La
Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Francisco
Espinosa, autor de “La columna de la
muerte. El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz. Edición
revisada” (Crítica)
Francisco Espinosa nos muestra en una edición
revisada cómo fue y cómo aconteció el avance del ejército franquista de Sevilla
a Badajoz.
Lo acaba de editar esta edición revisada
Crítica con un prólogo de Josep Fontana.
La sinopsis de este libro:
La columna de la muerte no
sólo nos descubre la dura realidad de la fase inicial de la guerra civil
española, hasta las sangrientas batallas de Badajoz, con un estudio minucioso y
desmitificador realizado pueblo a pueblo y con la aportación de nuevas
evidencias documentales, sino que renueva los estudios sobre la represión,
llevándolos más allá del debate sobre las cifras, para ahondar en su
naturaleza. Espinosa nos muestra que la represión no fue una consecuencia de la
guerra, sino una de sus razones explicativas fundamentales: que su aparente
irracionalidad cobra un nuevo sentido cuando advertimos que la violencia
formaba parte del proyecto inicial de los insurgentes, dispuestos a exterminar
a todos aquellos elementos de la sociedad española–políticos, sindicalistas,
profesionales, maestros...- que habían contribuido a articular la alternativa
reformista iniciada en 1931, que el triunfo electoral de 1936 podía volver a
poner en marcha. Es la naturaleza de la represión, mucho más que sus cifras,
por terribles que resulten, lo que hace de Badajoz un anticipo de Auschwitz.
El autor, Francisco Espinosa:
Francisco Espinosa Maestre (Villafranca de los Barros,
Badajoz, 1954), doctor en Historia e historiador. Por otra parte es autor de
diversos libros y artículos sobre la República, la guerra civil y la represión
franquista en el suroeste y sobre su memoria e investigación posterior. También
fue autor del Informe sobre la represión franquista entregado al juez Garzón y miembro de la comisión que
le asesoró en su iniciativa. Ha coordinado trabajos sobre las consecuencias del
golpe militar en todo el país, caso de Violencia Roja y azul. España,
1936-1950. Desde su fundación en 2005 y hasta 2010 fue coordinador
científico del proyecto Todos los Nombres. Entre sus obras destacan La
guerra civil en Huelva (1996), La columna de la muerte (2003), La
justicia de Queipo (2005), La
primavera del frente popular (2007), o Callar al mensajero (2009).
Nosotros ya hemos entrevistado una vez a
Francisco Espinosa con un libro pletórico:
Lucha de historias, lucha de memorias: http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/luchadehistorias.htm
También ha conversado con nosotros a raíz de
haber escrito El caso Rocío: http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/casorocio.htm
Cazarabet conversa con Francisco Espinosa:
-Francisco, estamos con un libro tuyo, La columna de
la muerte y ante una edición revisada. Lo primero que queremos
preguntarte con el paso del tiempo, respecto a aquella primera edición; es que
qué te hizo acercarte a esta especie de “red” de acontecimientos que hizo que
allá donde fue la Columna esta hubiese algo más que terror…
-Para buscar el origen
de La columna de la muerte debería de irme muy atrás. De mi familia
había recibido la versión franquista. Mi padre se incorporó muy joven a los
sublevados. Cuando acabó la guerra tenía 22 años. Cuando por algún motivo
íbamos a la ciudad de Badajoz entrábamos en ella por una de las puertas de sus
murallas, cuya bóveda tachonada de disparos había sido conservada así en
memoria de la ocupación de la ciudad. En mi pueblo vi durante muchos años la
lápida con los nombres de los caídos, pero solo muchos años después supe que ni
uno de ellos había encontrado la muerte en la localidad. Finalmente cuando pasé
a estudiar en Sevilla recorrí cientos de veces sin saberlo la ruta de la
Columna de la Muerte. A todo esto hay que añadir las lecturas: El laberinto
español de Gerald Brenan, las historias de la
guerra civil de Hugh Thomas o Gabriel Jackson o El
mito de la cruzada de Franco de Herbert Southworth.
