La
Librería de El Sueño Igualitario
Una mirada, en
retrospectiva, de lo que fue, y ha dejado ELA, entre 1976 y el 2006 el
sindicato en Euskal Herria.
Un libro agudo y perspicaz,
a la vez que minucioso, de Germán Kortabarria desde la edición de Pamiela.
Lo que nos dice la
editorial Pamiela del libro, la sinopsis:
La trayectoria
reciente de ELA ha desconcertado a más de uno: el sindicato que consideraban
moderado y razonable ha pasado a sostener posiciones tenidas por extremas, la
organización que se alineó con el Estatuto ha roto con el marco establecido en
la Transición, la promotora de instituciones para el diálogo social las ha
abandonado para saltar a las trincheras del contrapoder. La lógica interna de
esta transformación es precisamente el hilo conductor del relato sobre la
trayectoria del histórico sindicato en los treinta años transcurridos desde la
salida de la clandestinidad.
El libro presta
especial atención a las relaciones intersindicales
–fundamentalmente las vicisitudes de la unidad de acción con LAB– y a la
intervención del sindicato en la vida política vasca: relación con partidos y
gobiernos, incidencia de ETA, el acto de Gernika, Lizarra-Garazi, Plan Ibarretxe, proceso de Loiola… El
autor, que ha vivido desde dentro los procesos que refiere, no esconde la
parcialidad de su mirada, pero defiende la veracidad de un relato que apoya
«sobre datos, textos y testimonios».
El libro de Germán
Kortabarria resulta imprescindible para entender la trayectoria de una
organización tan presente como desconocida, y disponer de otra perspectiva
sobre momentos importantes de nuestra vida política.
El autor, Germán
Kortabarria:
Abogado vinculado a
ELA desde el año 1975 en que el sindicato abrió en Donostia el primer despacho
de asistencia jurídica. Fue miembro del Comité Ejecutivo a partir de 1988,
además ha sido secretario de formación y de comunicación y desde 2004,
secretario general adjunto hasta el 2007 en que deja toda responsabilidad en la
organización. Ha sido muy activo publicando en medios de ELA y medios externos.
En el 2008 y en colaboración con el dibujante Jesús Antonio Ruiz Jesse publicó el álbum Kontrakronica,
crítica humorística de los acontecimientos sociales y políticos de los últimos
años. En 2015 publicó la obra Ganzak hórrela(ere) izan zipen.ELA 1976-2006 que ahora tenemos en
nuestras manos en castellano por Pamiela.
Cazarabet
conversa con Germán Kortabarria:
-¿Cómo nace ELA? y ¿por qué, según parece, pasa a
jugar un papel imprescindible en la sociedad?-Amigo, ¿qué significó la
implantación para todo el territorio de Euskal Herria del sindicato ELA?
- ELA es una
organización centenaria. Nació en 1911, en Bilbao, a iniciativa del Partido
Nacionalista Vasco, para hacer frente al monopolio que la UGT, sindicato ligado
a un partido rival, el PSOE, intentaba imponer en las fábricas. En los años 30
el sindicato –que entonces era conocido por su nombre en español, Solidaridad
de Trabajadores Vascos (STV)– alcanzó un gran
desarrollo que se manifestó en su gran presencia en los centros de trabajo y en
la promoción de un pujante movimiento cooperativista y mutualista; todo ello lo
truncó el golpe militar de 1936, al que el sindicato se enfrentó, organizando
incluso sus propios batallones.
Tras la imposición
del nuevo régimen, los solidarios sufrieron una represión brutal, como el resto
de fuerzas antifranquistas (se acaba de publicar en Pamiela un estudio de Joxeangel Ulazia sobre la
represión contra ELA). Para las fuerzas que combatieron el fascismo, tanto en
el interior como en el exilio, fue terrible la constatación de que la caída del
fascismo en Alemania e Italia no arrastraría el régimen franquista, que, en la
nueva política de bloques, se convertía en aliado del frente anticomunista. El
desmentido de la hipótesis que había animado
la lucha antifranquista sumió a la mayoría de la oposición en el
desconcierto. En los mediados 50 ELA se
encontraba con la dirección en el exilio y con una militancia clandestina muy castigada
por la represión.
