La
Librería de El Sueño Igualitario
Amarú editorial sigue con este libro sobre la
estancia en la Guerra de España, Thomas C. Worsley coordinando y cuidado en la edición por
Manuel González de la Aleja rindiendo
homenaje al papel y a los pasos de este voluntario de la Guerra en España, a su
memoria y haciendo, a la vez, un guiño a las Brigadas Internacionales y a su
memoria.
La Colección Armas y Letras cuidada por
Antonio R Celadas se hace eco de las andanzas de T.C. Worsley , con el cuidado de
la edición de Manuel González de la Aleja, un especialista en Filología y
cultura Inglesa.
Sobre el cuidador de este libro, Manuel
González de la Aleja:
Es un albaceteño que ha realizado sus estudios
de Filología Inglesa en la Universidad de Salamanca. Universidad donde se
licenció y donde obtuvo el título de Doctor. Actualmente es profesor del
Departamento de Filología Inglesa de esta Universidad donde enseña Literatura y
Cultura en Lengua Inglesa. Hasta la fecha sus investigaciones se han centrado
en: La literatura norteamericana con obras sobre autores como Truman Capote o Noman Mailer , Las narrativas
populares en lengua inglesa con títulos como: El simple arte de matar(dedicado
a Raymond Chandler), En los umbrales del terror, una antología de textos de Nathaniel Hawthone, Hermn Melvile, Bram Stoker o Edgar Allan Poe,
entre otros. La presencia de voluntarios procedentes de países de habla inglesa
en la Guerra Civil española. Tema el que sea publicado, junto con un grupo de
investigación de la Universidad de Salamanca, Los Brigadistas del habla inglesa
y la Guerra Civil española.
El protagonista de este libro, Thomas Cuthbert Worsley:
Este autor es nacido en Durham en 1907.
Estudió en instituciones tan emblemáticas como St John´s College en la Universidad
de Cambridge. Con unos 22 años es contratado como profesor en Cambridge en el
Wellington College, una pequeña escuela privada de Berkshire. Con esa tarea de profesor nace su verdadera
pasión, el amor por la literatura…así empieza a publicar poemas, artículos e
historias cortas en revistas de cierto prestigio. Cuatro años después de
despide de su trabajo como profesor para dedicarse, de lleno, a la tarea de
escribir.
En 1937 viene a España con su compañero y
amigo Stephen Spencer, permaneciendo como una unidad médica y ejerciendo,
también, como periodista.
Cuando vuelve al Reino Unido, encuentra
trabajo en la revista New Statesman , realizando tareas de crítico de teatro y de editor
literario. En 1958 es contratado por el Financial
Times donde también se añaden sus
trabajos, evaluaciones y estudios en torno a la televisión. Muere a finales de
febrero de 1977 en Kemp Town, Brighton.
Los que nos dice la sinopsis del libro:
El 3 de febrero de 1937, un joven británico
llamado T.C. Worsley recibía una llamada telefónica
de su amigo el poeta Stephen Spender. Empezaba así la
fascinante aventura que nos relata esta obra, Los ecos de la batalla.
Acompañando a su amigo Spender vivió una especie de
thriller policíaco, tratando de encontrar el paradero del buque soviético Komsomol, misteriosamente desaparecido, junto con toda su
tripulación, en algún lugar de las costas españolas.
Junto con el mítico doctor canadiense Norman Bethune
transportó sangre embotellada por los hospitales y los frentes de la Guerra
Civil española. En una de esas misiones, fue testigo de la huida de los
refugiados en la carretera Málaga-Almería.
Buscando a sus amigos enrolados como voluntarios en las Brigadas Internacionales,
llegó al Madrid sitiado y heroico de 1937. Y una noche, en el Valle del Jarama,
bajo el silbido de las balas, escucharía el estremecedor relato de la batalla
que allí se estaba librando.
Los ecos de la batalla es, pues, el testimonio de un hombre que nunca quiso ser
protagonista de la historia pero que siempre pensó que debía ayudar a salvar el
futuro de unos hombres y mujeres perdidos en la carretera de una guerra
fratricida y cruel.
