La
Librería de Cazarabet Indignado
UN
LIBRO QUE ANALIZA Y HACE BALANCE AL
MARXISMO EN EL SIGLO XXI, DESDE LA PLUMA DE MIGUEL MANZANERA SALAVERT.
EL
LIBRO LO EDITA EL VIEJO TOPO, QUE NOS CUENTA LO SIGUIENTE:
El
marxismo es una ciencia social en diálogo permanente con la práctica histórica,
que ha atravesado una profunda crisis en las últimas décadas, de modo que ha
llegado a parecer obsoleta. Sin embargo, a partir de los fallos evidentes de la
economía de mercado, de la necesidad del uso constante de la guerra en las
relaciones internacionales y de la patente destrucción de la biosfera, hoy
podemos constatar la verdad de los pronósticos de Marx acerca de la inviabilidad
del capitalismo a largo plazo. Sobre la base de esa constatación, este libro
propone una recuperación del marxismo como exposición sintética de los
conocimientos científicos sobre la sociedad, con el horizonte de una nueva
sociedad socialista para el futuro de la humanidad.
MIGUEL
MANZANERA SALAVERT:
Interesantísimo:
http://www.fuhem.es/media/cdv/file/biblioteca/Entrevistas/entrevista_Miguel_Manzanera.pdf
http://www.iuextremadura.es/docs/files/20-marxismo-del-siglo-xxi.pdf
No dejéis
de visitar:
http://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=172958
Cazarabet conversa con Miguel Manzanera Salavert:
-¿Por qué crees, amigo Miguel,
que el marxismo entró en esa especie de “bucle” que pueden ser las crisis que
lo llevó a perder como acercamiento o a “ser útil” para el resto de la
sociedad?
El
marxismo como ideología de las clases subalternas contiene rasgos utópicos, que
no se han visto confirmados por la realidad histórica; en sus primeras
formulaciones adolecía de un optimismo confiado en la razón humana, que ha
resultado erróneo. De ahí que haya generado un cierto desencanto a finales del
siglo XX. Sin embargo, depurado de esas
ilusiones imprudentes, que están fuera del alcance humano, el materialismo
histórico resulta un adecuado instrumento para el análisis social; además el
materialismo dialéctico –como continuador de la tradición racionalista en
filosofía-, es esencialmente correcto, siempre que se desestimen las
tentaciones dogmáticas que aparecen regularmente en proyectos históricos de
toda índole, religiosos, filosóficos, culturales o políticos.
Mi
planteamiento parte de la idea de que el marxismo es el heredero de la
Ilustración, como señalaban Marx y Engels en el Anti-Dühring, y más en general de la filosofía racionalista de
la antigüedad. Ahora bien, los ideales ilustrados del progreso social y los
derechos humanos han tenido que sufrir las refutaciones de la historia. La
primera gran refutación se produce con la Revolución francesa, cuando las
fuerzas liberales imponen tras el Thermidor la formación
del Imperio napoleónico, generando un proceso bélico en Europa de tremendas
consecuencias. Ahora bien, si estudiamos las revoluciones burguesas, todas
atraviesan el mismo ciclo, con una primera fase republicana de carácter
provisional y una segunda fase liberal definitiva. La explicación de esto, es
que el capitalismo es un modo de producción expansivo, que necesita ampliarse
constantemente para sostenerse, y por eso está ligado al imperialismo. Desde el
punto de vista de la teoría social, eso viene a significar que el modo de
producción capitalista es incompatible con un orden social equilibrado y justo –la forma republicana del Estado, según
el Kant de La paz perpetua-; la reflexión de Marx y Engels
consiste en la denuncia de esta contradicción y en la propuesta práctica para
su superación.
