La
Librería de El Sueño Igualitario
Cazarabet conversa con... Miguel Amorós
sobre el libro “El abismo se repuebla”
(Pepitas de Calabaza) de Jaime Semprún
Jaime Semprún escribe, compartiendo con todos nosotros,
para Pepitas de Calabaza una obra que rezuma compromiso por todos sus trazos de
tinta.
Lo que nos dice Pepitas de Calabaza sobre el
libro:
El abismo se repuebla es un libro que marca un
punto de inflexión en el pensamiento crítico revolucionario, cerrando una etapa
de balance que debutó con la revista Encyclopédie
des Nuisances (EdN) y el
libro de Debord, Comentarios sobre la
sociedad del espectáculo. Constituye un nuevo momento de la
reflexión teórica coincidente con la entrada en una época oscura donde la
sinrazón ha llegado a su punto más alto: la destrucción del medio obrero, la
entronización de una sociedad de masas, la globalización de los mercados y el
salto tecnológico hacia adelante tienen su correlato en el descenso abrupto de
la crítica social hasta casi su práctica desaparición. [...]
Con estas claras palabras comienza Miguel
Amorós la presentación de esta imprescindible obra que publicamos en una
traducción revisada de Tomás González. El abismo
se repuebla es un texto muy
importante en el contexto de la crítica social radical
y sincera, pero no es lo deseablemente conocido entre los lectores
en castellano. Es un escrito que aporta poderosos y lúcidos argumentos a las
líneas de discusión sobre la alienación y la dominación en la sociedad contemporánea.
Y está emparentado —por la brevedad, la urgencia y la importancia de su
irrupción en el debate social— con textos como el Comunicado
urgente contra el despilfarro, A
nuestros amigos, La revolución
del arte moderno y el moderno arte de la revolución, La abolición del trabajo o Cómo vivimos y cómo podríamos vivir por
citar algunos ejemplos. Celebrado y criticado ampliamente desde el momento de
su aparición, creemos que sigue siendo un texto de imprescindible lectura.
Cazarabet
conversa con Miguel Amorós sobre este libro de Jaime Semprún:
-Amigo en
el pensamiento de este escritor y pensador, ¿qué peso crees que supuso la
figura de su padre, Jorge Semprún…?
-Jorge Semprún fue su padre sólo en sentido biológico. En los
escasos momentos de trato, el adolescente inconformista que fue Jaime reprochó
a su progenitor haber sido estalinista, y, por consiguiente, haber contribuido
a la obra totalitaria del régimen seudocomunista soviético. La fama de su padre
como escritor y amigo de políticos le resultaba vulgar y obscena, edificada
sobre una gran mentira de la que sacó buena tajada. Él fue exactamente lo
opuesto. Cultivó la verdad sobria y discretamente. Nunca puso en venta sus
cualidades e hizo todo lo que pudo por apartarse del monstruo de la publicidad;
éste le siguió el juego, ignorándolo. Supo tan bien ocultarse del espectáculo
que encontrar hoy en los medios una foto suya resulta misión imposible.
-Pero él, claro,
le da como varias vueltas de tuerca a los pensamientos de los que debió, de
alguna manera, beber durante años… ¿Cuál es su evolución?
-De muy temprano Jaime adquirió un sólido bagaje literario y, sobre
todo a partir de la revuelta de Mayo del 68, su formación filosófica y política
dio pasos de gigante en relativamente poco tiempo. En su biblioteca podía
realizarse un inventario completo de la revolución en todos los órdenes. Hizo
una corta incursión en el cine experimental, e incluso dirigió un par de
ensayos filmados, que mandó destruir. La crítica situacionista le influyó
bastante, pues prestó una base teórica coherente y un sentido histórico a una
rebeldía juvenil que en aquellos tiempos era general. Le dio razones y orientó
sus lecturas. El talento hizo el resto. En 1975, incitado por Debord, fue capaz
de escribir la mejor defensa internacional de la revolución portuguesa,
plasmada en un texto, La Guerra Social en Portugal, solamente echando
mano de la prensa y de los relatos de algún compañero que venía de allí. La
relación con Debord sería efímera y frustrante. Jaime no se esperaba que
alguien como él pudiera disponer de las personas como piezas del tablero de
ajedrez, pero en aquellos días Debord jugaba a estratega.
