Cazarabet conversa con... Ramón Acín, autor de “A lo largo de la vida” (Mira)
Ramón Acín vuelve con su narrativa desde la colección Sueños
de Tinta de Mira Editores.
La
narración, de narraciones, de Ramón Acín es sosegada,
pero a la vez incisiva….siempre nos hace pensar y repensar lo que somos y qué
hacemos en la narración o entre la narración que Acín
propone.
Aquello que
nos cuenta la editorial, la sinopsis del libro:
Las
historias que alientan los relatos de A lo largo de la vida tienden a descansar sobre una idea común, tan
preceptiva como vertebradora. En todas ellas, la soledad, a la vez fruta dulce
y amarga, recorre los entresijos de sus tramas y habita en los personajes que
por ellas transitan. En ocasiones, manifestándose de forma evidente, con porte
casi de protagonista, mordiendo a dentellada limpia. Otras, por el contrario,
jugando a ser esquiva, para mecerse solo entre brumas por las que intuir
atisbos de luz y paz.
Por ello,
los personajes de A lo largo de la vida, al igual que los
seres humanos, se afanan en la búsqueda de una idílica convivencia que, con el
tiempo, sea del signo que sea, tiende a defraudarlos. Han nacido para
compartir, incluso lo inimaginable, pero, en medio del caos de sus vidas y del
ruido de quienes los acompañan, el desabrigo surge con virulencia. Pese a estar
rodeados, la sensación de orfandad y de soledad alientan y envuelven su vida
con dosis de alegría o de tormento. Y la nada, el frío, la indefensión, el
miedo, la oscuridad... o el silencio se superponen y
cruzan con la luminosidad, la armonía, la reflexión, la conciencia en estado
puro o el redentor encuentro con uno mismo.
Desde el
«mejor solo que mal acompañado» del que, con sabiduría, arenga el viejo
refranero, hasta un socorrido y conciso «hallar al amigo que se lleva dentro»,
sin olvidar, entre otras muchas sentencias más, el destino final del «morir
solos», todo cabe en las historias creadas por Ramón Acín.
Y, por tanto, la vida, mientras los personajes padecen o sueñan a fondo, y
siempre al costado de lo cotidiano, fluye intensa en ellas, mostrando la
multiplicidad de su rostro (incluida la enredadora visión que ofrece el
periodismo actual). Con todo ello, emerge la historia individual o colectiva,
simple y a ras del suelo, para así indagar en el acto más propio del hombre:
sentir la soledad como franca y perturbadora compañía.
El autor,
Ramón Acín:
Ramón Acín (Piedrafita de Jaca,
Huesca, 1952) es doctor en Filología por la Universidad de Zaragoza,
catedrático de Lengua y Literatura, escritor y crítico literario. Ha desarrollado
una amplia labor cultural, mediante la organización de programas de promoción
lectora (Invitación a la lectura, 1985-2011), la participación en congresos
nacionales e internacionales, la edición de obras (Robert L. Stevenson, Miguel Mihura, Jean Genet, Javier Tomeo,
Ignacio Martínez de Pisón…) y antologías o dirigiendo revistas y colecciones
literarias.
Es autor de libros de cuentos (Manual de héroes, 1989; La vida condenada, 1994; Los que están al filo, 1999;Hermanos
de sangre, 2007; Con el pie en el estribo, 2010; Abrir la puerta,
2013); dietarios (Aunque de nada sirva, 1995; Así me vio, 1997); novelas
(Extraños, 2000; La marea, 2001; Cinco mujeres en la vida de un
hombre, 2003; Siempre quedará París, 2005; Muerde el silencio, 2007);
novelas y cuentos, tanto juveniles como infantiles (Terror en la Cartuja,
2006; Secretos del tiempo escondido, 2005; Misterio en el
Collado,2008; El caso de la cofradía, 2010; Cornelio, Pancho, Simón y
yo, 2014) y ensayos literarios (Narrativa o consumo literario, 1990; Los dedos de la mano, 1992; En cuarentena. Literatura o mercado,
1996; Aproximación a la narrativa de Tomeo, 2000; La línea que come
de tu mano, 2000; Cuando es larga la sombra, 2009). Asimismo, ha publicado numerosos
artículos literarios en revistas especializadas y, también, artículos
etnográficos o de viajes por Aragón.