La
segunda gran refutación de los ideales ilustrados se produce en el siglo XX con
las guerras mundiales, que trajeron la irrupción del fascismo; al destruir las
instituciones del movimiento obrero, el liberalismo económico deriva en un
sistema totalitario. Tras la guerra mundial se consigue restaurar el equilibrio
social gracias a la victoria de las fuerzas progresistas y la construcción del
Estado del Bienestar. Pero, ¿por qué ese orden político ha resultado ser muy
precario? Aclarar este fenómeno es fundamental para orientar la acción política
en sentido racional. En mi opinión ahora el problema no radica únicamente en la
expansión capitalista, sino en la construcción de formas del desarrollo social
que superen este sistema, puesto que los países que hicieron la revolución
socialista evolucionaron hacia estructuras clasistas fundadas en la burocracia
estatal.
Hoy en
día sabemos que la expansión capitalista no sólo constituye una tremenda
injusticia contra millones de seres humanos, sino también amenaza con destruir
los ecosistemas terrestres y pone en peligro la vida misma en el planeta
Tierra. La cuestión es, por tanto, que necesitamos superar el capitalismo y
debemos encontrar las estructuras sociales adecuadas para ello. Mi propuesta es
repensar la solución marxista al problema, teniendo en cuenta los problemas de
organización institucional que han sido descubiertos en los dos últimos siglos
de luchas sociales, y adecuarla a las circunstancias históricas presentes en el
siglo XXI.
-Sin embargo, el liberalismo pasó pronto a ser neoliberalismo social y
hasta económico abocándonos a todos en esto que unos llaman crisis y que
nosotros llamamos estafa… ¿Qué nos puedes reflexionar?
El
liberalismo es la ideología de la burguesía, como capa dominante del modo de
producción capitalista, y por tanto la ideología dominante en este modo de
producción. Su éxito histórico depende del éxito del capitalismo, y el éxito
del capitalismo deriva de su capacidad para utilizar la ciencia y la técnica
como fuerzas productivas. El sistema capitalista pudo superar su crisis en el
siglo XX gracias a la revolución informática, que a su vez depende de los
desarrollos de la lógica analítica a principios del siglo pasado. La
civilización capitalista ha sido capaz de desarrollar la tecno-ciencia para
aumentar la productividad del trabajo, y ahí radica su éxito y su
auto-perpetuación; pero la ciencia social que maneja es muy deficiente y éste
es el origen de sus crisis profundas, que ponen en peligro la civilización y
aun la propia biosfera en trance de destrucción.
Para
estudiar esta cuestión, creo que debemos distinguir entre liberalismo político
y liberalismo económico. El primero pone el acento en la protección de los derechos
humanos; y sobre esa base desarrolla una teoría social interesante y
progresista que puede constituir un punto de vista legítimo en el debate
racional acerca de la sociedad y la historia. Pensemos en John Stuart Mill, Bertrand Russell o John Rawls,
como pensadores en sintonía con la razonabilidad de la especie humana y con el
sentido común de las clases trabajadoras; por ello forman parte imprescindible
de la política de progreso.
En cambio
el liberalismo económico –lo que hoy en día se llama ‘neoliberalismo’- se basa
en una teoría social equivocada, la teoría del mercado, que ha sido refutada en
la práctica histórica por las crisis económicas y sociales que ha provocado
reiteradamente; la explicación que proporciona El capital de Marx de ese fenómeno
es plausible –el mercado distribuye los recursos económicos de forma
ineficiente-; y se basa en un principio básico del sentido común: un orden
social injusto no es viable a largo plazo. Ahora bien, una ciencia social
equivocada se convierte en ideología al servicio de la clase dominante. El
análisis marxista nos muestra que la causa de las terribles mistificaciones de
la sociedad actual estriba en la hegemonía cultural del liberalismo económico:
sus conceptos falsean la realidad social. A este liberalismo le sucede lo que a
la Iglesia católica al final de la Edad Media: intenta volver a una etapa de la
historia superada por el desarrollo humano.
