La
Librería de El Sueño Igualitario
Un libro desde la
pluma, exquisita y sublime, de Martin Parra.
Se trata de un trabajo
que rebosa literatura y desde varias perspectivas: la que delata a un narrador
más exquisito y la que denota un gusto inquebrantable por lo bien expresado
desde la expresión escrita.
Este libro, desde
la pluma de Martín Parra, pertenece a la
colección La Casa Roja.
Martín Parra ya nos
tiene acostumbradas a estas “maravillas”, nosotros ya lo entrevistamos con
Epitafio para Heilipus: http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/heilipus.htm
El libro, aquello
que nos dice de él la editorial:
Por tan misteriosa,
Camille es tan sugerente y ya digo que suena y es literatura, al menos para mí.
Se adivina en ella y en Martín Parra lo que comúnmente en el ámbito literario
se llama un escritor de raza. ¿Qué es un escritor de raza?.
Alguien abocado a escribir, destinado a escribir, en cierto modo condenado a
ello, pero gozosamente porque la literatura sublima el mundo y el mundo del que
escribe, mientras lo expresa, mientras se expresa, mientras lo inventa y
trasciende. Crea arte, deja un rastro de arte, un camino de otros, los
lectores, pueden transitar como un gran viaje con todo el placer y, en
ocasiones, las dificultades que entraña todo el viaje. No hablo de turismo, hablo
de viaje, auténtico y verdadero, como auténtico y verdadero escritor me parece
el autor de Camille, Eduardo Martínez Rico.
El autor, Martín
Parra:
Encontramos lo
siguiente:”En otra vida hoy borrosa, se licenció en historia y tiene y tuvo dos
hijas, probó la fiebre y paseó barrios portuarios.
Ha publicado las
novelas: Un insólito día para Silvestre
Mendo—en Araña Editorial, 2013--, Epitafio
para Heilipus—para Queimada Ediciones, 2015--,
así como el ensayo Licaón o Guía ontológica para los muy emo—Araña Editorial, 2015—y el poemario Corruptia: aforismos desde la trinchera (también
desde Queimada Ediciones). Su última publicación es la colección de relatos Bloggeriías—Corona Borealis,
2016--. Ha colaborado y colabora en medios como 7 islands
Magazine, 21 le Mog, Vallecas VA, Revista EÑE y Culturamas, entre otros.
Cazarabet
conversa con Martín Parra:
-Martín, te sumerges de nuevo en una narrativa muy tuya, tan tuya que
parece parte de tus pros y tus contras. Una narrativa de un ciudadano muy de a
pie, del que te cruzas por la calle, del que te encuentras en el metro.
-Bueno. Es una
narrativa de a pie en cuanto a temática. Me interesan, y de esto no estoy lejos
de cualquier persona civil y anónima, los conflictos humanos que me tocan, que
me sitúan en un espacio y en un tiempo. Los asuntos cotidianos. Lo que ocurre
es que estos asuntos/conflictos son susceptibles de ser cosificados y
sublimados, a través de la literatura (la palabra escrita, la reflexión
particular y egoísta: cada cual la suya), y esto es lo que se le escapa al
común de la gente. La idea del aprovechamiento en clave artística de algo
aparentemente prosaico, común.
-¿Hasta
qué punto te encuentras como en un estado de frustración?
-Que yo me sienta frustrado,
si es que lo estoy, o si lo estoy por momentos, es lo que alimenta la emoción
de mi escritura. O sea que en todo caso un plano compensa otro plano. Sin
irreverencia o desencanto no hay impulso creativo; y en tanto que consigo
llevar a término un texto, la frustración desaparece. Bien es cierto, sin
embargo, que la ficción narrativa no le soluciona ninguna circunstancia a uno.
O sea que luego toca levantar la vista y coserle
el pantalón a la niña. Respuesta: no me tengo por una
persona frustrada.
-En cambio, no sé, me da que te limitas a contar y a desmenuzar, sin
hacer demasiada sangre, porque quien te siente como te sientes eres tú, y no
culpas a nadie. No muestras enfado, pero escarbas.
