Cazarabet conversa con... José Cabañas González, autor de
“Convulsiones. Diario del
soldado republicano Jaume Cusidó Llobet
(Agosto 1938 – Mayo 1939). Prisioneros catalanes en el “Gulag” de León” (Lobo
Sapiens)
José Cabañas González nos acerca,
gracias a unos diarios los del soldado republicano Jaume Cusidó
Llobet, el día a día de este soldado que luchó por la
República desde agosto del 38 a mayo del 39.
Se trata, también de acercarse a los
prisioneros catalanes en el Gulag de León.
El prólogo de este libro es y nos
viene avalado desde la firma del historiador, investigador e hispanista Paul
Preston.
El libro, como adelantan en la
portada, viene con reseñas de un centenar de cautivos en la Prisión de Partido
de Valencia de Don Juan.
La editorial que edita este testimonio
valiosísimo, desde la pluma de José Cabañas es Lobo Sapiens.
José Cabañas ha estado con nosotros,
ya, en un Conversa con…:
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/labaneza.htm
Esta editorial LOBO SAPIENS, también
ha publicado este otro libro de nuestra amiga, Lala
Isla:
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/rendijasdesmemoria.htm
Cazarabet conversa con José Cabañas González:
-José,
amigo, ¿qué te llevó o cómo fue el viaje que te llevó
a escribir este libro, Convulsiones.
Diario del soldado republicano Jaume Cusidó Llobet, entre agosto del 38 y mayo del 39?
-Desde febrero de 2014 vengo
trabajando en la narración del transcurso de los sustanciales días del golpe de
Estado de julio de 1936 en la provincia de León, las jornadas del 17 al 31 de
aquel mes en una veintena larga de localidades de la provincia, ciudades,
villas y pueblos de la misma, con la pretensión de ofrecer en su momento el
relato más completo y detallado de lo sucedido en aquel territorio en dichas
fechas. Más o menos a finales de 2016 esta investigación se hallaba casi
terminada, y como en ella hago además un pequeño viaje reducido y condensado a
la represión que después del golpe, en la guerra y la posguerra, se perpetró en
los mismos lugares, el capítulo dedicado al desarrollo de la sublevación en
Valencia de Don Juan (villa del sur de León) incluía un apartado con el
resultado de lo investigado en torno al Campo de Concentración de Prisioneros y
Presentados que allí instaló el franquismo en el antiguo taller de carpintería
de madera y carruajes llamado Casa Ponga -un reclusorio del que hasta ahora lo
que se conocía era muy poco-, además de un anexo en el que, muy extractado, se mostraba
lo que en el Diario que un soldado
republicano catalán (Jaume Cusidó Llobet)
había ido llevando a lo largo del tiempo en que fue movilizado para terminar
prisionero en dicho Campo de Concentración había anotado sobre el mismo,
anotaciones que vienen a ser, por cierto, una privilegiada fuente primaria para
rasgar el desconocimiento que, como digo, del mismo existía hasta el presente.
Por entonces caí en la cuenta de que,
ampliando el foco más allá de lo referido a aquella villa leonesa y considerando
todo el Diario de aquel primero soldado y más tarde prisionero de guerra
disponíamos de una visión cercana y en primer plano de su periodo de
instrucción una vez movilizado y de lo que supuso la tragedia de una
trayectoria que ya en las postrimerías de la guerra civil se impuso a tantos:
la de la retirada del Ejército republicano en derrota hacia Francia cuando los
rebeldes emprenden el asalto a Cataluña, el paso por los infames campos de
arena franceses, y, en su caso, la repatriación a España desde ellos por Irún
para seguir una trayectoria represiva que los conduce a otros campos de
concentración: los que el franquismo había sembrado por toda la España
sublevada, terminando él en el de Casa Ponga de Valencia de Don Juan. Tal
visión se enriquecería en algo más al sumar a lo anterior algunas de las cartas
que desde el citado Campo cruzaba el prisionero con su familia, destinataria
también, más directa que indirecta, de la injusta represión que como vencido de
guerra se le aplicaba.