Ramón Acín ya ha estado con nuestros Conversas con..en
más ocasiones con su trazo narrativo muy contundente:
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/ramonacin2.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/monteosucro.htm
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/moncadabunuel.htm
Cazarabet conversa con Ramón Acín:
-Ramón, este libro tuyo ¿podríamos afirmar que trata de la convivencia
entre seres humanos y sobre las relaciones humanas?
-Sí, en el
fondo de casi todas las historias que conforman la colección de cuentos A lo
largo de la vida yace esa una idea central. Podría decirse que las
relaciones humanas son las dovelas que sostienen el plural arco de la vida,
donde sobre todo la soledad actúa como la piedra clave de todas ellas. Supongo
que ello se debe a que a mí me interesa indagar (como a la mayoría de los
escritores) aquello que no entiendo o aquello que no veo con claridad. Porque
escribir, sin duda, es buscar luz ante lo que se desconoce y buscar explicación
a lo que no se entiende. Desentrañar misterios, ahondar en los miedos, hurgar
en las obsesiones, explicar lo que late bajo la apariencia o la costumbre...
son formas muy acordes, creo, para la indagación y, además, todas ellas con
capacidad para superar sinrazones, psicopatías ocultas o neurosis aceptadas por
la fuerza de la costumbre que impone la banalidad del mundo actual.
-Se trata de un
libro “de narraciones”, como de historias dentro de otras historias, ¿no?-
-En
parte es cierto lo que se apunta en tu pregunta. Cada historia es
individualmente válida por sí misma, pero sin embargo al apoyarse en otras
historias o cuentos (digamos mejor al acumularse mientras se cambia el foco, el
paisaje y la mirada) engorda su significación y, por tanto, eso espero, abre
más posibilidades explicativas. Los relatos son pues como ventanas que
continuamente se están abriendo y que se prologan más allá de su contenido
individual al acumularse unas sobre otras siempre como una explicación de la
vida. Son cajas chinas (como matriuscas rusas,
sería la metáfora adecuada) que encierran, pues a eso aspiro, explicaciones
válidas ante las abundantes dudas que la existencia nos lanza mientras
deambulamos por la vida. En A lo largo de la vida, por tanto, el lector
tan pronto puede asistir a una tragedia, como viajar en busca de una aclaración
o simplemente divertirse, soñar, convivir y hasta ingresar en el pasado
histórico. Quizás porque siempre, en cada relato, parto de la realidad del
entorno en busca de ayuda para comprender lo íntimo y, desde esa intimidad, las
formas de cada persona a la hora de edificarse frente a los demás. A la postre,
se trata de indagar, indagar e indagar para, si es posible, solucionar las
dudas que se acumulan en cualquier persona y, de esa manera, intentar vivir con
más tranquilidad, serenidad y hasta con mayor felicidad ante lo que nos ha
tocado en suerte. Conocer, saber, comprender... son sin duda acciones para ser
uno más persona y para alejarse de la oscuridad que nos circunda con todo su
haz múltiple de sombras y opacidades.
-Pues,
amigo, permíteme la libertad de decirte que “indagar”, aunque sea en un cuerpo
narrativo sobre las relaciones humanas es casi, casi meterse en un arroyo del
que no ves cuando “haces pie” y cuando no lo haces…
-Bueno, la
literatura, salvo que se busque con ella la simple diversión o el modesto fin
de cubrir el ocio que a mí me parece igual de bien (cada lector es libre en su
elección, faltaría más), casi siempre ha sido un meterse de patas en el arroyo,
río, lago, mar u océano donde, por lo general, no se toca suelo, pero un
meterse de patas que sí lleva adjuntado, por necesidad, el esfuerzo que evite
la asfixia o el ahogo más que previsibles. Como escritor me interesa escarbar
bajo las máscaras de la apariencia, esas que recubren la realidad cotidiana de
la existencia. Desde gestos a actuaciones, por supuesto. Me interesa despejar
las mentiras aceptadas o impuestas, me interesa abrir el foco de la mirada
posibilitando la crítica, me interesa dar cabida a la duda (quien no duda está
condenado de antemano, creo)… Tal vez sea así porque pienso que solo actuando
de esta manera se sabe de las penurias, de las limitaciones e, incluso, de la
estupidez que nos envuelve. En suma, se trata de domar la anormalidad de lo
normal, de saber acerca de lo extraordinario de lo normal… y, a lo mejor, de
escapar del presentismo, de la velocidad y de otros
guiños que encorsetan y que, sin ser conscientes, nos encarcelan. Me estoy
poniendo demasiado serio.
