La Librería de El Sueño Igualitario

9788490452776.jpgCazarabet conversa con...   Gloria Román Ruiz, autora de "Delinquir o morir. El pequeño estraperlo en la Granada de posguerra" (Comares)

 

Un libro de Comares desde la colección de Los libros de la brecha que trata el tema del estraperlo acercándose a su trasfondo y desde diferentes perspectivas.

Gloria Román Ruíz se acerca al fenómeno del estraperlo en Granada de una manera que hace que lo podamos entender muchísimo más allá, con una investigación más que sobresaliente…

Lo que nos dice Comares del libro…

Aquel día de 1940 brillaba el sol en la capital granadina. No era un sol abrasador, pero aportaba una inmensa luz. A media mañana, la temperatura era realmente agradable. Era uno de esos primeros días de primavera en que la ciudad invitaba a sus habitantes a echarse a la calle. Ese año, sin embargo, era diferente. Algo había cambiado para siempre en las vidas de todos los españoles.
La céntrica plaza de Bib Rambla no era ajena al bullicio que reinaba a esas horas en Granada. Salpicada por las sombras de los tilos, por entre cuyas hojas se filtraban como chorros de agua los rayos de luz, y por sus características farolas de cuatro brazos en las que se daban cita los desocupados y los desconocidos, acogía en sus flancos numerosos puestos de venta que dejaban en el centro la popular fuente de los «Gigantones», trasladada hasta aquí este mismo año desde su anterior ubicación, el Paseo de la Bomba.
Bajo la inconclusa torre de la catedral, se desplegaban pequeños y modestos puestos de venta de flores, ropa y fruta, sobre todo de plátanos procedentes de la vega granadina, cuyos regentes esperaban atraer a alguno de los transeúntes que a esas horas vagaban por allí.
Entre aquella masa humana, una mujer que llevaba a su pequeño en brazos mientras cogía de la mano a su otro hijo, que empezaba a articular sus primeros pasos; un señor algo relleno y con barba impecablemente vestido con traje claro, corbata y sombrero; un par de soldados uniformados y armados que parecían ir de paso; una criada enviada por la señora de la casa a hacer los recados domésticos; una señora que posaba divertida ante la cámara fotográfica de un joven bajo la atenta mirada de su esposo; o dos mujeres con faldas por debajo de las rodillas que habían sacado a pasear sus cestas vacías con la esperanza de poder echar algo en ellas. Todos ellos fueron inmortalizados por el objetivo de la curiosa cámara de Manuel Torres Molina .
En uno de los flancos de la plaza, dando la espalda a la catedral, emergían las figuras masculinas de dos vendedores de la calle, discretos aunque no ocultos, que exponían al público viandante sus mercaderías, dispuestas en no más de una docena de cajas de cartón que se desplegaban sobre la acera empedrada. Conformaban el género encendedores, piedras de ignición, tabaco, papel de fumar y otros productos no demasiado fáciles de encontrar en aquellos tiempos. Todo cuanto tenían se concentraba en aquellos pocos metros. Uno de los vendedores, sentado en una silla, calzaba alpargatas y lucía reloj en la muñeca, mientras su compañero, en cuclillas, se dejaba la voz gritando los precios.
Frente a ellos, un hombre con borsalino parecía llevarse las manos a los bolsillos en busca de alguna moneda, mientras una anciana arrodillada, de riguroso luto y pelo recogido en un alto moño, acomodaba cuidadosamente en su cesta las cajetillas de tabaco que acababa de adquirir de forma fraudulenta. Probablemente no había fumado en su vida. E incluso puede que tampoco lo hiciera ninguno de sus hijos y que hubiera comprado los cigarrillos para revenderlos sueltos con la esperanza de obtener una pequeña ganancia con la que acallar los rugidos del estómago. Un joven en camisa de manga corta observaba atento sus movimientos.
Lo descrito no es más que la interpretación de la sugestiva imagen que abre este libro, con la que bien podría corresponderse. La fotografía, tomada en la plaza de Bib Rambla en algún momento comprendido entre los trágicos años de 1938 y 1940, capta un instante de la cotidianeidad granadina. Cada uno de estos rostros, ajenos al objetivo de la cámara que los inmortalizó, nos cuenta una historia, en ningún caso extraña al amargo sabor dejado por la guerra. Sus experiencias de vida bien pudieron ser las de los protagonistas de este libro.
Si nos distanciamos un poco de la imagen, la historia podría proseguir, sin perder un ápice de verosimilitud, con la detención de la anciana en su misma calle, a tan sólo unos números de alcanzar el portal de su casa. «Alguno de esos que había en la plaza me ha denunciado», podría haber pensado la mujer. Pudo ocurrir incluso que alguno de sus vecinos le prestase el dinero para pagar la multa, librándola con su solidaridad de ingresar en una de esas lúgubres cárceles franquistas de las que había oído hablar. ¿Dejaría de acudir al mercado negro tras el escarmiento?
El relato aúna varios de los elementos vertebradores de este libro: la venta ilícita en una céntrica plaza de la capital granadina a plena luz del día, el protagonismo de los rostros femeninos en las actividades estraperlistas, la denuncia entre individuos iguales, o la solidaridad dentro de la comunidad ciudadana. 