Entendiendo que tanto el Campo de Casa
Ponga como las represalias padecidas por aquel prisionero formaban parte de un
fenómeno y un contexto mucho más amplio (el de los más de 300 campos de
concentración franquistas de la guerra y la posguerra lo uno, y lo otro el de
los muchos miles de prisioneros de guerra hechos por los rebeldes en la
Ofensiva de Cataluña y los destinos que estos siguieron), me ocupé de agregar a
todo lo anterior la investigación relacionada con el paso por el territorio
leonés de una ingente cantidad de aquellos prisioneros catalanes, y otros
(presos en este caso) que desde mediados de 1938 fueron enviados a poblar los
números reclusorios franquistas que desde los inicios de la guerra se
establecieron en la provincia de León y que llegaron a constituir un conglomerado
de campos de concentración, batallones de trabajadores, prisiones y
destacamentos penales funcionando durante un buen número de años como un
auténtico “gulag” vergonzoso y vergonzante cuyas crueles e inhumanas
condiciones de vida –y de muerte- hemos recogido y mostramos en una extensa
colección de recuerdos, testimonios y memorias de algunos de quienes lo
sufrieron en varios de aquellos “morideros”.
A todo lo señalado añadí, por último,
como contrapunto y complemento al Diario
del soldado republicano Jaume Cusidó, otro Diario, este de un soldado “nacional”
(Antonio Lobato Cabañas, natural de mi mismo pueblo leonés: Jiménez de Jamuz), uno de tanto jóvenes de las zonas en que los
alzados triunfaron de inmediato movilizados en el ejército franquista (destinado
él al Regimiento Aragón 17 de guarnición en Zaragoza), que entre julio de 1937
y octubre de 1938 consignaba también sus padecimientos de combatiente en las
primeras líneas de los frentes aragoneses.
Aparcando el trabajo en el que andaba,
con todo lo apuntado compuse el libro Convulsiones.
Diario del soldado republicano Jaume Cusidó Llobet (mayo 1938 - agosto 1939). Prisioneros catalanes en
el “gulag” de León, salido de imprenta en julio de 2019.
Lo dicho responde más bien a lo que
fue el viaje de escribir el libro. Lo que me condujo a hacerlo fue conocer
desde el año 1987 que en los listados de enterramientos del cementerio
municipal leonés de Puente Castro aparecen para los meses de febrero a junio de
1939, entre los más de 400 inhumados en sus fosas comunes no menos de 300
catalanes, la mayoría con nombre y apellidos y muchos con la inscripción de
“prisioneros”, un hecho curioso y llamativo que más que desapercibido ha sido
hasta ahora ignorado, y que apenas ha suscitado interés en conocer quiénes eran
aquellos hombres y a qué se debía el triste destino que allí alcanzaron. Pues
bien: la curiosidad por tal enigma, y el interés en esclarecerlo y darle por
primera vez respuesta, me motivo a embarcarme en Convulsiones… y a hacerlo en la manera en que lo he hecho.
-¿Nos puedes presentar a este soldado
republicano que plasmó sus vivencias desde este diario?
-Era Jaume Cusidó
Llobet hijo de Josep Cusidó
Caralt (tejedor) y de Francesca Llobet
Torrella, nacido en Sabadell el 7 de diciembre de
1904. Alistado para el reemplazo de 1925 en febrero de aquel año, resultaba en
agosto de 1927 excluido totalmente para el Servicio militar. La misma exclusión
total le era confirmada el 29 de octubre de 1936, ya en plena guerra civil.
