La
Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Luis Antonio
Palacio Pilacés, autor y autoeditor de "Caballos de hielo. El doble crimen del
Alforjero"
Caballos
de hielo, rescatamos esta historia desde la pluma del historiador Luis Antonio
Palacio.
El
historiador oscense describe, desde una minuciosa y exhaustiva indagación cómo
fue la investigación y el caso que llevó a Román Lacambra
a ser el último condenado a pena de muerte de la comarca del Alto Aragón en los
años cuarenta.
El autor
e historiador oscense, muy amigo de esta casa de nuestro Cazarabet conversa
con… y de El Sueño Igualitario ha
escrito esta obra de investigación, muy narrativa, que nos acerca a un caso
real…como tanto le gusta a Palacio
Pilacés y es que ,más o menos, ya hizo lo propio con la excelente Carbón
Rojo. En este caso, el historiador viaja
a la posguerra…ya bien adentrada la década de los cuarenta cuando en un pueblo
pequeño del Alto Aragón de produce un asesinato y, en un tiempo que al lector,
en pleno directo mientras lees el libro…te parece récord se produce la
detención, la confesión y ya se empiezan a “notar” como algunos desajustes, que
nuestro autor va desgranando y va soltando como si fuese un escritor de
suspense….También es verdad que nuestro historiador e investigador se zambulle,
de manera especial, en las formas y
maneras de vivir de las gentes de esta comarca oscense…..lo que le da
otro atractivo a la lectura…El libro es para recomendarlo y para hacer un punto
y aparte porque se adentra, de manera diferente, pero muy singular, en la
investigación histórica y porqué no en la investigación de la Memoria
Histórica…..¿Dónde se mezcla un asesinato que casi podía parecer a simple vista
como más pasional o fruto de un robo con la Guerra Civil?.....¿qué le movió a
matar a golpes a una mujer: una especie de venganza que creció día a día fruto
del escarmiento….?....¿el miedo y el terror que sufrió años atrás le hicieron
cometer el más horrible de los crímenes para lego confesar, sin ninguna presión
en particular?...¿todo fue fruto de una crisis agudizada de sus problemas
mentales…con la esquizofrenia como trasfondo?...¿por qué Carmen Plana fue su
víctima y otros muchos que se cruzaron en su camino, hasta aquel mismo día
antes y después del asesinato, se libraron de su “brote de
esquizofrenia”?....Quizás aquello que más podremos “ver” al leer el libro será
que hay detrás del mismo …y es que, detrás del caso de este asesinato del
“alforjero” había un agujero inmenso en cómo la justicia podía hacer frente a
ciertos casos: más o menos simples, pero complejos en lo humano y que eran tratados todos por igual…como siguiendo
“una hoja de ruta”…todos los asesinatos de este tipo con ciertos patrones parecidos
y ciertos factores compartidos se ponían en el mismo saco….Es como aquello de
que no hay enfermedades sino enfermos….pues que también habría que aplicarlo a:
no hay crímenes sino criminales que cometen crímenes….y no hay asesinatos sino
asesinos que cometen asesinatos…
Con la
misma fuerza que construyó el autor ,Carbón Rojo, obra pletórica que deshace un
asesinato( acontecido tiempo más atrás) se adentra la pluma investigadora de
Palacio Pilacés en este caso de
posguerra…por muchas cosas aconsejamos el libro, pero sobre todo por la forma
que tiene de tratar la información: no deja de investigar y de transmitir y es
que es un escritor que no escatima esfuerzos y que luego no se queda nada para
él….lo comparte todo, lo da todo y esto se agradece y no sabéis cómo…
Lo que
nos dice el libro, la sinopsis…
El 23 de
marzo de 1949 moría ejecutado a garrote vil en el patio de la Prisión
Provincial de Huesca el reo Román Lacambra Trallero, autor confeso del inexplicable asesinato de una mujere en la pequeña localidad de Laperdiguera.
