La
Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Doris Ensinger, autora de “Amor y anarquía. Mi vida en Alemania y con Luis Andrés Edo”
(Icaria)
DORIS
ENSINGER NOS ACOMPAÑA POR SU VIDA, SU PENSAMIENTO, SU IDEAL….Y SU CORAZÓN.
UN
LIBRO QUE ENSEÑA, EN EL QUE SE APRENDE Y QUE, ADEMÁS, EDIFICA POR DENTRO.
LO
QUE NOS DICE ICARIA EDITORIAL DEL LIBRO:
Doris Ensinger nació
en Alemania con la Segunda Guerra Mundial como telón de fondo. Ya de pequeña se
rebeló contra una pedagogía basada en los viejos valores de una sociedad
encorsetada de posguerra y esta situación señaló el rumbo de su vida.
Su juventud estuvo marcada por un comprometido
activismo estudiantil. Y su lucha por la memoria histórica y los derechos
humanos la llevó a conocer las realidades de las dictaduras portuguesa y
española, así como a las personas que, como ella, querían contribuir en la
construcción de una sociedad más justa.
Su vida junto a Luis Andrés Edo constituye la segunda
parte de esta biografía; histórico militante del movimiento anarcosindicalista
español de la CNT, compartió su vida y sus experiencias junto a Doris, sin
olvidar nunca sus principios y su lucha política.
«No soy una de aquellas mujeres heroicas que se
entregaron con tenacidad a la lucha contra la tiranía y a favor de una sociedad
más justa y más humana y que en esa lucha arriesgaron su vida; tampoco soy una
de aquellas mujeres que entraron en la historia por su vida y obra. Sin
embargo, el ejemplo de tantas mujeres valientes me inspiró a contribuir algo, a
mi manera modesta, en la lucha por un mundo mejor.
Lo especial de mi vida es que un día me encontré a un
hombre cuyo nombre era conocido entonces por su lucha activa contra el régimen
de Franco, no solo en la propia España, sino también fuera de ella. Me enamoré
finalmente de este hombre y tuve la inconmensurable suerte de poder vivir
durante treinta años al lado de Luis Andrés Edo».
Datos que nos pueden ir bien:
https://es.wikipedia.org/wiki/Magdeburgo
https://es.wikipedia.org/wiki/Saarbr%C3%BCcken
Cazarabet conversa con Doris Ensinger:
-Doris,
por favor, cuéntanos cómo fue, digamos, integración, acercamiento a las ideas libertarias…
-Ha sido un camino muy largo, en el cual influyeron
varios factores, como mi rebeldía innata (¡soy escorpio!). Después, la sociedad
autoritaria-restaurativa de la era Adenauer que, con sus reglamentos,
convencionalismos y normas, provocó a oponerse e indignarse. Más tarde, y más
conscientemente, la politización durante mis años de universidad que
coincidieron con la revuelta estudiantil. La mayoría de los estudiantes se
inclinaba hacia las ideas marxistas, a mí siempre me había atraído lo heterodoxo,
lo no-dogmático, como se decía en aquellos tiempos, porque libertario aún no se
usaba y anarquista siempre se ha asociado, falsamente, con violencia y
terrorismo. Y eran sobre todo los conocimientos sobre la revolución social y la
CNT que me acercaron a estas ideas.
-Porque tú
vienes de nacer en la Alemania que ya agonizaba de la II Guerra Mundial; qué te han contado de aquellos
tiempos, de la zona que habitáis y cómo estaban saliendo, los vuestros, de
aquella contienda
-Lo que en mi familia se contaba de los años de la
guerra y los posteriores son las experiencias y los traumas que cuentan todos
aquellos que han vivido un conflicto bélico: la separación de la familia, le
incertidumbre sobre su situación, mi madre y mis hermanos vivían evacuados en el
campo lejos de los bombardeos, otros familiares se quedaron en la ciudad,
vivieron los bombardeos cada vez más terroríficos, la destrucción de la casa de
mi abuelo, la muerte de dos hermanos de mi madre en el frente, la pérdida de
otras personas muy cercanas como la mejor amiga de mi madre, y después la
terrible penuria, el hambre, el frío, la escasez de todo.