-Se oyen muchas barbaridades acerca de las
“tendencias políticas”, de las “maneras que tenemos de pensar”… Así muchos
comentaristas y analistas políticos van explicando y jalonando que el marxismo
es paralelo al comunismo que se practicó de manera desmedida por parte de, por
ejemplo, dirigentes como Stalin, recordándonos acto seguido las miles de vidas
de los que éste era o fue responsable…
El
estudio científico del proceso histórico a partir de la teoría marxista puede
proporcionarnos claridad sobre esta importante cuestión de la construcción del
socialismo, mientras que la ideología dominante introducirá mistificaciones y
equívocos para sostener el liberalismo como pensamiento único. Trotski denunció en su día –y eso le costó el exilio y la
vida- que la revolución soviética en la URSS generó un Estado burocrático,
cuyos funcionarios constituyeron una clase social dominante en sustitución de
la burguesía. Eso fue resultado de la acción de causas históricas inteligibles,
que actúan en el contexto capitalista mundial, si bien tiene sus raíces en la
propia institucionalidad del movimiento obrero. Esas causas son:
a) la
presión imperialista del capitalismo hegemónico, que ahoga las alternativas
emergentes y provoca la creación de bloques enfrentados; los países periféricos
sienten necesidad de oponerse al imperialismo, como alternativa a un
sometimiento que sería todavía peor. El resultado es la creación de estructuras
internacionales en competencia política: antes fue el Bloque del Este, ahora es
el BRICS. Sólo superando esa competencia internacional entre bloques podrá
construirse un orden internacional pacífico, que es la condición para superar
el capitalismo hacia el socialismo. La alternativa sería la subordinación al
imperialismo; lo que parece peor, puesto que la irracionalidad capitalista va
en aumento y amenaza la propia vida en el planeta. Solo la lucha de clases
puede detener y reconvertir esa deriva destructiva.
b) esa
competencia de bloques reproduce a escala políticamente aumentada la
competencia en el mercado internacional; proporciona de ese modo un impulso para
el desarrollo económico a través de la acumulación del excedente –el cual se
genera necesariamente sobre la explotación de los trabajadores-. En buena
medida ese excedente se destina a una espantosa carrera de armamentos que está
conduciendo a nuevas confrontaciones bélicas. Lo que necesitamos es frenar ese
desarrollo capitalista destructor de la vida en el planeta, lo que significa
reducir los excedentes disminuyendo la producción -el decrecimiento como ha
venido a llamarse-.
c) la
burocracia es un problema típico de las organizaciones obreras y sociales en
general. Se produce en los partidos políticos, en los sindicatos, en las ONG’s, etc. Resulta que las posiciones de responsabilidad
gozan de determinados beneficios, en comparación con otras funciones sociales.
El funcionalismo americano da una explicación convincente a ese fenómeno, que
no debería ser más que una aplicación de la justicia distributiva, establecida
según criterios de excelencia. El problema surge porque el poder tiende a
desbordarse, a generar abusos más allá de la justicia; controlar esos abusos es
la esencia de la democracia. Uno de los méritos de la República de Cuba ha sido
el haber sabido plantear este problema y haber combatido continuamente contra
sus consecuencias.
d) la
matriz cultural de una nación no desaparece con la revolución, sino que
permanece en la memoria colectiva y conduce a la reproducción de las
estructuras que se quieren superar. En este sentido, Eisenstein
pudo proyectar la figura de Stalin en la imagen de Iván el Terrible, así como
la sociedad soviética puede considerarse una reproducción de la Rusia de los
zares. La cultura nacional no desaparece por un acto de voluntad de los
revolucionarios, continúa bajo las nuevas estructuras sociales establecidas por
la revolución. Es un problema que no se puede despreciar o liquidar; se debe
tener en cuenta, y no es una cuestión meramente reaccionaria, baladí o
irracional. La importancia de Gramsci radica en haber
reflexionado profundamente en estas cuestiones.