Cazarabet ya ha conversado con el director de
esta colección, Antonio R Celadas: http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/amaru.htm
Entrevistas con autores de la colección:
Boadilla, con el cuidado editorial Antonio R
Celadas:
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/boadilla.htm
Con los reflectores sobre una guerra en
España, bajo el cuidado de Fernando Galván:
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/reflectores.htm
Cazarabet
conversa con Manuel González de la Aleja:
-Manuel, casi siempre empiezo estas entrevistas del mismo modo: ¿por qué
elegiste a Thomas C. Worsley para acercarte a la
Guerra de España y a los que la visitaron para ser voluntarios y periodistas en
ellas, corresponsales…?
-Para elegir la obra de T.C. Worsley usamos los
mismos criterios que hemos utilizado para el resto de los textos que componen
la colección “Armas y Letras”. Por una parte, que fuera una obra poco conocida
en España o, incluso, su país de origen. Y por otra parte, que aportase una
visión muy personal, un testimonio directo y de primera mano sobre el
conflicto. Ecos de la batalla es
evidente que reunía y reúne las dos premisas.
-Porque, en aquellos años, normalmente
“los oficios” de voluntariado y de corresponsal de guerra y de periodista en la
Guerra de España: ¿se combinaban o se mezclaban… o ambos verbos son válidos?
-Yo creo que habría que hablar básicamente de dos casos. Muchos
corresponsales eran eso, profesionales del periodismo que fueron enviados por
sus periódicos a España para cubrir la gran noticia que la guerra representaba.
Su visión normalmente iba pareja a la línea editorial que su publicación había
adoptado y al tipo de artículo o reportaje que les exigían. Pero es cierto que
otros hombres y mujeres que vinieron a España, sobre todo escritores y
escritoras, encontraron en el trabajo periodístico cobijo a su deseo de ayudar
de alguna manera, en su caso denunciado lo que pasaba en nuestro país, a la
República española. Y luego, a modo anecdótico, podemos apuntar algún caso en
el que se compaginó de forma puntual la labor periodística con la pertenencia
como voluntario a las Brigadas Internacionales.
Nuestro grupo de investigación ha elaborado, y sigue trabajando en ello,
unos listados rigurosos de todos aquellos ciudadanos de habla inglesa que
vinieron a nuestro país. En esos listados damos toda información posible sobre
el papel que jugaron durante su estancia en territorio español. Especificamos
si se enrolaron en el ejército, si sirvieron en unidades médicas, en
actividades burocráticas o de propaganda, si vinieron como observadores o si
fueron corresponsales de algún periódico o medio de comunicación. Además, hemos
publicado otro volumen en nuestra colección, La prensa británica y la Guerra Civil española (Amarú, 2013), donde
explicamos cómo los corresponsales del Reino Unido cubrieron el conflicto tanto
desde el frente como desde la retaguardia.
-Un apasionado de la literatura, un
hombre de letras que se estaba naciendo como escritor en varias facetas, un
profesor que deja atrás su anterior trabajo en un prestigioso Colegio, entonces
ya dedicado de lleno a la escritura para venir a la guerra de España, animado
por su amigo Spencer. ¿Era de esas personalidades a las que les hace falta un
empujón para tirar adelante algunas ideas, determinaciones? O preguntado de
otra manera:¿piensas que si no hubiese sido por su
amigo Spencer, nuestro protagonista Thomas C. Worsley
hubiese dado ese importante paso, hubiese tenido esa determinación?
-Está claro que Worsley sabía que quería hacer
algo para ayudar al gobierno español y
la causa de la democracia. Era también muy consciente de sus limitaciones. El
sabía que como soldado seguro que no iba a venir y se encontraba en ese dilema
tan frecuente en aquella época entre los intelectuales europeos sobre qué papel
adoptar en ese preciso momento histórico,
convertirse en hombres de acción o permanecer encerrados en su torre de
marfil. Para nuestro autor, la llamada de Spencer le facilitó mucho el camino.