-Después, en cuatro años, marcháis de la zona
ocupada por los soviéticos… cuéntanos por qué tomáis esta determinación y cómo
lo hacéis. No me lo quiero ni imaginar, pero no debía de ser nada fácil… No
debía de ser nada fácil vivir bajo la mirada soviética en los
primeros años de la posguerra…
-Vivíamos en Magdeburgo que por los Acuerdos de
Potsdam se quedó en la zona soviética. El ejército alemán había cumplido con la
orden de Hitler de dejar “tierra quemada” en los territorios de la Unión
Soviética al retirarse hacia el oeste. Habían destruido las ciudades, toda la
industria, los campos, aparte de matar a más de 20 millones de civiles. Para reconstruir
el país después de 1945, la URSS no solo insistió en los desmantelamientos de
las fábricas y las reparaciones estipuladas en Potsdam (en la zona soviética y
después en la RDA se cumplió a rajatabla dejando así esta parte de Alemania sin
medios de producción durante años). Además requirieron también a especialistas
para la reconstrucción de su país. Durante varios años iban en búsqueda de
estas personas. Mi padre, como ingeniero, estaba amenazado de ser deportado a
la URSS y un día, concretamente en agosto de 1947, se fue al sur, a la zona
francesa, donde vivían sus padres. Que desde luego no era tan fácil como coger
un tren y desplazarse, porque se necesitaba un visado y para ello un motivo
contundente para poder entrar en otra zona. Un año más tarde fue a recoger al
resto de la familia para llevarla consigo al sur. En el verano de 1948 era ya
bastante arriesgado abandonar la zona soviética porque los aliados habían
iniciado la Guerra Fría y las fronteras estaban bastante vigiladas. Así que nos
marchamos por la noche, por un camino de bosque con un guía, una fuga en toda
regla. Yo no recuerdo las “visitas” de los soldados rusos, pero mi madre habló
de ello, de los golpes a la puerta y el miedo que pasaba.
-Eráis
conscientes, lo era tu entorno, de que emigrabais al sur, como emigrantes
interiores políticos…
-En la medida en que el ejército ruso avanzaba hacia
el oeste, ya durante los últimos meses de 1944, mucha gente huyó de los
territorios más orientales de Alemania, como Prusia Oriental. Después y debido
a los Acuerdos de Potsdam, millones de personas fueron expulsados de Silesia,
Pomerania, Prusia Oriental y otros territorios antaño habitados por alemanes.
Así que en Alemania siempre hemos utilizado los términos de ‘refugiado’ y
‘expulsado’, nunca hablamos para aquellos años de ‘emigración interna’, aunque
las consecuencias hayan sido las mismas: primero, la pérdida del lugar y del
entorno familiares, tener que abandonar casi todo, después llegar a una región
del propio país y ser considerado un extraño, el otro, el que es distinto, a
pesar de tener mucho en común, como la historia del país, determinadas
costumbres, la lengua… ; tener que acostumbrarse a un nuevo ambiente que con
frecuencia era bastante hostil, donde los recién llegados no fueron recibidos
con los brazos abiertos, sino tratados con desconfianza, rechazados porque la
integración de estos 12 millones de alemanes significaba compartir lo poco que
se tenía entonces. Yo no recuerdo ninguna discriminación, era demasiada
pequeña, pero mis padres la sufrían a menudo, también mi hermano en el colegio,
y eso que, por ejemplo, nuestro apellido es claramente de la región a dónde
íbamos a parar. Lo que hacía más fácil esa integración era que íbamos a vivir
con mis abuelos paternos. Mis padres ya conocían bien la región, y de hecho
habían anhelado estar allí, lejos de las ruinas y una ciudad completamente
destruida por las bombas y las amenazas varias en la zona soviética.
-Así hasta que
marchas a la Universidad, dónde pasas tu infancia ¿cómo lo recuerdas?