Estos enlaces nos pueden ir muy bien:

http://www.mapamemoriagranada.es/lugares/primer-franquismo/116-el-estraperlo

La autora de este libro, Gloria Román Ruiz:

Es investigadora del Departamento de Historia Contemporánea de la Universidad de Granada, donde cursó el máster: “Claves del mundo contemporáneo”. Mientras realizaba ese máster inició la investigación que sustenta este libro. En la actualidad está realizando su tesis doctoral sobre vida cotidiana y aprendizaje democrático en el mundo rural andaluz durante el Franquismo y La Transición. Está adscrita al grupo de investigación :”Transformaciones agrarias, cambios sociales y articulación política en Andalucía Oriental 1750-2000.Obtuvo el primer premio del Concurso Historia para Jóvenes, History: “¿Qué hacían mis abuelos en la década de los cuarenta?”. También ha participado como comunicante en varios Congresos de Historia Contemporánea.

 

Cazarabet conversa con Gloria Román Ruiz:

Gloria Román Ruíz.jpg-Gloria, el estraperlo, si hablamos en términos temporales, ha sido siempre un instrumento, una actividad que se ha podido utilizar con varios fines, seguramente que en todos ellos converge el denominador común de conseguir con esta actividad el sustento para vivir…lo podemos explicar así, pero más allá de esto el estraperlo como otras “actividades delictivas”, también son utilizadas para luchar  contra el poder…como arma reivindicativa, como actividad que financia ciertos movimientos contestatarios, como una manera de hacer que los demás estén más alerta y atentos…las vías de estraperlo han sido utilizadas por los del maquis y, a menudo, los unos se retroalimentaban de los otros…

-En efecto, ni el mercado negro ni el contrabando fueron fenómenos nuevos ni exclusivos de la España autárquica de posguerra. Sin embargo, el contexto extraordinario de los años cuarenta, con una dictadura recién inaugurada y una sociedad profundamente dividida entre vencedores y vencidos, nos obliga a enfatizar ese componente de “resistencia” (si bien no siempre a la dictadura en su conjunto, al menos sí a su política económica) respecto a otros periodos históricos.

No obstante, como bien indicas, y al igual que en el caso de otras actividades delictivas como el hurto, detrás del estraperlo estaba primeramente la necesidad de garantizar el sustento propio y el de los tuyos en momentos de terrible escasez. Pero, junto a esa necesidad, existió una voluntad, más o menos explícita, de cuestionar una política económica, la autarquía, que había traído las impopulares cartillas de racionamiento y las largas colas de mujeres que, cesta en mano, esperaban durante horas para recibir una ridícula ración de pan negro. Así, el móvil de los pequeños estraperlistas era doble: llenar sus estómagos y poner en jaque a la dictadura mediante la violación reiterada de las disposiciones intervencionistas.

En cuanto a los maquis, a los que las autoridades se referían como “bandoleros” y que, vencidos y señalados, se vieron obligados a echarse a la sierra, mantuvieron una estrecha relación con el estraperlo. Eran seres fuera de la ley condenados a buscarse la vida al margen de los cauces oficiales: obtenían los alimentos y el tabaco bien de robo bien de estraperlo. Sin duda, la clandestinidad que daba la vida en la sierra y la tupida red de enlaces con que contaban facilitaban la práctica de este tipo de operaciones.

-El estraperlo, al menos el que yo he conocido era practicado por personas a las que el resto de la gente los veía como “los espíritus libres”, como figuras románticas a las que, casi, casi imitar…¿Qué nos puedes comentar?

