La
Librería de Cazarabet
Cazarabet conversa con... Ángel Gracia,
autor de "Campo Rojo" (Candaya)
La
magistral, valiente y desafiante novela de Ángel Gracia.
La
narrativa de Gracia crece exponencialmente y con un tratamiento creativo que nos
reconcilia con una narrativa pura, pero sin dejar de entretenernos. Belleza en
la escritura.
Aquello
que nos dice la editorial:
El Campo
Rojo es un descampado parecido a Marte, asfixiado por la contaminación de las
fábricas. Ahí acuden los chavales de la banda del Farute
a jugar a los fusilamientos, a esnifar pegamento y a meter mano a las chicas.
El poder de los matones se extiende por las aulas frías y hostiles del colegio.
Los alumnos viven aterrados: tienen once o doce años y no hay nadie que los proteja. Todo
lo observamos a través de los cristales hiperbólicos del Gafarras,
el cuatroojos empollón de la clase, que sobrevive
callando, repitiendo a diario los mismos gestos rituales y gracias a la fuerza
secreta que lo sostiene: su odio infinito.
El maltrato
de niños a otros niños es la herida y el hematoma central de esta narración, a
menudo despiadada. Los pasajes llenos de ternura y el humor (por momentos
salvaje e hilarante) son apenas una venda que oculta pero no cura. Los libros,
los sueños y las fantasías infantiles se convierten en la única vía de escape
de la mente erosionada del Gafarras. En sus ojos
vemos escrita una fatalidad inminente. El Mal habita por igual en verdugos y
víctimas.
"Campo
Rojo retrata una adolescencia de provincias que a muchos nos resulta
conmovedoramente reconocible, con la distancia justa entre el pudor y la
recriminación." Alberto Olmos.
Ángel Gracia nació en Zaragoza en 1970. Ha trabajado en bibliotecas, quioscos,
librerías de todo tipo (ambulantes, independientes y de grandes almacenes),
como corrector y, desde 2005, como programador cultural.
Es autor
de los libros de poesía Valhondo (2003), Libro
de los ibones (2005) y Arar (2010), que forman una
trilogía unitaria. Ha publicado la novela Pastoral (2007) y el
libro de viajes Destino y trazo. En bici por Aragón (2009),
una recopilación de artículos publicados en Heraldo de Aragón entre
2007 y 2008.
Excelente
libro que ha dejado excelentes y particulares “criticas” o “miradas”:
http://lareplica.es/campo-rojo-angel-gracia-desmitifica-la-infancia/
Cazarabet conversa con Ángel Gracia:
(fotografía de Columna Villarroya)
-Ángel, estamos ante una obra que,
creo, debería en un tiempo más o menos próximo marcar un antes y después. En la
narrativa creo que das un salto cualitativo muy contundente como un golpe de
autoridad sobre la mesa y en los “tempos” de cada capítulo y de cada personaje,
así como del conjunto de la narrativa es que lo clavas… ¿Qué es lo que te lleva
a construir una historia que pone a la infancia y al acoso en el punto de mira?
¿Cuánto tiene “de verdad”, de casos que has visto… más o menos de cerca…?
-Además del ambiente de
violencia verbal y física, lo que más me impresionaba de niño era el afán (casi
siempre patético) de todos los chavales por formar parte de la banda de los
matones. Como casi todos eran rechazados, los pobres intentaban adaptarse,
cambiando incluso su forma de ser: fingían, mentían y, sobre todo, pegaban e
insultaban a otros chavales más débiles, para ser aceptados por los chulos.
Eran capaces de vender su alma solo para ser sus amigos.
El
grupo integra y segrega injustamente, es arbitrario en su selección, contra eso
no se pueda luchar. Pero se puede estar solo, por las circunstancias que sean,
y sobrevivir. Se puede vencer el darwinismo social. ¿Para qué quieres tener
amigos que se rían de ti, que te humillen, que te insulten, que te anulen?
Mejor olvídate de ellos y lee un libro, toca la guitarra, nada sin descanso
hacia la siguiente isla.
-Se dice que la inocencia está más que
nada presente en la infancia… bien, no voy a entrar en valoraciones, pero yo
creo que la infancia es tiempo de construcción y en toda construcción humana
hay tiempo para la inocencia, pero también para la crueldad… ¿qué nos puedes
decir?