-Hasta 1964, cuando empecé mis estudios
universitarios, vivía no demasiado lejos de Stuttgart, en la región llamada
Suabia. Sobre todo hasta los doce años vivía rodeada de bosques y praderas,
paisajes idílicos, pasando muchísimo tiempo en la naturaleza lo que compensaba
ciertas penurias de aquellos tiempos. Me sentía muy libre y lo recuerdo como
una infancia feliz.
-Marchas a la
Universidad, en Saarbrücken, a estudiar traducción, siempre me pregunto por
qué la gente elige sus estudios, vocaciones que al fin y al cabo les
acompañarán toda la vida…es un tiempo de decisiones por los que siento inquietud ¿Nos puedes
explicar?
-No tenía una inclinación clara o un deseo por seguir
determinada profesión a diferencia de muchos jóvenes que saben ya con una edad
muy temprana lo que quieren ser y al final consiguen su objetivo. Tenía
absolutamente claro que no quería ser vinculada para nada con la escuela y la
pedagogía por el mal ejemplo que habían sido mis profesores. Como me gustaban
las lenguas, traducción era una opción. Desarrollé años más tarde mis
vocaciones, por ejemplo mi interés por la historia. Pienso desde hace mucho
tiempo que tener que decidirse por una profesión a los 16 o 18 años es
demasiado temprano. Los jóvenes tienen que tener la posibilidad de descubrir el
mundo y encontrar lo que les satisface de verdad. Especialmente hoy en día, las
presiones de la sociedad son muy fuertes. Hay que hacer todo en un tiempo
record. Abandonar una carrera, por ejemplo, al detectar que no gusta o no es lo
que se imaginaba, es asociado con fracaso, cuando muchas veces es una decisión
muy sana, liberadora.
-Te lo
he preguntado antes…pero debo ahondar, ahora, un poco es en la Universidad
donde por primera vez entras en contacto con las ideas libertarias… ¿qué te
atrajo de este ideario?; ¿por qué el anarquismo tiene algo que cuando lo
identificas, te lo explican, “lo vives por primera vez” te viene como reconocido…como si fuese algo
innato…?
-Me gustaría hacer el famoso viaje en el tiempo,
sumergirme en los años sesenta para vivirlos otra vez y así poder contestar con
detalles a estas preguntas porque en mi cabeza hay algo como agujeros negros,
sitios nebulosos sobre este período. Puedo explicar bien lo que no me atrajo en
los grupos o partidos de izquierda con su estructura vertical desde arriba
hacia abajo: tener que afiliarme, subordinarme, la idea del líder, llámese
presidente o secretario general o gran timonel. Quizás, realmente era algo
innato o intuitivo lo que me llevó a las ideas libertarias. Por otra parte,
había influencias claras: eran los años del antiautoritarismo, de cuestionar a
las personas, a las autoridades, entonces exclusivamente hombres, que estaban
en los puestos de mando, y esto se refería tanto a la universidad – ¿quiénes
eran nuestros profesores, qué nos enseñaron, sobre todo, cuál había sido su
pasado? – como desde luego en la política y la vida pública en general. Nunca
he podido soportar las injusticias, ni las propias ni las ajenas, y la lucha
por la justicia social es un aspecto esencial del anarquismo. También surgió
paulatinamente el deseo de salir del ambiente pequeño-burgués, de la familia
tradicional, del aislamiento, para vivir en un colectivo, tener un objetivo en
común, crear algo conjuntamente, en armonía, sin competencia y la eterna lucha
contra el otro.
-¿Cómo
transcurre a partir de ahí tu vida porque en Múnich tienes mucha actividad en
torno al movimiento anarquista…?
-Antes de ir a vivir a Múnich, estaba dos años en
Málaga que era un período todavía en pleno franquismo, con las precauciones
correspondientes, no poder hablar de determinadas cosas. Entonces había acciones y protestas de
la oposición en algunas partes del país, pero la dictadura continuaba con la
represión y cualquier brote de insurgencia o libertad fue reprimido duramente.
Faltaba algo importante en mi vida: poder vivir mis ideas y desarrollar
una actividad política. Los
cambios sociales notables ocurrieron entonces en Alemania y es por eso que
volví. Los movimientos sociales de los años setenta se dedicaban a
múltiples campos, desde el mundo laboral y los inmigrantes hasta el cultural,
pasando por lo ecológico, las cárceles, la lucha por viviendas dignos etc.
