La
Librería de Cazarabet
Cuando un cuento
nos hermana con la naturaleza o hasta consigue reconciliarnos con ella.
El autor: es Víctor
J. Hernández y las ilustraciones son de : Eduardo Rodríguez; mientras que la
editorial Tundra , dentro de su colección Hojarasca, demuestra otra vez
compromiso en mayúsculas con la naturaleza.
Cómo presenta la
editorial a éste libro:
¿Un mensaje escondido en el canto de un
pájaro cercano?
¿Qué nos cuenta sobre nuestra convivencia con la
Naturaleza en pueblos y ciudades?
Una obra para lectores de cualquier edad,
a partir de 7 años.
"La historia contada en este nuevo libro se nutre de dos fuentes: la
preocupación por la fragilidad y el futuro de nuestra convivencia con la
Naturaleza en pueblos y ciudades, con aquello que algunos llaman naturaleza
urbana, y una anécdota con mi hija mayor, de 7 años. Eduardo Rodríguez la ha
ilustrado deliciosamente."
El autor del cuento, Víctor J Hernández:
Conoce lo que hace este autor e investigador y lo conocerás a él: http://www.victorjhernandez.com/
En la enciclopedia de las enciclopedias, también lo encontramos:
https://es.wikipedia.org/wiki/V%C3%ADctor_J._Hern%C3%A1ndez
Pilar de una de las editoriales de la naturaleza más emblemática y directa:
http://www.tundraediciones.es/index.php?lang=es
Nosotros conversamos con él sobre su editorial:
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/tundra.htm
Otras conversaciones con Víctor sobre algunas publicaciones:
Los lobos, también lloran: http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/loboslloran.htm
Tras las huellas de la fauna ibérica: http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/tundra2.htm
El ilustrador, Eduardo Rodríguez:
Lo que decimos, lo mejor suele ser conocer “sus obras” y dejarse empapar
por su trabajo para conocer al autor/ilustrador:
http://ilustracionesedu.blogspot.com.es/
Cazarabet conversa
con Víctor J. Hernández:
-Víctor,
con este cuento te quieres acercar tanto a jóvenes como a no tan jóvenes con
una historia muy, muy cercana, pero que, por eso mismo, a veces obviamos, ¿no?
Así es, se trata de
una de esas historias vestidas de cuento infantil, pero que en el fondo tienen
un mensaje que nos incumbe a todos, más allá de la edad, como individuos y como
sociedad. A veces a los adultos nos cuesta menos enfrentarnos a nuestras
realidades bajo la apariencia de una fábula.
-En este cuento
ilustrado, como en tantos otros, es muy importante la ilustración: ¿cómo ha
sido la relación con el ilustrador?; ¿cómo se trabaja: se escribe primero y
luego el ilustrador piensa y crea la ilustración más idónea para el
texto….?
El ilustrador,
Eduardo Rodríguez Marín, y yo venimos colaborando desde hace once años. Desde
el principio nos hemos entendido muy bien. Es muy intuitivo y capta
enseguida la propuesta y aporta soluciones creativas. En esta obra distribuí el
texto por páginas, de acuerdo al ritmo de la historia, y añadí algunas
pinceladas de lo que deberían contener las escenas y personajes clave, y Edu elaboró los bocetos enriqueciendo maravillosamente el
conjunto.
-Una cuestión
difícil: ¿cómo se te ocurre la historia a contar, de dónde o desde dónde tiras
del hilo?
La historia parte
de una anécdota personal con mi hija de siete años, que un día le pareció
entender algunas palabras en el canto de un pájaro. Eso me dio el punto de
partida y la forma peculiar en que narrar el tema sobre el que quería hacer
reflexionar.
-Nada mejor que la
niñez para tirar de la imaginación, de esa tercera dimensión que nos lleva a
intentar entender el lenguaje de los animales, en este caso los pájaros, que
nos acercan a la fraternidad con todos los elementos de la ”madre
naturaleza”, ¿no?
La infancia mira al
mundo con ojos nuevos, sin contaminar con los prejuicios de lo que es posible o
imposible. Por eso no pone límites a la imaginación. Ni a la percepción de la
realidad: pues, a poco que profundicemos en el conocimiento de la conducta
animal, veremos que es cierto que los animales tienen leguaje, que se
comunican, y que compartimos y podemos llegar a entender una parte de sus
señales.
-Hay que mirar
hacia la igualdad con todos los que formamos parte de la naturaleza para vivir,
simplemente, ya no con más salud y calidad---que puede entenderse como algo
egoísta--- sino como lo que considero más importante con fraternidad y dignidad
con todos, con todo… ¿es así; qué nos puedes reflexionar?