-La forma en que eran vistos por la gente tenía mucho que ver con la percepción que se tenía de la autarquía (la “madre” del estraperlo) y que no era otra que la de una política tremendamente injusta. Para la gente, por encima de las leyes, estaba la necesidad de comer: el hambre tenía que ser sorteada legal o ilegalmente. Además, el estraperlo estaba tan instalado en la sociedad que nadie quedaba ajeno a él, de una u otra manera todos participaban del mismo. Por todo ello la causa de los pequeños estraperlistas era comprendida, no reprobada. Sin embargo, una cosa era no estar mal vistos y otra diferente ser tenidos por héroes… Las notas románticas a las que haces referencia quizá tuvieran que ver más con los maquis, que sí plantearon una resistencia armada y directa a la dictadura.

-Lo que pocos se imaginan, a veces, inmersos solo en esa idea es que el estraperlo era una actividad, las más de las veces para sobrevivir uno mismo y hacer que los suyos sobrevivieran…¿qué nos puedes decir?

-Efectivamente, la búsqueda de productos de primera necesidad (harina, aceite, etc.) que no podían encontrarse en el mercado oficial fue la principal razón de ser del pequeño estraperlo. Muchas veces se trató de la compra-venta de productos preparados en la propia casa como la cebada tostada, que venía a sustituir al café, casi imposible de encontrar y a precios desorbitados. Las trágica escasez de posguerra, unida a la fuerte intervención de la producción, el transporte y la comercialización de una gran cantidad de productos, dejó pocas opciones: la alternativa quedó reducida a delinquir o morir.

En condiciones extremas, la necesidad de comer está por encima del cumplimiento de la ley. Había que “buscarse la vida”. Y, sin duda, sin el estraperlo, las dramáticas historias de posguerra habrían sido aún más numerosas. Sin el estraperlo practicado por las mujeres de los presos, que llevaban paquetes a sus maridos, la estancia de estos en las insalubres cárceles franquistas habría sido aún más infernal si cabe. Y tampoco habrían podido sacar adelante a sus hijos las viudas de guerra con varias criaturas a su cargo sin ese “plus” del estraperlo.

Gloria Román Ruiz 2.jpg-Y hay que recordar, además, que ésta era una actividad sustancialmente peligrosa….¿qué nos puedes explicar?

-El riesgo que asumían quienes, desafiando al poder dictatorial, practicaban esta actividad era ilegal era alto. Cuando la clandestinidad jugaba una mala pasada a un pequeño estraperlista, éste se enfrentaba a problemas serios. La represión del estraperlo fue feroz: incautación de la mercancía, cierre del establecimiento, multas, embargos, campos de trabajo o cárcel. Incluso se llegó a contemplar la pena de muerte. Además, las repercusiones de los castigos que recaían en los pequeños infractores se hacían extensivas a sus familiares: muchos hijos de viudas estraperlistas que no pudieron reunir el dinero de la multa quedaron desamparados con la entrada de su madre en prisión. A estas personas sorprendidas por “los hombres de uniforme” siempre les quedaba, eso sí, seguir resistiendo: huir, mentir, etc.

-Los estraperlistas eran, a menudo, ayudados por guías…sobretodo en zonas abruptas donde querían desviarse de las sendas más transitadas…A su manera, los guías eran estraperlistas de los caminos, sin ellos esta historia del estraperlo no se escribiría de igual manera, ¿no?

-Los estraperlistas fueron ayudados por muchas personas que, empatizando con su causa, no dudaron en tenderles la mano bien para evitar que fueran descubiertos, bien en la fatalidad de que lo hubieran sido ya. No faltó quien se compinchara con un estraperlista del hambre para advertirle sobre la localización de la Guardia Civil y los caminos despejados, aspecto éste en el que pudieron contar con la colaboración de los maquis, que conocían bien el terreno. También hubo quien dio cobijo a un estraperlista que corría delante de los guardias o incluso quien lo libró de acabar en la cárcel pagándole la multa.

La solidaridad comunitaria estuvo a la orden del día. Y es que las acciones estraperlistas difícilmente pudieron ser pensadas y ejecutadas por una única persona. Las más de las veces existió colaboración entre varios individuos. Sin ella, el número de operaciones estraperlistas resueltas infructuosamente habría sido, con toda probabilidad, más alto.

-Bien Gloria…iniciaste esta investigación, tu primera investigación, cuando estabas cursando un máster, “Claves del mundo contemporáneo”….explícanos, ¿qué fue lo que despertó la idea de iniciar una investigación sobre el estraperlo…?