El 31 de mayo de 1938 lo llamaban a
filas para Servicios Auxiliares en el Ejército Popular de la República –EPR-
(se movilizó entonces a mozos de 1926 y 1925; parece que a él lo
encuadraban en el Ejército del Este), y el 27 de julio se le declaraba Apto para
su desempeño. Tiene entonces 33 años, está casado con Manuela Muñoz Fuentes
(Manolita, mecanógrafa, nacida en 1908 en alguna localidad madrileña, en la que
su progenitor, guardia civil, se hallaba destinado), y es con ella padre de un
hijo, Josep Cusidó Muñoz, de tres años de edad
(1934-2019). Residen los tres en el domicilio familiar de la calle Pérez
Galdós, 114, de Sabadell, ciudad en la que trabajaba hasta entonces como
contable jefe en la fábrica textil del empresario Joan Vilar
Deniel, al parecer una de las muchas industrias que
habían sido colectivizadas desde el principio de la guerra.
Lo anterior es lo que sus
descendientes conocían. Hoy sabemos que
había sido militante de Esquerra Republicana de Catalunya, miembro de la
junta directiva de la sección de oficinas del Sindicato de Empleados y Técnicos
de UGT, e integrante del Comité Obrero de Control de la fábrica textil
colectivizada, lo que viene a explicar la represión laboral de que fue objeto,
y que –injustas ambas- se sumó a la que le aplicaron como prisionero de guerra
de un Ejército –el de la República- vencido.
-¿Cómo fueron y surgieron los Gulags de León?
-Como en tantos otros lugares en los
que los sublevados se impusieron desde el inicio del golpe de Estado, y en los
que desde entonces solo hubo represión de todo tipo, en el territorio de la
provincia de León bajo su bota necesitaron los rebeldes establecer desde bien
pronto una extensa red de reclusorios en los que encerrar a los miles de
personas que no les eran afectos. Los ya existentes quedaron de inmediato
desbordados, y les fue preciso utilizar de nuevo otros, como el Cuartel de Santocildes, en Astorga, que ya se había usado como cárcel
para los apresados leoneses de la revuelta anarquista de diciembre de 1933 y
leoneses y asturianos de la socialista de 1934, y en la capital el renacentista
exconvento de San Marcos.
A medida que la guerra avanzaba se fue
convirtiendo la provincia en un importante centro de la retaguardia fascista,
tanto de tropas reclutadas que iban y venían de los frentes, como de reclusión
de presos refractarios al nuevo régimen y de prisioneros capturados o
presentados –desertados- en los frentes, de modo que a la altura del verano de
1937 ya funcionaban en la provincia además de las prisiones antes existentes (la
Provincial y otras 10 de Partido: Astorga, Ponferrada, Valencia de Don Juan,
Sahagún, Villafranca del Bierzo, La Vecilla,…) las
citadas de Santocildes y San Marcos, una y otra a la
vez campos de concentración de prisioneros de guerra, reclusorios a los que se
sumaban otros campos más: los de Santa Ana, el Colegio Ponce de León, y el
Hospicio, todos en la capital (con un censo de apresados sobrepasando a veces
la mitad de los 30.000 habitantes de la misma), en Astorga el campo también
llamado de Santa Ana (o La Pajera, añadido a las dos prisiones de la localidad
para casi superar entre todos ellos en población cautiva al censo de sus 8.000
pobladores de hecho), y el instalado en Valencia de Don Juan en los talleres
que se decían Casa Ponga, en el que se encerraba a unos 1.500 prisioneros, la
mitad de los que habitaban la villa. No tardaron en establecerse además no
menos de nueve Destacamentos Penales, en los que, sobre todo en las zonas
mineras, numerosos presos penaban trabajos forzados, y parecido número de
compañías de batallones de trabajadores (12 al menos) a cuyos prisioneros se
imponían similares labores en la comarca de La Cabrera y otras de la provincia.
Todo un auténtico “gulag”, tanto por sus dimensiones y extensión, como por las
penalidades y la dureza de las represiones que en aquellos antros se
perpetraban sobre tantos inocentes.
-¿Cómo terminaron los catalanes en ese lugar?