Todo esto influyó en mi interés por el tema.
-Dedicas el libro a Luis Pla y también a todos aquellos periodistas que, de
alguna manera, retrataron el paso de la Columna que comandaba Yagüe hasta
llegar a Badajoz donde bárbaramente se explayó con el terror, la muerte y la
represión más indiscriminada… ¿Les dedicas el libro a ellos porque sin ellos la
historia o parte de esta historia no se hubiese conocido y aquello que no se
conoce pues es como si no hubiese pasado?
-Los periodistas
aparecen en la dedicatoria desde la primera edición. Fue tan importante su
papel que creo que era de justicia destacarlos. Luis Pla falleció hace poco y
su muerte nos afectó a todos los que lo conocimos. Él fue memoria viviente de
lo ocurrido en Badajoz. Su padre y su tío, representantes de la burguesía
republicana, fueron asesinados a los pocos días de ocupada la ciudad. Los
asesinos pusieron pretextos varios pero la verdad es que fueron eliminados por
ser de izquierdas y porque los fascistas no podían soportar que personas como
ellas no estuviesen de su lado. Luis siempre ayudó a quienes se acercaron a él
en busca de su testimonio, incluso a los que no llevaban buenas intenciones y
justificaron el asesinato de sus familiares.
-¿El concepto de Franco y de Yagüe era el de la eliminación el exterminio
de todos y todas los que no pensasen como ellos o compartiesen sus ideas?
-Los militares que
participaron en la trama golpista, con Mola en cabeza, estaban convencidos de
que la resistencia sería importante, razón por la que ya en la preparación del
plan y a través de las instrucciones de Mola previeron el recurso sistemático a
la violencia para imponerse mediante el terror. Y esto lo decidieron a
sabiendas de que a la República le llevaría cierto tiempo recuperarse del golpe
y organizar las fuerzas que deberían defenderla y en la seguridad de que las
fuerzas de choque del Ejército con sede en el norte de África no tendrían
oponente en su recorrido hacia la capital. La mezcla de estos factores pone en
evidencia que lo que habían planificado era simplemente un plan de exterminio
que pusiera fin para siempre a los deseos reformistas de la mayoría social
española.
-Esa manera de concebir la guerra ¿les venía un poco de los nazis, hasta
qué punto importaron ciertas ideas?
-En realidad el
Ejército ya tenía práctica en esta tarea desde mucho antes a causa de las
guerras coloniales que tuvieron lugar en el norte de África y que culminaron
durante la dictadura de Primo de Rivera. Se trató de una guerra sin límites
tanto por las cotas de crueldad alcanzadas como por el uso de gases tóxicos.
Los militares formados en aquellas guerra terrible
suelen denominarse “africanistas”. Estas guerras además favorecieron ascensos
fulgurantes. Pero el antecedente anterior al golpe militar se dio poco antes,
en 1934 con motivo de la revolución de octubre, con Franco al frente del
gabinete militar del Ministerio de la Guerra y con Yagüe al mando de la Legión
y el Tercio enviados a Asturias. La derecha observó con complacencia para qué
podía servir el Ejército de África.
-¿Marcó esta columna y marcaron los hechos acaecidos en Badajoz un antes y
un después en el concepto y/o manera de contar las historias de la guerra para
los corresponsales? Y ¿hasta qué punto?
-El golpe militar del 36
y su derivación en guerra civil convirtieron a España en un país observado por
el mundo. Es importante señalar que se vivía en plano ascenso de los fascismos
y que desde un principio tanto Alemania como Italia consideraron a España como
una punta de lanza para la causa fascista. Corresponsales de todo el mundo se
desplazaron a España para contar qué estaba pasando. La lucha entre fascismo y
democracia lo impregnaba todo. Información y propaganda jugaban un papel muy
importante. En el caos de los primeros meses algunos periodistas pudieron
contar y fotografiar lo que estaba pasando. El poder de estas crónicas e
imágenes era tal que rápidamente los militares golpistas crearon gabinetes de
censura y dieron a conocer rígidas normas sobre esta cuestión.