-Dentro de las
relaciones humanas hay todo un ovillo que termina como un nudo gordiano, ¿no? y
teniendo en cuenta que cada una y uno de nosotros somos un ovillo con uno o
varios nudos gordiano…pues ya tenemos el lío formado…
El lío es
bueno. Sobre todo porque el lío conlleva en su seno la duda. Ante las varias
posibilidades, el ser humano, si ejerce como tal, está obligado a escoger, a
desenredar el ovillo del que hablas y, por tanto, a buscar luz entre tanta
vacilación. Ya lo he dicho la duda es buena para el ser humano porque obliga a
actuar. La actuación (acertada o no es ya otra cosa) nos define como personas.
Por eso, los relatos de A lo largo de la vida se asientan en situaciones
muy diferentes. La vida es plural y hay que reflejar esa pluralidad. De ahí la
presencia en A lo largo de la vida de relatos que hablan del interior
del ser humano, de las tripas y desde las tripas del individuo dentro de sus
habitáculos y rodeado por sus costumbres; de relatos que viajan hacia el pasado
como explicación del presente; de relatos que hincan el diente en la soledad
entre las multitudes de las ciudades; de relatos que indagan en el fracaso de
la búsqueda de una existencia en plena naturaleza; de relatos que bucean en la
atmósfera de la familia… Son, en suma, el cuerpo que expresa temáticas varias
que, al final, desembocan en lo mismo: la soledad que nos invade hoy día a
pesar del roce continuado, de los huracanes de saturación informativa y del
tecnicismo de las máquinas (Internet, móvil, etc.) que, en apariencia, deberían
todas ellas llevarnos a una mayor empatía y convivencia.
-Y donde “hay lío”
podemos indagar, pensar, reflexionar y hasta fabular las mejores e incontables
historias humanas, ¿verdad?
-Claro, el
lío abre todas las posibilidades imaginables de enfoque, indagación y
reflexión. Desde el dolor a la risa, pasando por la ironía, el humor y la
crítica. Por ejemplo, la mayoría de los relatos que contiene el libro y que al
lector pueden parecerle producto de la fantasía o inventiva están basados en
situaciones muy reales. Situaciones que yo como autor he leído o tomado de la
vida. Situaciones que, en su mayoría, provienen de lecturas de periódicos, de
noticias que estaban al alcance cualquiera y que, al leerlas, deberían haber
movido a la reflexión. Cuando menos, para que no se repitan por trágicas (el
relato, por ejemplo, basado en un cadáver de un solitario que tardó en ser
descubierto catorce años después de su muerte, catorce años sin que su vecinos
movieran un dedo), por crueles, por increíbles y faltos de humanidad. Sin
embargo, ahí están, repitiéndose sin mutación alguna y deshaciéndose también
como pañuelos de papel. Es decir, visibles tan sólo durante un instante
diminuto (el de la noticia de periódico) para acabar descomponiéndose
rápidamente antes de caer en el olvido. En definitiva, es la soledad como falta
de humanidad, como ausencia de convivencia, como ejemplo aceptado de vida y,
sin duda, como costumbre asumida sin rechistar. No debemos llamarnos a engaño.
-Para ti, amigo Ramón, ¿lo más importante siempre es o son los
personajes con todas sus complejidades?
-Claro, sin
personajes no hay carne, no hay ideas, no hay chica de la que sacar sustancia.
A mí me interesan los personajes que evolucionan, que maduran, que sufren… en
definitiva, que viven. Personajes que pueden encarnar seres normales y conectar
con las personas más comunes y corrientes. Por eso, huyo siempre de los héroes,
de los grandes hombres, de los grandes fastos de la historia (por cierto,
siempre escrita por los vencedores), de las grandes atmósferas y me sumerjo en
la gente corriente y en sus penurias, en los vencidos y sus heridas, en los
perdedores y sus cuitas (el Vae victis o Ay de los vencidos), en los que se indaga y
gracias los cuales se pregunta… porque todos ellos ofrecen perspectivas varias
y formas de observar la complejidad de la vida. La vida, pese a los mitos y
frases hechas, nunca es un camino de rosas, pues incluso hasta en aquellos que
creen que su vida es triunfo y que viven el paraíso pleno, el infierno les va
por dentro conformándolos. Me interesa indagar en ese infierno que siempre es
complejo, difícil y, sin duda, real.