En los 60 al calor
de la renovación ideológica, cultural y política que, como en otras partes, se
dio en Euskal Herria,
jóvenes del “interior” entregados a la “cuestión social” se fueron organizando
bajo las siglas de ELA. Las diferencias en materia ideológica y estratégica
hacían muy difícil su relación con la dirección histórica, que terminó en
ruptura. Sin embargo, en 1975, el grupo
más sindicalista del “interior” volvió a confluir con la dirección histórica y
preparó el III Congreso (1976), que supondría una verdadera refundación del
sindicato.
Una de las señas de
identidad más remarcables de la “nueva” ELA era la independencia respecto de
los partidos políticos; es cierto que todos los sindicatos se declaraban
independientes, pero ELA fue más allá: estableció la radical incompatibilidad
entre responsabilidades políticas y
sindicales, lo que, por otra parte, no suponía mayor problema, ya que el grupo
de militantes que se había hecho cargo de la organización no tenía vínculos con
ningún partido político. Junto a la independencia política se sentaron las
bases para la independencia económica, fijando una cuota comparativamente
“alta” y estableciendo una administración rigurosa que garantizara la efectiva
percepción de las cuotas: esta decisión fue muy difícil, ya que inmediatamente
teníamos que empezar una campaña de afiliación
compitiendo con organizaciones que ofrecían carnets mucho más baratos,
pero fue determinante para que ELA pudiera consolidar su estructura, establecer
servicios sindicales y asentar su independencia respecto de fuentes de
financiación ajenas.
Otra seña de
identidad era la centralidad de la negociación de los convenios colectivos y la
oposición de los pactos sociales, que pronto tendría ocasión de ratificar con
su rechazo rotundo de los pacto de la Moncloa (1977).
-¿Fue
el sindicato más fuerte y el que gozaba de más dinámica en todo vuestro
territorio?
-Desde las
elecciones sindicales de 1980, en las que ELA consiguió ser el primer
sindicato, ha ido consolidando su posición: actualmente ELA acredita una
representación del 40% en la Comunidad Autónoma Vasca (más del doble que el
siguiente sindicato) y del 22% en Navarra (muy cerca de UGT y CCOO). Una
constante en estos años ha sido el ascenso en representación de ELA y de LAB,
junto con el estancamiento y retroceso de CCOO y UGT. Una lectura de esa
realidad es la del fortalecimiento del sindicalismo abertzale; otra lectura,
que me parece también necesaria, es la del fortalecimiento del sindicalismo
reivindicativo, que representan ELA y LAB, frente al modelo de los pactos
sociales y la dependencia de la financiación ajena.
-¿Cómo respondía ELA a las necesidades de
la sociedad?; ¿Cómo eran sus reivindicaciones?
-Tradicionalmente
la tarea central de ELA ha sido la negociación de los convenios colectivos;
junto a ella, la atención de los problemas derivados de las sucesivas crisis
industriales, además de la asesoría y defensa de las personas afiliadas en sus
problemas laborales. ELA cuenta con un servicio fundamental para mantener una
negociación colectiva potente, como es la caja de resistencia, que da una
cobertura básica de más de 800 euros al mes y, en determinados casos, puede
llegar a superar los 1600 euros; eso está permitiendo mantener huelgas muy
duras. Por otra parte, cuando algunas organizaciones, fundamentalmente UGT y
CCOO, empezaron a ofrecer otro tipo de servicios, como viviendas, viajes,
seguros o tarjetas de compra, analizamos el tema y decidimos no entrar en
campos que, además de no ser propiamente sindicales, podían comprometer la
independencia del sindicato. Tampoco hemos entrado a organizar cursos de
formación continua, porque nos parece que es tarea que corresponde al sector
educativo (en Euskadi tenemos una buena infraestructura de formación profesional)
y porque, como denunciamos desde el principio y el tiempo ha confirmado, un
sistema en el que quienes con una manos otorgan subvenciones con la otra las perciben, lleva en sí el
germen de la corrupción.