Todos estos grupos tenían una meta clara: cambiar la sociedad
capitalista-injusta con la explotación del individuo, el consumismo y la
alienación para crear otra sociedad, con relaciones distintas entre la gente y
otras vivencias, más humanas. Mis amigos de Múnich eran muy activos en grupos o
colectivos varios, y yo veía mi futuro en ese movimiento alternativa y a su
lado.
-Pero Alemania
en aquellos años no era nada permisiva con ciertos movimientos que se salían de
lo convencional…
-Alemania no era permisiva y otros países tampoco.
Estábamos en la Guerra Fría y el enemigo eran los comunistas, la izquierda
radical. En los años cincuenta, sesenta, continuaba la caza del “enemigo
bolchevique” contra el que ya había luchado Hitler y Franco igualmente con su
“cruzada”. Es interesante y dice mucho de la sociedad y de los políticos
alemanes, que su mirada siempre estaba dirigida hacia la izquierda, nunca a los
partidos y grupos de ultraderecha, neonazi, ni entonces ni más recientemente.
Si la actitud hacia los exnazis o neonazis hubiera
sido convincente, si no hubieran existido la indulgencia y cierta justificación
de los crímenes nazi y el silencio posterior, el choque entre las dos
generaciones, la de los autores y sus hijos, no hubiera sido tan fuerte y con
las consecuencias que finalmente hubo.
-Recuerdo, por
ejemplo, aunque estéis alejados a la “banda Baader –Meinhof”. Sé que no tenéis nada que ver…pero es por
comentar algo sobre lo que en aquellos años removía los cimientos de esa
estabilidad de la que tanto, siempre, presume…. ¿Qué nos puedes comentar?
-Estos cimientos y toda la fachada se vino abajo con
los famosos procesos contra los autores de los crímenes contra los judíos, como
el proceso contra Eichmann, y contra el personal del
campo de Auschwitz. Se rompió el silencio de más de
quince años sobre la auténtica naturaleza del régimen de Hitler y se abrió la
brecha entre la generación de los padres/autores y los hijos que acabo de
mencionar. Había jóvenes muy conscientes y sensibles, Ulrike
Meinhof por ejemplo, que se había politizada ya en
los años cincuenta, contra el rearme de la RFA y en la lucha contra una guerra
nuclear, o Gudrun Ensslin que empezó su lucha contra
las injusticias y la sociedad autoritaria en la primera mitad de los años
sesenta. El factor desencadenante para la radicalización y hacia métodos
violentos de alguna gente eran claramente las actuaciones de la policía contra
los manifestantes, sobre todo en Berlín-Occidental. Consideraban al estudiante
de izquierda su enemigo que tenían que perseguir y eliminar. Su vocabulario era
fascista, utilizaban los mismos vocablos que habían utilizado contra los judíos
y demás enemigos: erradicar, aniquilar, exterminar. Y así se produjo el
asesinato de un estudiante, el 2 de junio de 1967, en una manifestación contra
el Sha de Persia. Aquel disparo y la brutal represión
de una manifestación pacífica cambiaron toda la situación. Gudrun Ensslin habló entonces del nuevo fascismo, y ella y algunos
más consideraron que había que luchar con las armas contra ese Estado fascista
y sus instituciones. Hay que ver todo esto en el contexto internacional de
aquel tiempo, donde por doquier habían salido “grupos de liberación” que
lucharon contra la dominación colonialista. Era, sin embargo, un error creer
que en Alemania-Occidental, en las metrópolis europeas, se pudiera producir una
situación revolucionaria y que las masas siguieran a los autoproclamados
líderes. También era un error orientarse en ejemplos marxistas-leninistas
creyéndose la punta de lanza de la revolución. El grupo perdió poco a poco el
sentido de la realidad y esto aumentó considerablemente debido a su situación
de aislamiento en la cárcel y todas las medidas a las que fueron sometidas. El
gobierno alemán y las instituciones creyeron poder solucionar el problema
terrorista con el código penal y con medidas cada vez más represivas. Esto fue
el otro gran error. El entonces canciller, Helmut Schmidt, dijo años más tarde
que habían disparado con cañones sobre gorriones. Dejó de añadir que hubiera
estado en las manos del gobierno cambiar la historia de Alemania con otras
decisiones, pero no era un hombre propenso a la autocrítica. Una hija de Ulrike Meinhof escribió en un
artículo que el grupo Baader-Meinhof era un producto
de los medios que convirtieron a los terroristas de manera irresponsable en
figuras de culto y procuraron así la continuación de la existencia del grupo.