-Un hombre muy
peculiar atrevido y adelantado, diría, a su tiempo. Tú que lo conociste de tan
cerca, ¿qué nos puedes explicar?
-Más bien un hombre que marchaba al paso de la realidad, un hombre
inflexible con su tiempo, con el que no buscaba acomodarse. La lucidez le vino
de su inconformismo teórico absoluto y de una formidable capacidad de síntesis.
Se dio prisa en denunciar el pensamiento recuperador que los ideólogos del
poder fabricaban con los materiales revolucionarios en un libro no traducido al
español, Précis de récupération. Nunca se montó un refugio mental con
verdades intemporales desde donde juzgar inapelablemente el mundo, o dicho de
otro modo, nunca se plantó en una ideología, y por lo tanto, nunca se quedó
atrás, sentado en un situacionismo de epígonos. La nostalgia no casaba con él,
sobre todo en los años setenta y primeros ochenta, cuando las posibilidades de
una revolución mundial, o al menos de un retorno de la misma que diera al
traste con el viejo mundo, no se habían agotado. Entonces todavía todos éramos optimistas puesto que aún duraba el
estado de insatisfacción generalizada de los sesenta y la crisis del
capitalismo nacional generaba revueltas por doquier. Combatió con dureza a
quienes en lugar de forjar una crítica global de la sociedad de clases mediante
la acción directa, reproducían las mistificaciones de toda la vida dándoles un
aspecto modernista. Seguramente por eso nunca fue un autor del agrado de los
militantes. Fue el último de los revolucionarios con verdadero estilo, hecho a
base de profundidad, verdad, rigor, sensibilidad y dialéctica. Lo
verdaderamente especial de Jaime es que logró que esa grandeza de ánimo fuese
compatible con una amabilidad sorprendente. Al contrario que otros, Debord por
ejemplo, Jaime era cercano y acogedor con quienes se le aproximaban. Sus
colaboradores eran también sus amigos y pasaba la mayor parte del tiempo con
ellos. No creo que nunca rompiera realmente con ninguno. Ha sido la persona más
noble, desprendida y generosa que jamás he conocido. Y la única con carisma
capaz de concertar productivamente un círculo de individuos con personalidades
fuertes y dispersas con los que llevó adelante sus proyectos.
-Se
enfrentó al proceso de la transición española cuando escribió contigo, Manuscrito encontrado en Vitoria…en
aquel entonces lo publicasteis firmándolo como los incontrolados. Cuéntanos
cómo fue y qué supuso a vuestro alrededor, supongo que un pequeño terremoto,
¿no?
-Nos conocimos en 1975, al poco de exilarme y establecerme en
Montreuil, un pueblo de la periferia de París. Nos pusimos mutuamente al día y tratamos de intervenir en el
proceso revolucionario español con un folleto, La Campaña de España de la
Revolución europea, al que debía de seguir un libro a publicar en Champ
Libre. Ese libro era el Manuscrito, redactado íntegramente por Jaime. Por malas
razones, ya tratadas en el prólogo a la edición de Pepitas, Debord impidió su
publicación y decidimos entonces publicarlo en el estado español en forma de
folleto. Mi exilio se había terminado y el Manuscrito se prestaba a servir de
base para la formación de un grupo autónomo en España. Al revés de lo que pasó
en Portugal, la situación insostenible del tardofranquismo y el empuje del
movimiento obrero español eran conocidos en todos los medios de comunicación
europeos y, por consiguiente, lo más necesario era publicar desde dentro ese
máximo de verdad que el Manuscrito mostró de forma excelente. El texto,
publicado en abril de 1977, no supuso ningún terremoto, pues las urgencias
reivindicativas laborales y el sindicalismo de
cualquier color y forma contaban entonces muchísimo más que la batalla
por las ideas. El proletariado no quiso abolir su condición bajo el régimen
capitalista y, por lo tanto, convivió perfectamente con toda clase de
ideologías hasta auto
negarse como clase
revolucionaria. El Manuscrito no fue completamente ignorado pero tampoco
influyó en los acontecimientos. Sin embargo, de vez en cuando va
reimprimiéndose, signo de que el interés por aquella etapa fallida de la
revolución española no ha desaparecido. Es un texto que aún no ha envejecido.