Sería la última persona que perdería la vida a manos del verdugo en el Alto
Aragón. Nacido en Peraltilla en 1915 y conocido como
“el Alforjero” por las raterías que le habían hecho célebre en la comarca del
Somontano de Barbastro, su vida podría constituir un perfecto trasunto de la
trayectoria del país a lo largo la época más agitada de su historia: sus
primeros años transcurrirían durante la dictadura de Primo de Rivera y la
Segunda República, en su juventud conocería la revolución y la guerra, amén de
las prisiones, batallones de trabajo y campos de concentración franquistas. Al
poco de abandonar la prisión de Las Capuchinas su imprevisible naturaleza le
impulsaría a alistarse voluntario para luchar en Rusia en las filas de la División
Azul. De vuelta a España, no tardaría en ser arrestado bajo la acusación de
haber actuado como guía de algunas de las partidas guerrilleras que habían
atravesado los Pirineos para combatir al
régimen de Franco. Las torturas a que sería sometido en aquella ocasión—que
incluirían un falso fusilamiento en el cementerio oscense frente a los cuerpos
de tres hombres que acababan de ser ejecutados ante sus ojos—desembocarían en
un agudizamiento de sus problemas mentales, con toda probabilidad ligados a la esquizofrenia,
y, en última instancia, en los trágicos hechos que costarían la vida a Carmen
Plana y al propio Román. Su muerte injustificable en el garrote culminaría un
proceso repleto de arbitrariedades, convirtiéndole en la segunda víctima de un
crimen en el que el asesino más cruel no sería otro que el sistema judicial de
la dictadura franquista Siguiendo el hilo del sumario del caso, al autor
aprovecha estas páginas para revisitar una época cargada de acontecimientos,
mucha veces relatados pero todavía muy desconocidos por gran parte del público
español.
Cazarabet conversa con Luis Antonio Palacio
Pilacés:
-Luis Antonio, ¿qué te hizo acercarte al caso del crimen del
“alforjero”, Román Lacambra?; ¿Qué fue lo que te
llamó tu atención?
-Yo tuve
conocimiento de la existencia de este personaje cuando realizaba trabajos de
campo por los pueblos del Somontano de Barbastro en busca de hombres de
aquellos pueblos que hubieran viajado a Rusia en las filas de la División Azul.
En Peraltilla me hablaron de un tal Román Lacambra que todavía era bien recordado por los más
mayores, y que al parecer era un hombre extraño, que recorría los caminos
vagando de aquí para allá por toda la comarca, desapareciendo un día para
aparecer más tarde cuando y donde menos se lo esperaban…. Pero lo más
extraordinario era que los testimonios coincidían en que había sido ejecutado
en el garrote vil por haber matado a una mujer de un pueblo cercano; y no sólo
eso, sino que en otros puntos de la comarca se le acusaba de haber sido autor de
algunas otras muertes violentas. Me pareció una historia increíble; enseguida
me pareció que tenía rasgos muy parecidos a los del Arropiero, el vagabundo que
a principios de los años 70 confesó haber cometido decenas de crímenes a lo
largo y ancho de toda España. En mi opinión el mero hecho de que hubiera sido
ejecutado a pesar de tratarse de un veterano de la División Azul otorgaba
cierta verosimilitud a todo aquel asunto. Después de dejar Peraltilla
seguí con mi trabajo en busca de divisionarios, pero por supuesto no me olvidé
de él y me propuse investigar la verdad que se ocultaba tras esa figura tan
tenebrosa.
-Contigo siempre me sorprende cómo te
documentas…esa capacidad casi innata, porque no tiene que ser nada fácil
documentarte para describir y transmitir un crimen en plena posguerra.
Coméntanos.