-Avanzado 1938, con las ofensivas de
los alzados en los frentes de Aragón, y ya a su mitad en los del Segre, Lérida, Balaguer, comienzan a
enviarse a prisioneros de guerra capturados o “presentados” en los mismos a
campos de concentración leoneses, cada vez más a medida que se van tomando en
la batalla del Ebro. Muchos de estos prisioneros eran catalanes, y de ellos
eran numerosos los pertenecientes a las que se llamaron “quintas del biberón” y
“del chupete”, que resultaron sobre todo en el Ebro tan diezmadas. Ya en
diciembre de 1938 y en enero y febrero de 1939, con la ofensiva final sobre
Cataluña y la retirada de los Ejércitos republicanos hacia Francia, en la que
los prisioneros pasaron de cien mil, repartidos por la amplia red de campos de
concentración de la España fascista, varios de aquellos miles, y otros muchos
que se repatriaron desde los “campos de arena” (y de la ignominia) franceses,
acabaron recalando en los campos establecidos en León.
A los anteriores se sumaban, desde que
en abril de 1938 los facciosos toman Lérida, centenas de presos que, juzgados y
condenados por consejos de guerra, son enviados a cumplir largas penas de
cárcel desde aquellos territorios, y muchos otros de Levante y otros muchos
lugares de la España “nacional”, en las prisiones leonesas, sobre todo en las
de San Marcos de León y Santocildes de Astorga
(Prisión Central ya por entonces), de las que muchos de ellos eran derivados a
otras, y a Destacamentos Penales, Campamentos de Trabajo, y Colonias
Penitenciarias Militarizadas de diversos lugares en los que redimían condena
por el trabajo forzado y casi esclavo para diversos estamentos públicos y
privados, en un ir y venir que constituyó lo que los propios penados
denominaban, con no poca sorna “turismo carcelario”.
-¿Cómo eran las condiciones del Gulag?; ¿y un
día a día?
-Comenzaremos por decir que eran
variables, dependiendo del reclusorio concreto del que se tratara. En general
muy aflictivas, predominando la crueldad en el trato a los cautivos y una
lastimosa situación en la que abundaban el hacinamiento, el frío, el hambre, la
carencia de higiene, y toda una serie de enfermedades y dolencias, mortales a
veces, derivadas de tales inhumanas condiciones, especialmente duras en
encierros como el de San Marcos, que se llevó la palma en cuanto a brutalidades
allí perpetradas, de las que aún hoy en tantas localidades españolas resuena
triste eco.
Hay que señalar que hubo otro lugar
entre los que componían aquel triste “gulag” que fue singular excepción a
aquella regla general de trato y condiciones denigrantes: el Campo de
Concentración de Valencia de Don Juan, en el que la cautividad y el régimen de
vida que los recluidos soportaban no fueron tan drásticos (al menos en su
última etapa) merced a cierta benevolencia desplegada por el militar que estaba
al mando, aunque, así y todo, el sufrimiento de los cautivos –incluido el
moral- no era poco (según anotaba Jaume Cusidó el
23-04-1939 en su Diario: “…esta vida de
prisionero que, aunque no estemos entre rejas, estamos separados de la restante
sociedad y moralmente abatidos porque la mayoría de nosotros no creemos ser
merecedores de una estancia tan larga como reclusos…”)
Entre los extremos de uno y otro
–mucho más cerca del primero- se hallaban todos los demás, como muestran
algunos de los numerosos y extensos testimonios espigados entre los que dejaron
parte de los muchos que los padecieron:“Los piojos,
los golpes, las palizas, el frío,… de San
Marcos, y que morían en él por las enfermedades y penurias media docena de
personas cada día”. “Las noches en San
Marcos eran de miedo: en todas ellas sacaban gente a fusilar. De carambola
estamos vivos. En la prisión de Valencia
de Don Juan llenamos la barriga con las sopas de ajo que nos dieron.
Después,... otra vez a pasar hambre” (según otro testimonio). El año y medio
pasado en la astorgana Prisión Central
de Santocildes, y que “fue peor que la muerte”.