Su amigo le pedía ayuda para algo para lo que él se sentía capacitado, llevar a
cabo una investigación periodística en los márgenes de la guerra. Lo que
resulta más sorprendente, y dice mucho de la humanidad de Worsley,
es que, acabado su compromiso con su amigo poeta, decidiese seguir en España,
se subiese en una ambulancia y se lanzase a recorrer los caminos y las
trincheras de un horror para el que él mismo no se creía preparado ni física ni anímicamente. El contraste entre ese primer joven
cómodamente sentado en una tranquila casa de la campiña británica y ese hombre
conduciendo bajo las bombas y en plena noche un camión por la carretera Málaga-Almería
es una lección de generosidad y compromiso conmovedor.
-Como especialista en Literatura y
Cultura inglesa: ¿qué te parece el libro, como narración, “Los ecos de la
batalla”?
-Este libro, como otros muchos en los que hemos trabajado, tiene más
interés testimonial que artístico. T.C. Worsley quiso
ofrecer una visión precisa y objetiva de lo que vio en España. Desde mi punto
de vista, ahí radica la gran virtud de Los
ecos de la batalla, su autor no interpone nunca su propia personalidad o su
afán de notoriedad entre el lector y la crudeza de los acontecimientos que nos
retrata. Las incongruencias de la política internacional, el desamparo de
hombres, mujeres y niños atacados por tierra, amor y aire, la mezcla de tedio y
pánico con la que vida trascurre en una trinchera se plasman con un rigor y una
honestidad muy poco frecuentes.
-¿Cómo ha sido participar en esta colección Armas y Letras de Amarú?, ¿Y
cómo ha sido colaborar con el resto de plumas de esta colección y en concreto
con el coordinador Antonio R. Celada?
-Si nos preguntas a todos los que de una manera u otra hemos participamos
en el proyecto te diremos lo mismo. Esto es trabajo, es parte de nuestra labor
profesional pero, al mismo tiempo, es muy difícil que no afecte también a tu
visión de la realidad y del ser humano. A lo largo de estos años hemos leído
innumerables cartas, diarios, memorias, artículos, ensayos, novelas… escritos
por mujeres y hombres que vivieron experiencias extremas en nuestro país. Aquí
encontraron risas y desesperación, descubrieron lo mejor y lo peor que había en
ellos, se enamoraron y, en muchos casos, murieron. Tener en tus manos la carta
a su madre de un muchacho que moriría en el frente al día siguiente impresiona.
Se aprende mucho leyendo y trabajando con estos textos.
Y si alguien ha podido siempre superarnos en entusiasmo y tesón durante
nuestra labor ese ha sido Antonio R. Celada. El proyecto de investigación, las
colección “Armas y Letras”, los congresos, todas nuestras actividades en torno
a las Brigadas sin él no hubieran existido.
-De la personalidad de este profesor,
¿qué es lo que te ha llamado más la atención?
-La humildad y el sentido del deber. Worsley se
empeña durante toda su obra en pasar lo más desapercibido posible. Siempre le
otorga el protagonismo a los demás, ya sea el poeta Stephen Spender,
el doctor Norman Bethune o los amigos que luchaban en
el frente. Nunca se muestra como héroe, nunca se pone medallas, siempre se le
adivina entre las sombras. Pero al mismo tiempo es evidente que nunca se
escondió, nunca dio un paso atrás a la hora de cumplir con lo que creía que era
su deber.
-¿Tenían todos estos
voluntarios como una responsabilidad especial o más bien como una
sensibilidad especial?
-Se ha escrito mucho sobre los motivos, las razones que pudieron llevar a
estos hombres y mujeres a dejarlo todo, trabajos, familia, paz, seguridad para
venir a un país sumido en el caos. Nosotros, claro está, también hemos dedicado
muchas horas a tratar de descifrar el enigma. Y no hay una sola respuesta. Cada
uno de ellos nos podría dar una explicación diferente. Desde el puro altruismo
hasta la mera necesidad de escapar de un entorno hostil o sin horizontes. Pero
sí hay algo que une a todos los voluntarios y voluntarias. La convicción de que
si la democracia había sido atacada en España, pronto lo sería en el resto del
mundo. Por muy básicos que fueran los impulsos que los trajeron a nuestro país,
todos tenían claro que si el fascismo no era derrotado aquí pronto intentaría
conquistar el mundo entero. Por desgracia, el tiempo les dio la razón.