-Leí un artículo sobre el pequeño estraperlo que me hizo darme cuenta de que tenía una concepción un tanto distorsionada del tema. Desconocía la dura represión de que fue objeto o que quienes lo pusieron en marcha desafiaban de alguna manera al poder franquista. Y pensé que sería bueno profundizar en estas y otras cuestiones de un fenómeno convertido en símbolo de toda una década que encerraba multitud de aristas y del que tanto había oído hablar a mis abuelos.

-Los tiempos de crisis, guerras, posguerras, carestías… son los más sensibles para la población… Muchos productos se echan en falta y hay gente o que los necesita para sobrevivir o gente que tiene liquidez y que puede pagar por productos que no están a su alcance cómodo…ante esta necesidad surge el estraperlo ¿Lo ves así, más o menos?

-En los momentos más críticos se agudiza el ingenio, puesto al servicio de la búsqueda del sustento, la más básica de las necesidades humanas. Y así fue en el caso de los pequeños estraperlistas, que acudieron al mercado negro para adquirir productos tan elementales como cebada, café, pan o jabón. En pocas palabras, para dar esquinazo al hambre y a la miseria. Pero en esos contextos de crisis también hay quienes están condiciones de sacar partido de la situación, lucrándose económicamente e incluso ascendiendo socialmente. Ese otro sector de la población, próximo al poder franquista, acudió al mercado negro para poder lucir bonitas medias de seda. Lo cierto es que, pese a la carestía reinante, si tenías las suficientes pesetas para ello, podías comprar prácticamente cualquier cosa.

-Fue la posguerra uno de los períodos, recientes, de nuestra historia contemporánea en los que se dieron ésos y otros ingredientes para que mucha gente se lanzase a realizar esa actividad?

-Así es. Tal y como explicaba Barciela, fue la férrea y prolongada autarquía, unida a la tremenda escasez, la que trajo el  florecimiento descontrolado del estraperlo, que alcanzó dimensiones sin parangón en la Historia Contemporánea de nuestro país. Quizá con otra política económica, el fenómeno no habría alcanzado tal intensidad. Pero la continuada apuesta por ésta, junto a la extrema carestía, dejó pocas opciones a los españoles más humildes, máxime si procedían del entorno de quienes habían perdido la guerra: o se las ingeniaban para conseguir unas calorías “extra” en el mercado negro o se veían condenados a la inanición.

-¿Hay zonas, supongo, mucho más accesibles a realizar esta actividad? ¿Fue Granada una de esas zonas?

-Pocos rincones del país quedaron libres de estraperlo. Pero, desde luego, hubo zonas que, por sus características geográficas u orográficas, resultaron especialmente propicias para este tipo de prácticas, como lo fue la del entorno del Estrecho, foco por excelencia del contrabando desde tiempos muy anteriores.

Sobre el caso de Granada, no diría que fuera una provincia con especiales facilidades para los estraperlistas, aunque sí es cierto que aquí la guerrilla (o maquis), muy vinculada al estraperlo, tuvo una presencia muy importante durante toda la década de los cuarenta. Además, la comarca granadina de la Alpujarra, alejada de los centros de poder y con una abrupta orografía, fue una zona propicia para el cultivo clandestino de tabaco que después era vendido de estraperlo.

-¿Qué factores influyen en  la denominación final de que  el estraperlo se considere una actividad más vinculada al hecho de delinquir que a sobrevivir?

-Personalmente, no creo que el componente de “resistencia” pesara más que el de “subsistencia” a la hora de estraperlear. De hecho, la disyunción que planteo en el título del libro, “Delinquir o morir”, enfatiza la interpretación del estraperlo como salida al abismo del hambre. En aquel contexto, satisfacer las necesidades más elementales solo era posible al margen de la ley, en tanto que lo suministrado por la vía del racionamiento era escaso y de mala calidad.

-¿Se alió la población civil bastante con el estraperlista o bien se producían delaciones?

-Las actitudes de la gente en torno al estraperlo fueron muy variadas y complejas. Hubo, en efecto, muchos gestos solidarios por parte de la población, como ayudar a un estraperlista en apuros que huía de las fuerzas del orden, pero tampoco faltaron las delaciones. Los motivos para denunciar a un pequeño estraperlistas podían ser múltiples: intereses económicos, rencillas personales o políticas, necesidad de lavar un pasado dudoso mediante la colaboración con el nuevo poder, etc.