-Yo no soy capaz de
darle solución a nada. No creo en una narración indulgente y sentenciosa, que
es la manera en que se presenta la novela de masas. La novela reverencial con
la cultura del momento. Estas obras dan resuelto el problema de la vida;
concreto, basado en alusiones (sin ahondar demasiado) y con arreglo a un
esquema de apaciguamiento. Al final de la novela todo queda atado, y el lector
satisfecho. Pues no.
-Aunque
yo creo, en cierta medida, que la sociedad tiene sus propias enfermedades
(egoísmo, apatía, falta de empatía); quizás no sea tanto, pero no deja de estar
por ahí.
-Y está ahí porque es
consustancial al hombre. El egoísmo, el vasallaje. Ahora, que uno quiera
justificar su transparencia en argumentos que inculpan a terceros, es pueril.
-¿Podríamos decir que eres un
poeta, un ciudadano con sus problemas, ilusiones y desilusiones, que escribe
narrativa poética?
-Yo creo en el “espacio de confort” del autor, en
volcarme artísticamente (si se puede decir) sobre una trayectoria que me va
pautando el gesto y el ademán. O sea, esta novela ha saltado en clave poética y
no hay que buscarle más justificación. Si hubiera querido, en aquel verano en
que la escribí, elaborar una redacción histórica sobre el Imperio Asirio,
seguro no habría sabido cómo abordarlo. Ni siquiera un cuento infantil. Puede
que mañana sí. En cuanto a si soy o no de carne y hueso, pues a mí me parece
que no mucho. Estuve en la vida, de forma institucional y eso, lo he estado,
pero no por más tiempo. Ahora bien, que yo vaya a decirte cómo me las arreglo
para ocupar un lugar y llenar el estómago, es otro asunto. Pero, no: no creo
poder concluir que soy ciudadano de nada. Ni estrictamente un poeta. Sí que soy
esclavo de mis adicciones. Literal.
-¿Es por eso que piensas o
escribes como un poeta que busca el camino, su camino, pero no el de nadie más;
que cada uno luche, desde la lectura, para con sus salidas?
-Exactamente. La revolución poética se da en la
piel, hacia el interior de uno mismo. Es la pirotecnia que le permite a uno
restar sentido común al sentido común general. Nunca sumárselo. Y por eso no
puede abogarse por una puesta en colectivo demasiado amplia de los motivos
artísticos; se enfrentarían. El personaje bien rodeado y aplaudido sólo es
capaz de sumar (¿y qué supone sumar y empeñarse en una sociedad enferma?).
-Amigo, quizás sea tu estilo
y/o intencionalidad, pero encuentro un punto de cierta confluencia en el
mensaje de esta obra con respecto a otros libros tuyos. ¿Qué nos puedes decir?
-Pues que si el mensaje que se cifra en mis libros
es un mensaje de acracia, vehemencia (y riesgo), descalabro, pasión, desengaño,
optimismo suicida, valores, despertares, inconformismo; es un mensaje muy
certero y bonito.
-¿La creación literaria se ve
removida por los tiempos convulsos?
-Sin duda el sainete y el vodevil son de mucho
efecto a la hora de pescar ocurrencias. El dolor que de algunos escenarios se
destila (sociedades secuestradas), asimismo, remueve algunas conciencias. Pero
el escritor es un Vietnam en sí mismo, y como resultado de su desapego con
según qué realidades, no suele variar estructuralmente su óptica del mundo,
ante las desgracias. Ya vive en la prevención. Otra cosa es que te toque vivir
muy de cerca algún colapso, y pases a sufrir otras emociones estéticas.
Gracias.
26435
Camille. Viñeta
amorosa. Martín
Parra
96 páginas 15,5 x 21 cms.
