectos del cambio climático podrían limitar la producción de
alimentos y el acceso al agua potable en determinadas regiones del planeta,
cuyas consecuencias serían visibles en el agravamiento de las condiciones de
vida y salud de los grupos vulnerables, como las personas mayores de países en
desarrollo. Por ejemplo, a mediados de este siglo en el África Subsahariana se
podría producir uno de los mayores crecimientos demográficos (fruto de la alta
fecundidad), lo que implicaría una mayor presión sobre los limitados recursos
naturales, circunstancia que se vería agravada por los efectos del cambio climático
(inundaciones, incendios, sequías, plagas). Un panorama desalentador que podría
provocar una situación de emergencia humanitaria y forzar la migración de
millones de personas. De todo ello, cabe reflexionar en qué medida los países
desarrollados son responsables y pueden contribuir con su solidaridad (o no) a
preparar a los países en desarrollo ante el nuevo escenario climático, cuyas
consecuencias serán globales.
-En el llamado “primer mundo”, más que nada el continente europeo y
Norteamérica….la población está cada vez más envejecida y eso repercute tanto
en las necesidades sociales---dependencia, salud, pensiones…--- como en las
huellas que le vamos dejando a la salud ambiental, ¿cómo?
-Las consecuencias
demográficas, sociales, económicas, de salud, y ambientales del envejecimiento
de la población son complicadas, multifacéticas y a distintas escalas. Hoy existe un limitado conocimiento de los
futuros efectos económicos y fiscales de dicho fenómeno a nivel regional y
local, como la progresiva reducción de la fuerza de trabajo, la menor
productividad, y la disminución del crecimiento económico per cápita y
agregado, así como mayores impuestos debido a progresivo aumento del gasto
público (pensiones, salud). Asimismo, se advierte sobre la necesidad de adaptar
las políticas fiscales ante el rápido aumento de la tasa de dependencia en la
vejez, y el progresivo incremento del gasto público en salud y servicios
sociales destinados a las personas mayores. Otra consecuencia de la caída de la
fecundidad y del envejecimiento demográfico sería la progresiva disminución del
tamaño de las familias y el debilitamiento de la ayuda familiar tradicional,
clave en la atención de las personas dependientes, lo que está desbordando a
los limitados sistemas públicos de ayuda. Empero, como mecanismos alternativos
a la crisis del estado del bienestar y a la desigualdad social, están surgiendo
nuevas redes de solidaridad intergeneracional,
producto de los cambios en las estructuras familiares y sociales. Al
respecto, cada vez más
personas llegan a edades avanzadas con mayor nivel educativo, buena salud y un
estilo de vida activo, y su ayuda supone un pilar básico de la solidaridad
familiar y social (cuidados, económica, voluntariado). También, se prevé que
este sector de población generará un floreciente sector económico (comercio,
ocio, turismo, vivienda, salud, cuidados) y millones de puestos de trabajo en
los próximos años.
¿Cómo será la
huella ecológica del envejecimiento de la población? Los limitados estudios no
permiten obtener evidencias empíricas suficientes. Sin embargo, algunas
investigaciones indican que en ciudades de países desarrollados, como Estados
Unidos y Reino Unido, se ha observado que los hogares formados por personas
mayores, en comparación con el resto de la población, generan una mayor huella
de carbono per cápita, derivada de sus desplazamientos y medios de transporte
empleados, del consumo de energía doméstica, y del consumo de alimentos y otros
productos. Por ello, algunas teorías plantean que el
envejecimiento demográfico, junto a los cambios tecnológicos y la urbanización,
podrían incrementar las emisiones de CO2 y acelerar el cambio climático. Dichas
tendencias pueden variar sensiblemente con la incorporación de nuevas cohortes
de personas mayores, más sensibilizadas y comprometidas con la lucha contra el
cambio climático.
-¿Desde ese colectivo activo que es la tercera edad
qué se puede hacer para que su impacto con el cambio climático no les afecte
tanto?
