Cazarabet conversa con... Antonio Martínez Castro, traductor del libro “Ali, el brigadista. Historia de un hombre recto”
(Comares) de Hussein Yassin.
Desde la colección
Literatura Árabe Contemporánea de Comares nos llega una novela que toma el hilo
conductor vital del brigadista internacional palestino Ali
Abdujáliq desde la pluma de Hussein Yassin…
La novela es
bellísima, pero el trabajo de búsqueda, investigación y documentación, detrás
del mismo, es también enriquecedor del oficio y del trabajo de escribir.
La edición Alfar
cuenta con el apoyo de la Fundación Euroárabe.
La sinopsis del
libro:
Hubo centenares de
árabes que combatieron en las Brigadas Internacionales en defensa de la
República y contra el fascismo. El palestino Ali Abduljáliq -cuyos restos yacen en el osario común del
cementerio de los Llanos en Albacete- fue uno de ellos. Hussein Yassin, autor de Alí, un
brigadista palestino, cuenta en los anexos de la novela cómo encontró la tumba
de Ali e incluye el acta de inhumación y la foto de
una lápida que puso en su recuerdo. Partiendo de un hecho real e
incontrovertible, la novela reconstruye la vida de Ali
desde el nacimiento hasta la tumba y recorre los escenarios que lo llevaron de
pastorear por la aldea en la infancia a ser un miembro activo del Partido
Comunista de Palestina que recibió formación política en Moscú y fue
encarcelado varias veces hasta que las autoridades coloniales británicas le
dieron a elegir entre cumplir de forma íntegra la condena o abandonar el país
para combatir en la guerra civil española, donde transcurre el último tercio
del relato.
La prosa combina un estilo lírico y culto en descripciones y recuerdos con un
habla popular en diálogos y rica variedad de refranes. La trama es atractiva
porque abre una ventana a la vida social y política de Palestina en un momento
de gran trascendencia, a la vez que contribuye a conocer mejor la participación
de los árabes en la contienda española, un tema que suscita interés de unos
años a esta parte.
El autor, Hussein Yassin :
Novelista palestino residente en Jerusalén.
Nacido en ‘Arrabat al-Battuf,
al norte de Galilea, en 1943. Cursó educación secundaria en Nazaret y estudios
universitarios sobre economía (Universidad de San Petersburgo- 1973),
administración de empresas (Haifa- 1976) y derecho (Tel Aviv- 1993). Durante
tres décadas ha trabajado en el sector de las finanzas desde Ramala. Ha traducido del hebreo al árabe ensayos de
política y economía, y ha publicado numerosos artículos de literatura en
revistas y periódicos. Empezó su trayectoria como novelista después de
jubilarse y cuenta con tres novelas en su haber: Lámparas en la oscuridad,
2006; Duhá, 2012; y Ali, un
brigadista palestino que fue finalista del International Prize
for Arabic fiction (Booker) en 2018.
El enlace
que hace referencia al brigadista judío amigo de Ali Abduljáliq
En homenaje a Salman J. Salzman. Krasilov, 1915 Tel
Aviv, 2005- Foro por la Memoria
Cazarabet conversa con el traductor Antonio
Martínez Castro:
-Amigo Antonio, ¿cómo es el papel de un traductor en
una obra como esta en la que, desde la novela, se ha narrado la estancia y el devenir,finalmente trágico, del
Brigadista Internacional Ali Abduljáliq
?
-En mi opinión el papel del traductor en una obra
como esta es el mismo que en cualquier otra: su papel consiste en volcar la obra
original a otro idioma, independientemente de que sea biográfico, épico,
trágico o cómico.
-Como
profesional de la traducción, ¿qué te llama más la atención del escritor
Hussein Yassin que tienes el privilegio de ver y
contemplar más en primera persona que nosotros, los pobres lectores mortales?
-No soy un profesional de la traducción, pues ésta
no es la actividad a la que dedico mi jornada laboral ni de la que obtengo los
ingresos que me permiten vivir. Digamos que me gusta traducir y le dedico
tiempo libre. Veo la expresión "los pobres lectores mortales" poco
afortunada y se me escapa la ironía. Tampoco creo que los escritores -mucho
menos los traductores- sean divinidades. Todo lo contrario, el lector es la
base de la literatura, su criterio sobre una obra o un autor es lo que vale. Es
verdad que traducir una obra te permite conocerla mejor que leyéndola, en ese
sentido algo que me ha llamado la atención es la cadencia rítmica de la prosa
original en árabe, algo que no he podido trasladar en mi traducción. No se
trata de un privilegio mío, cualquiera que lea la novela en su lengua original
se dará cuenta.