-¿Por
qué lo del título, No pudieron ser amables 1976-2006? (hombre un sindicato si
quiere ser efectivo, quizás, de entrada, no deba ser muy amable, deba ser más
rotundo y más incisivo en todas sus reivindicaciones)
-El título original
era distinto. Al preparar la edición de la traducción al español, me venía
repetidamente a la cabeza el poema de Brecht “A los hombres futuros” y me
pareció que el verso “no pudimos ser amables” resumía lo que podía ser un hilo
conductor de la trayectoria del sindicato en esos años y respondía, con un punto de ironía, al discurso dominante en los principales
medios de comunicación vascos que presenta a ELA como una organización hosca,
reacia al diálogo y al acuerdo. La ELA del inicio de la Transición consideró
que el marco impuesto -integrado por la Constitución, el Estatuto de Autonomía del País Vasco y, algo más tarde,
el Amejoramiento del Fuero de Navarra-, a pesar de sus limitaciones, podía ser
un punto de partida válido para el desarrollo del autogobierno y la realización
de las aspiraciones nacionales del pueblo vasco, y se implicó en la
institucionalización de Euskadi: la constitución del Consejo de Relaciones
Laborales, el acuerdo sobre resolución de conflictos, el Consejo Económico y
Social o los primeros convenios colectivos para los trabajadores de las administraciones
vascas deben mucho a la iniciativa y
empeño de ELA. ELA quiso que la negociación colectiva y el diálogo en el seno
de instituciones como el Consejo de Relaciones Laborales sirvieran para ir
configurando un marco laboral más justo, y que las instancias de participación
institucional sirvieran para que la voz de los trabajadores tuviera alguna
influencia en las políticas públicas.
Sin embargo, la
realidad va a ir desmintiendo las hipótesis de ELA. La apuesta por apurar las
virtualidades del marco jurídico-político termina con la constatación de la
radical insuficiencia de dicho marco y la declaración de que “el Estatuto está
muerto” (Gernika, 1997).
La esperanza de que
la participación institucional sirviera para incidir en la acción de gobierno
topó con la asunción por los administradores públicos de la ortodoxia
neoliberal y la renuncia a las políticas redistributivas, cuando son más
necesarias que nunca, por lo que ELA, que no está para cosméticas, termina abandonando aquellas instancias.
En materia de
negociación colectiva ELA se encuentra con que el modelo tradicional, que se
limitaba a negociar salarios, jornada y alguna cosa más, excluye los problemas
de precariedad y de discriminación que afectan a cada vez más gente, sobre todo
a mujeres y jóvenes, problemas que la patronal no acepta incluir en los
convenios, por lo que ELA plantea una negociación colectiva mejor preparada,
más agresiva, buscando los ámbitos más favorables. La patronal y las
administraciones responden a la ofensiva de ELA descalificando al sindicato y
rompiendo la regla de la mayoría, para firmar seudo-convenios
con minorías sindicales y montar instancias de diálogo de las que ELA y LAB
quedan fuera. En resumen, el sindicato que quiso ser uno de los pilares de la institucionalización
y de un marco socio-laboral más justo, ha tenido que ir revisando sus
posiciones y recorrer el camino desde la institución al contrapoder para seguir
siendo fiel a sus principios y objetivos. Y, para disgusto de muchos, esta
radicalización de ELA no le ha acarreado las pérdidas que le auguraban en
representación como en afiliación (cuenta con más de 100.000 personas
afiliadas), lo que viene a confirmar que la vía emprendida responde a las
necesidades de la clase trabajadora.
-Vivió
ELA, conviviendo en un clima de presión y violencia con ETA y demás, no me lo
puedo ni imaginar. Por favor, ¿me puedes explicar cómo se puede vivir en un
clima tan bestial (la verdad es que no sé qué calificativo utilizar) como
ése?-Francamente debieron ser años durísimos para todos. Era muy fácil, me
imagino, observarlo desde según qué sillones, estamentos, instituciones y,
creo, que debe ser siendo muy fácil….