-En realidad, creo que estamos ante una crisis del conocimiento, de los
conocimientos más fundamentales y en vez de practicar la cautela y “la callada”
aquello que hacemos es ponernos a hablar “sin ton ni son” y destripamos a Marx,
Engels…, por ponerte un ejemplo, y decimos que sus
tesis son imposibles para afrontar muchas de las problemáticas actuales… claro,
vuelvo a reincidir, con el neoliberalismo y el capitalismo a “marchas forzadas”
no se hace igual…, no sé es cómo si la sociedad estuviese “educada” para tener varias
varas de medir… ¿Cómo lo ves?
En mi
opinión el marxismo es el paradigma de la ciencia social y la filosofía
heredera del racionalismo clásico; por eso, puede ayudar a la humanidad a salir
del atolladero capitalista. ¿Por qué la civilización europea ha acabado por
rechazarla? Tenemos que buscar la respuesta en la historia. La filosofía
posmoderna, que domina el panorama cultural en los países desarrollados, es una
variante del irracionalismo filosófico contemporáneo –que fue estudiado por
Lukács en su Zerstörung der Vernunft-.
¿En qué consiste ese irracionalismo? He intentado estudiar los fenómenos del
desarrollo de la razón en la historia, en mi trabajo sobre la civilización
musulmana medieval, El periplo de la razón.
Mi conclusión es que el irracionalismo domina en las civilizaciones que
se estancan, porque sus estructuras básicas han alcanzado el máximo de
desarrollo cultural y científico que cabe dentro de ellas. El irracionalismo
nace entonces para justificar el orden clasista de las estructuras sociales
jerárquicas. Y efectivamente una de sus manifestaciones es el uso
discriminatorio de las reglas y las normas de organización social, lo que es
requerido para establecer las clases sociales del sistema. La alienación social
es la existencia de esas dobles varas de medir, que se aplican de forma
diferente según la clase a la que se pertenezca.
Partiendo
de esa tesis, podemos estudiar los fenómenos que señalas. El neoliberalismo se
apoyó en las propuestas de un grupo de investigadores e intelectuales que
proporcionaron conceptos y técnicas de intervención social, así como
determinados presupuestos básicos sobre las insuficiencias y las quiebras de la
razón humana. Hayek, Popper,
Nozik, Von Mieses, Friedman,… todo un elenco de personalidades. Consiguieron
hacer creer a la gente que el liberalismo es ciencia social correcta –para ello
se apoyaron en el desarrollo tecnológico que impulsaba el capitalismo-;
pretendieron demostrar que Marx estaba equivocado y su teoría no servía,
mostrando las dificultades y debilidades del Bloque del Este; además
convencieron a la clase obrera de que la república democrática desembocaba en
la tiranía –puesto que el falso socialismo de la URSS se mostró en realidad
como una sociedad de clases-; y de que la justicia está en contra de los
derechos humanos individuales, porque la libertad consiste en perseguir deseos
consumistas siempre insatisfechos. Las consecuencias de esa ideología aparecen
con la crisis que ahora estamos padeciendo, y que en mi opinión es tan sólo el
anticipo de una crisis más profunda y radical de carácter ambiental y
ecológico, que se producirá en el siglo XXI a menos que se corrijan las
tendencias dominantes en el desarrollo actual.
-Me pregunto, amigo, ¿es posible la recuperación de
ciertas bases y tesis del marxismo, hoy y en el presente, para afrontar muchos
de los problemas sociales que nos encontramos aquí y ahora?