-Por
cierto, ¿cómo te llegó la obra?; ¿cómo la empezaste a trabajar...?
Saleh Almani –un prestigioso traductor de novela latinoamericana al
árabe- me llamó por teléfono y me preguntó si me interesaba traducir una novela
sobre un brigadista palestino que había sido finalista de los premios de
ficción árabe Booker. Le contesté afirmativamente y
me pasó con Hussein Yassin, estaba en casa de Saleh, y quedamos en vernos. En nuestra primera cita el
autor me entregó la primera y la segunda edición de la obra original, me dijo
que Saleh, al preguntarle por un traductor para su
obra al castellano, le dijo que conocía al mejor, a un comunista amigo de
Palestina cuyos dos abuelos combatieron el fascismo en la Guerra Civil del lado
de la República: uno granadino que se tuvo que exiliar en América Latina y otro
valenciano que pasó las posguerra en la cárcel. Tras un agradable encuentro,
acordamos que empezase a traducir la parte de la obra que se desarrolla en
España -el tercio final aproximadamente- y así lo hice. El autor se la dio a
leer a alguien y dos meses más tarde me pidió que la terminase.
-¿Lo
primero que hace un traductor es leer la novela, aunque ya la hubiese leído...?
y supongo que ir tomando nota de las particularidades del escritor, ¿no?
-Sí, lo primero es leer la novela para ubicarse,
empaparse del estilo del autor y asomarse al contexto espacial y temporal.
También es importante leer otros escritos del mismo autor, en este sentido
Hussein me entregó sus tres novelas –Ali,
el brigadista y otras dos- la primera vez que nos vimos. Las
particularidades del escritor muchas veces son también las del idioma; a veces
es difícil discernir entre lo que pertenece al genio de la lengua y lo que es
propio al estilo del autor. Las notas que tomé reunían aspectos lingüísticos y
otros relacionados con la caracterización del protagonista y los hechos
históricos en que participó.
-Supongo que, a la vez, también entras en contexto
con la época en la que transcurre la narración, con los escenarios y demás...
¿qué nos puedes decir?
-Aunque no soy un historiador, conozco
relativamente bien la Guerra Civil española por la participación de mis abuelos
en ella y por ser éste un tema de mi interés, aún así he tenido que hacer
varias consultas para aclarar fechas, personajes y lugares de algunos episodios
concretos que se narran en la novela, como la defensa de Madrid. También
conozco en líneas generales la historia de Palestina y su geografía (viví allí
un año), no obstante, también he tenido que hacer consultas para conocer
algunos personajes citados en el libro y contextualizar algunos hechos. A pesar
de haberme documentado, el autor dio mi traducción a Marc Almodóvar que
investiga desde hace años el tema de la participación de árabes en las BBII.
Éste leyó la obra y la traducción aportando unas notas muy variopintas sobre
aspectos que se encuentran también en el texto original. Tras consultar al
autor se adaptaron algunas cosas en la traducción al castellano, pero otras,
como es normal en una obra de ficción, no quiso cambiarlas.
-¿Qué
has aprendido desde este trabajo de traducción desde la pluma de Hussein Yassin?
-Lo más importante es haber podido consultar al
autor aspectos concretos de la novela, dudas, cuál era su intención en algunos
pasajes, en fin, haber podido apoyarme en él para tomar la decisión más
acertada a la hora de elegir entre una u otra opción. La posibilidad de
consultar a Hussein durante el proceso de la traducción ha sido una suerte.
-¿Y
con la historia con Ali Abduljáliq
como protagonista has aprendido algo?; ¿has “descubierto”, no sé algo como
nuevo desde la perspectiva de las BBII?
-No conocía la figura de Ali
Abduljáliq y sus aventuras, aunque sí conocía las
memorias de Nayati Sidqi y
la parte española que tradujo Nieves Paradela Alonso.
También había leído el artículo de Salvador Bofarull
en el número 51 de Nación Árabe en el que se aportan documentos y
fotografías de árabes de distintas nacionalidades que participaron en las BBII.
Digamos que he puesto cara y convivido durante cinco meses con Ali Abduljáliq, uno más de ese
casi millar de brigadistas árabes que combatieron en España. Una de las
historias que más sorprendentes es un documento[1][1] que me hizo llegar el director del Centro de
Investigación y Documentación de las BBII después de la visita de Hussein Yassin al cementerio de los Llanos en Albacete. Se trata
del testimonio de Salman J. Salzman, un brigadista
judío israelí, en el que hizo un sentido homenaje a su amigo Ali Abduljáliq para pedir la
convivencia entre judíos y palestinos. Todo sigue igual.