Pero ocurrió que al
ser el inicio del conflicto los golpistas tardaron un poco en controlar a los
corresponsales y a las agencias. En cuestión de semanas todas las fotografías
debieron pasar por el gabinete de censura militar. Quizás el caso más conocido
sea el de Badajoz tras su ocupación el 14 de agosto de 1936 con las crónicas de
Mario Neves y las imágenes de René Brut.
-Si lo marcó en el mundo de la crónica y del periodismo, también debió
marcarlo en el mundo de la propia guerra; ese querer implantar terror por el
simple hecho de implantarlo cómo crees que afectó al “concepto de hacer la
guerra”?
-En muchos aspectos la
guerra española fue un primer ensayo de la II Guerra Mundial. Lo que la
diferenciaba es que su origen estuvo en un golpe militar. Desde el 17 de julio
de 1936 en el norte de África y el 18 en la península el golpe inició su
recorrido. A las fuerzas africanas se fueron uniendo los regimientos sublevados
del suroeste. El éxito del golpe en Sevilla resultaba clave. Sin la combinación
Ejército de África/Sevilla difícilmente hubiera triunfado. El 18 de julio son
varios miles de personas las que actúan al servicio del golpe y cuando los
sublevados partieron hacia Mérida a comienzos de agosto entre las tres columnas
sumaban en torno a diez mil personas. Durante meses el enemigo de los
golpistas, a falta de un ejército en frente, fue la población civil, que fue
diezmada a lo largo del recorrido a golpe de bandos de guerra, es decir, a
capricho de los militares fascistas. Esta fase tuvo su fin el 7 de noviembre
ante las puertas de Madrid con un estrepitoso fracaso por parte de los
golpistas. Solo a partir de entonces cabe hablar de lo que solemos entender por
guerra.
España se convirtió en
campo de pruebas para Alemania e Italia, ya que ambos países se implicaron
desde el principio enviando armas y hombres. Fueron numerosos los bombardeos en
que participaron al frente de sus aviones. Sirvan de ejemplo, entre otros, los
que realizaron sobre el País Vasco y sobre Cataluña.
-Hablemos un poco de esta edición revisada, ¿qué nos
aporta de nuevo que no lo hacía la primera de 2003?
-Esta 6ª edición,
aparte de un nuevo prólogo, aporta varios centenares de casos de personas
asesinadas por los sublevados proporcionados por los propios familiares desde
que salió la primera edición de 2003, incorpora numerosas notas aportando
nuevas informaciones y actualiza anexos como el dedicado a la historia de la
fotografía de portada. Se trata de la imagen de un grupo de personas asesinadas
en la calle Carnicerías de Talavera de la Reina tras la irrupción de Yagüe, de
la que se puede decir que ya conocemos su historia completa desde el origen del
hecho por un testigo hasta la identificación del autor de la foto, que no es
otro que Roland Strunk, el
jefe del espionaje nazi en España
-Después del terror, de la muerte, de la represión de todo tipo queda ese
miedo recogido; queda ese escarmiento que se arrastra
años y años y que tiene a toda una población civil agazapada en un silencio que
solapa su propia libertad, ¿Qué nos puedes reflexionar?