-Hay que precisar
que nuestra organización consideró un gravísimo error la estrategia armada ya
en los años 60, cuando Felipe González, por ejemplo, “era un entusiasta de la
lucha antifranquista de ETA” (testimonio de Juan Mari Bandrés, en Mis almuerzos con gente inquietante, de
Vázquez Montalbán). Ahora bien, ELA no estuvo de acuerdo con la consigna de
aislamiento de la izquierda abertzale impuesta por el pacto de Ajuria-Enea, que
neutralizaba al conjunto del movimiento nacionalista. ELA condenaba el
terrorismo pero defendía el diálogo, que en el campo que más directamente le
afectaba desarrolló por medio de la relación con el sindicato LAB, una opción
por la que fue demonizada. Los crímenes de ETA, que supusieron la muerte, entre
otra muchas, de bastantes personas
afiliadas a nuestro sindicato,
conmocionaron a la organización y a sus responsables, como se cuenta en
el capítulo Tiempo de tribulación. A
pesar de ello, ELA no se ajustó al guion del “pacto antiterrorista”, y trató de
ayudar a que la izquierda abertzale hiciera su camino hacia una estrategia que
descartara totalmente las vías de lucha violenta.
Estoy seguro de que líderes como Rafa Diez o Arnaldo Otegi habían asumido como
responsabilidad propia el conseguir que la fase de lucha armada terminara y de
que la vuelta a las armas en 2000 tras la tregua de Lizarra les pareció un
error gravísimo. La ceguera de la organización armada y la cicatería y el
cálculo del Estado retrasaron el fin del ciclo armado y dejaron sin resolver
sus consecuencias.
-¿Cómo
han sido tus días y tu evolución dentro de ELA?
Entré en la
organización en 1971, cuando estaba en la facultad de Derecho. Hacia finales de
1975 me hice cargo del primer local de asistencia jurídica del sindicato y,
desde entonces, he trabajado, además de en el área jurídica, en tareas de
formación y comunicación. De 1988 a 2007 formé parte del Comité Ejecutivo. Dejé
la responsabilidad dentro del plan de que nos habíamos impuesto para renovar
los cuadros dirigentes desde las perspectivas
generacionales y de género.
-No
sé, al menos con profundidad, cómo ha sido la irrupción del movimiento 15M en Euskal Herria, pero me pregunto
¿cómo has observado que esto haya afectado a los sindicatos, en concreto a ELA?
-Tradicionalmente
ELA era un sindicato muy organicista, que miraba con desconfianza y desde la
distancia iniciativas espontáneas, de corte asambleario, de composición plural…
En la medida en la que se ha ido desligando de compromisos institucionales y
que ha ido asumiendo compromisos en materias no estrictamente laborales,
ligadas con el modelo de sociedad
(fiscalidad, igualdad de género, protección social, vivienda,
infraestructuras, transición ecológica…), se ha ido encontrando con colectivos
y movimientos sociales de los que se ha dado cuenta de que tiene mucho que
aprender y con los que comparte iniciativas
y movilizaciones.
-Este
es un libro que reflexiona y se acerca mucho, desde muchas perspectivas, a la
política, pero desde el sindicalismo, desde la figura de ti como sindicalista.
¿Cómo se construye, se reconstruye y se reflexiona los hechos socio
políticos desde una óptica plenamente sindical?