-La inocencia y pureza de la
infancia ocupan un lugar destacado en el pódium de tópicos odiosos. La
literatura, pobrecilla, lleva siglos intentado desmontarlo, pero nosotros
seguimos alimentando esa idea recibida y sin contenido real. Cuando recordamos
nuestra infancia suspiramos siempre con nostalgia y ese suspiro apesta a
autocompasión. Qué felices éramos. Cuántos amigos teníamos. Pero sabemos que no
fue así. Muchas personas no tenían amigos cuando eran niños. Muchos niños han
tenido miedo de otros niños y se han sentido muy, muy solos. Reconozcámoslo: un
niño es capaz de hacer daño. Un niño es capaz de maltratar, torturar y anular a
otro. Un niño es capaz de cualquier cosa con la ventaja de que nadie sospecha
de su maldad y nadie va a detenerlo.
-La sensación de ser “el puto jefe”, de
sentirse en la cumbre y de cómo el poder recorre las entrañas debe ser como una
droga porque los hay que se enganchan y de qué manera a practicar el acoso.
Coméntanos…
-Si ejerces la violencia contra
alguien y no se queja ni se venga, de inmediato se crea una relación perversa y
esa persona deja de serlo, se cosifica, se convierte en tu esclava. El verdugo
se engancha a la sensación de dominación y la víctima siente que solo existe
cuando es sometida. Tales experiencias no son exclusivas de la infancia, me
temo. Se reproducen en todas las estructuras de socialización: la familia y el
trabajo, sobre todo. El sadomasoquismo (que a tantos fariseos aterra
aparentemente) es la metáfora perfecta de gran parte de las relaciones humanas.
Lean a mi adorada Elfried Jelinek.
-¿Sé es consciente de ser acosador o
maltratador…?
-Los abogados y los psiquiatras
defienden la idea de que el malo no sabe que lo es. Alguien tenía que haber
señalado antes la naturaleza de su maldad para evitar todas esas cosas
terribles que han hecho. Según ellos, siempre hay atenuantes para el verdugo;
según ellos, la víctima siempre tiene su parte de culpa. Los padres y educadores
se limitan a mirar hacia otro lado y a callar. ¡Barra libre para los hijos de
puta del colegio y del barrio!
-Por el contrario, la víctima siempre
parece como sentirlo más, aunque lo soporte en un turbio silencio…
-La mayor parte de las víctimas
de acoso escolar se sienten avergonzados de serlo, ocultan lo que les pasa a
todo el mundo, no buscan ayuda ni se lo cuentan a nadie, tampoco a su familia.
Es más: casi todos los chavales (maltratados o maltratadores, da lo mismo) se
avergüenzan de sus compañeros acosados. No atienden a la llamada del “socorro
debido”. Es increíble, pero no existe empatía entre las víctimas. Lo han
aprendido de esta sociedad: si te pegan es por tu culpa, porque te muestras
débil, porque te lo mereces. Jódete.
-Creo que es muy difícil paliar el
acoso en la infancia. ¿Qué nos puedes comentar?
-No soy educador ni psicólogo,
¿qué puedo decir? Creo que las víctimas no tienen ningún refugio. Los
protocolos no sirven, sobre todo si los educadores se limitan a seguirlos con
rigor administrativo y ninguna implicación personal. Tendríamos que encontrar
una vía de escape para que las víctimas no sientan que se merecen los que les
sucede.
-Pero lo que es cierto es que hay
países como Finlandia que han puesto en marcha programas que dan resultado…si
hay que empezar a paliar el problema debemos de implicarnos todos y creo que tú
has puesto una importante piedra.¿ El narrador, querido amigo Ángel, puede y
debe hacer también compromiso y denuncia?
-Creo que la literatura debe ir
un paso más allá del compromiso y la denuncia. En Campo Rojo no moralizo, no juzgo, no condeno. Cuento una historia y
nada más. Solo defiendo y reivindico mi manera de entender la vida, mi punto de
vista. No espero nada a cambio, ni siquiera esas cosas que se dicen: salvación
y redención. La literatura es una cabaña con demasiadas grietas y goteras para
aspirar a refugiar todo tu cuerpo herido en ella.
-Este tipo de narrativa, este tipo de
lenguaje me recuerda que eres poeta, compositor de pensamientos y versos… Dime,
amigo, tu narrativa ¿cuánto tiene, aún contando historias tan firmes
como ésta, de poética?
-En literatura, la materia prima
siempre es la misma: la palabra. Nunca he creído en la clasificación entre
géneros literarios. Cuando escribo poesía, relatos, artículos, literatura de
viajes o novelas, parto siempre del mismo método de composición: pico y pala.
No me fío ni de los poetas que detestan las novelas ni de los novelistas que se
burlan de la poesía.
-Parece incluso una obra coral con
tantos personajes y demás…con tanto retrato de personajes…creo que pensar en
diferentes perfiles y demás debe ser muy complicado y más cuando construyes a
personajes de la infancia ¿qué nos puedes decir?