Con todas
las contradicciones y paradojas que atraviesa la fase actual del desarrollo
humano, el materialismo histórico continúa siendo la orientación para millones
de personas. Países, Estados y naciones, se desarrollan bajo su influencia. Un
Estado que se proclama construido sobre la ciencia social marxista, se anuncia
como la próxima potencia hegemónica de la humanidad, la República Popular
China. Se puede discutir acerca de las bondades y deficiencias del modelo
chino, pero su realidad presente es indiscutible. Y lo que acabe siendo la
historia depende de las luchas de clases que están en curso en cada país,
Estado y nación, y que se resuelven en última instancia en la política de
bloques. Lo que está pasando en Grecia es aleccionador; la existencia de la
Federación Rusa y sus intereses geo-estratégicos
opuestos a la OTAN, es uno de los factores que colaboran para encontrar una
solución democrática al problema griego. En Cuba y América Latina sucede que la
existencia de la República Popular China es un contrapeso necesario para
combatir la hegemonía de los EE.UU. aliada a las oligarquías locales.
Por lo
tanto, debemos recuperar un punto de vista marxista y leninista para entender
la situación actual: la teoría de las clases sociales y el imperialismo. Sin
embargo, la teoría debe ser reconstruida tomando en cuenta las experiencias
recientes. En primer lugar, estudiar los problemas señalados en la construcción
del socialismo. En segundo lugar, los problemas ecológicos. En Atravesando el
desierto he buscado incorporar la cuestión ecológica al paradigma marxista, a
través de la inclusión del concepto de entropía, que los fundadores del materialismo
histórico trataron con cierto desdén, como una tesis ideológica, propia de la
burguesía en decadencia. Hoy sabemos que es algo más que eso: una de las leyes
fundamentales de la energía y del cosmos, cuyas consecuencias son ineludibles
para la humanidad.
-¿Qué deberíamos tener siempre
presente del socialismo y del marxismo; me refiero a qué es aquello
“inamovible”?
Decía
Sartre que el materialismo histórico es el horizonte insuperable de nuestro
tiempo; y lo es, en mi opinión, porque se presenta como la expresión
contemporánea de la racionalidad. Es la ‘razón en marcha’ que atruena en el
mundo, como reza la Internacional. Seguramente hay que criticar aquello de la
‘lucha final’ como mesianismo utópico, así como algunos otros equívocos
provocados por la exaltación revolucionaria; pero el idealismo forma parte del
núcleo duro de la razón, sin ideales no hay actividad humana racional.
Frecuentemente, este punto ha sido malentendido por cierta intelectualidad
progresista –que ha rechazado el idealismo, sin tener en cuenta las
advertencias de las Tesis sobre Feuerbach sobre el
materialismo vulgar-. Se trata de una
influencia positivista –variante del liberalismo para la interpretación de la
ciencia-, bajo la que han caído también muchos elementos populares, que
asimilaron en el cientificismo progresista presente en la cultura decimonónica.
Pero la cuestión es qué ideales son racionales y cómo están presentes en la
acción humana.
En
principio, inamovible es el método dialéctico de la ciencia social, que admite el
cambio como esencia misma de la realidad; lo que viene a decir, primero, que no
hay nada inamovible en la naturaleza, excepto las leyes que rigen el desarrollo
de los acontecimientos naturales -¡si existen!-, que conocemos de modo
imperfecto y provisional. Ahora bien, para el ser humano es inamovible el
humanismo, la consideración y valoración de lo humano como valor supremo para
la humanidad –la racionalidad como auto-afirmación del ser humano-. Entonces
nos tropezamos con la pregunta de qué es la humanidad, qué significa ser
humano. Esto nos viene dado por las leyes de la historia establecidas
científicamente por el materialismo histórico; y también por las leyes de la
naturaleza en las que vive y actúa el ser humano, y que han sido establecidas
por la ciencia moderna.
Pero la
humanidad es la totalidad de la historia, no se reduce a lo que ha sido en el
pasado, sino que está también compuesta por lo presente y lo futuro. La
humanidad es lo que nosotros hacemos de ella, es una realidad ‘móvil’,
cambiante, en perpetua transformación. Y ahí es donde los ideales racionales
tienen su función, como ideas para orientar la acción humana. La formulación
contemporánea de los ideales racionales está contenida en los derechos humanos
universales, recogidos en el corpus jurídico elaborado por la ONU desde 1948;
éstos nos obligan a respetar y proteger la dignidad de todo ser humano. Por
ejemplo, les debemos a las generaciones futuras un mundo habitable, una
biosfera saludable y un medio ambiente sano, no el estercolero que está creando
irresponsablemente la civilización capitalista del consumo desmedido. Es
necesario superar el capitalismo, y el problema es cómo hacerlo.