Y como periodista, ¿cómo era como
periodista o era más como un cronista que al llegar a un país y encontrarse en
determinadas circunstancias escribe sobre ellas?
-T.C. Worsley no era realmente un periodista,
luego lo fue. Pero cuando vino él lo hizo en un principio como amigo de Spender, que sí había sido enviado por un periódico
británico para investigar la desaparición del buque soviético Komsomol. Tampoco
trabajaba como periodista cuando se unió al Dr. Bethune
y el “Servicio Canadiense de Transfusión de Sangre”. Sería a su regreso cuando
nuestro autor sí sintió la necesidad de escribir una crónica más reposada de
todo lo que había vivido en España. Y eso le da un carácter especial a sus
memorias. Aunque todos los sucesos son históricos y ahora sabemos que todos los
detalles son verídicos, él decidió ocultar o cambiar algunos nombres,
seguramente para intentar respetar los aspectos más privados de su historia.
-¿Cómo reflexionaba sobre las
determinadas circunstancias que rodeaban el conflicto, me refiero a cómo
reflexionaba con el resto de corresponsales, escritores, periodistas…?
-Worsley siempre parece mirar desde la distancia,
nunca parece totalmente involucrado con los periodistas y voluntarios con los
que cruza su camino. La primera imagen que tenemos de él es en su país
preguntándose si había alguna manera a través de la cual él, un inglés burgués
con estudios universitarios, podía contribuir a la derrota del fascismo en
España. Esa misma sensación de no estar realmente capacitado para llevar a cabo
dicha misión le pesa sobremanera durante su estancia en España. Por lo tanto,
su mirada es siempre de cierto recelo, tanto hacia sus mismos actos como hacia
las acciones de aquellos hombres y mujeres mucho más convencidos
de poder cambiar el rumbo de la historia. Un escepticismo no exento de gran
generosidad sería lo que define la mirada de Worsley.
-¿Qué relaciones mantenía con el resto de escritores de habla inglesa? ,¿Y
con los de otros países?. Me interesa sobremanera,¿ cómo se llevaba con los periodistas españoles que cubrían
el conflicto de su propio país?
-Como te comentaba antes, él realmente no logró ser parte del
engranaje ni de los voluntarios ni de
los periodistas extranjeros en España, y tampoco logró intimar con muchos
españoles. Es cierto que sí se rinde ante el estoicismo y la alegría de la
población, admira la capacidad de esos hombres, mujeres y niños para seguir con
sus vidas cotidianas rodeados por el horror. Es a esta gente a la que ofrece
sus palabras más generosas. Por el contrario, no parecía sentirse muy cómodo
ante los discursos grandilocuentes de políticos, oficiales militares y
periodistas.
-La verdad es que la primera circunstancia
ya es toda una aventura, lo de buscar al barco ruso Komsomol
fue toda una aventura, digna de John Le Carré…vamos
toda una aventura del género policíaco…
-Es que la política internacional de la época era toda una novela o
película de espionaje, pero yo creo que una novela o una película mala. El
papel que las potencias europeas y Estados Unidos jugaron en aquellos años fue
absurdo. Los pactos de no-intervención se convirtieron en un juego de engaños
muy poco digno. Todo el mundo sabía que todo el mundo sabía que muchos de los
firmantes no los respetaban pero se miraba hacia otro lado. Pocos se atrevían a
decir que el Emperador desfilaba desnudo por las calles de la ciudad pero todos
lo veían. La búsqueda del Komsomol fue un nuevo intento de descubrir el engaño de la
pretendida neutralidad pero, realmente, a nadie le interesaba mucho cuál había
sido el destino del buque y sus hombres. Se los tragó la guerra como hizo con
tantas cosas, la honestidad de los políticos europeos y norteamericanos de la
época, por ejemplo.
-En breve, ¿cómo fue el vivir la guerra
en España para este escritor metido a periodista?