-Decía lo de
“adelantado a su tiempo” porque lo era y lo demostraba, al menos a mí me lo
parece, en aquellos días gritar contra la energía nuclear era más difícil que
hoy -aunque es igual de necesario ayer como hoy- ¿qué nos puedes decir?. Aquí hacemos un alto en el camino ya que, recordemos,
este autor escribió La Nuclearización
del mundo. Importante punto y aparte.
-La proliferación de centrales nucleares como respuesta capitalista
a la crisis energética de los setenta suscitó una oposición numerosa capaz de
concentrar multitudes mucho mayores que las que se formaban
ante el cierre continuo de empresas incapaces de competir en un mercado mundial
sin barreras aduaneras. El accidente de la central de Three Mile Island, cerca
de Nueva York, en marzo de 1979, reveló que la nuclearización de los países
capitalistas implicaba una serie de medidas de control de la población que con
el pretexto de la seguridad acabaría instaurando un Estado policial. El capital
ya no sólo se contentaba con explotar a los trabajadores e imponerles un modo
de vida de acorde con las leyes de la mercancía, sino que también podía
planificar su muerte a través del terror nuclear y sus secuelas. La Nuclearización del Mundo
apareció como panfleto anónimo en 1980, publicado por la revista “L’Assommoir”.
En él, Jaime repudiaba la crítica moralizante mediante un recurso original, el
falso alegato a favor o la sátira disfrazada de apología, al estilo del Swift
de “Una Modesta Proposición para prevenir que los niños pobres de Irlanda sean
una carga...” La colaboración con “L’Assommoir” posibilitó la publicación en
lengua francesa del Manuscrito y la defensa de la revolución portuguesa contra
el bordiguismo apacible de un puñado de ideólogos especializados en negar la
evidencia de las revoluciones modernas como la de Mayo del 68, la portuguesa y
la española. Este importante documento, Les syllogismes démoralisateurs,
nunca fue publicado en castellano, y en cambio, las deyecciones del
ultraleninismo anticonsejista si encontraron un público sectario minúsculo,
pero persistente, por supuesto, en el espacio virtual. Tal es la fascinación
que ejerce el extremismo abstracto en la neomilitancia impotente. El nº 4 de la
revista fue consagrado a la revuelta polaca que cerraba el ciclo proletario
iniciado en 1968. El texto Consideraciones sobre el estado actual de Polonia,
fechado en enero de 1981, debido en gran parte a la pluma de Jaime, supuso el
punto final de la colaboración y en cierto modo, impulsó un salto cualitativo
en su trabajo crítico, el ocurrido con la fundación en el año de Orwell de la
revista Encyclopédie des nuisances (Enciclopedia de la Nocividad), la
más perspicaz de las publicaciones intransigentes y la más intransigente de las
publicaciones perspicaces.
-¿Qué se entendía
por nocividad?
-Es un concepto clave en el pensamiento de Jaime y su círculo. La
palabra “nuisance” es un neologismo del francés que se refiere a cualquier
factor que moleste o perjudique a la gente común, y entre ellos podían figurar
perfectamente la contaminación, las centrales nucleares, el trabajo asalariado,
la alimentación industrial, el consumismo, el machismo, los expertos, los
dirigentes, los capitalistas, etc., y por encima de todo, la nocividad suprema:
el Estado. Con la idea de nocividad, la Enciclopedia denunciaba la
característica más común de la organización social y el resultado principal de
la producción moderna.