Por lo
tanto, inamovibles son esos principios de dialéctica y humanismo, que tienen un
carácter formal; pero no hay forma sin contenido. Y si buscamos un contenido
para el marxismo, tenemos que reconocer que éste es el comunismo, entendido
como la sociedad sin clases, sin propiedad privada y sin Estado. ¿Por qué?
Porque el comunismo es el origen mismo de la humanidad. Si consideramos a la
humanidad como el género homo, en sus diferentes especies, y le damos una
antigüedad aproximada de un millón de años, la sociedad de clases ocupa solo
una fracción mínima de ese tiempo, 6.000 años. Fichte
estableció una filosofía de la historia en la que la humanidad decaía desde un
estado moral primitivo hasta la degradación actual, pero conseguiría
restablecer la moralidad primitiva para redimirse en una sociedad justa. Es
posible que esta idea haya influido en Marx y Engels.
Pero
¿eran justas esas sociedades? El fenómeno de la alienación es insoslayable. No
se puede soñar en un mundo ideal, sin reconocer que es un sueño. La
construcción de la sociedad, sobre la base de normas morales que hacen posible
las estructuras de cooperación, crea en los individuos contradicciones anímicas
que son fuentes de sufrimiento humano –como mostró el psicoanálisis de Freud-.
Eso vale para cualquier sociedad y cualquier grupo humano, como mostró también Levi-Strauss. Superar esa alienación es la tarea que nos
compete a cada ser humano, como sujetos que somos de nuestra biografía;
superamos la alienación a través de nuestro proyecto personal, construyéndonos
como entidad moral. Salvar nuestra alma, que diría un creyente, es una tarea
moral para alcanzar nuestra humanidad a lo largo de nuestra vida –nuestra
segunda naturaleza, que decía Aristóteles-. Esos ideales racionales actúan a
través de la conciencia personal y se hacen realidad en la acción práctica de
los seres humanos.
Inamovible
es el objetivo comunista para la acción humana racional, entendido como el
restablecimiento de la justicia universal. Para ello hay que comenzar por ser
justos como personas morales, en cada sociedad y cada agrupación humana, lo que
requiere un desarrollo de la conciencia personal. Un estudio de la conciencia
nos la presenta formada por ideales, que expresan formas de valorar y criterios
que hacen posible la acción autónoma personal. En resumen, el comunismo es la
reconciliación del individuo con su sociedad gracias a la justicia universal.
Es un ideal, y la confusión estriba en creer que la historia es racional porque
conduce necesariamente a ese resultado. Como decía Benjamin,
esa visión socialdemócrata alimenta la continuidad del capitalismo. Por el
contrario, el comunismo se funda en la memoria de las víctimas: la justicia
solo se realizará si somos justos los seres humanos, y para ello la lucha de
clases debe imponer el reconocimiento y la reparación de las víctimas en la
memoria de las generaciones.
-¿Para eso, amigo Miguel, deberíamos mirar las
“nuevas influencias del marxismo” y colocarlas mucho más a la izquierda que la
actual socialdemocracia europea…?
La
socialdemocracia abandonó el marxismo hace un siglo, cuando aceptó votar los
créditos de guerra y decidió apoyar la guerra en Europa. Así renunció al
republicanismo y se convirtió en el ala izquierda del liberalismo. Nada expresa
tanto la subordinación a la ideología burguesa, como esa justificación de la
guerra imperialista. El eurocentrismo abunda entre los pensadores de la
inteligencia europea, que condenan cualquier sistema social que no sea una
copia deformada de los Estados europeos; es decir, un sistema al servicio de
los intereses europeos. Son diestros manipuladores de la doble vara de medir.
