Cazarabet conversa con... Alejandro López Andrada, autor
de “El óxido del cielo. Declive y añoranza de la minería” (Almuzara)
Un libro, desde la
pluma de Alejandro López Andrada sobre el declive y la añoranza de la minería.
La sinopsis del libro:
"El óxido del
cielo" hilvana con una aguja invisible literatura de viajes, novela,
ensayo antropológico, poesía... El narrador es espectador privilegiado de la
magia que encierra la vida de sus protagonistas, de un paisaje y una cultura
que desaparecen silenciosamente ante nuestros ojos. Alejandro López Andrada da
voz a la naturaleza y a los habitantes de un mundo rural ya lejano, que
permanece en un rincón deshabitado de nuestra memoria. Asimismo, levanta acta
del lento pero irrefrenable ocaso de una actividad que en tiempos resultó
esencial, como es la minería. Esta espléndida obra cierra la trilogía sobre la
desaparición del mundo rural que el autor inició con las memorables "El
viento derruido" (Almuzara, 2017) y "Los años de la niebla"
(Almuzara, 2018).
Lo que dicen del
libro:
Luis Mateo Díaz:
"La desaparición de una cultura y unos modos de vida. Alejandro López
Andrada moviliza, desde su memoria y sus sentimientos, el testimonio y la
elegía de esa desaparición".
José Manuel
Caballero Bonald: “López Andrada permanece fiel a su singular paisaje
literario. Crea un bellísimo trasfondo poético que, cuando el discurso
narrativo lo demanda, no desdeña los coloquialismos y giros populares. Un valor
que se acentúa gracias a una adjetivación precisa, de penetrantes matices
expresivos”.
Cazarabet
conversa con Alejandro López Andrada:
-Amigo Alejandro, ¿qué es lo que te llevó a
investigar sobre el declive de la minería en España?; ¿por qué investigas sobre
“ese declive”; hay o hubo algún incentivo qué te ha hecho investigar e indagar
sobre esto?
-En mi libro "El
óxido del cielo" (Almuzara, 2021) no hago en sí una investigación sobre el
declive de la minería, sino que más bien describo la situación emocional y
anímica que queda en mi pueblo, Villanueva del Duque, cuando cierran las minas
de las Morras, cercana a la localidad, cuando yo era un niño.
-Es
también, este trabajo, un ejercicio de memoria del trabajo minero, ¿verdad? y
del mundo que le rodea…
-Es más bien un libro
de nostalgias y emociones, las que inundaron la atmósfera de mi tierra natal
cuando emigraron los mineros que quedaron en paro tras el cierre de las
minas.
-¿Qué ha aportado antropológica y socialmente hablando la
minería… a ver si lo pregunto mejor, ¿qué enseñanzas nos ha dejado?
-La minería nos dejó
la huella de unos hombres que, en los mejores días de su juventud, lo dieron
todo para desentrañar el corazón de la tierra. Los mineros, al menos los que yo
conocí y traté cuando niño, eran hombres muy sobrios, de carácter serio e
introvertido, algo que tiene mucho que ver con las circunstancias en que
trabajaban. Ellos nos dejaron una lección de sacrificio, de honradez, de
verdadero amor a las raíces, al corazón de la tierra.
-Y
la añoranza de esta actividad entre los directamente vinculados a ella y todo
su entorno familiar, social… ¿qué peso tiene?, ¿cómo la detectabas?, ¿te
sorprendió?
-La añoranza que dejó
el abandono de las minas tiene mucho que ver con el asunto de la emigración y el
éxodo que esto supuso durante los años 60 y 70 en el pueblo que nací. A mí, más
que sorprenderme, me afectó profundamente, pues a raíz de ese éxodo rural, tras
el cierre de la minería, mi pueblo perdió su antigua alegría y se convirtió en
un lugar más penumbroso y triste, también en el aspecto social y en el tema
económico.
-¿Cómo
esa añoranza se deja ver y sentir hoy y ahora?
-Hoy ya no es visible
esa tristeza del abandono y la melancolía por el recuerdo de los mineros que un
día nos dejaron. La gente joven de mi pueblo natal no conoció aquella vida y,
por ello, se muestra ajena, pues por su edad no llegó a conocer el drama del
éxodo rural y minero a los espacios urbanos.
-¿Qué
nos ha dejado la minería en cada lugar donde esta actividad fue más que
importante?
-El cierre de las
minas dejó en mi pueblo, igual que en cualquier otro del país, una hondísima
cicatriz de abandono, pobreza, ausencia y soledad. Y eso, después de varias
décadas del cierre de las minas, sigue marcando nuestro modo de ser, nuestro
carácter.
-Aunque
siempre parece que, para la familia, cuando el minero deja de serlo se produzca
como “una liberación”, ¿verdad?