La Prisión Provincial (“un antro de
desolación en el que nos trataban como si fuésemos animales; en muchas
ocasiones peor. Nos maltrataron con crueldad”, dirá una de sus presas). La “miseria común que a todos nos devoraba” en
el astorgano campo de Santa Ana –La Pajera,
“tan hambrientos que algunos comían crudas las berzas descuidadas de las
que los labradores suministraban para el rancho de los cautivos”. Santa
Ana de León, “lugar donde toda
ruindad y villanía tienen cabida, a pesar de que, como muchos otros, lleva
nombre de santos en la España que está luchando en una Cruzada contra los sin
Dios”, con San Marcos, “antros de
vileza e ignominia” en los que tantos “conocieron lo peor de la condición
humana”.
-Has escrito y colaborado con Lobo Sapiens más
de una vez y si lo sigues haciendo es porque ambas partes estáis cómodos, a
gusto…¿cómo es trabajar con esta editorial?
-Por
lo que a mí respecta, continúa siendo del todo satisfactorio publicar en una
editorial como Lobo Sapiens, modesta y de ámbito provincial, pero absolutamente
comprometida y militante con dos cuestiones que entiendo de suma importancia:
la recuperación de la memoria histórica de nuestro reciente pasado y su
difusión, y la de la específica y particular cultura leonesa. En ambas materias
el rescate y la siembra de conocimiento que desde Ediciones del Lobo Sapiens se
viene realizando resulta impagable, y en una y otra sobre todo debe mucho a la
editorial y a su responsable, José Antonio Martínez Reñones,
la provincia de León.
-Cuentas con el “aval” desde el prólogo del
historiador, investigador e hispanista Paul Preston, ¿qué nos puedes decir y
qué significa esto para ti?
Responderé con lo que figura en el
apartado de la Presentación y los Agradecimientos de este libro: “Debo
especial gratitud al egregio hispanista Profesor Sir Paul Preston por el
repetido y magnánimo regalo de su prólogo, que tanto representa y significa
para este modesto indagador que lo tiene por maestro de historiadores y que
sigue desde antiguo toda su fecunda e imprescindible producción
historiográfica”.
Por otra parte, se trata de la segunda -de mis tres obras publicadas-
que, como creo que bien dices, “avala” con su prólogo el eminente y reconocido
profesor, y, aún a riesgo de pecar de inmodesto, añado que creo que contar con
un prologuista de tal talla y prestigio viene a ser para el lector segura
garantía de estar ante un trabajo de una calidad más que notable. Por lo demás,
me limitaré a trasladar aquí lo que él apunta en el inicio del mismo: “Hace casi cinco años, escribí un prólogo muy
elogioso del segundo volumen del libro de José Cabañas, La Bañeza 1936. La vorágine de julio. Golpe y represión en la
comarca Bañezana (Los prolegómenos de la tragedia).
Como comenté entonces, él es uno de los historiadores locales sin los cuales no
sabríamos nada de las atrocidades cometidas en muchas provincias ni del
desarrollo bélico en ellas. Él pertenece al grupo de investigadores minuciosos
cuyos trabajos son imprescindibles,…”
-Su letra era clara, resuelta, práctica, pero
también bonita y un poco artística…¿crees que le
delataba como persona?...no sé, ¿se podría leer sobre su caligrafía?
-Se
nota en la presentación y redacción de los Diarios
de Jaume Cusidó Llobet la
minuciosidad inherente a su condición de contable jefe en la industria textil
en la que trabajaba en Sabadell. Denota también el modo en que los redacta –y
lo que cuenta- tratarse de una persona sólida, asentada (contaba 34 años; tenía
esposa y un hijo; había ejercido representación sindical y política), y serena.
No traslucen sus escritos extremismo ideológico alguno; al contrario, rezuman
bonhomía y una estoica aceptación –cristiana, podría decirse- de la injusticia
que inmerecidamente le toca padecer, acompañada de no menos fe y esperanza en
que la providencia divina y la justicia humana terminarán por imponerse para
hacer que cese aquella injusta situación en que se halla. Lo que, por cierto,
no sucedería, pues largo e intenso, y vengativo, era el afán del nuevo régimen
fascista y de quienes provechosamente lo sostenían en no dejar sin castigo ni
la más pequeña de las potenciales o reales disidencias.
