La
Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Juan Antonio
Ríos Carratalá, autor de “Nos vemos en Chicote. Imágenes del cinismo y el silencio en la cultura
franquista” (Renacimiento)
Un libro
de Juan Antonio Ríos Carratalá que se sumerge en el
franquismo desde “la variante” de la cultura…
Cuando el
“mundo cultural”, desde la mirada del autor se “vestía y revestía” de cinismo y
silencio en pleno “rodillo franquista”.
Nos vemos
en Chicote se encuentra dentro de la colección, de Renacimiento, Los Cuatro
Vientos.
Lo que
nos dice la editorial:
La memoria histórica acerca del franquismo olvida a menudo
que la existencia de víctimas presupone la de sus verdugos. El retrato de estos
representantes de la dictadura en ámbitos como el de la justicia militar es
complejo, pero este ensayo presenta varias trayectorias de quienes firmaron
sentencias de muerte a cambio de un puesto en el escalafón de los funcionarios.
El juez Manuel Martínez Gargallo, un antiguo humorista del 27, es el protagonista
de lo sucedido en el Juzgado Especial de Prensa (1939-1941). No obstante, esta
comedia coral en torno a la banalidad del mal cuenta con un extenso reparto de
personajes cuyas paradojas hoy parecen insólitas.
Juan Antonio Ríos Carratalá:
Date una vuelta por su web: http://rioscarratala.com/
Interesante:
http://www.cervantesvirtual.com/FichaAutor.html?Ref=2450
El mítico
Pedro Chicote y su bar…
https://es.wikipedia.org/wiki/Perico_Chicote
Ahora el
bar es un Museo:
https://es.wikipedia.org/wiki/Museo_Chicote
Cosas interesantes,
enlaces que te pueden interesar:
http://www.memoriademadrid.es/buscador.php?accion=VerFicha&id=38171
La
noticia de su muerte, recogida por EL PAIS:
http://elpais.com/diario/1977/12/27/ultima/252025201_850215.html
El bar
Chicote abre en el año de la proclamación de la República:
http://www.nuevatribuna.es/articulo/cultura---ocio/primero-mayo-1931/20150225110701112940.html
Cazarabet conversa con Juan Antonio Ríos Carratalá:
-Juan Antonio, dinos ¿por qué
dedicas una investigación tan minuciosa al mítico Chicote de la Gran Vía
madrileña? ¿Qué ha sido lo que te ha llamado tanto la atención?
-A pesar
del título, el establecimiento de Perico Chicote no es el centro de la
investigación, sino un referente del cinismo y la doble moral que predominaron
entre quienes ejercieron la represión durante la etapa más oscura del
franquismo. Uno de los protagonistas de la investigación, el juez Manuel
Martínez Gargallo, era un habitual de las tertulias y los grupos como los que
se reunían a menudo en el Chicote, junto a «la flor de la intelectualidad» y
las prostitutas de postín.
-¿Por qué Chicote se convirtió en una especie de
«nudo gordiano» de encuentros de toda clase y de gente variopinta?
-El cinismo
del franquismo no tiene límites y, mientras se imponía la moral del
nacionalcatolicismo al conjunto de la población, el propio régimen permitió
para un grupo selecto de sus partidarios establecimientos como Chicote, donde
se podía traspasar los límites de lo establecido en términos morales. El
atractivo de estos lugares era evidente, pero estaban reservados a personas
adineradas, poderosas o que, por pertenecer al mundo de la farándula o
similares, pudieran acercarse a ese ámbito del poder.
-¿Era el lugar más cosmopolita de Madrid?
-El
Madrid de la autarquía y el cosmopolitismo son dos realidades antagónicas. Yo
lo considero como un selecto aliviadero para las tensiones generadas por la
rigidez mental y moral del franquismo.
Me
imagino que Chicote, como casi todos los que regentan bares, cafeterías y
similares, debería cultivar el arte de la discreción y que ahí reside parte de
su éxito…
La
discreción es una obligación en una relación presidida por el cinismo. El
régimen sabía perfectamente que en el establecimiento se ejercía la
prostitución o se comercializaba al margen de la ley con productos como la
penicilina, pero miraba para otro lado y estaba seguro de que Perico Chicote,
como beneficiario de esta situación, no iba a romper su silencio.
-Discreción y el saber mantener una conversación acerca de muchas
cuestiones, pero sabiendo, siempre, cuando o hasta cuando puedes hablar…
-Perico
Chicote no hablaba, sino que escuchaba mientras sonreía. Y se llevó a la tumba
todos los secretos de aquel establecimiento, donde se permitía lo prohibido con
la condición de que los beneficiarios fueran adictos al franquismo, incluidos
los que nunca llevaron camisa azul porque eran partidarios de otras modas más
elegantes.