-Todos somos
responsables por acción u omisión del avance del cambio climático. Por ello,
nuestras acciones cotidianas pueden ser decisivas para frenar el avance de la
amenaza climática y posibilitar nuestra adaptación. Precisamente, las personas
mayores son un colectivo activo, cada vez más concienciado con el cambio
climático, como lo constata el hecho del creciente número de voluntarios
mayores implicados en la defensa del medioambiente y en la lucha contra el
calentamiento global. Asimismo, entre las medidas para reducir el impacto del
cambio climático, se plantea que las personas mayores participen en los
programas de gestión del riesgo de sus comunidades, tanto en la identificación
de colectivos vulnerables, como en la adaptación de sus entornos físicos y
sociales a futuras situaciones de emergencia climática.
-Las olas de calor dejan mucha huella que la sufren mucho más los
colectivos vulnerables: enfermos, infancia, tercera edad, personas con riesgo o
más vulnerables---socialmente hablando--…solo hay que ver el incremento de la
mortalidad en ciertos días… ¿se puede hacer algo ya no tanto para evitar las
olas de calor sino para paliar sus efectos entre la tercera edad?
-En todo el mundo
la mayoría de las víctimas mortales por golpes de calor son personas mayores
que vivían solas en sus domicilios. Por ejemplo, en el julio 2019 en Holanda se
registraron 2.964 muertes por olas de calor, sobre todo, de personas de 80 y
más años. Sin duda, se puede lograr reducir la vulnerabilidad de este colectivo
al riesgo de olas de calor. Para ello, es importante impulsar políticas de
envejecimiento activo encaminadas a promover la salud, la seguridad, la
participación activa y el aprendizaje continuo a lo largo de la vida. Al mismo
tiempo, es necesario posibilitar la permanencia de las personas mayores en sus
entornos cotidianos (viviendas y barrios), con casas dignas y equipadas para
enfrentar los peligros climáticos, así como apoyadas de programas de servicios
sociales y de salud de proximidad. También, es crucial fomentar el apoyo social
comunitario para evitar situaciones de soledad y abandono en situaciones de
emergencia.
-Pero el cambio climático también se sufre a la contra con días de un
frío gélido como el invierno del 2019 en algunas zonas de Usa, Canadá….que dejó
un frio polar bestial que heló ciudades enteras tan pobladas como Chicago,
Toronto….- A eso hay que recordar que hay mucha población, y la tercera edad es
un sector más vulnerable, a sufrir pobreza energética…
-Los peligros del cambio climático, como el aumento o la disminución
brusca de las temperaturas, pone en evidencia los efectos perversos de la
desigualdad social, donde la población envejecida es un sector especialmente
vulnerable y padece en mayor medida los efectos de la pobreza energética. Aquí,
debemos recordar que muchos hogares encabezados por personas mayores no tienen
recursos económicos para favorecer el confort térmico de sus hogares y evitar
el riesgo de sufrir los efectos de las olas de calor o del frío polar. Esta
circunstancia debe hacernos reflexionar sobre las políticas de energía sobre
los procesos de adaptación al cambio climático de los colectivos vulnerables.
También, es urgente revisar las políticas de vivienda. Por ejemplo, en España
tres de cada cuatro inmuebles de antigua construcción obtienen una baja calificación
energética y no están adaptadas para enfrentar los posibles efectos del cambio
climático. Por ello, las políticas sobre cambio climático deben pensar,
especialmente, en los grupos más vulnerables de nuestra sociedad y plantear
alternativas encaminadas a reducir la alarmante desigualdad social.
-El mundo es lo que es, es limitado…los recursos
son limitados…¿somos conscientes?. El planeta tiene lo
que tiene, pero no da más… ¿cómo hacerle frente a esta realidad si queremos
dejar un planeta digno y saludable para una población cada vez más envejecida?