-Bueno,
sí y no. Verás, algunos expedientes judiciales han desaparecido sin dejar
rastro, pero en el caso del Alforjero pude localizar los papeles
correspondientes a su expediente penal y, sobre todo, las sentencias de los
consejos de guerra a los que fue sometido
en los años 40. También quedaban testigos que aportaron datos sobre su
personalidad, sus actos y su familia, así como informaciones variadas que
añadían pequeñas pinceladas en todo lo referido a su historia. De no haber
encontrado nada de eso obviamente el trabajo no hubiera podido salir adelante,
como me ha ocurrido ya en alguna ocasión. Dicho esto, las cosas no aparecen
solas: das con ellas porque las buscas a costa de tiempo, esfuerzo y también,
porque no decirlo, asumiendo gastos. Mis amigos me dicen que escribo tochos y
aporto demasiada información, pero en mi opinión siempre será mejor excederse
en los datos aportados que no quedarse corto a la hora de narrar los hechos.
-¿No crees que en aquellos años todo el sistema judicial y policial del
Estado estaba tan obsesionado con el tema de los maquis, lo político y el
mantener a todos los ciudadanos como encasillados en “catálogos políticos y
sociales” que los demás delitos eran tratados con patrones para todos igual y
sin investigar , ni preguntarse nada….?
-Obviamente
lo único que realmente le importaba al régimen de Franco era su supervivencia y
por lo tanto todas las fuerzas estatales se concentraban en la desarticulación
de la oposición política. Pero eso no quiere decir que otro tipo de delitos no
fueran investigados, no te creas. Durante mi búsqueda en los archivos me he
tropezado con investigaciones desarrolladas por la Guardia Civil en aquella
época que me han sorprendido por su minuciosidad; otra cosa muy distinta eran,
sin duda, los métodos utilizados, particularmente en los interrogatorios. Por
supuesto los malos tratos no se ven reflejados en los informes, pero a veces
son detectables en partes médicos o fichas carcelarias. Tampoco se estudiaban
en absoluto las circunstancias médicas o sociales que podían rodear un delito
determinado. Delincuentes como Román Lacambra nunca
hubieran debido estar en una cárcel sino en un hospital especializado. Por no
hablar de los múltiples delitos –hurtos, contrabando transfronterizo,
estraperlo, etc.- que tenían su origen directo en la situación de miseria que
atravesaba el país. Algo que, por supuestísimo, ni por asomo se hacía constar
en los informes policiales.
-En mi tierra eran comunes las palizas a unas
determinadas gentes (en cada pueblo había un grupo que eran los primeros que
visitaban el cuartelillo)) que ya habían sido llamados por robos y demás…así
que siempre eran los mismos los que entraban y salían… siendo muchas veces
inocentes, pagando los delitos, de ellos, pero también los de otros….Eso yo lo
conozco en casos de robos y pillajes, pero supongo que pasa con los de
asesinato y crímenes por igual…
-Eso es
una verdad como un templo pero sólo aplicable para los autores de delitos de
poca entidad, a menudo tratados con más rigor que los acusados de delitos de
sangre exentos de carácter político. En el caso de los criminales más
endurecidos lo anterior no vale.… Ten en cuenta que quienes cometían esa clase
de delitos mayores solían pasar largos años en prisión y al abandonar la cárcel
no acostumbraban a regresar a sus localidades de origen. Ese tipo de prácticas
odiosas de la Guardia Civil normalmente tenían como protagonistas a pequeños
rateros y, por supuesto, a las personas fichadas por sus simpatías políticas
izquierdistas. Con toda probabilidad en los primeros tiempos de sus andanzas
Román Lacambra sufrió ese tipo de presiones y de
hecho llegó a ser encarcelado simplemente por vagabundear de aquí para allá,
aunque también es cierto que sus robos y raterías eran cosa habitual. En
cambio, tras su detención por el asesinato de Carmen Planas la Guardia Civil no hizo el menor intento por
involucrarle en otras muertes misteriosas ocurridas en la comarca. Quizá porque
eso hubiera supuesto mucho papeleo y, en algún caso, la admisión de que la
benemérita había cometido un error. Antes que eso era preferible dejar correr
el asunto. Por otra parte conviene no olvidarse de que los guardias civiles
también eran personas, y por algún extraño motivo los autores de crímenes
terribles que confiesan tranquilamente su culpabilidad suelen inspirar una
especie de bizarro respeto en el público y los investigadores. Una mezcla de
temor y respeto, diría yo, quizás inexplicable pero muy real.