-Normalmente,
¿veis vuestro trabajo recompensado…os sentís recompensados por el colectivo de
lectores?. Preguntado de otra manera, ¿os veis que el
público lector entiende vuestro trabajo o quizás no, tú dirás...?
-La traducción ha sido esencial desde la Antigüedad
para el trasvase de conocimientos y para abrirse a otras culturas. Sin embargo
la figura del traductor no ha estado reconocida, con salvadas excepciones,
hasta tiempos recientes. Yo veo mi trabajo recompensado en el momento en que un
lector conoce una obra que no existía en castellano sin fijarse en mí, cuando
lee con la sensación de que el original estuviese escrito en castellano. En mi
opinión, el lector no debe detenerse en el trabajo del traductor sino en el
contenido de la obra.
-Cuando una persona se dedica a la traducción, ¿a
qué se condena para bien y para mal?
-Ya dije que yo no me dedico a la traducción más
que puntualmente. Saleh Almani,
que sí era un traductor profesional, decía que traducir te condenaba a no ser
reconocido nunca como autor pese a que la traducción implica muchas veces
reescribir en otra lengua un texto siendo tan creativo o más que en el
original.
-¿Una
traductora o un traductor se especializa en temas y en determinadas plumas?,
¿cómo ha sido en el caso de este libro?
-Debería ser así, es lo deseable, pero no es mi
caso. Yo traduzco lo que me cae entre manos: desde poesía hasta novela y desde
textos de la edad media hasta literatura contemporánea. De hecho, no he
traducido dos veces al mismo autor.
-Háblanos
de la relación con los editores porque son ellos los que te
contratan, ¿no?
-Cuando un editor te contrata es lo mejor que te
puede pasar porque conoces desde el principio las condiciones, los plazos y
tienes la certeza de que el libro verá la luz. Así sucede con las editoriales
potentes y los proyectos subvencionados que se reparten los traductores
reconocidos, generalmente profesores de universidad. Mi experiencia está fuera
de los grandes circuitos, digamos que me sitúo en los márgenes de la literatura
o en la literatura de los marginados. Tanto con Pájaros de septiembre de
Emily Nasrallah como con Ali,
el brigadista de Hussein Yassin, las dos novelas
que he publicado (mis otras publicaciones no son novelas), la primera aparecida
en ediciones del oriente y del mediterráneo y la segunda en la Editorial
Comares, he contactado al autor, he traducido la novela y después he buscado
una editorial que la publicase. Estoy contento con la cuidada y bonita edición
que han hecho ambas editoriales, no obstante, en lugar de ser los editores
quienes han contratado a un traductor, en mi caso es el traductor que ha
buscado un editor.
-Explicadnos
todos o todas sois en su mayoría filólogos, ¿no?; ¿cuál es el perfil de las y
los que se dedican a la traducción?
-Creo que antes era así, que la mayoría de los
traductores eran filólogos. Se presuponía que para traducir había que hacer de
puente entre culturas, presentar al lector un mundo diferente y por ello
escribían un prólogo, incorporaban un glosario de términos o llenaban el texto
con notas explicativas. Después aparecieron los estudios de traducción en la
Universidad de Granada y la UAM de Madrid, además del máster de la Escuela de
Traductores de Toledo, por ejemplo, de forma que hoy contamos con excelentes
traductores que no son filólogos. Además la traducción ha evolucionado, ha
pasado de ser la interpretación de un erudito a ser una traducción funcional
alejada de toda intromisión del traductor.
-¿Qué
manías tienes como traductor?
-La manía que tengo a la hora de traducir algo es
que lo revise mi padre. Quizá cabría definirlo como una técnica y no como una
manía. Mi padre es ingeniero aeronáutico y no sabe árabe, pero es una persona
culta que lee mucho y conoce bien la lengua castellana. Por él pasan todas mis
traducciones, las lee atentamente y aporta comentarios y correcciones. He
aprendido mucho con las revisiones de mi padre.
-Antonio,
¿nos puedes decir en qué estás trabajando en estos momentos... nos puedes dar
alguna pista?
-Samuel Shimon, redactor
en jefe de la revista Banipal de literatura árabe
moderna, suele encargarme una traducción para cada número. Ahora mismo estoy
traduciendo unos cuentos cortos del omaní Khattab al-Mazroui que saldrán en el número de otoño. También tengo
entre manos una novela marroquí que trata sobre la pandemia del Corona, un
proyecto que también me ha llegado por encargo del autor y ahora mismo estamos
en la fase de buscar un editor.
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