La
Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Olga Pueyo Dolader, introductora del
libro “De Las Armas a Montemolín” (Institución Fernando el Católico) de
Gabriel García Badell
Una novela rescatada
por la Institución Fernando el Católico y que ya en su día dio mucho de qué
hablar.
Una novela
elegante desde la propuesta inicial al desarrollo y al desenlace. Tanto el
contenido como el continente de la narrativa es excepcional que nos ofrece como
en acogida algo muy especial…
Una novela
valiente y censurada desde la pluma de Gabriel García Badell,
un visionario de la literatura en tiempos de la tardía dictadura.
Forma parte
de la colección Letra última, 10 de la Institución Fernando el Católico que nos
tiene acostumbrados a que publiquen buena literatura.
La
introducción y materiales complementarios corren a cargo a Olga Pueyo Dolader.
Se trata de
un libro y de una pluma, la de Gabriel García Badell,
que sufrieron la censura y el secuestro; os dejamos adjunto este enlace para
que podamos estar como más al tanto de este escritor: https://es.wikipedia.org/wiki/Gabriel_Garc%C3%ADa-Badell
Reseña de Jorge Sanz Barajas: “La Zaragoza
rescatada de Gabriel García Badell” (Heraldo de
Aragón)
http://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/35/95/resenaheraldosanbarajas.pdf
Reseña de Juan Bolea: “Gabriel
García Badell, cada vez más joven y actual” (El
Periódico de Aragón)
Un suspiro
de lo que nos espera desde esta
narrativa exquisita:
El autor
presenta una visión aguda de Zaragoza en un tenaz callejeo por su epidermis
urbana. Como señala Olga Pueyo Dolader,
responsable de la edición, la búsqueda constante de autenticidad motiva el
inconformismo de los protagonistas de García Badell:
unos seres enfrentados generalmente a situaciones límite que ponen en evidencia
la trágica condición humana. El hecho de resultar finalista del premio Nadal en
cuatro ocasiones, el interés que suscitó entre la elite intelectual y política
de aquellos años, y sus propios lectores contribuyeron a afianzar el prestigio
del autor. Sus amistades reunieron a figuras tales como los hermanos Labordeta,
Manuel Pinillos o Alfonso Zapater, entre otros.
Nos
acercamos a plumas que lo conocieron:
http://antoncastro.blogia.com/2005/061601-la-utopia-de-gabriel-garcia-badell.php
Cazarabet
conversa con Olga Pueyo Dolader
-Amiga,
estamos ante una novela monumental en el contenido y en el continente que, la verdad,
es la historia de una derrota lastrada y de la revancha tomada desde el
pensamiento.
-La novela tiene como marco la Zaragoza de finales de los años sesenta,
pero presenta, desde luego, una ciudad cuyo trasfondo es la Guerra Civil. En la
Zaragoza a la que llega el protagonista, Carisio,
desde el exilio, se conmemora cada mes de abril la toma de la posición de San
Simón, en la sierra de Alcubierre. La gravedad de la
represión tras la guerra cobra vida narrativa en el espacio urbano del
cementerio de Torrero, en cuyas tapias fue fusilado el padre de Carisio. Los amigos que conforman el grupo del padrastro de
Carisio pertenecen al bando vencedor y exhiben todos
los resabios de esa burguesía provinciana: nacional católica, farisaica, devota
de los mitos que fundamentan las convicciones de los zaragozanos (la aparición
de la Virgen, la peregrinación del apóstol Santiago, el martirio de santo
Dominguito de Val, las bombas sobre el Pilar…), contenta de su mediocridad.
Frente a ellos, Carisio pondrá en entredicho las
relaciones de poder y llevará al límite su ataque contra el fariseísmo.
-Este
escritor es de los que te entra desde dentro, desde los huesos, porque es así
como escribe, sin estridencias y yendo como a piñón fijo, el autor. ¿Lo ves así?
-Las dieciséis novelas publicadas de García Badell
forman un corpus coherente. Sus libros eran el soporte que le permitía levantar
ficciones contra la manipulación de la conciencia individual. En su narrativa,
los protagonistas se sienten atrapados por el fraude de la existencia y tratan
de asumir personalmente el reto de existir. Su narrativa no puede ser tildada
de crítica social en sentido estricto: lo que late bajo el inconformismo de sus
tramas es desvelar las implicaciones filosófico-morales que se derivan de las
estructuras. La intranquilidad, la angustia, el extrañamiento que domina a sus
protagonistas les enfrenta siempre a una sociedad cimentada en la seguridad.
Una seguridad que fomenta tanto el gregarismo social y político como el
dogmatismo religioso. En este sentido, hay que señalar que, frente al
anticlericalismo y el antidogmatismo predominante en
su literatura, en sus novelas fluye siempre una espiritualidad que funciona
como presagio de una vuelta a la unidad primigenia tras la muerte.