-Leyendo este libro, nos damos cuenta de cómo de
mal definido y mal llevado que estaba el tema de la investigación de , en este
caso, asesinatos …vamos que tiraban mucho con las primeras de cambio por
delante sin hacerse preguntas y sin preguntarse qué había pasado en realidad…me
pregunto:¿falta de formación?, ¿comodidad y dejadez?....
-Yo creo
que en cierto modo fue una consecuencia indirecta de la división del mundo
establecida por el franquismo entre “buenos” y “malos”. La mala naturaleza de
algunas personas, su maldad concreta e innegable -que habitualmente se aplicaba
a los “rojos”- se aplicó también a este tipo de investigaciones. Quizá no se
hizo de modo deliberado, pero en la práctica fue así. Como ya queda dicho,
nadie se preocupaba por las posibles motivaciones sociales o mentales de
algunos sucesos. El tratamiento psiquiátrico en las prisiones desapareció, como
desapareció el concepto de la cárcel como centro de rehabilitación social y
personal esbozado por Victoria Kent durante su mandato como directora de
Instituciones Penitenciarias. No había más motivo para ese tipo de sucesos que
la maldad evidente de su autor. Si además, como era el caso, tenía antecedentes
por haber luchado en las filas ”rojas” el resultado estaba servido.
-¿Qué pasaba cuando alguien se hacía las preguntas lógicas…porque la
lógica ante algunas cuestiones lo mismo se ve hoy, leyendo el libro que en
aquellos años?
-Pues
está claro que en casos como el que relato tenía que haber mucha gente que
comprendiese la verdad sobre el estado mental del autor del crimen, pero las
reacciones en aquella sociedad tan cercana a nosotros y sin embargo tan
diferente no podía ser parecida a la que habría ahora. La España de los años 40
era una sociedad atenazada por el temor y brutalizada por los horrores que se
habían visto durante la guerra y la primera postguerra. De entrada, las gentes
se sentían más predispuestas a “no ver, no oír, no hablar”; bastante tenía cada
cual con lo suyo como para preocuparse de los males ajenos. Los guardias
civiles tampoco estaban preparados para valorar el estado mental de un
detenido, más allá de percatarse de su comportamiento más o menos errático. Y
qué decir de los jueces, que por esos días dictaban condenas tremendas como
quien se bebe un vaso de agua; y eso en cumplimiento estricto del Código Penal,
no porque fueran particularmente despiadados. Quiero decir con esto que no era
precisamente una sociedad en la que pueblo o autoridades estuvieran dispuestos
a hacerse demasiadas preguntas sobre la barbarie que les rodeaba. Si algo me
sorprendió en la historia del Alforjero fue la valerosa actitud de ese
funcionario de prisiones que ante el tribunal que juzgaba a Román se atrevió a
declarar, en pleno año 1947, que el acusado había sido torturado de un modo
brutal por los agentes del orden. Hacía falta mucho valor y un sentido de la
ética personal nada común por aquel entonces para atreverse a declarar así
contra la Guardia Civil en defensa de un tipo que, loco o no, había asesinado
cruelmente a una mujer mayor.
-En los años 40 había menos medios técnicos para
saber muchas de las cosas que hoy se saben…pero un investigador debe tener una
formación básica que vemos como muy deformada… ¿qué nos puedes comentar?