-El proceso de documentación, investigación,
estudio, análisis, reflexión…seguro que es, otra vez, ingentes, ¿verdad?.
-Ciertamente, lo ha sido. Extensas han
sido tanto la documentación consultada y la investigación para localizarla,
estudiarla y relacionarla, al igual que la búsqueda de fuentes y datos para
contextualizar en las numerosas notas a pie de página que se incluyen los hechos
y las circunstancias a las que se alude en los muchos testimonios que de
padecimientos en el “gulag” leonés se recogen y en los Diarios que se muestran, que son, por cierto, dos: el del soldado
republicano Jaume Cusidó, y otro que como contrapunto
a aquel también se aporta, el que el soldado “nacional” Antonio Lobato Cabañas
(uno de los miles de jóvenes que en los pueblos de León, como en otros muchos,
fueron movilizados a la fuerza para su ejército por los rebeldes una vez que el
golpe de Estado triunfa) fue llevando entre julio de 1937 y octubre de 1938
mientras combatía en primera línea en el frente del Ebro y antes en otros de
Aragón. Ambos Diarios se complementan
entre sí y componen un vívido y muy cercano fresco de las penalidades y
tragedias de la guerra a un lado y al otro de las trincheras, y por lo que hace
al de Jaume Cusidó añadiré que, redactado en catalán,
realizar su traducción al castellano vino a sumar esfuerzos y labores añadidas
a las ya no pequeñas ni breves precisas para armar este libro.
-Cómo te lo has hecho?, ¿cuál es tu
metodología de trabajo?. .¿Cuánto
tiempo te lleva un trabajo así?
-En cierto modo, el camino se va
haciendo al andar. Como ya dije, trabajaba en otro asunto y una puntual
reflexión me hizo cambiar de planes. A partir de este punto, se trata de ir
elaborando la investigación iniciada de tal modo de la mejor manera posible,
haciendo intervenir y entreverar cuantas fuentes disponibles hacen al caso,
siempre tratando de ser preciso y minucioso, además de –por supuesto- riguroso,
en un proceso que requiere mucho tiempo y dedicación (más si le vas dando forma
en los ratos libres que te deja tu ocupación laboral; unos tres años me ha
llevado dar por rematado Convulsiones…).
Embarcado en la investigación, muchas
veces sobre la marcha unos descubrimientos te llevan a otros, en una labor que,
sobre todo, trata de saciar tu propia curiosidad sobre el asunto, fenómeno o
cuestión de que se trata, y en un camino en el que en ocasiones aclarar una
duda te suscita varios nuevos interrogantes, que tratas también de ir
resolviendo.
-Eliges una estructura sobretodo práctica para
ti como escritor e investigador, pero, también, muy, muy práctica para los
lectores y lectoras, ¿verdad?, explícanos por favor…
-Bueno, una vez decidido y definido, y
acotado espacial y temporalmente, el objeto de estudio e investigación, trato
de presentar sus resultados de modo centralmente cronológico, sin olvidar
contextualizar los hechos, generalmente locales, en el marco más amplio
–provincial, nacional, e incluso internacional a veces- en el que al mismo
tiempo están sucediendo otros que condicionan o explican aquellos. Este esquema
general no es rígido, y en ocasiones, en función del tema o asunto tratado, se
amplía, completa o matiza la narración en esa temporalidad del presente
avanzando o retrocediendo a tiempos pasados o futuros.
-El
epistolario siempre tiene un valor más que sugerente…es como un punto y aparte,
¿verdad?...es como adentrarte en la intimidad…aunque en las cartas de los
prisioneros de guerra se sabía que esa intimidad estaba en constante vigilancia…¿qué nos puedes comentar?