-Ya la última pregunta, querida Gloria, al margen de las diferencias que ya casi podemos adivinar, de entrada, entre el estraperlo de baja intensidad y el estraperlo de gran intensidad…el uno, muy a menudo lo llevaba una persona con puntuales colaboradores y poco más y el segundo era ya como una “gran empresa” de la que comían muchas familias…¿qué otras cosas nos puedes comentar?

-El pequeño estraperlista no contaba más que con un pequeño saco o cesta que transportaba a pie o en bicicleta y con algunos amigos, vecinos o familiares dispuestos a echarle una mano en caso de necesidad. Los grandes especuladores, sin embargo, disponían de grandes medios de transporte (uno o varios camiones), almacenes, testaferros y, lo más importante, contactos. El primero era duramente perseguido, mientras que los segundos disfrutaban de una amplia impunidad.

 

 

 

9788490452776.jpg20150
Delinquir o morir. El pequeño estraperlo en la Granada de posguerra. Gloria Román Ruiz
200 páginas      13 x 21,5 cms.
16,00 euros
Comares



Aquel día de 1940 brillaba el sol en la capital granadina. No era un sol abrasador, pero aportaba una inmensa luz. A media mañana, la temperatura era realmente agradable. Era uno de esos primeros días de primavera en que la ciudad invitaba a sus habitantes a echarse a la calle. Ese año, sin embargo, era diferente. Algo había cambiado para siempre en las vidas de todos los españoles.

La céntrica plaza de Bib Rambla no era ajena al bullicio que reinaba a esas horas en Granada. Salpicada por las sombras de los tilos, por entre cuyas hojas se filtraban como chorros de agua los rayos de luz, y por sus características farolas de cuatro brazos en las que se daban cita los desocupados y los desconocidos, acogía en sus flancos numerosos puestos de venta que dejaban en el centro la popular fuente de los «Gigantones», trasladada hasta aquí este mismo año desde su anterior ubicación, el Paseo de la Bomba.

Bajo la inconclusa torre de la catedral, se desplegaban pequeños y modestos puestos de venta de flores, ropa y fruta, sobre todo de plátanos procedentes de la vega granadina, cuyos regentes esperaban atraer a alguno de los transeúntes que a esas horas vagaban por allí.

Entre aquella masa humana, una mujer que llevaba a su pequeño en brazos mientras cogía de la mano a su otro hijo, que empezaba a articular sus primeros pasos; un señor algo relleno y con barba impecablemente vestido con traje claro, corbata y sombrero; un par de soldados uniformados y armados que parecían ir de paso; una criada enviada por la señora de la casa a hacer los recados domésticos; una señora que posaba divertida ante la cámara fotográfica de un joven bajo la atenta mirada de su esposo; o dos mujeres con faldas por debajo de las rodillas que habían sacado a pasear sus cestas vacías con la esperanza de poder echar algo en ellas. Todos ellos fueron inmortalizados por el objetivo de la curiosa cámara de Manuel Torres Molina.

En uno de los flancos de la plaza, dando la espalda a la catedral, emergían las figuras masculinas de dos vendedores de la calle, discretos aunque no ocultos, que exponían al público viandante sus mercaderías, dispuestas en no más de una docena de cajas de cartón que se desplegaban sobre la acera empedrada.
Conformaban el género encendedores, piedras de ignición, tabaco, papel de fumar y otros productos no demasiado fáciles de encontrar en aquellos tiempos. Todo cuanto tenían se concentraba en aquellos pocos metros. Uno de los vendedores, sentado en una silla, calzaba alpargatas y lucía reloj en la muñeca, mientras su compañero, en cuclillas, se dejaba la voz gritando los precios.

Frente a ellos, un hombre con borsalino parecía llevarse las manos a los bolsillos en busca de alguna moneda, mientras una anciana arrodillada, de riguroso luto y pelo recogido en un alto moño, acomodaba cuidadosamente en su cesta las cajetillas de tabaco que acababa de adquirir de forma fraudulenta. Probablemente no había fumado en su vida. E incluso puede que tampoco lo hiciera ninguno de sus hijos y que hubiera comprado los cigarrillos para revenderlos sueltos con la esperanza de obtener una pequeña ganancia con la que acallar los rugidos del estómago. Un joven en camisa de manga corta observaba atento sus movimientos.
Lo descrito no es más que la interpretación de la sugestiva imagen que abre este libro, con la que bien podría corresponderse. La fotografía, tomada en la plaza de Bib Rambla en algún momento comprendido entre los trágicos años de 1938 y 1940, capta un instante de la cotidianeidad granadina. Cada uno de estos rostros, ajenos al objetivo de la cámara que los inmortalizó, nos cuenta una historia, en ningún caso extraña al amargo sabor dejado por la guerra. Sus experiencias de vida bien pudieron ser las de los protagonistas de este libro.