-¿Qué
radiografía puede hacerse de De Las Armas
a Montemolín? Preguntado de otra forma, ¿qué
lectores se fijarán en este libro y, seguro, lo degustarán?
-De Las Armas
a Montemolín es el primer libro de la pentalogía que tiene como escenario la ciudad. En ellas,
Zaragoza se yergue como paradigma del contexto sociopolítico durante el
tardofranquismo y los primeros años de la Transición, y la visión de conjunto
sobre la ciudad arroja un saldo desolador. En esta novela, la mirada de García Badell nos ofrece la ciudad como una síntesis de espacio y
tiempo que aglutina un sistema de valores bastante homogéneo. Un horizonte
ideológico que a través de la figura de Carisio,
alguien ajeno a la comunidad, revela ese entorno ciudadano como un espacio de
tensiones. El acercamiento a esos conflictos está concebido desde la
perspectiva de lo inauténtico; por ello la novela incide en el diseño de
ambientes que resultan claustrofóbicos. La ciudad misma es un lugar cerrado y
hasta sus calles conforman un dédalo laberíntico. El espacio está acotado desde
el mismo título de la novela: al oeste, la calle de Las Armas, y al este, el
barrio de Montemolín. Al norte queda la barrera
natural del Ebro, que exhibirá su simbología defensiva al final del libro,
cuando Carisio, conducido por dos guardias civiles,
sea desterrado. El sur se concreta en los enclaves narrativos del cementerio y
la cárcel de Torreo, y, entre ambos, el Pinar de Venecia. En ese perímetro el
autor levanta un plano detallado de la ciudad en el que las diferentes
situaciones narrativas se combinan para plasmar los distintos aspectos
ideológicos, sociales y culturales que subyacen a la visión de la misma.
Esta novela permite al lector actual conocer una de las primeras muestras
que, desde una perspectiva crítica, conforman el ya extenso corpus narrativo de
la Zaragoza literaria. En De Las Armas a Montemolín mundo
recreado y acto escritural están muy cercanos en el tiempo: la acción
transcurre entre 1969 y 1970 y el libro se publicó en 1971. No pasa lo mismo
con las visiones literarias posteriores, pues, aunque son muchos los autores
que han abordado la Zaragoza de la guerra y la posguerra, sus novelas fueron
escritas después de la muerte de Franco y no tuvieron que lidiar con la censura
editorial.
-Era un
escritor, y todavía lo es, conocido por ser el que más veces ha sido finalista
del premio Nadal; no es que seamos muy de premios ni que lo dejemos de ser,
pero hubo unos años en que el premio Nadal era para escritores rotundos,
sobrios, y que quienes lo ganaban o quedaban finalistas eran solamente
escritores de los muy, muy buenos.
-Sí, es verdad que el Nadal, hasta mediados de los sesenta, fue un premio
importante que se caracterizaba por descubrir nuevos valores. Ya en los
setenta, la línea anterior queda bastante desvirtuada y vemos que los
galardones se dedican a premiar a autores ya conocidos; es el caso de Fernández
Santos, que resultó ganador en la convocatoria de 1970 en la que García Badell resultó finalista con De Las Armas a Montemolín. La insistencia
con la que García Badell concurrió al premio a lo
largo de esa década tiene algo de desafío. En cuatro ocasiones quedó finalista
y una quinta fue semifinalista. Presentarse a los premios era una forma de
conseguir la publicación, pues los catálogos de las editoriales se han nutrido
siempre tanto de los galardonados como de los seleccionados, pero la gran
paradoja que se dibuja en su reiterada participación es que, pese a que buscaba
el éxito, nunca hizo ninguna concesión comercial.
-Casi todas
sus novelas y narraciones tienen como escenario a Aragón; ¿era, fue, un aragonesista en sus narraciones?
-Pese a ser madrileño, García Badell tuvo mucha
vinculación con Aragón. Su madre era de Huesca y, además, tenían una casa en Canfranc donde la familia pasaba las vacaciones. Sus
destinos profesionales en el IRYDA lo llevaron a trabajar primero en Huesca y,
posteriormente, en 1971, en Zaragoza, donde se instaló definitivamente. En la
ciudad se codeó con la élite intelectual y política del momento. Fue amigo de
Emilio Gastón, de los Labordeta, de Alfonso Zapater, de Eloy Fernández Clemente
y de gran parte de los colaboradores de Andalán. Su
aragonesismo se cifra en el paisanaje. Cinco de sus novelas transcurren en
Zaragoza. La ciudad de Huesca en el contexto bélico es el marco de dos de sus narraciones.