-Así es, efectivamente. Las cartas nos
permiten además atisbar las condiciones de la vida del día a día de quienes las
entrecruzan, a pesar de que, como era el caso, estuvieran sometidas a una
rígida censura militar, un hecho que, por cierto, podía ser aprovechado a
través de su lectura por el correspondiente censor para inclinar favorablemente
el ánimo de los represores hacia el cautivo destinatario de las misivas y
conseguir de este modo evitar o aminorar las represalias sobre el mismo. Creo
que así sucedía en algunas de las que su esposa enviaba al prisionero Jaume Cusidó, en las que incluía positivas valoraciones del nuevo
régimen destinadas sin duda a que se catalogara a él y a su familia como afectos al mismo por los organismos encargados de la
clasificación de los vencidos, una finalidad que desde luego no
conseguiría.
-Mientras estabas con este libro ¿has llegado
a pensar en cuántos más prisioneros realizaron el mismo ejercicio o parecidos
con dibujos, poemas o cualquier otra expresión…perdiéndose porque se perdieron
los manuscritos….al morir ellos y no decir dónde estaban estos manuscritos….?
-Como bien dice Sir Paul Preston en el Prólogo al referirse al Diario de Jaume Cusidó (aplicable a
cualquier otro documento manuscrito al hilo de los acontecimientos), “el haber sido escrito en el día a día lo
dota de un valor añadido porque no hay posibilidad de que el tiempo trastoque
los recuerdos”, como podría suceder con otras fuentes del conocimiento
histórico como las memorias, elaboradas posteriormente a los hechos de que
tratan. En relación con lo que apuntas, puedo decirte que en el libro se
recogen precisamente algunos testimonios de soldados republicanos que pasados
los años afirmarían en memorias u otras producciones haber llevado durante la
guerra algún dietario similar, deshaciéndose del mismo, dado el riesgo que
suponía que se lo hallaran en su poder, con ocasión de ser hecho prisionero por
las fuerzas sublevadas. Que no sucediera así con el de Jaume Cusidó, que arrostrando el mismo grave riesgo lo conservara
de manera que hoy podamos disfrutarlo como cercana y privilegiada fuente de la
historia de aquel tiempo, lo hace si cabe más valioso e importante.
-Esto debe crear cierto, o mucho, desasosiego,
¿verdad? porque sabes que hay tantos silencios que desatar… que descorrer…
-Pues sí. Porque por mucho que se
afirme que sobre nuestra última guerra civil y la posguerra está todo ya dicho,
la realidad nos muestra que aún es mucho lo que falta por descubrir y por
decir. Nos confirma este convencimiento el hecho de cómo vinimos a saber, ya en
el año 2006, de otra de las fuentes de parecida singularidad y valía recogida
en este mismo libro Convulsiones, el Diario
del soldado “nacional” Antonio Lobato, hallado entonces por mi paisano y buen
amigo Antonino González al expurgar papeles y trastos viejos destinados al
fuego en la casa campesina de su abuela. Estoy convencido de que aún quedan en numerosos
desvanes y trasteros de muchos viejos domicilios documentos parecidos, y de
hecho de vez en cuando alguno aflora y viene a regalarnos una nueva voz que
descorre y desata alguno de esos tantos silencios aludidos.
-Contestando en primer lugar a lo
segundo: Lo que –creo que no desacertadamente- hemos dado en caracterizar de
“gulag” en la provincia de León englobaba varios tipos de reclusorios del
franquismo, prisiones, destacamentos penales, colonias penitenciarias
militarizadas, campamentos de trabajo, campos de concentración, y lugares en
los que se desplegaban diversas compañías de batallones de trabajadores. Todos
ellos estaban destinados a contener a aquellos a quienes el nuevo régimen
represaliaba con encierro o confinamiento, y perseguían, además de clasificar y
separar a los desafectos en el caso de los campos de concentración, someter y
ahormar de entre estos a los considerados recuperables para el sistema fascista
impuesto por los alzados, aprovechando también mientras tanto para los fines
bélicos y otros su fuerza de trabajo casi esclava. En cuanto a los campos de
concentración franquistas, cabe decir que carecían del objetivo definido y
directo de exterminio de los en ellos destinados presente en algunos del
“gulag” soviético o del “stalag” nazi, lo que no
significa que no se dieran en abundantes ocasiones en algunos prácticas
auténticamente genocidas.