Si nos distanciamos un poco de la imagen, la historia podría proseguir, sin perder un ápice de verosimilitud, con la detención de la anciana en su misma calle, a tan sólo unos números de alcanzar el portal de su casa. «Alguno de esos que había en la plaza me ha denunciado», podría haber pensado la mujer. Pudo ocurrir incluso que alguno de sus vecinos le prestase el dinero para pagar la multa, librándola con su solidaridad de ingresar en una de esas lúgubres cárceles franquistas de las que había oído hablar. ¿Dejaría de acudir al mercado negro tras el escarmiento?

El relato aúna varios de los elementos vertebradores de este libro: la venta ilícita en una céntrica plaza de la capital granadina a plena luz del día, el protagonismo de los rostros femeninos en las actividades estraperlistas, la denuncia entre individuos iguales, o la solidaridad dentro de la comunidad ciudadana.


AGRADECIMIENTOS
PRÓLOGO. LA PLAZA BIB RAMBLA EN 1940
INTRODUCCIÓN. EL QUÉ Y EL CÓMO DEL ESTRAPERLO
1.        ¿Qué se ha dicho sobre el estraperlo?
2.        ¿Cómo nos aproximamos al fenómeno?
3.        ¿Qué ofrecen estas páginas al lector?
CAPÍTULO 1. AQUELLA GRANADA GRIS Y AUTÁRQUICA
1.        La razón de ser de la política autárquica
2.        Los efectos de la autarquía sobre la población
3.        Interviniendo con una mano y castigando con la otra
CAPÍTULO 2. PROPAGANDA Y REALIDAD. EL DESENCUENTRO DE DOS MUNDOS
1.        Nadando en la abundancia
2.        La caridad franquista
3.        El hambre en el mundo
CAPÍTULO 3. DIBUJANDO EL ROSTRO DE LOS PEQUEÑOS ESTRAPERLISTAS GRANADINOS
«Pobres de solemnidad»
Mujeres de posguerra
«Juventud viciada y delincuente»
¿Republicanos o nacionales?
CAPÍTULO 4. EL MOTOR DEL PEQUEÑO ESTRAPERLO Y LAS ESTRATEGIAS DE SUBSISTENCIA-RESISTENCIA
1.        El motor del pequeño estraperlo
2.        Las estrategias de subsistencia-resistencia
2.1. Las armas de los débiles y de los no tan débiles
2.2. Las armas de los descubiertos
CAPÍTULO 5. LAS ACTITUDES CIUDADANAS: ENTRE LA AYUDA AL PERSEGUIDO Y LA COLABORACIÓN CON EL PERSEGUIDOR
1.        La cara más solidaria
2.        La cara más amarga: la delación
CAPÍTULO 6. LA GEOGRAFÍA DEL ESTRAPERLO
1.        Espacios de resistencia, resquicios de esperanza
El mundo del ferrocarril
La batalla de las calles
«Por debajo del mostrador»
Venta a domicilio
Carreteras nocturnas
2.        Los flujos del estraperlo
CAPÍTULO 7. CASTIGANDO A LOS PEQUEÑOS ESTRAPERLISTAS
1.        El castigo discriminado y los agentes represores
2.        La imparable maquinaria represora
Despojándolos de la mercancía
Multas imposibles
Embargo de bienes
A la cárcel
¿Indulto y libertad condicional?
CONCLUSIONES. EL PAN DE CADA DÍA
EPÍLOGO. LA PLAZA BIB RAMBLA HOY
BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES ESCRITAS
Fuentes archivísticas
Fuentes hemerográficas y oficiales
Literatura de época
Bibliografía
Filmografía y páginas web
ANEXO DOCUMENTAL
1.        Oficio de los estraperlistas arrestados en la provincia de Granada (1937-1952)
2.        Productos defraudados en la provincia de Granada (1937-1952)
3.        Vecindad de los aprehendidos en la provincia de Granada (1937-1952)
3.1. Desglose de la vecindad por provincias
3.2. Desglose de la vecindad por comarcas de la provincia de Granada

 

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