-Sinceramente, creo que la experiencia fue muy dolorosa pero que se pudo ir
satisfecho con su actuación. Es probable que esos días lo convirtieran en un
hombre más cínico en su percepción del ser humano en general, pero también
pienso que se pudo reconciliar consigo mismo. Vino, se obligó a venir, e hizo
en todo momento lo que tenía que hacer. Y lo hizo muy bien, sin traicionar un
ápice sus principios.
-¿Cómo le influyó el trabajar con uno de
los doctores más influyentes en lo de la medicina de guerra como fue el
canadiense Norman Bethune?
-Es una parte del libro que a mí me fascina. Sobre Bethune
se ha escrito mucho. El próximo mes de enero se le hace un homenaje en Madrid.
Su figura ha dado lugar a biografías, ensayos, novelas, películas… y en el
pequeño libro de Worsley es donde probablemente
encontramos algo muy parecido a la persona que pudo esconderse tras el
personaje. En ese momento, pocos individuos podían ser tan distintos como Worsley el doctor canadiense. Tenían personalidades
radicalmente opuestas. Y el británico nos describe al médico desde un desagrado
contra el que él mismo lucha. De nuevo, nuestro escritor no quiere ser injusto,
quiere ser objetivo, veraz pero le cuesta mucho hacerlo cuando habla de su jefe
de Unidad. Y creo que en esa tensión nace el Bethune
real, el héroe de carne y hueso que algunos pretenden ocultar tras el santo.
Hay un momento precioso en el que Worsley describe
asombrado como Norman Bethune cuida a un grupo de
niños después del bombardeo de Almería, ahí yo creo que está el Bethune verdadero, con todas sus virtudes y defectos.
-Presenció la matanza de civiles por
parte de la aviación de los alzados cuando se trasladaban de Almería a Málaga y
este hecho le impacto:¿cómo y de qué manera?
-Fue su vivencia más dramática. Hasta ese momento había sido testigo del
dolor de la guerra desde cierta distancia. Pero en esa ocasión, él se dirigía
con su unidad hacía Málaga cuando, de pronto, se encontraron de frente con un
masa aterrorizada que huía de la inminente ocupación de la ciudad por parte del
ejército fascista. Esa imagen ya debió ser bastante impactante para Worsley. Pero lo peor estaba por llegar. Cuando él y sus
compañero deciden ayudar a esta población civil a llegar Almería, son
bombardeados desde el mar y desde el aire por lo aviones y barcos enemigos. Y
cuando creen llegar a la seguridad que la ciudad andaluza podía representar,
los bombardeos sobre la población civil continuaron. Hay una escena en el libro
en la que Worsley y Bethune
llegan al lugar donde acaba de caer una bomba y se encuentran de repente
rodeados de muertos y heridos. El doctor se queda para atender a las víctimas
pero Worsley se viene abajo y, por consejo de su
propio compañero, tiene que huir del lugar de la matanza. Estas vivencias
seguro que confirmaron la visión que el escritor tenía de la guerra. Como he
comentado antes, lo que le distanciaba de algunos de sus compañeros era que él
era incapaz de ver nada heroico o patriótico en el conflicto. Las grandes
palabras, los grandes gestos, los titulares, discursos, insignias y panfletos
le parecía una traición al verdadero significado de la guerra. Frente al
entusiasmo de Bethune por la causa española, Worsley solo veía la muerte de inocentes, la barbarie del
ser humano.
-Explícales a nuestros lectores de dónde
sale el título del libro, “Los ecos de la batalla”… el baño de fuego que
significó sentir las balas silbar y desgarrar el aire en el Jarama, un lugar en
el que, además, se dieron cita numerosos brigadistas. ¿Qué nos puedes comentar?