-Tras la gran matanza
que comenzó en el 36 y se extendió hasta finales de los años 40 y comienzos de
los 50 los vencidos, en su mayoría jornaleros, quedaron en situación de
esclavitud al servicio de la propiedad y de los sectores emergentes al servicio
del fascismo. La situación fue durísima y los pueblos se convirtieron en
auténticas ollas a presión donde los vencidos tuvieron que aguantar todo lo que
les vino encima. Esto solo empezó a superarse cuando a mediados de los 50
comenzó el fenómeno de la emigración. Badajoz perdió para siempre a cientos de
miles de personas que buscaron una nueva vida en zonas industrializadas del
país y también en la Europa de posguerra. Fueron condenados a vivir el desgarro
de abandonar pueblo, familia y amigos, pero al mismo tiempo encontraron la
manera de vivir lejos de donde tanto habían sufrido y pudieron pensar en otra
vida para ellos y sus hijos.
El miedo nunca se fue
de los pueblos. Los vencedores nunca permitieron a los vencidos ser sus
iguales. Los pueblos se llenaron de símbolos que recordaron constantemente la
victoria. Una generación tuvo que callar el terror vivido para que la siguiente
pudiera integrarse normalmente en la vida. Los responsables del terror, los
ejecutores y los que aplaudían nunca tuvieron que rendir cuenta alguna. Hasta
tal punto preocupaba esto que antes de la Constitución se aprobó la amnistía
que borraba “todos los actos de intencionalidad política, cualesquiera que
fuese su resultado”. Al cerrarse en falso este asunto sin pasar por la
justicia, el miedo quedó para siempre y la impunidad se hizo norma.
-De vital importancia son los testimonios que presenciaron y vivieron
aquellas barbaries…
-La historia oral
podría haber tenido un papel más importante. Entre las razones para que esto no
sea así está el miedo a hablar. Unos no querían hablar y otros no querían
grabadora ni que apareciese su nombre. Por otra parte hubo dos factores
negativos para la historia oral: la larga duración de la dictadura y
estrechamente unida a ella el rechazo al pasado por parte de la UCD y, sobre
todo, por el PSOE. Muchos mayores sintieron que su testimonio no interesaba a
nadie, empezando por sus propios hijos o nietos. Sus notas, documentos y
fotografías acabaron en la basura. Cuando a comienzos de la década pasada
surgió el movimiento pro memoria la mayoría de ellos ya habían muerto.
-¿Qué perfil podemos hacer de los que perecieron bajo la Columna de la
muerte?
-En una sociedad
marcadamente agrícola las víctimas del terror fascista fueron en general jornaleros.
La clase media era casi inexistente. El objetivo de los represores era acabar
con la experiencia republicana y sus protagonistas, como dijo un cura de Huelva
en un sermón, hasta la raíz. De modo que el grupo a eliminar lo fue por su
papel en los años anteriores. Fue el caso de alcaldes, concejales,
sindicalistas o simplemente funcionarios. Se fue especialmente duro con algunos
colectivos como los relacionados con la enseñanza, el ferrocarril o con los
militares que se mantuvieron fieles a la legalidad. La purga también afectó a
personas en mejor posición social como médicos, farmacéuticos e incluso
propietarios e industriales bien por su compromiso con la República o
simplemente por tener mayor conciencia social. Pero debe quedar claro que un
65% de las víctimas eran jornalero, braceros, yunteros, etc. Con ellos también
desapareció para siempre el sueño de justicia que representó la reforma
agraria.
Fueron asesinadas
igualmente cientos de mujeres por su protagonismo sindical o político, por ser
familiares de izquierdistas que habían huido o simplemente por quejarse o pedir
explicaciones de lo que estaba pasando. Los hombres habían huido en la
seguridad de que los sublevados respetarían a sus familias, pero la realidad
fue que la mujer quedó en total indefensión ante la realidad que se impuso por
la violencia y el terror. La ocultación de la represión afecta aún más a las
mujeres que a los hombres. Estos casos que afectaron a mujeres de todas las
edades fueron especialmente dolorosos para las familias. Se vieron sometidas a
todo tipo de humillaciones: rapado de la cabeza, purgas de ricino, mano de obra
esclava, abusos de todo tipo, violaciones y asesinatos. El sufrimiento se
alargaba para las familias por el tratamiento que el morbo fascista daba a cada
uno de estos hechos.