-La
verdad, no hay mucho que comentar al respecto. Creo que más o menos ya queda
dicho en la pregunta anterior. ¿Qué clase de formación criminalista podían
tener unos guardias civiles destacados en un pueblecillo de Huesca en plenos
años 40? ¡Pues absolutamente ninguna! Ellos preguntaban con mayor o menor
acierto; si el sospechoso colaboraba todo podía transcurrir más o menos bien.
Si no colaboraba las cosas pasaban a mayores. En la historia de Román Lacambra impresiona muchísimo el relato de aquella noche en
la que los interrogadores que llevaban ya varios días machacándolo a palos se
lo llevaron al cementerio de Huesca en plena noche y después de hacerle
presenciar in situ el fusilamiento de tres hombres lo pusieron contra el muro
del recinto y le hicieron padecer un simulacro de fusilamiento. Es muy difícil
ponerse en la situación del horror que tuvo que padecer ese hombre aquella
noche tremenda. ¿Medios técnicos de investigación? ¡Nulos o
infrautilizados! ¿Formación
criminalística de los investigadores? ¡Ninguna! Mucho jarabe de palo para los detenidos
y cobertura legal para los torturadores; eso era la tónica en aquella feroz
España de Franco.
-Luis Antonio, escribes libros de investigación
histórica pura y dura, como es el caso de Tal vez el día, La nación del
olvido….pero también te ha dado por adentrarte en la memoria como más criminal
de algunos casos de nuestras tierras ¿Qué diferencias hay en cuanto al
tratamiento que le debes dar como escritor e investigador?
-A mí la
crónica negra, por llamarlo de algún modo, que me he ido encontrando a lo largo
de mis trabajos en hemerotecas y archivos siempre me ha interesado mucho. Y no
por simple morbo, sino porque es muy reveladora sobre la forma de vida de una
sociedad en un momento dado de su historia. Si te paras a pensarlo un minuto te
darás cuenta de que cada sociedad tiene sus propios delitos “típicos”; estarás
de acuerdo conmigo en que incluso hoy en día los crímenes de la Galicia rural
suelen presentar características muy diferentes de los que tienen lugar en, por
ejemplo, la costa mediterránea, ¿no? Si uno mira algo más allá de la mera
noticia puede encontrar muchas cosas que ayudan a explicar una forma de vida.
En nuestro trabajo sobre Zuera hacíamos referencia a
suicidios de jóvenes embarazadas, abortos clandestinos, muertes de niños coceados
por las caballerías con las que trabajaban, hurtos de leña en el monte… Asuntos
propios del juzgado que la mayoría de los historiadores se limitan a ignorar,
pasando por alto lo mucho que pueden decirte de cómo era la vida de sus
protagonistas y cómo era el mundo en que vivían. Por lo demás, te sorprendería
lo sensibles que son algunos pueblos a este tipo de “memoria negra” de sus
localidades. De Carbón Rojo, por
ejemplo, he vendido muchos ejemplares en el valle del Isuela,
pero al principio me encontré con un montón de problemas porque las gentes de Calcena detestan que se hable de unos sucesos que
demuestran hasta qué punto la superstición y la creencia en brujerías y
maldiciones estaban arraigadas en la psicología colectiva de unos antepasados
no demasiado lejanos. Hay que andarse con cuidado para no herir unas
sensibilidades que a veces están a flor de piel. Demasiado a flor de piel, me
atrevería a decir.
-Ante un caso de investigación de
un episodio criminal como fue el caso de Carbón Rojo o es el caso, un poco más
reciente de Caballos de hielo ¿Qué metodología llevas a cabo…?
-Pues
realmente todo es muy parecido a una investigación histórica. En primer lugar
visitar el escenario e intentar localizar familiares de las víctimas y de los
asesinos, testigos directos de los hechos o vecinos que los vivieran de cerca.