-Fue ecologista cuando era más difícil
destapar el pastel porque ese pastel dejaba, todavía, buenas migas para todos;
aunque no nos engañemos siempre había un sector mejor untado, los de siempre...
-Hay un malentendido con la palabra ecologista, con la que
designamos igualmente a la amplia multitud de amantes de la naturaleza y a los
activistas políticos que hacen bandera de su defensa. Jaime nunca fue
ecologista, ni jamás se refirió al ecologismo en sentido positivo. La
naturaleza no es algo distinto de la sociedad. Para defenderla con eficacia es
necesario transformar radicalmente aquella. En realidad, el movimiento
ecologista, a la hora de definirse, únicamente quería poner precio a la
destrucción ambiental y, a lo sumo, administrar la catástrofe, nunca subvertir
el marco social existente. Pero dentro de ese marco no hay solución posible a
ningún problema de la vida real, empezando por el de la degradación de la
naturaleza. En el mercado de la degradación, los ecologistas eran como los
militantes sindicales en el mercado laboral, intermediarios interesados en la
regulación de las contradicciones ocasionadas por la explotación del territorio
ellos, y por la explotación de la fuerza de trabajo los otros. Su existencia
iba ligada a la mercantilización de la naturaleza en tanto que negociadores del
grado de nocividad admisible. La lucha contra la nocividad solamente podía
triunfar como movimiento antieconómico y antiestatista, no como partido “verde”
reconciliado con la economía gracias a fórmulas de desarrollo “sostenible”. Tal
fue la conclusión de los enciclopedistas, particularmente en su Mensaje
dirigido a todos aquellos que no quieren administrar la nocividad sino
suprimirla, folleto difundido en 1990.
-Pero en la obra
Semprún lanza críticas contra esa especie de fascinación que muestran y
demuestran los hombres con el mundo de las máquinas responsables de cierto
“orden social”… ¿es así?
-Las máquinas prometen una liberación que a pesar de su falsedad
patente, continúa ejerciendo un hechizo que crece en la misma proporción en que
las condiciones subjetivas degeneran. La Enciclopedia no podía pasarlo por
alto. Partíamos de una concepción situacionista del mundo pero el genio de
Jaime introducía algunos cambios determinantes: la crítica de la idea de
progreso como herencia burguesa, la desconfianza ante la ciencia y la técnica
en tanto que herramientas de la dominación y vehículo de una superstición
progresista, la producción moderna como producción de nocividad y la lucha
contra ésta como terreno fundamental de la nueva conciencia histórica. Con ello
se sentaban las bases de la crítica anti-industrial (en la península la
llamaríamos antidesarrollista), la forma más actual de la crítica
revolucionaria. En particular, la crítica razonada del papel de la tecnología
en la alienación y esclavitud modernas se inspiraría en la extensa obra de
Lewis Mumford (el de “El Mito de la máquina”) y Jacques Ellul (el de “El
Sistema Técnico”). Luego se añadirían la crítica de la “razón instrumental” de
Adorno y Horkheimer y la imprescindible denuncia de Gunther Anders de la
“obsolescencia” del género humano provocada por el desfase entre los
“adelantos” técnicos y la incapacidad social de asimilarlos.
-No debía recrearse
ante las máquinas y sus maquinaciones. ¿Qué opinas?