Si hubo cierta simpatía con ellos, fue sobre todo por el trato inhumano que
recibieron, como por ejemplo la alimentación forzosa durante las huelgas de
hambre que significa una tortura terrible, tanto física como psíquica, y porque
no se aplicó el Art. 1 de la Constitución alemana para ellos, es decir, un
preso sigue siendo una persona y la dignidad humana en su caso es tan
inviolable como la de cualquier persona.
-¿Por
qué te vienes a España y, en concreto Barcelona…?
-Algo me atrajo en España, que tenía que ver con el
anarquismo, la CNT, los acontecimientos de 1936. Había venido en 1968 a Madrid
para mejorar mi castellano, después estuve aquellos dos años en Málaga. En
1977, al finalizar mi segunda carrera universitaria, quería pasar un año en
Barcelona para vivir el cambio político-social del país, ese cambio que
muchísima gente había esperado tanto durante los 40 años de dictadura.
Lamentablemente, las esperanzas se truncaron pronto pero… conocí a Luis Andrés.
-Bueno a Luis
Andrés Edo lo conoces cuando ya está en marcha el primer suspiro de la
transición…tiempos durísimos, pero, a la vez, ilusionantes…o ¿Cómo lo ves en
perspectiva?
-Cuando llegué en otoño de 1977, aún se notaba la
euforia, la ilusión por crear lo que durante años se había soñado, entre otras
cosas reconstruir la CNT. Pero no hubo unidad entre los militantes y demasiados
obstáculos por todas partes. Con el atentado al Scala,
todo cambió de repente y determinantemente. Las fuerzas
de seguridad, Martín Villa, lograron sus objetivos: desprestigiar a la CNT y
presentarla como viles terroristas. Las consecuencias son conocidas: la CNT
perdió afiliados y en importancia, la vía estaba libre para los sindicatos
reformistas que en adelante firmaron todos los acuerdos, empezando con los
Pactos de la Moncloa, olvidando que su esencia de ser es la defensa de los
intereses de los trabajadores. Para Luis eran tiempos muy difíciles porque no
logró el apoyo suficiente para sus tesis y para sus objetivos, en aquel
entonces la ruptura con el régimen franquista. Estaba rodeado de demasiados
compañeros con estrechez de mira o incluso gente que obstaculizó todo.
-El anarquismo
estaba muy mermado por los 40 años de dictadura, por un duro exilio, por su
propia idiosincrasia que, a veces juega, también, un poco en contra de “cierta
unidad ”…al no haber “obediencia al secretario general”…¿Qué me puedes decir?
-Toda la historia del anarquismo español, desde la
fundación de la primera organización en 1870, se caracteriza no por unidad sino
por tendencias, luchas intestinas, escisiones, también por la lucha de poder
dentro de la organización que es lo más antianarquista.
Durante los años de exilio, la organización expulsó a muchos miembros lo que
mermó casi más a la organización que las desapariciones por motivos biológicos.
Era precisamente un secretario general autoritario que provocó el hastío y el
alejamiento de muchos cenetistas y anarquistas que
desde jóvenes habían llevado la organización en su corazón. Siempre discutían
por la “línea correcta”, pero, como dices, por la esencia, la idiosincrasia del
anarquismo y anarcosindicalismo, no puede haber esa unidad porque cada
individuo, cada sindicato, cada federación local es autónoma y por eso no está
vinculado a las decisiones de un secretario general o un comité nacional. Si a
nivel local, con plena autonomía y con una mayoría clara –que nunca puede ser
el 50 + 1) –se decide una cosa, hay que aceptarlo, siempre y cuando las
decisiones no vayan en contra del ideario general anarquista y de la
organización. A pesar de esa desunión y todas las discrepancias, el 19 de julio
de 1936, millones de cenetistas y anarquistas se
echaron a la calle para frenar el golpe fascista, pero también es verdad que
después de 40 años de dictadura y exilio y los cambios sociales que se
produjeron a partir de 1968 solo unos pocos guardaban este espíritu, la entrega
por la organización.