Sí, habría que
comprender que la buena vida, no la simple supervivencia, es una cuestión de
interdependencia, y deberíamos tener presente nuestra responsabilidad, las
repercusiones de nuestras decisiones y de nuestros actos. Nuestra parte, para
que la convivencia sea posible, todavía está por cumplir. Incluso entre
nosotros mismos, en el seno de la mayoría de las sociedades humanas.
-Me gusta mucho esa
reflexión que tal como vamos creciendo en edad, vamos decreciendo en saber
convivir con cierta dosis de fraternidad. Dos preguntas: ¿por qué?, ¿qué nos
puedes reflexionar?
Ese proceso de
domesticación del individuo al que llamamos "educación formal", e
incluso la que se imparte desde el hogar, tiende a encorsetarnos en la falsa
creencia de que los seres humanos estamos por encima de las demás especies, de
la Naturaleza, que somos "el rey de la Creación", y que todo lo demás
está, en consecuencia, para servirnos de ello. Hemos de darle la vuelta a esos
planteamientos equivocados. De nuestra capacidad para conseguirlo va a depender
nada menos que nuestro futuro.
-Diríase,
una vez más, que el hombre es el animal más egoísta y menos “agradecido”, menos
generoso en el “arte de desprender amor” de la Tierra, ¿no?...los otros seres
vivos confraternizan más con ellos mismos, con el entorno…
La ignorancia
humana suele acusar a la Naturaleza de perversiones que en realidad son
exclusivamente nuestras. Por ejemplo, las relaciones entre los demás seres
vivos carecen de crueldad, a diferencia de lo que es capaz nuestra especie.
Pero es que además somos conscientes de las consecuencias de gran parte de
nuestros actos, y no nos caracterizamos precisamente por optar siempre por las
beneficiosas para el conjunto del planeta, ni siquiera de la sociedad humana.
-La escuela
debería, en cualquier caso, jugar un papel más de despertar la curiosidad, el
amor --que creo todos tenemos dentro como un baúl--- para crecer con él y
perfeccionarlo para con todos los demás miembros de la madre naturaleza, ¿no?
Sí, la escuela
tiene un papel fundamental, pero ahora mismo está acorralada
a base de carencias, recortes y desprecio por unos gobiernos a quienes no les
interesa que la mayoría de la población acceda a una educación de calidad.
¿Quién les votaría entonces? O la sociedad reacciona y exige situar la
educación y a los educadores en el lugar preeminente que deberían ocupar en una
sociedad avanzada o seguiremos con este retroceso ético y cultural. Estamos a
expensas del esfuerzo heroico individual que algunos maestros y maestras
emprenden por iniciativa propia.
-Porque, además, si
“somos mejores” con la madre naturaleza y con los animales, las plantas y el
respeto al entorno seremos mejores en las relaciones con los demás, ¿no?
La sensibilidad y
respeto hacia nuestro derredor, enriquecen y definen nuestra capacidad de
convivencia. Gandhi lo resumió en que "un país, una civilización, se puede
juzgar por la forma en que trata a sus animales", y su admirado Thoreau ya vislumbró mucho antes que a una sociedad la
define la forma en que trata a sus bosques y lagos. La forma en que trata a la
Naturaleza, diríamos hoy.
-¿Cómo ves, tú
amigo Víctor, el futuro de esa convivencia?
Creo que ahora
mismo nos encontramos en una encrucijada. De continuar como hasta ahora,
abstraídos en la comodidad y la codicia, de espaldas a nuestra realidad como
especie que forma parte y depende de la Naturaleza, llegaremos a un punto de no
retorno. De deterioro sin vuelta atrás de los procesos ecológicos esenciales y
de los recursos que garantizan nuestro futuro y el de muchas otras especies.
Estamos a tiempo de optar por el camino de la conciliación y la sostenibilidad.
Pero ese tiempo es ahora. Después no habrá vuelta atrás.
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Dulce canto de un
pájaro en el jardín.
Víctor J. Hernández. Ilustraciones de Eduardo Rodríguez
38 páginas 21 x 21 cms.
12,00 euros
Tundra
¿Un mensaje escondido en el canto de un pájaro cercano?
¿Qué nos cuenta sobre nuestra convivencia con la Naturaleza en pueblos y
ciudades?
Una obra para lectores de cualquier edad, a partir de 7 años.
"La historia contada en este nuevo libro se nutre de dos fuentes: la
preocupación por la fragilidad y el futuro de nuestra convivencia con la
Naturaleza en pueblos y ciudades, con aquello que algunos llaman naturaleza
urbana, y una anécdota con mi hija mayor, de 7 años. Eduardo Rodríguez la ha
ilustrado deliciosamente."
Víctor J. Hernández
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