-Durante las
últimas décadas ha crecido la conciencia social sobre los peligros del cambio
climático. Sin embargo, en las sociedades occidentales nuestras acciones
individuales cotidianas siguen contradiciendo nuestras manifestaciones públicas
de rechazo frente al avance del cambio climático. Llegados a este punto,
debemos preguntarnos: ¿Qué esfuerzos personales estamos dispuestos a hacer en
consumo, impuestos, reciclaje y transporte?. Por
ejemplo, en Francia las encuestas indican que la mayoría de la población exige
al gobierno mayores medidas contra el cambio climático, empero, uno de los
lemas de los chalecos amarillos (protestas sociales por la subida del precio
del diesel) es: "nos preocupa el fin
de mes, no el fin del mundo". Por ello, debemos reflexionar, como
sociedad que envejece, sobre nuestras contradicciones, y asumir el reto
personal de qué estamos dispuestos a hacer en la lucha
contra el cambio climático.
-Es abrumador, casi “te colapsa” pensar en el futuro, ¿no?
-En nuestra
sociedad de consumo el futuro parece lejano y queda sepultado bajo deseos
cotidianos y efímeros. De hecho, con frecuencia nos sentimos absortos en
nuestro discurrir cotidiano frente a los desafíos del mañana. Quizás por ello,
en nuestra sociedad occidental priman los valores de consumo y una imagen
engañosa de eterna juventud, mientras olvida que envejecemos como sociedad y
que recibimos prestado el planeta, cuyos recursos naturales limitados deben ser
preservados para las futuras generaciones.
-Háblanos, por favor, del proceso de investigación…de esa tarea tan
ardua, de búsqueda, mucha lectura, poner orden….
-Este libro es el
resultado de años de investigación sufragados con fondos públicos provenientes
de distintas convocatorias de proyectos nacionales. No cabe duda que la tarea
de investigar resulta, en ocasiones, ardua, pero casi,
siempre, es gratificante. Generalmente, los investigadores contamos con escasos
medios y, empleamos el ingenio para proseguir nuestros estudios. Sin embargo,
todos debemos comprender que cada euro invertido en investigación revierte
considerablemente a la sociedad, y sus beneficios quedan patentes en el
progreso de la colectividad, y a la hora de enfrentar posibles crisis
climáticas y sanitarias. Por ello, hago un llamamiento para que los gobiernos
inviertan más en investigación, cuya labor, muchas veces silenciada, será clave
para avanzar como sociedad y propiciar un desarrollo sostenible.
-¿Trabajas, bueno trabajáis, teniendo en cuenta como un guión de
cuestiones a ir contestando, a ir dando respuesta…?
-Emprender una obra
exige un grado de planificación importante, máxime, cuando el tema abordado es
complejo. Como se puede observar en el índice del libro existe una amplia
variedad de temas abordados en relación al envejecimiento de la población y el
cambio climático. A pesar de ello, somos conscientes de nuestras limitaciones a
la hora de profundizar sobre determinados temas (muchos de los cuales,
sobrepasan los alcances del libro); sin embargo, hemos querido ofrecer una
amplia mirada sobre estos retos globales e invitar al lector a la
reflexión.
-¿Cómo es o ha sido, amigo escribir este ensayo con
“otra pluma”, en este caso Rosalía Chávez, teniendo en cuanta que,
seguramente, cada uno de vosotros nos aporte diferentes capítulos y/o
participaciones desde donde se es especialista?
-La obra es un
producto académico de dos autores a lo largo de años de investigación. Es la
prueba palpable de la evolución de dos investigadores en distinta fase de
consolidación. Durante años Rosalía Chávez fue mi alumna de doctorado y, con el
tiempo, apoyó mis investigaciones y proyectos. Y de hecho, hoy es una excelente
profesora-investigadora que dirige proyectos sobre vulnerabilidad y cambio
climático en la Universidad Autónoma de Quintana-Roo (México). Por ello,
podemos afirmar que los capítulos son el esfuerzo de la colaboración y se
nutren de las aportaciones de ambos autores, lo que enriquece la obra.
-Una vez recopilado todo, ¿cómo es la metodología de trabajo que
habéis utilizado; cómo habéis colaborado?; ¿cómo le ponéis orden a todo?