-¿Cómo
fueron los años de convivencia con Luis Andrés Edo, te lo pregunto desde el punto
de vista del activismo en el que una pareja se puede comprometer?
-Yo estaba muy metida en mi profesión, la docencia en
la universidad, que me exigía una dedicación plena y no me dejaba mucho tiempo
para actividades políticas. Luis y yo coincidíamos completamente en las ideas,
pero él tenía una trayectoria mucho más comprometida que yo. Había luchado
activamente y durante décadas contra el Franco-fascismo y una parte de su lucha
era siempre la defensa de la dignidad, también en circunstancias tan difíciles
como dentro de las cárceles. Yo aceptaba que la vida de Luis se desarrollara en
su sindicato y en la organización. No era un problema para mí, porque entendía
que esto era su vida, y le apoyaba en lo que podía. Estaba implicada en la
medida que mi trabajo me lo permitía, en todo caso en los grandes eventos
culturales que se organizaron en Barcelona.
-¿Crees que la
labor, el trabajo, el compromiso, la idea y el ideal de Andrés no se han
valorado lo suficiente o no se han reconocido como merece…?
-Como todas las personas auténticas, directas, con
fuerza analítica y clarividencia, Luis a veces era incómodo para aquellos que
no compartían sus opiniones. Muchos le consideraban un polémico, no estaban de
acuerdo con él, más bien obstaculizaron o boicotearon su trabajo. Tenía sus
adversarios, sus difamadores, incluso había algunos que le denunciaron a la
policía. Por otra parte, he conocido a muchísimos, de dentro y fuera de la CNT,
que le admiraban por su talante dialogante, su coherencia e integridad, que apreciaban
sus análisis y opiniones, que nunca han olvidado su comportamiento en la cárcel
frente a los indefensos, muchos le consideraban un padre, y este lado, es decir
su comportamiento profundamente humano, auténticamente anarquista, es lo que se
recordará de él.
-Cuando se
convive con una persona a la que se quiere, pero con la que se comparte la
ideología, el compromiso…se vive como en muchas dimensiones ¿no?
-Los primeros años a su lado fueron bastante
difíciles. Teníamos las mismas ideas, luchábamos por lo mismo, pero yo era la
chica del movimiento alternativo, él era el militante histórico con años de
lucha tras de sí contra la dictadura y el tirano habiendo arriesgado muchas
veces su vida. Pero ya se sabe: crecemos con las dificultades, y yo crecí mucho
a su lado. Tengo una entrada en un diario, de mediados de los años ochenta,
sobre cómo me veía él. Me dijo entonces que era un gran apoyo para su vida
militante, es decir, no era solamente la compañera sentimental, sino como es el
significado de la palabra, le acompañaba en todo. Y eso me fortaleció.
-¿Cómo
es, ahora, amiga Doris, tu vida cerca siempre del recuerdo perenne de Andrés?
-El amor y los sentimientos de cariño por una persona
no desaparecen con su muerte, como bien saben todos aquellos que han perdido a
un ser querido. El luto y el dolor inicial amainaron con el tiempo, pero
continúa el vacío que ha dejado Luis y anhelaré su presencia hasta mi último
día de vida. Hay personas y algunas circunstancias que han impedido que cayera
en una depresión permanente, la dedicación a la redacción de mi historia con
Luis, por ejemplo. Me ha ayudado mucho en pensar en otros aspectos de mi vida,
aunque, en el fondo, siempre volvía al punto de partida, es decir, Luis.
-Hablemos de la
idea libertaria y es que por mucho que
cambien las legislaciones, los escenarios políticos y sus protagonistas…aquello
que no cambia es el ideal libertario… ¿cómo lo has ido viviendo, querida Doris,
desde tu experiencia como activista ligada a este ideal?