-¿Qué hombres, qué retrato de ellos podríamos realizar, me refiero de los
que asaltaron Badajoz (y los pueblos camino de Badajoz desde Sevilla) a los
órdenes de Yagüe?; ¿qué importancia tenía en que fuesen fuerzas africanistas,
muy expertas en las tensiones en que vivían en Marruecos?
-El Ejército de África
estaba formado por fuerzas mercenarias a las que daba igual tomar al asalto una
aldea rifeña que un pueblo extremeño. Ese fue el resultado de la larga guerra
colonial: crear un ejército que había que mantener y cuya fidelidad se limitaba
a obedecer a sus mandos. Moros y legionarios fueron trasladados a Jerez y
Sevilla por miles a partir del 17 de julio y a lo largo de varios meses. Ellos
fueron las fuerzas de choque en el avance hacia Madrid. Para compensar el
escaso sueldo que recibían se les permitió robar lo que les apetecía durante el
tiempo que permanecían en cada lugar. Se les utilizó para integrar los piquetes
de fusilamiento y en ocasiones se les permitía acometer ciertos excesos.
Junto a ellos iban
militares y civiles militarizados que veían e incluso anotaban en sus diarios
las barbaridades que cometían, permitiéndose así pensar que ellos no eran
iguales. No hay que olvidar que moros y legionarios eran meros ejecutores de lo
que les ordenaban los militares o la Guardia Civil.
-¿Por qué el franquismo se ceba tanto en Extremadura, en concreto en
Badajoz y provincia?
-Badajoz era una
provincia marcadamente de izquierdas y de predominio socialista (me refiero al
socialismo surgido a fines del XIX y aniquilado a partir de julio de 1936). Era
una de esas provincias donde las elecciones democráticas dejaban en minoría a
la derecha, que era consciente de que por esa vía nunca recuperarían el poder
perdido en 1931. La derecha no podía soportar ver los lugares de poder que por
tradición les pertenecían ocupados ahora por obreros, ni que en decisiones que
afectaban a sus intereses intervinieran personas ajenas a su medio. Por si
fuera poco Badajoz fue provincia piloto en la aplicación de la reforma agraria.
Se trataba de una ley de carácter reformista que para la derecha constituía una
agresión sin igual. La República buscaba mediante la justicia social dar un
medio de vida a la mayoría de la población, privada del único medio que le permitiría
vivir con cierta decencia: la tierra. En tercer lugar los sublevados nunca
perdonaron el fracaso del golpe en Badajoz. Los que había logrado controlar a
la Guardia Civil sublevada y deshacer la trama golpista, por endeble que fuera,
debían pagarlo. Y finalmente las fuerzas militares leales al gobierno y los
milicianos ofrecieron una resistencia que fue aplastada brutalmente para que
sirviera de aviso.
-Háblanos un poco. ¿Y el proceso de documentación que, tanto en la primera
edición como ahora, marcan un antes y un después en la manera de estudiar
ciertos episodios de la Guerra Civil?
-El avance de las
columnas desde Sevilla no había sido apenas estudiado y lo que había procedía
en general de la historiografía franquista. Me sirvió especialmente haber
realizado ya anteriormente un estudio similar sobre la provincia de Huelva. Las
fuentes básicas fueron los archivos municipales, la documentación militar
(Madrid/Ávila/Segovia), la Causa General (Madrid) y los libros de defunciones
de todas las localidades investigadas. Finalmente pude también contar con la
documentación procedente del Archivo del Tribunal Militar Territorial de la
Segunda División (Sevilla). Esta documentación judicial militar, abierta a la
investigación en 1997, resultó clave por el hecho de que, aunque Badajoz
pertenecía a la Primera Región Militar, los procedimientos abiertos tras la
ocupación de la zona fueron instruidos desde Sevilla. Todo ello permitió hacer
un trabajo que ofrecía una visión amplia y detallada de los meses posteriores
al golpe en la zona central y occidental de Badajoz, que a su vez sirviera de
base para acometer monografías locales que profundizaran en cada
lugar.