Un liberal como Bertrand Russell estaba a la izquierda de esos supuestos
progresistas, pues luchó consecuentemente por la paz y denunció los crímenes
del imperialismo.
Los seres
humanos son razonables, fundan sus decisiones personales en el diálogo con las
demás personas; una persona que siga los principios del materialismo
dialéctico, estará abierta a las diferentes corrientes sociales presentes en la
sociedad, sin renunciar a su propio punto de vista, fundado en la emancipación
de los trabajadores y de las capas sociales oprimidas; es decir, sin renunciar
a la lucha política por la emancipación. El materialismo histórico, como
ciencia social realizada en la lucha política de los partidos comunistas, debe
reconocer las aportaciones científicas de los investigadores sociales,
independientemente de su origen de clase, sin renunciar a su programa de
investigación propio, fundado en la organización de los trabajadores y demás
grupos sociales oprimidos.
Esto
significa que los marxistas están al tanto de lo que acontece en la sociedad y
buscan los acontecimientos y las corrientes que anuncian un futuro factible y
justo para la humanidad. Las influencias que recibe el marxismo son los
movimientos sociales, que muestran problemáticas que antes habían permanecido ocultas
para la conciencia humana: pacifismo, feminismo, ecologismo, etc. Una cuestión
que se nos descubre así es que las contradicciones sociales no solo se producen
en las estructuras clasistas, sino que aparecen otras tensiones, como el
patriarcado y las derivadas de la definición de género, por ejemplo.
-¿Se ha ido, con los años, el PSOE deteriorando bajo las ínfulas de los
“aromas del neoliberalismo”…perdiendo ese contacto con sus bases sociales y con
el obrerismo?
Podríamos
situar al PSOE de la transición en el liberalismo político, si bien subordinado
a los imperativos de la economía capitalista neoliberal dominante a nivel
internacional; se puede considerar como tal hasta que Zapatero cambió el
artículo 135 de la Constitución del 78 en connivencia con el PP; desde ese
momento pasó a formar parte del liberalismo económico sin tapujos ni eximentes.
El alcance de ese cambio ha sido subrayado en el debate político reciente de
nuestro país, por cuanto que supedita la satisfacción de los derechos humanos al
pago de la deuda, esto es a la propiedad privada y a los bancos. Ello ha sido
la causa de la ruptura de un importante grupo de intelectuales, entre los que
cuentan los economistas Vicens y Martínez Torres que
han elaborado el programa de PODEMOS.
Pero no
hay que echar la culpa sobre los hombros de los dirigentes del PSOE, porque esa
evolución se ha producido en toda la socialdemocracia europea, como
consecuencia del desarrollo de los acontecimientos: la revolución tecnológica
informática, la transformación de la clase obrera industrial en las llamadas
clases medias del sector servicios, el hundimiento del Bloque del Este, etc.
Las pautas del desarrollo histórico son objetivas e independientes de los
individuos y los colectivos que las hacen, y el PSOE ha jugado el papel que
convenía al capitalismo internacional, condicionado por las circunstancias
históricas del Estado español monárquico. Ha utilizado la ciencia social
liberal para manejar los asuntos políticos, mientras eso resultó útil para
sostener el sistema. Los límites de todo ello se ven ahora con claridad, a toro
pasado. Para poder prever este resultado y actuar en consecuencia, el PSOE
hubiera debido ser lo que no era, un partido que utilizara la ciencia social
marxista.