Y en la parte alta del río Aragón, en esos parajes agrestes que simbolizan
literariamente una concepción panteísta del mundo, se sitúan tres de sus
novelas.
Su aragonesismo dista, por supuesto, del folklorismo baturro que la burguesía
franquista postulaba, pero también de ese aragonesismo reivindicativo
posterior. Aunque fue compañero de viaje del PSA, en sus colaboraciones
periodísticas del periodo autonómico puede verse la decepción ante la nueva
administración. Con amargura vislumbró cómo el nuevo periodo que se abría con
la Transición no suponía la verdadera revolución interior del hombre que su
literatura demandaba; también supo darse cuenta de que la gestión autonómica no
iba a ser otra cosa que centralismo adjetivado de aragonés. Frente al
nacionalismo y el regionalismo defendía el universalismo y la condición de
apátrida.
-Los
escritores de la posguerra y de la dictadura tenía algo de especial, porque
ante la pluma, la libertad de expresión, y esa imaginación que puede convertir
un papel en blanco en lo más parecido a la revolución, pues me imagino que los
escritores medían sus fuerzas, pero siempre teniendo en cuenta, sobretodo, el
mensaje que querían transmitir. Épocas y tiempos demasiado duros para ser tan
libre.
-Sí, efectivamente, eran tiempos duros. De las tres novelas de las que se
conserva documentación en el Archivo General de la Administración, dos
sufrieron el rigor censor. De Las Armas a
Montemolín fue secuestrada y su autor procesado;
pero fue Las cartas cayeron boca abajo,
también finalista en el Nadal, la que corrió pero suerte. Habida cuenta de lo
sucedido con De Las Armas a Montemolín, la editorial Destino presentó la novela a
censura previa. En un primer momento la novela fue denegada y, tras una
reconsideración en la que mediaron influencias, se autorizó su publicación con
tachaduras. Las tachaduras suponen un quebrantamiento del texto original y una
mediatización hacia el lector, pero, además, colocan al autor en una situación
difícil, pues éste se debate entre aceptar las tachaduras y colaborar de alguna
manera o guardar el libro en un cajón.
-Por cierto,
¿cómo crees que le influyó a este escritor ser hijo de la guerra y la posguerra?
-García Badell nació en 1936, y como a cualquier
joven que creció en esa España de la posguerra su formación estuvo marcada por
la dictadura. Si bien él se educó en el Liceo Francés de Madrid, el
nacionalcatolicismo reinante introdujo en aquellos jóvenes toda una serie de
escrúpulos religiosos y prohibiciones morales que desvirtuaron su infancia. Y
eso se ve en los protagonistas de sus novelas. La mayoría rompen con todas esas
verdades inamovibles y llevan una vida disoluta, entregados al alcohol y al
sexo, pero algunos se quedan presos en la malla que teje el pecado, el bien y
el mal; son seres enfermizos, completamente anulados por la culpabilidad.
-Además, está
todo lo que rodeó al libro: lo del plagio, lo del secuestro, el procesamiento.
¿Nos puedes decir si sabes cómo lo llevó esto el escritor?
-Hay que decir, en primer lugar, que la censura editorial fue un
instrumento de la represión cultural llevada a cabo por el franquismo. En ese
contexto, el secuestro de la novela representaba un ataque no sólo contra la
libertad de expresión sino, sobre todo, contra los discursos que, desde la
literatura, ponían en entredicho el mensaje unívoco de la dictadura. Desde
luego no era la primera vez que se secuestraba un libro, pero sí un finalista
del Nadal. Tras el secuestro, llegó el procesamiento del autor, que quedó en
libertad provisional tras el pago de 100.000 pesetas de fianza. El dinero lo
aportó Edith Dufour, que era ya su pareja y que luego
sería su mujer. Edith estaba escandalizada, no entendía que algo así pudiese
ocurrir. El asunto era serio, piensa que García Badell
era funcionario y que si resultaba condenado su carrera profesional se habría
visto comprometida. Tras seis meses de incertidumbre, la apelación del abogado
Giménez de Parga ante la Audiencia de Barcelona fue
favorable y se levantó el secuestro. Puesta de nuevo la novela en circulación,
ocurrió como ocurría siempre en estos casos: la cuestión judicial creaba
expectativas sobre el libro que redundaban en la buena comercialidad.