-¿Y las dificultades para poder escribir este libro tan potente desde la
raíz? Coméntanos, por favor.
-La investigación se
llevó a cabo entre 1998 y 2002. Estos empeños nunca ha sido fáciles en nuestro
país dada la actitud contraria a facilitar documentos
por parte de los organismos e instituciones que los controlan. Planteaban
problemas el número suficiente de alcaldes y secretarios, personal judicial,
responsables de archivos del Estado y militares como para convertir la
investigación en una carrera de obstáculos. No exagero si digo que después de
cada una de estas investigaciones cabría escribir otro libro contando las
vicisitudes que ha acarreado y dando los nombres de los funcionarios que
intentaron obstruir la investigación. La responsabilidad no es solo de ellos
sino de quienes elaboran leyes y normativas ambiguas que les permiten elegir
entre ser partidarios de la libertad de información o de la restricción en el
acceso a los documentos.
Los archivos españoles, tanto
civiles como militares o eclesiásticos, salvo excepción, no han superado aún la
situación de anormalidad en que se encuentran desde la transición. Tampoco
Cultura parece tener muy claro el papel relevante que juegan los archivos en
una sociedad democrática. Bastará con decir que importantes fondos documentales
relativos a nuestra historia reciente y concretamente a la etapa 1931-1967 (fecha
tope por ahora del plazo legal de consulta: 50 años) siguen ocultos. De esta
situación son víctimas los usuarios, los funcionarios y la sociedad española,
mantenida en la ignorancia por decisión de sus propios gobiernos.
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La columna de la muerte.
El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz. Edición revisada. Francisco Espinosa. Prólogo de Josep Fontana
580 páginas 15,5 x 23 cms.
19.90 euros
Crítica
La columna de la muerte no sólo nos descubre la dura realidad de la fase inicial
de la guerra civil española, hasta las
sangrientas batallas de Badajoz, con un estudio minucioso y desmitficador
realizado pueblo a pueblo y con la aportación
de nuevas evidencias documentales, sino que renueva los estudios sobre la represión, llevándolos
más allá del
debate sobre las cifras, para ahondar en su naturaleza. Espinosa nos muestra
que la represión no fue una consecuencia de la
guerra, sino una de sus razones explicativas fundamentales y que su aparente
irracionalidad cobra un nuevo sentido cuando advertimos que la violencia
formaba parte del proyecto inicial de los insurgentes. Es la naturaleza de la represión, mucho más
que sus cifras, por terribles que resulten, lo que hace de Badajoz un anticipo
de Auschwitz.
Leer
primer capítulo
Francisco Espinosa Maestre (1954) es historiador. Pertenece al grupo de
investigadores que desde los años 80 renovaron el estudio de la guerra civil y
penetraron por primera vez en su capítulo más negro: la represión. Entre sus
trabajos hay que señalar “Sevilla, 1936. Sublevación fascista y represión”
(1990), La guerra civil en Huelva (1996), “Julio del 36. Golpe
militar y plan de exterminio”, ensayo incluido en la obra colectiva coordinada
por Julián Casanova Morir, matar, sobrevivir (Crítica, 2002), La
columna de la muerte. El avance del ejército franquista de Sevilla a
Badajoz (Crítica, 2003), La justicia de Queipo (Crítica,
2005), Contra el olvido. Historia y memoria de la guerra
civil (Crítica, 2006), La primavera del Frente Popular. Los
campesinos de Badajoz y el origen de la guerra civil (Crítica, 2007)
y Callar al mensajero. La represión franquista, entre la libertad de
información y el derecho al honor (2009).
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