Hay que
saber callar, utilizar el cinismo y hasta ciertas dosis de hipocresía y eso
abundaba en el Chicote, donde iba lo más granado de una sociedad que allí se
exhibía con sus mejores talantes, alegre y hasta campechana, cuando estaba
tomando todos los días decisiones que mantenían el franquismo con la represión,
el escarmiento y el miedo metidos entre la ciudadanía…
Este
contraste era silenciado y ni siquiera se lo planteaban porque podría haberles
traído problemas de conciencia, que salvo en personas íntegras como Dionisio
Ridruejo no abundaron entre los franquistas. El beneficio de ser un
privilegiado dentro del régimen se imponía a cualquier posible duda y
erradicaba los escrúpulos de conciencia.
-Entre los casos que has estudiado y las
circunstancias y situaciones que has podido investigar, ¿qué puntos de
convergencia solían mostrar?
-He
analizado, sobre todo, los procesos instruidos por el Juzgado Especial de
Prensa (1939-1941) y la nota común es la especial inquina contra los
periodistas y quienes ejercieron la libertad de expresión durante el período
republicano. La represión franquista se cebó en «las tres p» -políticos,
policías y periodistas-, pero hasta ahora los propios periodistas de la
democracia lo han ignorado en buena medida y desconocen la participación de,
por ejemplo, la APM en estas tareas de la represión.
-¿Cuál de ellos te ha llamado más la atención?
-No hay
víctimas sin verdugos y, a partir de esta obviedad, me he centrado en estos
últimos, sobre todo en el juez Manuel Martínez Gargallo, que pasó de ser un
humorista de la generación del 27 a presidir el Juzgado Especial de Prensa,
donde llegó a procesar a sus antiguos compañeros, incluidos los amigos y
quienes le habían ilustrado sus propios cuentos humorísticos.
-Juan Antonio, me da la impresión de que el proceso
de documentación para sacar adelante este libro ha debido ser la mar de
entretenido, pero muy, muy laborioso…
-En
efecto, las trayectorias eran tan insólitas y llamativas que me impuse la
obligación de documentarlas hasta el más mínimo detalle para evitar la sensación
de lo inverosímil. He trabajado fundamentalmente en archivos militares, donde
todavía quedan por descubrir muchas historias insólitas que parecen sacadas de
la más pura ficción.
-¿Y la metodología de trabajo? ¿Qué proceso sueles
seguir?
-La
ventaja de ser un investigador con treinta años de experiencia es que te
permite trabajar sin necesidad de plantearte demasiadas cuestiones
metodológicas, aparte de imponerte el criterio del rigor y la exhaustividad
para respetar al lector del libro. Soy un historiador a la antigua usanza y
sólo creo en quienes nunca se levantan de la silla hasta que consultan y
contrastan todas las fuentes. Una vez realizado este trabajo, el desafío es
contárselo al lector utilizando un estilo que sea sugerente, de ahí la
utilización de recursos humorísticos e irónicos que están muy presentes en este
libro.
-Amigo Juan Antonio, ¿nos puedes dar alguna pista
sobre si ya estás con algún otro proyecto?
-Actualmente
estoy ultimando la edición de las memorias carcelarias del periodista Diego San
José con la ayuda del archivo familiar, donde hay abundante documentación de
interés. Renacimiento sacará este mismo año una edición de esas memorias.
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Nos vemos en Chicote.
Imágenes del cinismo y el silencio en la cultura franquista. Juan Antonio Ríos Carratalá
316 páginas 15 x 21 cms.
20.00 euros
Renacimiento
La memoria histórica acerca del
franquismo olvida a menudo que la existencia de víctimas presupone la de sus
verdugos. El retrato de estos representantes de la dictadura en ámbitos como el
de la justicia militar es complejo, pero este ensayo presenta varias
trayectorias de quienes firmaron sentencias de muerte a cambio de un puesto en
el escalafón de los funcionarios. El juez Manuel Martínez Gargallo, un antiguo
humorista del 27, es el protagonista de lo sucedido en el Juzgado Especial de
Prensa (1939-1941). No obstante, esta comedia coral en torno a la banalidad del
mal cuenta con un extenso reparto de personajes cuyas paradojas hoy parecen
insólitas. Sin renunciar a la ironía y el humor compatibles con el rigor del
dato, las trayectorias de algunos olvidados jueces, periodistas, militares…,
incluso autores de zarzuela, nos recuerdan que la ficción de un franquismo sin
franquistas también se basa en el silencio y el cinismo que imperaban en
espacios como el Chicote de la Gran Vía madrileña.
Juan Antonio Ríos Carratalá es catedrático de
Literatura Española en la Universidad de Alicante, premio de la Crítica
Valenciana (2013) y especialista en temas relacionados con el humor, la memoria
histórica y el papel de la ficción en la misma. Entre sus últimos libros
destacan Una arrolladora simpatía: Edgar Neville
(Ariel, 2007), El tiempo de la desmesura (Barral y Barril, 2010), Hojas
volanderas. Periodistas y escritores en tiempos de República (Renacimiento,
2011), Usted puede ser feliz. La felicidad en la cultura del franquismo (Ariel,
2013), Quinquis, maderos y picoletos (Renacimiento,
2014) y La mirada del documental. Memoria e imposturas (UA, 2014). Más
información en http://varietesyrepublica.blogspot.com/
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