-Cuando algún lector pregunta si
el Gafarras soy yo, siempre lo niego. Y añado: si lo
es, ¿qué más da? ¿A quién puede importarle? El autor nunca es ningún personaje
concreto sino la suma de todos ellos. Por eso ha necesitado darles vida en el
papel. Es el lector quien tiene que buscarse a sí mismo en alguno de los protagonistas.
Creo que la novela hace preguntas al lector: ¿y tú, eras de los matones o de
los pringados? ¿Por qué? En todo caso, que nadie se asuste: ningún personaje
encarna una posición moral o un lugar inamovible en el mundo. Todos suben y
bajan en el particular ascensor social del Campo
Rojo. Las víctimas sueñan con vengarse y ser verdugos un día. Y los
verdugos a menudo descubren que pueden convertirse en cualquier momento en
víctimas de otros verdugos más poderosos.
-Sitúas las andanzas de estos
personajes en Zaragoza, en un suburbio de esta ciudad… pero más que una obra
costumbrista la veo “como preñada” de cierto ambiente y “de aire de suburbio
depresivo”, ¿qué nos puedes comentar?
-Como lector estoy un poco harto
de tantas y tantas novelas de escritores pijos, de historias sobre escritores
atormentados que viven su vacío en ciudades muy cosmopolitas. Harto de la mala
conciencia pequeñoburguesa que genera novelas de auto exculpación. Mi objetivo era hablar desde
ese punto de vista del que hablaba antes: el que me ha dado la periferia, los
suburbios, la conciencia de clase.
Y
respecto a la relación entre realidad y ficción, creo que nunca hay una
correspondencia directa entre una y otra. En la novela no se cita en ningún
momento la ciudad de Zaragoza. Puedo entender que a los zaragozanos (yo lo
soy), les resulte útil o morboso, según los casos, ubicarla en su ciudad, pero
también los zaragozanos tienen que entender que los que no lo son van a leer la
novela con menos prejuicios y mayor perspectiva que los obsesionados con las
“localizaciones” reales. Los barrios y calles que aparecen en la novela son
imaginarios. El colegio que sirve como escenario nunca existió con ese nombre y
ese emplazamiento.
Bueno, ya acabo, amigo Ángel, ¿en qué
andas trabajando ahora?
-No lo tengo claro todavía. ¡Me
obsesionan tantos temas! Las relaciones laborales perversas, las relaciones
familiares viciadas, las relaciones de amistad tóxicas. ¿Por dónde empezar?
19667
Campo Rojo. Ángel Gracia
256 páginas 21 x 14 cms.
16,00 euros
Candaya
El Campo Rojo es un
descampado parecido a Marte, asfixiado por la contaminación de las fábricas.
Ahí acuden los chavales de la banda del Farute a
jugar a los fusilamientos, a esnifar pegamento y a meter mano a las chicas. El
poder de los matones se extiende por las aulas frías y hostiles del colegio.
Los alumnos viven aterrados: tienen once o doce años y no hay nadie que los
proteja. Todo lo observamos a través de los cristales hiperbólicos
del Gafarras, el cuatroojos
empollón de la clase, que sobrevive callando, repitiendo a diario los mismos
gestos rituales y gracias a la fuerza secreta que lo sostiene: su odio
infinito.
El maltrato de niños a otros
niños es la herida y el hematoma central de esta narración, a menudo
despiadada. Los pasajes llenos de ternura y el humor (por momentos salvaje e
hilarante) son apenas una venda que oculta pero no cura. Los libros, los sueños
y las fantasías infantiles se convierten en la única vía de escape de la mente
erosionada del Gafarras. En sus ojos vemos escrita
una fatalidad inminente. El Mal habita por igual en verdugos y víctimas.
"Campo Rojo retrata
una adolescencia de provincias que a muchos nos resulta conmovedoramente
reconocible, con la distancia justa entre el pudor y la recriminación."
Alberto Olmos.
Ángel Gracia nació en Zaragoza en 1970. Ha trabajado en bibliotecas, quioscos,
librerías de todo tipo (ambulantes, independientes y de grandes almacenes),
como corrector y, desde 2005, como programador cultural.
Es autor de los libros de poesía Valhondo (2003), Libro de los
ibones (2005)
y Arar (2010),
que forman una trilogía unitaria. Ha publicado la novela Pastoral (2007) y el libro de viajes Destino y
trazo. En bici por Aragón (2009),
una recopilación de artículos publicados en Heraldo de Aragónentre 2007 y 2008.
Fragmento del libro: http://www.candaya.com/camporojoseleccion.pdf
De
la obra de Angel Gracia la crítica y los libreros han
dicho:
_____________________________________________________________________
LA LIBRERÍA DE CAZARABET - CASA SORO (Turismo cultural)
c/ Santa Lucía, 53
44564 - Mas de las Matas (Teruel)
Tlfs. 978849970 - 686110069