-Bueno, sí que es
verdad que, a nivel familiar, por una parte la jubilación de un minero conlleva
una idea de liberación; pero esto no es lo mismo que dejar la minería obligado
por el cierre de un pozo minero cuando uno tiene de edad veintiocho o treinta
años. Los mineros de mi pueblo eran demasiado jóvenes cuando cerraron la mina y
eso repercutió profundamente en su situación familiar y en su carácter. Yo vi
el dolor, la desolación y el hundimiento anímico de muchas familias que
quedaron sumergidas en la pobreza cuando alguno de sus miembros perdió el
trabajo en la mina tras el cierre de esta.
-Este
libro tiene mucho a ver, también, con “esa forma de vivir “, alrededor de una
actividad, y como esa actividad no está solamente en un lugar…a la vez es,
también, un viaje por España por los principales lugares que agrupaban a la
actividad minera como un sector que “tiraba” de la economía…¿qué
nos puedes decir de esos lugares y cómo fue ese viaje?
-Ser minero conlleva
un modo de vivir distinto, por ejemplo, al de un labrador o un ganadero, por
poner un ejemplo. El viaje que yo hago en mi libro es, de algún modo simbólico,
o metafórico: va del norte del norte de Andalucía (Córdoba) al sur de Castilla
la Mancha (Ciudad Real). Las minas de mi pueblo, El Soldado, y las de Almadén
fueron de las más importantes de España: unas de plomo, las otras, de mercurio.
Y esto tiene que ver mucho con la economía de cada sitio. Así, cuando yo era
niño, los mineros de mi pueblo tenían un sueldo fijo, más o menos bien
remunerado, mientras que un hombre de campo tenía que sobrevivir con lo poco
que le dejaba su pequeño terreno ubicado en un territorio pobre y olvidado.
Esto hacía que las familias de los mineros vivieran al día y se permitiesen
"ciertos lujos" alimenticios, o de vestido, que una familia normal no
podía permitirse.
-¿Cómo
ha sido el proceso y la tarea ardua de investigación que, además, tiene mucho a
ver con el proceso de documentación?
-Mi trabajo de campo
ha sido sencillo, pues me he limitado a entrevistar a personas mayores de mi
tierra que, directa o indirectamente, tuvieron relación con la minería o, al menos,
vivieron la época en que comenzó el éxodo minero, lo cual transformó
profundamente la vida y el futuro de todas estas personas
entrevistadas.
-La investigación, la recopilación de
documentación, el contrastar todo ello… el aproximarse a testimonios más o
menos directos sobre vuestro trabajo… es una tarea que requiere de muchas
horas de trabajo, de minuciosidad en el tratamiento de muchos aspectos, pero
también tienes, después, mucha gratificación al ver el trabajo concretado en un
libro… ¿qué nos puedes decir?
-Es cierto que la
elaboración de mi libro "El óxido del cielo" me ha llevado mucho
tiempo, pues ha sido una ardua labor periodística de indagación e investigación
en un modo de vida, el mundo rural y minero, que existió en una época de la que
ya apenas quedan vestigios que no sean las ruinas de la mina y las casas
abandonadas de los mineros. Para conseguir la atmósfera del libro he intentado
entrevistar a sus protagonistas en los lugares y espacios que, antaño, marcaron
su vida. Por último, también he tenido que extraer lo más esencial de esas
entrevistas y darles un tono literario con idea de hacerlo más atractivo para
el lector. Ver el libro editado es para mí saborear la guinda del pastel, un
pastel que llevó mucho tiempo, muchas horas de elaboración hasta conseguir
coronarlo con la guinda final.
-¿Y
qué metodología de trabajo has seguido… has trabajado sobre un guión de
cuestiones y/o preguntas sobre las que ir encontrando respuestas?
-He seguido un guión
parecido al que me ceñí cuando escribí mis dos libros anteriores inspirados en
el mundo rural, "El viento derruido" (2017) y "Los años de la
niebla" (2018), ambos editados en Almuzara. Estos dos títulos forman junto
al nuevo, "El óxido del cielo", una trilogía rural genuina e inédita
en nuestro país. Y el método para escribir la trilogía consistió en acercarme
con respeto a dialogar con sus protagonistas, sirviéndome de una batería amplia
de preguntas que tenía mucho que ver con sus vidas y profesiones. Aunque pueda
parecerlo, nada estaba improvisado, todo estaba de antemano bien planificado,
aunque luego, claro está, la entrevista a veces me fuese conduciendo a espacios
y territorios inexplorados que, de antemano, yo no esperaba que apareciesen.
Esto, qué duda cabe, acabó enriqueciendo el tejido argumental de mi libro,
haciéndolo más genuino y sustancioso.
-Amigo,
¿en qué estás trabajando en la actualidad…nos puedes dar alguna pista?
-Ahora ando
sumergido en la corrección y reescritura de una novela profundamente rural, yo
diría incluso ecologista, en la que llevo inmerso casi cinco años. El ambiente
geográfico es, por otro lado, el mismo territorio minero de mi libro "El
óxido del cielo": un espacio a caballo entre los Pedroches, mi tierra, y
el Valle de Alcudia, junto a las minas de Almadén.
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