El asunto del plagio tiene otras implicaciones. La acusación partió de
Zaragoza. Fue Mariano Rabadán Pina, presidente de la Asociación Amigos de
Zaragoza, quien destapó en la prensa local que las primeras páginas de la
novela coincidían casi literalmente con un artículo suyo publicado unos años
atrás en la revista Zaragoza. Pero el
plagio no fue tal y, que yo sepa, judicialmente no se hizo nada al respecto. Lo
que sí había era un aprovechamiento intertextual explícito y en tono sarcástico
de un artículo en el que Rabadán Pina proponía convertir el entorno de La Seo
en un barrio baturro a emulación del Pueblo Español de Barcelona. Creo que el
asunto muestra claramente la divergencia existente respecto a la idea de ciudad
entre las elites franquistas del momento y la visión de la misma que se nos da
en la novela. Que sea la Institución “Fernando el Católico” la que hoy edita la
novela, organismo al que pertenecía la mencionada asociación, nos permite
calibrar hasta qué punto las instituciones han cambiado en el periodo
democrático.
-Quizás
deberíamos leer más a ciertos escritores que, sin ser estridentes, ni falta que
hace, son los que mejor despojan a toda una sociedad para que, luego, nos
saciemos de sus vergüenzas.…
-Que pervivan unos escritores y que determinadas novelas sean encumbradas
mientras obras importantes se ven relegadas, lo mismo que sus autores, no tiene
nada que ver con el valor literario en sí. El concepto de “industria cultural”,
que desde mediados de los años sesenta irrumpe de forma determinante en el
campo literario, prima en la literatura. Como el acento se pone en lo que tiene
de industria, todos los agentes que intervienen en la difusión de un libro:
editoriales, suplementos de diarios y revistas literarias, programas culturales
de radio, premios, críticos, ferias del libro…, se rigen por las expectativas
de venta. Es difícil batallar contra ese monstruo de numerosas cabezas; nos
queda contribuir a crear una sociedad civil que se resista ante todo este tipo
de manejos económicos. La resistencia, que no está considerada una virtud, es
la única posibilidad. Cuando alguien se topa con un buen libro tiene el deber
ético de divulgarlo.
García Badell pertenece a la generación de
escritores de los setenta. Muchos de ellos se vieron apeados de su carrera
literaria con el cambio del panorama literario que se impuso desde los primeros
ochenta. La visión ecléctica dominante en la literatura, y que correspondía a
una conciencia posmoderna, supuso el triunfo de lo superficial borrando la
frontera entre la cultura de altura y la comercializada para las masas. Los
grandes temas que habían atenazado al hombre, ligados a la temporalidad y a la durée, se verán
desplazados por un presente perpetuo. Términos como “alienación” y “angustia”
desaparecerán. El desclasamiento y la marginalidad que caracterizaban al
creador dan paso a un tipo de escritor presente siempre en los medios.
-¿Cómo crees
que le pudo influir a nuestro escritor la figura de Ramón J. Sender?
-Se conocieron personalmente con motivo de la entrega del IV Premio de
Periodismo “Ramón J. Sender”. El diario vespertino Aragón/Exprés convocaba un premio internacional de periodismo que Badell ganó en 1975 con el artículo titulado “El castillo
de Loarre o el espíritu de Tulgas”.
En el acto de entrega del galardón en mayo de 1976 estuvo por primera y única
vez Sender. Era su segundo viaje a España. Supongo que este encuentro propició
cierto nivel de amistad. Cuando en 1999, muertos ya ambos, llega el legado de
Sender en San Diego, a Zaragoza, entre los libros se contaban algunas novelas
de García Badell.
Sin duda García Badell leyó la obra de Sender
publicada en el exilio, que Destino dio a conocer en
España a finales de los sesenta, pero no veo influencias directas. Coinciden en
cierto pesimismo, en el escepticismo con que los protagonistas encaran la vida
y sus conflictos, en el análisis trágico del sufrimiento humano, pero eso se
encuentra también en muchos otros escritores. Por apuntar algún paralelismo, es
quizás en Las cartas cayeron boca abajo
donde el mensaje antibelicista de García Badell corre
paralelo al que se desprende de la novela de Sender, Imán.
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De Las Armas a Montemolín. Gabriel García Badell.
Introducción y materiales complementarios de Olga Pueyo
Dolader
334 páginas 14 x 21,5 cms.
15.00 euros
Institución Fernando el Católico
Secuestrado en
1971 por su posible contenido delictivo, y procesado su autor en 1972, este
libro, como el resto de su obra narrativa, hicieron de García Badell un autor emblemático de los escritores censurados
bajo el franquismo que luego no se incorporaron a las corrientes mayoritarias
en los años de la consolidación democrática. De Las Armas a Montemolín contiene una visión punzante de la Zaragoza
de principios de los años sesenta, y esta edición adentra al lector en la
epidermis urbana, en el tejido temporal y en la dimensión ideológica y
mítico-religiosa de esta novela-ciudad que abre la pentalogía
del autor sobre Zaragoza.
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