-Le dimos muchas vueltas a la traducción del título original, Behind the Battle, que literalmente sería “Detrás de la batalla”. Worsley quería dejar claro desde el principio cual había
sido su implicación en el conflicto. La búsqueda del Komsomol se hizo en los aledaños
que era el enredo de la política internacional del momento. Su participación
con la Unidad de transfusión de sangre también le mantuvo en los márgenes de la
contienda, en una misión que les llevaba a los hospitales de campaña pero no al
frente mismo. Su visita a Jarama le acercó a las trincheras pero en el momento
en que sus amigos soldados gozaban de un breve descanso. De nuevo, Worsley pudo mirar desde la distancia, desde una posición
que le convertía en participe pero también un extraño en los círculos donde se
movía. Pero el sinsentido de la guerra llegaba muy claro a su mirada. Desde los
bares de Gibraltar, las incomodidades de la ambulancia donde dormía o la
retaguardia del Valle del Jarama él pudo ser consciente y testigo de lo que
realmente estaba ocurriendo en España en ese dramático momento.
-¿Cómo se acercaba este inglés a sus
compatriotas que se acercaron a España a dar su apoyo como brigadistas a los
valores de la II República?; ¿Qué se sabe de sus relaciones con ellos?
-Él admiraba a aquellos que se habían enrolado en las Brigadas
Internacionales, eran amigos, colegas e, incluso, alumnos. Pero él, al mismo
tiempo, se veía incapaz de empuñar un fusil. Matar para él era inconcebible.
Tal vez por eso sea más emotivo si cabe su deseo de venir a España a ayudar.
Fue un acto de lealtad a sus compañeros, a sus principios, aunque él creyese
que nada podía aportar a la causa de la democracia. El tiempo y la carretera
Málaga-Almería le quitó la razón.
-¿Cómo es su regreso al Reino Unido,
después de la contienda?
-Fue complicadísimo seguirle el rastro. Sabemos que, de nuevo, intentó
contribuir desde la retaguardia a la defensa de su país durante la Segunda
Guerra Mundial pero que psicológicamente ya no pudo cumplir con su misión y se
tuvo que retirar a la vida civil y al periodismo. Pero también podemos afirmar
dos cosas muy positivas. Que encontró el trabajo que quería y alcanzó una
discreta notoriedad en él. Y que compartió su vida con la persona que amaba. Es
seguro que el eco de lo vivido en España le acompañó en ocasiones pero, como
muchos otros, pudo seguir con su vida y alcanzar cierta felicidad.
-Es su discreción el rasgo más señalado
en los últimos años activos de su vida…
-Totalmente. En la introducción del libro cuento una anécdota muy
significativa al respecto. Logré contactar con la hermana del que había sido su
compañero prácticamente toda su vida. Ella sabía que Worsley
había estado en España pero apenas conocía los detalles de sus estancia aquí e
ignoraba que había publicado un libro contando su peripecia. Se mostró
realmente sorprendida cuando le expliqué todo lo que su amigo había hecho por
nuestro país.
-Amigo, ¿no puedes dar alguna pista
sobre lo que estás trabajando en la actualidad?
-Pues seguimos con los voluntarios. Como sabes, estamos tratando de darle
mayor visibilidad al trabajo ya realizado y seguimos preparando nuevos proyectos.
Mi amigo y colega el profesor Daniel Pastor y yo queremos ahora sacar adelante
un volumen sobre la presencia de corresponsales femeninos en España. Muchas
escritoras y periodistas británicas y norteamericanas cubrieron el conflicto y
lo hicieron de una forma brillante. Queremos recuperar algunos de esos textos y
contar cual fue la peripecia de esas mujeres mientras estuvieron trabajando
aquí.
Y te confieso otra debilidad mía, la novela policíaca. Con otros compañeros
estoy enredado ahora en la elaboración de una especie de diccionario “criminal”
sobre lo que se está creando dentro de ese género tan popular en la actualidad.
12080
Los ecos de la
batalla. T. C. Worsley. Edición de Manuel González de la Aleja
336 páginas 14 x 22 cms.
14,00 euros
Amarú
El 3 de Febrero de 1937, un
joven británico llamado T.C. Worsley recibía una
llamada telefónica de su amigo el poeta Stephen Spender.
Empezaba así la fascinante aventura que nos relata esta obra, "Los ecos de
la batalla". Acompañando a su amigo, Spender
vivió una especie de thriller policiaco, tratando de encontrar el paradero del
buque soviético Komsomol, misteriosamente
desaparecido, junto con toda su tripulación, en algún lugar de las costas
españolas.
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