En cuanto a lo primero, decir que
siempre me cuesta mucho, y me resulta doloroso, prescindir de parte de la
información y de los datos acumulados para pergeñar mis obras, en aras de que
no se prolonguen indefinidamente y sobrepasen una extensión razonable. Así y
todo, me cuesta también, y no poco, dar por rematado y poner fin a un libro,
pues de algún modo se trata de obras “vivas” susceptibles de crecer con nuevos
aportes y conocimientos que se suman. En el caso de Convulsiones…, cuya primera edición apareció a primeros del pasado
julio, hemos tenido ocasión de sacar una segunda a finales de septiembre, y
tanto es así lo que antes te decía, que esta ha sido revisada y ampliada con
nuevos datos, parte de los cuales proceden (y esta retroalimentación me
satisface especialmente) de lo que nos cuentan algunos y algunas asistentes a
las presentaciones que del libro venimos realizando en diversos lugares de la
geografía leonesa y más allá. Esta nueva información añadida en la segunda
edición esta accesible, por cierto, desde el correspondiente enlace de mi web (www.jiminiegos36.com), y tengo que decir
que sería aún ampliada con nuevos datos sobrevenidos desde entonces si llegara
a existir una tercera.
-El día que llegó este libro a casa me
preguntaron, así de entrada—una visita que vino—“¿”Oye por qué se titula
“convulsiones”?”.En aquel momento no lo sabía, pero suponía…aunque le dije que te lo
preguntaría….
-Como más tarde habrás visto, me
pareció muy oportuno y adecuado titular este trabajo, que no hace sino mostrar
y hablar de una amplia serie de tragedias y padecimientos injustos soportados
por muchas personas –del común, personas corrientes- a un lado y a otro de las
trincheras –aunque fuera en muy diferente grado y modo mientras las hubo, y
sobre todo cuando dejó de haberlas- de una guerra que provocaron quienes se
alzaron en armas contra el legítimo gobierno, con la alusión que, teñida de
estoicismo, resignación y buenos deseos, hace después de tantas calamidades
sufridas el ya exprisionero de guerra Jaume Cusidó al final de su Diario,
en el que retornado por fin a casa con los suyos, anota, rematándolo, el 7de
mayo de 1939:
“Que
Déu vulgui que no es repeteixen semblants coses i que il·lumini als homes
perquè segueixin uns camins de pau
i comprenssió per tal d’evitar
aquestes convulsions que sempre acaben en tragedia………”
(“Quiera Dios que nunca se repitan semejantes
cosas, y que ilumine a los hombres para que sigan caminos de paz y comprensión
que eviten estas convulsiones que siempre acaban en tragedia……”(
-Amigo, en estos momentos, ¿en qué estás
trabajando?
-En la medida en que voy pudiendo, he
retomado el trabajo iniciado, como ya dije, en febrero de 2014 y que aparqué
más tarde para dedicarme al libro Convulsiones…
He vuelto a ocuparme de la obra Cuando se rompió el mundo. El asalto a la
República en la provincia de León, con la pretensión de que pueda estar
ultimada antes de que acabe este año 2020 y vea la luz como el libro que con
mayor detalle y extensión tratará hasta el presente de narrar el transcurso del
golpe militar de julio de 1936 en una amplia relación de ciudades, villas y lugares
de la provincia de León.
Por cierto, también en mi web www.jiminiegos36.com, en su portada, se
hallan enlaces a una buena colección de informaciones relacionadas con esta
obra Cuando se rompió el mundo….,
además de otros que dirigen a diverso contenido del que ahora nos ocupa, Convulsiones. Diario del soldado
republicano Jaume Cuidó Llobet (mayo 1938-agosto
1939). Prisioneros catalanes en el “gulag” de León.
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