-No se trata simplemente de máquinas. La ciencia y la tecnología
modernas son ante todo ideologías, además de subsistemas de la dominación con
carácter totalitario. Cuando éstos aparecen se desarrollan hasta determinar la
marcha de la sociedad por completo, y por consiguiente, hasta colonizar la
vida. Nadie puede sustraerse a su influjo, todo el mundo puede consumirlas y
padecerlas, pero nadie puede permanecer al margen de ellas, a nadie se le permite
desenchufarse. Bajo esa esclavitud la vida sufre tal grado de simplificación
que ya no puede realmente llamarse así, vida. Los individuos, como prótesis de
las máquinas, ya no viven, solamente funcionan. Dos ejemplos de ese aspecto
negativo de la tecnociencia serían la alta velocidad y la ingeniería genética,
que merecieron dos opúsculos colectivos titulados respectivamente Relación
provisional de nuestros agravios contra el despotismo de la velocidad, de
1991, y Observaciones sobre la
agricultura genéticamente modificada y la degradación de las especies, de 1999. Ambos despertaron la cólera del
izquierdismo obrerista, furibundos partidarios del sistema tecnoindustrial al
que desearían autogestionado por sus víctimas.
-Luego en 1997
editó este libro que ahora vuelve a editar Pepitas de Calabaza El abismo se repuebla. ¿Qué reflexión
puedes hacer sobre las principales teclas del piano que nuestro Jaime Semprún
toca con notas de tinta…?
-Las Ediciones de la Enciclopedia de la Nocividad (EdN) fue en
principio una ampliación del proyecto crítico iniciado con la revista, pero el
impasse del trabajo colectivo de la redacción convirtió la editorial en la
heredera de la publicación inicial. Con las ediciones adquiere solidez la
crítica anti-industrial y se supera la posición oscilante de la revista, puente
entre la crítica situacionista y el anti productivismo. El Abismo se Repuebla constituye un
hito en la pelea contra la falsa conciencia de la época. Jaime camina hacia una
crítica sistemática del horror económico, ya esbozada en dos libros anteriores,
dos partituras previas. Los Diálogos sobre la consumación de los tiempos
modernos, suscritos por Jaime, es un “detournement” de “Diálogos de
exilados” de Bertold Bretch y bajo esa apariencia reconstruye una conversación
donde se pasa revista a los múltiples aspectos del derrumbe de la conciencia
social, signo de la consumación de la modernidad burguesa: hoy en día tenemos
todo el derecho a pensar, pero hemos perdido la facultad de hacerlo. En esas
condiciones, el conocimiento inútil del desastre conduce a la resignación, por
eso la mera constatación no basta y hay que atacar a los responsables del
desaguisado. El problema de la debilidad de la conciencia en una época en que
el cambio radical de las relaciones sociales es tan necesario se manifiesta
particularmente en las protestas actuales de los asalariados, que cuando cesan
no dejan rastro. Los rasgos principales de la decadencia de la clase obrera
tradicional, incapaz de cuestionar el mundo de la mercancía, fueron expuestos
en las Observaciones sobre la parálisis de diciembre, trabajo colectivo
firmado por la Enciclopedia.
-Se preguntaba:
¿Qué mundo vamos a dejar a nuestros hijos?, pero iba más allá ¿a qué hijos
vamos a dejar el mundo?. ¿Qué quería
decir realmente?
-Quien se hacía la pregunta no era Jaime, sino el ciudadano
ecologista, aquel que no quiere ver que la barbarie surge como algo natural de
la tecnificación total del vivir a la que se ha prestado con gusto. La deshumanización
provocada por la invasión tecnológica tiene como resultado más inquietante la
formación de unos niños consumidores, sin infancia verdadera, pero
perfectamente adaptados a la simplificación de la vida llevada a cabo por las
máquinas.
-¿Hasta qué punto
el libro es un punto de inflexión en el pensamiento crítico revolucionario?