Obviamente en trabajos como Carbón Rojo
no pueden ser hallados porque los acontecimientos ocurrieron hace más de un
siglo, pero en el caso del Alforjero sí que existen y pude contactar con algunos
de ellos. Luego viene lo de siempre: horas de microfilm en las hemerotecas y
mucha búsqueda en los archivos. En este tipo de casos son determinantes los
posibles informes que obren en manos del Ministerio del Interior, aunque en la
historia de Román Lacambra las mejores fuentes fueron
las sentencias de los consejos de guerra militares a los que fue sometido
después de la guerra.
-Por cierto, aunque escribes sobre casos reales….le
pones una pizca de ficción con los diálogos, algunas descripciones…poco, pero
algo…supongo que viajar por ese equilibrio sin caer demasiado en la ficción
debe ser muy difícil…
-En
realidad esas intervenciones ficticias son puramente anecdóticas. Tanto en el
caso de Carbón Rojo como en el de Caballos de Hielo me limito a reproducir
supuestos pensamientos de los personajes que, aunque ficticios, son
perfectamente razonables y no modifican en absoluto el desarrollo de los hechos
investigados. La narración es histórica desde cualquier punto de vista porque
me limito a hacer uso de documentos de hemeroteca o archivos bien localizados y
verificables. No creo haber introducido jamás un pensamiento o un diálogo
ficticio que pudiera transformar la realidad comprobada de los hechos. Además
mucha gente da por hecho que un trabajo
tiene que ser puramente histórico o puramente novelesco, cuando en realidad no
tiene por qué ser así. Yo así lo veo, y existen numerosos ejemplos que lo
corroboran.
-Lo último que, ya nos perdonarás, pero somos “muy
romanceros” y “preguntones” en esta casa: ¿te gusta la novela de intriga,
ficción…?. Si la respuesta es afirmativa:¿qué es lo que vas leyendo, lo que más
te gusta…qué plumas te gustan? ¿Y cómo investigador e historiador: qué lecturas
nos aconsejarías…?
-Yo leo
de todo, absolutamente de todo, aunque por supuesto algunas temáticas me gustan
e interesan más que otras. Las novelas de amor romántico, por ejemplo, nunca he
podido soportarlas; todos tenemos nuestros puntos débiles. Lo demás me gusta
todo: desde novelas de espionaje a obras de ciencia ficción, pasando por
literatura de viajes o terrores gore del
tipo Stephen King. Sin olvidar, por supuesto, las obras de historia y los
clásicos de la literatura, que suelo repasar cada cierto tiempo. Sin ir más
lejos, en diciembre he estado leyendo a Zola, Dostoyevski
y Tolstoi pero ahora mismo en el momento de escribir esto estoy con “El fin de
la eternidad”, una obra de ciencia ficción de Isaac Asimov.
En cuanto a consejos, resulta muy difícil acertar porque cada cual gustamos de
cosas distintas, pero ya que hemos estado hablando de crímenes y crónica negra
puedo recomendar libros como “Crimen en directo”, de Ryan
David Jahn, “Tannöd, el
lugar del crimen”, de Andrea María Schenkel o “El
monstruo de Florencia”, de Douglas Preston y Mario Spezi,
el relato de unos hechos reales y de una investigación tan rocambolesca que
sólo pudo ocurrir en un país tan asombroso como Italia. Son libros que no se
quedan en el mero relato de los hechos, sino que profundizan en las sociedades
que fueron escenario de los mismos y en la actitud colectiva de sus habitantes
al enfrentarse a esos sucesos. En cuanto a historia, podría recomendaros
muchos, pero todo el mundo debería leer al menos una vez las “Crónicas del ghetto de Varsovia”, de Emanuel Ringelblum.
Se trata del arriesgado trabajo de un periodista judío que día a día escribió
sobre la vida en el interior del ghetto y consiguió
enterrar el manuscrito poco antes de ser asesinado por los nazis junto a su
mujer y su hijo de once años. Es una obra tan extraordinaria que la UNESCO la
incluyó dentro de su Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Espero que os
gusten y, en éste último caso, que os impresionen tanto como me impresionó a
mí. ¡Un saludo a todos y todas!