-Los escenarios
donde desarrollas tus narraciones son importantes, pero me da –quizás vaya
equivocada—que en A lo largo de la vida son como “escenarios en
tránsito”
-Es que la
vida misma es un simple (y veloz) tránsito. Y de ahí esa presencia de espacios
por lo general anodinos o, digamos, sin cita expresa. Al contrario que en otras
obras mías, en las que el espacio o el paisaje era protagonista o tenía fuerza
como protagonista o incluso como compañero de viaje, aquí, en los relatos de A
lo largo de la vida, no importa para nada su precisión. Las historias se
centran más en las personas, en su interior y en su forma de afrontar la
existencia. Y, aunque el paisaje y el espacio marcan a las personas, a mí me
interesaba más ahondar en las tripas de los personajes, en el interior de los
seres que pueblan y protagonizan las historias de los relatos que componen el
libro. Es sobre todo un enfoque diferente y que exigen una mirada diferente
frente a lo que en mi narrativa suele ser habitual
-Siempre aparecen
esos silencios, tan incisivos como amenazantes de nuestra propia convivencia…la
que se debate en nuestro interior, ¿verdad?; ¿entre nuestras consciencias?
-Cierto. El
mal oscuro del interior. El lado oscuro de cada persona. Atrapa. Y a eso
intentan responder. Pero no con tristeza, que la hay, sino con algo de ironía
las más de las veces. Tal vez, puede parecer que el libro destila desesperanza,
dolor, desolación y demás halos poco apetecibles en una lectura, sin embargo
creo que eso no es así. O no del todo. Porque, en el fondo, bajo una capa de
escozor, he procurado (conseguirlo puede ser otra cosa) que corra un río
subterráneo. Algo así a lo que aquí llamamos somardez
o una ironía que busca quitar acidez, sanar la herida que pueda producir el
peculiar y brutal en ocasiones desarrollo de las historias. Aunque también es
cierto y lo confieso abiertamente que en el dolor expuesto tal vez exista mucho
de verdad y de que las heridas y las punzadas surja la lucidez clarificadora y
sanadora.
-¿Qué lugar ocupa aquí ese, también muy, muy presente miedo?
-La
incertidumbre, el miedo son connaturales a los seres humanos. Y sí, quizás no
de forma directa, A lo largo de la vida ahonda y discurre por el haz
múltiple del miedo, de la obsesión, de las paranoias o de las muchas
estupideces de la vida cotidiana que todos convertimos en problemas
irresolubles. Al menos, como telón de fondo, el miedo, la duda, la perplejidad...
están ahí, vigilantes.
-¿Cómo ha sido
encontrar una cita, “tan acertada” para cada narración?
-La lectura
es una de mis pasiones y de mis fuentes de vida. Aunque mejor sería hablar de
la lectura de libros como ayuda en la vida y para la vida. Leo y anoto todo
aquello que me impacta y me abre a la luz de la comprensión y del conocimiento.
En ocasiones, las frases sacadas de mis lecturas han dado pie a relatos. Aquí,
ya lo he mencionado, mis lecturas de la prensa diaria tienen suma importancia,
tanto como fuente de inspiración, como por motivo de reflexión y crítica (a
veces, el tratamiento de la noticia es algo que me saca de mis casillas). Y la
de novelas y ensayos no digamos. Las citas, por tanto, vienen solas. Están ahí,
como compañeras de vida, esperando expresarse. Es lo bueno de leer: que te
forma, conforma, edifica, da savia y hasta te sirve de muleta.
-Amigo, ¿estás
metido en algo en la actualidad?
-Acabo de
terminar un libro de viajes. Un libro de viajes inusual que verá, si no hay
obstáculos, la luz de la imprenta a finales de año en una editorial madrileña
de las que me gustan. Y también a vueltas con una novela que, aunque terminada,
no acaba de agradarme y estoy en el dilema o proceso de destrucción o, por el
contrario, de recomposición. Hay que dar tiempo al tiempo y no apresurarse. La
literatura es conocimiento aunque mucha gente la reduzca a consumo y cultivo de
ego, cosa que también, sin estar de acuerdo, acepto. Faltaría más. Los lectores
y sus formas de acercarse al runrun de las palabras son
diferentes y uno no debe creerse un hacedor de universos, tan sólo, con
humildad, exponer el suyo y esperar que la obra literaria que ha escrito se
convierta en la carta que el nombre de literatura (del
litera o carta latino) encierra.
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