12,00 euros
Queimada
El lector quiere algo
diferente, algo diferente a lo que oye y lee todos los días, libros, revistas,
periódicos, etc. Creo que fue Aristóteles en su Retórica –seguramente esta idea
la han formulado también otros– el que dijo que el discurso literario respondía
a una especie de condición de “extranjero”, y que creaba una extrañeza en el
lector, similar a la que crea en nosotros una lengua extranjera, o, mejor, un
mundo distinto, con unas sugerencias y unas coordenadas distintas. La lengua
literaria suena distinto y significa distinto, es y no es la lengua de todos
los días, pero también se mueve en un plano que podríamos llamar superior, o
simplemente artístico. Utilizamos la palabra arte para entendernos, pero no
tantas obras impresas y publicadas son fieles a esa palabra, a ese marchamo.
Efectivamente, la obra literaria tiene que ofrecer algo diferente. Si nos
encontramos ante las mismas palabras de todos los días perdemos el interés. Las
mismas palabras, las mismas ideas, las mismas historias… El escritor, el
auténtico escritor, ya lleva incorporada esa capacidad de crear extrañeza, una
extrañeza agradable, sugerente, y por qué no, misteriosa… por sus propias
características humanas, por su vocación -que según Martín Parra es “obsesión”,
y así me lo ha dicho-, pero también por su preparación, por las múltiples
lecturas que suele hacer, entregado a la literatura y haciendo de la vida
literatura y de la literatura vida. Es difícil resumir Camille, contar la
historia que encierra. Dentro de ella, en forma de viñetas, hay una especie de
diario sin fechas que cuenta un amor y un desamor, con toda la complejidad que
comprenden ambos y las líneas que abren, vitales y literarias. Dentro de
Camille hay un hombre que escribe, un escritor, puede ser el correlato del
autor o no. Yo lo sé, pero porque me lo ha dicho el propio autor; sin embargo
el texto crea sus propias leyes y se habla a sí mismo al mismo tiempo que se
dirige al lector, elocuente en cuanto texto literario, ya independizado de
quien lo ha creado. Eduardo Martínez Rico
Camille. Viñeta amorosa
Estamos, ante un texto profundamente literario. No hay duda de que Camille es
literatura, en el sentido más artístico de la expresión, pero también más
exigente. Camille requiere un esfuerzo por parte del lector, o no tanto, tal
vez, si decide deslizarse por las letras, dejarse llevar por el autor dentro de
un texto que tiene mucho de onírico y que no necesita ser entendido del todo,
al menos racionalmente.
Por tan misteriosa, Camille es tan sugerente, y ya digo que suena y es
literatura, al menos para mí. Se adivina en ella y en Martín Parra lo que
comúnmente en el ámbito literario se llama un escritor de raza. ¿Qué es un
escritor de raza? Alguien abocado a escribir, destinado a escribir, en cierto
modo condenado a ello, pero gozosamente, porque la escritura sublima el mundo y
el mundo del que escribe, mientras lo expresa, mientras se expresa, mientras lo
inventa y trasciende. Crea arte, deja un rastro de arte, un camino que otros,
los lectores, pueden transitar, como un gran viaje, con todo el placer y, en
ocasiones, las dificultades que entraña todo viaje. No hablo de turismo, hablo
de viaje, auténtico y verdadero, como auténtico y verdadero escritor me parece
el autor de Camille.
Martín Parra nació en Madrid en 1986. En otra vida, hoy borrosa, se
licenció en Historia y tuvo dos hijas, probó la fiebre y paseó barrios
portuarios.
Ha publicado las novelas Un insólito día para Silvestre Mendo (Araña Editorial,
2013) y Epitafio para Heilipus (Queimada Ediciones,
2015), así como el ensayo Licaón o Guía ontológica
para los muy emo (Araña Editorial, 2013) y el
poemario Corruptia: aforismos desde la trinchera
(Queimada Ediciones, 2014). Su última publicación es la colección de relatos Bloggerías (Corona Borealis,
2016). Ha colaborado y colabora en medios como 7 islands
Magazine, 21 le Mag, Vallecas VA, Revista EÑE y Culturamas, entre otros.
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