-El rechazo al poder es cada vez más extendido porque
es obvio que la corrupción va unida al poder y es omnímoda. Destruye las
relaciones humanas, la fe, la ética y moral, todo. El ideal imaginado no se ha
podido alcanzar, porque siempre se ponían obstáculos, el adversario tenía y
tiene todo el poder y toda la maquinaria para impedir que las ideas libertarias
prosperen demasiado. Por otra parte, el mundo libertario se compone de seres
humanos y como tales viven con contradicciones e imperfecciones. Sin embargo,
en los casi cuarenta años que vivo ahora en Barcelona he conocido a muchos
compañeros veteranos que lucharon en la Guerra Civil y se volcaron en la
revolución social por conseguir ese cambio radical de la sociedad. Fueron
fieles a sus ideales hasta su muerte. También he conocido a muchos que eran
jóvenes a finales de los años setenta, que continúan hoy en la lucha por estas
ideas, que no se desilusionaron con el rumbo de esa falsa transición, siguen
luchando y defendiendo sus ideas. Y sobre todo: hay muchísimos jóvenes que
viven estas ideas.
-¿Hoy y ahora
ese ideal es más necesario que nunca reivindicarlo?
-Nuestro amigo José María Nunes,
el cineasta, mantenía que los anarquistas son los más conservadores de todas
las ideologías porque quieren conservar la naturaleza tal como es y mejorar y
evolucionarla para lo mejor del hombre. Solo la anarquía puede salvar la
Humanidad. Parte de la igualdad de las personas en el sentido que todas deben
vivir con igualdad de oportunidades y de derechos, y la solidaridad, el ‘apoyo
mutuo’ también es un concepto fundamental que los anarquistas han vivido
siempre. El capitalismo no conserva nada, es destructivo, y creo que es obvio
que la gran mayoría de la gente no quiere vivir sometida, explotada y
esclavizada. Las llamadas democracias son una farsa porque las elecciones no
sirven para nada (véase España), impiden la participación, solo existe la ley
del más fuerte. Y veo con cierta esperanza que, allí y allá, crece el número de
personas que ya no creen en determinadas promesas, que quieren autogestionar su vida y de hecho lo hacen.
23264
Amor y anarquía. Mi
vida en Alemania y con Luis Andrés Edo. Doris Ensinger
464 páginas
25.00 euros
Icaria
Doris Ensinger
nació en Alemania con la Segunda Guerra Mundial como telón de fondo. Ya de pequeña
se rebeló contra una pedagogía basada en los viejos valores de una sociedad
encorsetada de posguerra y esta situación señaló el rumbo de su vida.
Su juventud estuvo marcada por un comprometido activismo estudiantil. Y su
lucha por la memoria histórica y los derechos humanos la llevó a conocer las
realidades de las dictaduras portuguesa y española, así como a las personas
que, como ella, querían contribuir en la construcción de una sociedad más
justa.
Su vida junto a Luis Andrés Edo constituye la segunda parte de esta biografía;
histórico militante del movimiento anarcosindicalista español de la CNT,
compartió su vida y sus experiencias junto a Doris, sin olvidar nunca sus
principios y su lucha política.
«No soy una de aquellas mujeres heroicas que se entregaron con tenacidad a la
lucha contra la tiranía y a favor de una sociedad más justa y más humana y que
en esa lucha arriesgaron su vida; tampoco soy una de aquellas mujeres que
entraron en la historia por su vida y obra. Sin embargo, el ejemplo de tantas
mujeres valientes me inspiró a contribuir algo, a mi manera modesta, en la
lucha por un mundo mejor.
Lo especial de mi vida es que un día me encontré a un hombre cuyo nombre era
conocido entonces por su lucha activa contra el régimen de Franco, no solo en
la propia España, sino también fuera de ella. Me enamoré finalmente de este
hombre y tuve la inconmensurable suerte de poder vivir durante treinta años al
lado de Luis Andrés Edo».
Índice y prefacio:
http://www.icariaeditorial.com/pdf_libros/amor%20y%20anarquia.pdf
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