-En una cuestión
ciertamente compleja. Para nosotros la clave fundamental es la autonomía. Una
autonomía que va más allá del terreno acotado de las funciones que se entienden
propias del sindicato. Como organización de clase el sindicato tiene el derecho
y la responsabilidad de dar su opinión y plantear sus reivindicaciones sobre
cuantas cuestiones afecten a su base social. Los gobiernos suelen negar
legitimidad a los sindicatos para pronunciarse sobre materias que vayan más
allá de lo estrictamente laboral: “que se presenten a las elecciones”, suelen
decir, como nos decía un responsable de la Hacienda vizcaína cuando
criticábamos su política fiscal. Es la reducción del sindicato a una gestoría laboral. Ahora bien, la
relación más compleja se da con las fuerzas que el sindicato siente más
próximas, sobre todo cuando se acercan a la administración o establecen
relaciones con los aledaños del poder, ya que estas fuerzas tienden a pensar
que el sindicato está obligado a apoyarles. Es algo con lo que ELA no ha estado
de acuerdo. Si los movimientos sociales, entre ellos el sindicalismo, no
mantienen su capacidad de organización y decisión autónomas, serán fagocitados
por la vanguardia política y dejarán de ser contrapoder.
-¿Crees que conocemos bien a ELA fuera de Euskal
Herria?; Este libro, no sé, quizás nazca con esta
pretensión, la de ser un trabajo de investigación, una recopilación de la
historia de ELA y una manera de que todos sepamos de esta organización
sindical, ¿no?
-Es entendible que
a ELA se la conozca poco fuera de Euskal Herria. Creo, de todas formas, que tampoco se le conoce
demasiado en su propio ámbito, por mucho que esté a diario en los medios de
comunicación. Precisamente con este libro he pretendido contar los procesos
internos que explican la evolución y las tomas de
posición del sindicato. Espero que ayude a que, se esté o no de acuerdo con ELA, se le entienda mejor. Por otra
parte, me parece que el libro aporta información de interés sobre las
vicisitudes de la política vasca en el periodo a caballo entre los dos
milenios, en el que ELA tuvo una intervención política de cierto relieve.
24368
No pudimos ser
amables. ELA 1976-2006. Germán Kortabarria Igartua
480 páginas
25,00 euros
Pamiela
La trayectoria reciente de ELA
ha desconcertado a más de uno: el sindicato que consideraban moderado y
razonable ha pasado a sostener posiciones tenidas por extremas, la organización
que se alineó con el Estatuto ha roto con el marco establecido en la
Transición, la promotora de instituciones para el diálogo social las ha
abandonado para saltar a las trincheras del contrapoder. La lógica interna de
esta transformación es precisamente el hilo conductor del relato sobre la
trayectoria del histórico sindicato en los treinta años transcurridos desde la
salida de la clandestinidad.
El libro presta especial atención a las relaciones intersindicales
–fundamentalmente las vicisitudes de la unidad de acción con LAB– y a la
intervención del sindicato en la vida política vasca: relación con partidos y
gobiernos, incidencia de ETA, el acto de Gernika, Lizarra-Garazi, Plan Ibarretxe, proceso de Loiola… El
autor, que ha vivido desde dentro los procesos que refiere, no esconde la
parcialidad de su mirada, pero defiende la veracidad de un relato que apoya
«sobre datos, textos y testimonios».
El libro de German Kortabarria resulta imprescindible
para entender la trayectoria de una organización tan presente como desconocida,
y disponer de otra perspectiva sobre momentos importantes de nuestra vida
política.
German Kortabarria Igartua
(Oñati, 1949)
Licenciado en Derecho, ha desarrollado una larga trayectoria en ELA desde que
en 1975 abrió en Donostia el primer despacho de asistencia jurídica del
sindicato. Miembro del Comité Ejecutivo a partir de 1988, ha sido secretario de
formación y de comunicación y, desde 2004, secretario general adjunto. En 2007
dejó toda responsabilidad en la organización.
Ha publicado numerosos artículos en publicaciones de ELA y en medios externos.
En 2008, en colaboración con el dibujante Jesús Antonio Ruiz Jesse publicó el álbum Kontrakronika,
crítica humorística de los acontecimientos sociales y políticos de los últimos
años.
En 2015 publicó la obra Gauzak horrela
(ere) izan ziren. ELA 1976-2006 (Pamiela, 2015),
traducida al castellano con el título No pudimos ser amables. ELA 1976-2006
(Pamiela, 2016).
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