-A lo largo del
tiempo la metodología de trabajo se ha visto afectada por circunstancias
personales y laborales de ambos autores. Si bien, la obra se estructuró y se
iniciaron los capítulos, de manera presencial en la Universidad Autónoma de
Nuevo León (México). A partir del año 2016, este trabajo continuó a distancia,
debido a que me incorporé como profesor a la Universidad Autónoma de Madrid.
Esta circunstancia no ha impedido que hayamos logrado finalizar la obra años
más tarde. Nuestro secreto ha radicado en buenas dosis de paciencia, constancia
y perseverancia. De hecho, el transcurso del tiempo ha permitido reposar las
ideas y posibilitar nuevas reflexiones sobre un tema complejo y
controvertido.
-Amigo, ¿vuestros trabajos futuros van a girar en torno a otras
interacciones sociales con el cambio climático o nos podéis dar alguna pista
sobre aquello en lo que vais investigando y reflexionando…?
-En mis líneas de
investigación futuras, pretendo seguir investigando sobre la relación entre el
envejecimiento de la población y el cambio climático, y sus implicaciones
políticas, sociales, económicas y ambientales, principalmente, desde el enfoque
de la gerontología ambiental. A su vez, intento identificar los factores
sociales y ambientales que determinan el aumento de la esperanza media de vida
con buena salud y la calidad de vida en el envejecimiento. Dichas evidencias
científicas tendrían efectos beneficiosos en el gasto público y coadyuvarían a
generar políticas de sostenibilidad demográfica.
Como reflexiones
finales, cabe reseñar que, en la actualidad en Europa es necesario profundizar
en la sostenibilidad demográfica para enfrentar los retos sociales, económicos
y climáticos, a partir de generar estrategias, como fomentar la educación y ser
más competitivos, la conciliación de la vida laboral y familiar, el incremento
de la proporción de
mujeres en el mercado laboral, la atracción e integración social de los
inmigrantes, el retraso de la edad de jubilación, la prevención en la salud, y
la promoción del envejecimiento activo. Justamente, se justifica la importancia de
invertir en educación, lo que podría favorecer un aumento de la creatividad, la
productividad y la competitividad, asociadas con el incremento de la tasas de
actividad y de ocupación. Aquí, se sostiene la relevancia de apoyar la
formación continua de las próximas generaciones de personas mayores, lo que
incrementaría su ocupación y productividad, y retrasaría su salida del mercado
laboral. También, es importante abordar los cambios poblacionales a
nivel regional, promoviendo el desarrollo local sostenible para frenar la
despoblación y evitar los efectos no deseados de la urbanización. Además, es
necesario investigar la influencia de la transición demográfica y del
envejecimiento de la población en el cambio climático. A su vez, la amenaza climática podría afectar a las
previsiones demográficas, al modificar los comportamientos reproductivos,
comprometer la salud y acentuar los movimientos migratorios (forzosos), sobre
todo, en regiones en desarrollo.
Hoy empezamos a
comprender que en el ambiente se encuentran algunas de las claves de la
longevidad, al determinar la salud y la calidad de vida de la población, así
como posibilitar el envejecimiento activo y saludable. A su vez, el
conocimiento del entorno que habitamos permitirá reducir el riesgo de
discapacidad y dependencia, así como el gasto farmacológico y hospitalario. Sin
embargo, pocos conocen cómo adaptarlo y debe ser una prioridad de los gobiernos
ante los retos presentes y futuros. Precisamente, algunas de las respuestas a
las incertidumbres demográficas, sanitarias y climáticas vendrán de un mejor
conocimiento de los ambientes que habitaremos, y donde la participación activa
de este colectivo será crucial para construir un futuro promisorio, que ahora
se muestra esquivo.
-¿Cómo ha sido vuestra colaboración con Comares?
-La colaboración
con los profesionales de la Editorial Comares ha sido excelente. De hecho, solo
tengo palabras de agradecimiento a su labor. Asimismo, esta obra es la segunda
que publico en dicha editorial, tras el titulo Ciudades amigables. Perspectivas, políticas, prácticas (2016), y con resultados satisfactorios.
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