La
apuesta de esa ciencia social es conseguir dominar la historia, para construir
un futuro humano. La cuestión es si sobre la base de esas leyes históricas
puede constituirse un sujeto humano, que determine el rumbo histórico hacia
objetivos racionales. La emergencia de un sujeto racional es un proceso
complejo, que se da a partir de determinadas contradicciones sociales, y que
requiere un conocimiento de la historia, así como una concepción racional de la
naturaleza humana. Ni lo uno ni lo otro –ni la ciencia, ni la razón- se encuentran
ya en el liberalismo, aunque sus aportaciones deben tenerse en cuenta; pero
¿están en el marxismo? He intentado mostrar de qué modo sería eso posible.
-¿Puede ser presa, el PSOE, de la hecatombe que se
ha hecho trizas al partido socialista griego y a las principales
socialdemocracias europeas?
La crisis
económica está minando las bases de la socialdemocracia europea, porque está
hundiendo en la proletarización a capas sociales que hace unos años se
consideraban ‘clases medias’, en términos de la sociología liberal. De los
millones de votos que ha perdido el PSOE en las últimas elecciones, una buena
parte han ido a parar a PODEMOS, que representa una rebelión social, si bien
todavía confusa y desorientada; de ahí nace cierta ambigüedad en sus
actuaciones y proclamas. Pero una cosa es clara, lo más de 5 millones de
parados de este país no pertenecen a las esas ‘clases medias’ que formaron la
base del voto socialista. Y quieren soluciones para poder vivir: de aquí nace
el programa y la fuerza del cambio.
Los
pronósticos sobre lo que vaya a suceder a partir de ahora, dependen del
diagnóstico que hagamos de la crisis. En mi opinión, esta crisis es muy
profunda y todavía tiene que agravarse; la economía española no tiene donde
agarrarse para salir a flote. Y buena parte de la responsabilidad le cabe al
PSOE, como partido que ha gobernado durante dos décadas en el pasado reciente;
también el PP está tocado. Esto va a hacerse cada vez más evidente, y la única
salida que les queda a ambos partidos, representantes de la oligarquía y el
imperialismo, es aliarse e intentar sostener el sistema monárquico liberal
sorteando la crisis.
Pero ni
siquiera eso les salvará. Una crisis de esta envergadura puede llevarnos a una
catástrofe de consecuencias espantosas, mayores incluso que las guerras
mundiales del siglo pasado, porque se complica con la crisis ecológica del
planeta. La opción belicista que se están adoptando los países de la OTAN, como
remedio a los problemas sociales es un síntoma de debilidad extrema, de bajeza
moral depravada y de incapacidad para regenerar el tejido social. Y la
tentación fascista vuelve a emerger en el horizonte europeo. Lo mejor que
podríamos hacer en este país es desengancharnos de Europa y girar hacia
América, cuyos procesos de desarrollo están preñados de futuro. El socialismo
del siglo XXI es la respuesta a la crisis del capitalismo neoliberal. La
República de Cuba y sus aliados, Venezuela, Ecuador, Bolivia, etc., recibirían
con los brazos abiertos a una Federación o Confederación de Repúblicas
Ibéricas, que apostara por un desarrollo histórico hacia el socialismo. Si
somos capaces de vencer a nuestros demonios interiores…
20403
Atravesando el desierto. Balance y
perspectivas del marxismo en el siglo XXI. Miguel Manzanera Salavert
320 páginas 15,5 x 23,5 cms.
20,00 euros
El Viejo Topo
El marxismo es una ciencia social en diálogo
permanente con la práctica histórica, que ha atravesado una profunda crisis en
las últimas décadas, de modo que ha llegado a parecer obsoleta. Sin embargo, a
partir de los fallos evidentes de la economía de mercado, de la necesidad del
uso constante de la guerra en las relaciones internacionales y de la patente
destrucción de la biosfera, hoy podemos constatar la verdad de los pronósticos
de Marx acerca de la inviabilidad del capitalismo a largo plazo. Sobre la base
de esa constatación, este libro propone una recuperación del marxismo como
exposición sintética de los conocimientos científicos sobre la sociedad, con el
horizonte de una nueva sociedad socialista para el futuro de la humanidad.
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