11622
Caballos de hielo. El
doble crimen del Alforjero. Luis Antonio Palacio Pilacés
228 páginas
15,00 euros
Luis Antonio Palacio Pilacés
El 23 de marzo de 1949 moría
ejecutado a garrote vil en el patio de la Prisión Provincial de Huesca el reo
Román Lacambra Trallero,
autor confeso del inexplicable asesinato de una mujer en la pequeña localidad
de Laperdiguera. Sería la última persona que perdería
la vida a manos del verdugo en el Alto Aragón. Nacido en Peraltilla
en 1915 y conocido como “el Alforjero” por las raterías que le habían hecho
célebre en la comarca del Somontano barbastrense, su vida podría constituir un
perfecto trasunto de la trayectoria del país a lo largo la época más agitada de
su historia: sus primeros años transcurrirían durante la dictadura de Primo de
Rivera y la Segunda República, en su juventud conocería la revolución y la
guerra, amén de las prisiones, batallones de trabajo y campos de concentración
franquistas. Al poco de abandonar la prisión de Las Capuchinas su imprevisible
naturaleza le impulsaría a alistarse voluntario para luchar en Rusia en las
filas de la División Azul. De vuelta en España, no tardaría en ser arrestado
bajo la acusación de haber actuado como guía de algunas de las partidas
guerrilleras que habían atravesado los Pirineos para combatir al régimen de Franco.
Las torturas a que sería sometido en aquella ocasión -que incluirían un falso
fusilamiento en el cementerio oscense frente a los cuerpos de tres hombres que
acababan de ser ejecutados ante sus ojos- desembocarían en un agudizamiento de
sus problemas mentales, con toda probabilidad ligados a la esquizofrenia, y, en
última instancia, en los trágicos hechos que habían de costarle la vida a
Carmen Plana y al propio Román. Su muerte injustificable en el garrote
culminaría un proceso repleto de arbitrariedades, convirtiéndole en la segunda
víctima de un crimen en el que el asesino más cruel no sería otro que el
perverso sistema judicial de la dictadura franquista. Siguiendo el hilo del
sumario del caso, el autor aprovecha estas páginas para revisitar una época cargada
de acontecimientos, muchas veces relatados pero todavía muy desconocidos por
gran parte del público español.
OTROS LIBROS DE LUIS ANTONIO PALACIO PILACÉS EN EL
CATÁLOGO DE LA LIBRERÍA DE CAZARABET
Cód. |
Título |
Autor |
Pág. |
Precio |
Enlace |
13636 |
Tal vez el día. Aragoneses en la URSS (1937-1977). El exilio y
la División Azul. |
Luis Antonio Palacio Pilacés |
1272 |
39.00 |
|
11622 |
Caballos de hielo |
Luis Antonio
Palacio Pilacés |
228 |
15.00 |
|
8545 |
Carbón rojo.
Crónica del crimen de los carboneros |
Luis Antonio
Palacio Pilacés |
176 |
12.00 |
|
6087 |
La nación del
olvido. El exilio republicano en el norte de África y los aragoneses. |
Luis Antonio
Palacio Pilacés |
400 |
15.00 |
|
1431 |
Rueda, rueda,
palomera. Recuperando la memoria histórica y oral de Zuera.
|
Raúl Mateo Otal, Luis Antonio Palacio Pilacés |
1600 |
35.00 |
|
1111 |
De hombres y
sueños. Recuperando la memoria histórica y oral de Almudébar |
Raúl Mateo Otal, Ana Oliva Garín y Luis Antonio Palacio Pilacés |
565 |
24.00 |
Raúl
Mateo Otal, Ana Oliva Garín y Luis Antonio Palacio
Pilacés |
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