-La reflexión contenida en El Abismo se Repuebla es descarnada como
corresponde al momento más oscuro del pensamiento racional que es a su vez el
más brillante de la sinrazón. El medio obrero ha sido destruido por la cultura
de masas; la universalidad abstracta de la mercancía y el salto hacia adelante
en la tecnología del control son ya hechos triviales. Jaime dijo lo que nadie
quería oír, que la historia había sido abolida desde el poder, que no existían
los medios donde recrear la conciencia revolucionaria, que la vanguardia de la
modernidad, o mejor de la posmodernidad, era la vanguardia de la alienación,
donde no sólo encontraríamos a los viejos izquierdistas reciclados en el
ciudadanismo, sino a buena parte del arco extraparlamentario, libertario o no,
que pugnaba por una versión extremista de los valores disolventes del orden
renovado. Habló de las nuevas formas de barbarie derivadas de una vida
consagrada al instante, del escaso porvenir de las nuevas generaciones
brutalizadas por el espectáculo, del uso por parte de la dominación de la
oposición terrorista y aun de la moderada, simples herramientas de su
perpetuación, del papel de las nuevas clases medias en tanto que base social de
la descomposición políticamente correcta y, en fin, habló del abismo, de los
espacios abandonados por el sistema donde las masas desesperadas se revuelven
contra todo y contra sí mismas. Jaime tuvo el valor de no prestarse a ilusión
alguna y describir las auténticas condiciones presentes donde el
replanteamiento verídico de la cuestión social no podía ser más arduo. Tras el Abismo se Repuebla el pensamiento crítico abandonaba la
solidez de las viejas verdades obsoletas, sin empleo, y entraba en un terreno
movedizo. No podía haber una revolución social sin un pensamiento
revolucionario, pero el movimiento histórico en el que éste se inscribe
difícilmente podría formarse.
-Como
crítico de la sociedad industrial se hubiese llevado bien, muy bien con Ludd,
¿verdad?
-Decía que la industria llevaba más de dos siglos en guerra con la
vida. Sin duda, con los destructores de máquinas se hubiera llevado tan bien
como mal se llevaba con los destructores del lenguaje, los seudoludditas de la
modernidad líquida. Desde luego, se hubiera llevado bien con García Calvo.
Rescataba del “1984” de Orwell el término de “neolengua” para describir una
recomposición ligüistica radical que rompía completamente con el pasado,
reelaboración exigida por la sociedad industrial y su tecnología: “es la
lengua natural de un mundo cada vez más artificial”, sentenciará Jaime en
su libro de 2005 Defensa e ilustración de la neolengua francesa. Sin
darnos cuenta, usamos un lenguaje tecnificado que inpide formular un
razonamiento coherente incluso en el ámbito de la protesta “light”; piénsese en
términos bárbaros como “interseccionalidad”, “transversalidad”,
“empoderamiento”, “poliamor”, “rizoma”, “queer”, etc. Volviendo a Ned Ludd, o
más bien al Capitán Swing, Jaime llamó la atención sobre una revuelta que
pasaba desapercibida precisamente por un potencial subversivo de nuevo cuño: la
revuelta argelina de los “aarch”, viejos senados tribales transformados por las
necesidades insurreccionales en asambleas populares. Tradición y novedad,
juventud y experiencia, confluían en la rebelión de Kabilia, proporcionando un
máximo de libertad para resistir al Estado gendarme con éxito inesperado. Los
asambleistas eran verdaderos ludditas enfrentados a la burocracia estatal en
defensa de sus condiciones de vida tradicionales que a la postre eran demasiado
modernas para convivir con el poder. La Apología de la insurrección argelina,
publicada en 2001, revela el lado menos intelectual de Jaime, su olfato
insurreccional que ya manifestó en La Guerra Social en Portugal y en el
Manuscrito encontrado en Vitoria.
-¿Cómo concluye
su pensamiento? ¿O cuál puede ser su mensaje?
-Jaime murió repentinamente en agosto de 2010, con las botas
puestas. Por lo tanto, su pensamiento quedó abierto. Su último libro, impreso
en 2008, Catastrofismo, administración del desastre y sumisión sostenible,
escrito mano a mano con René Riesel, continúa la labor de demolición de los
anteriores y tiene el cuidado de citarlos. No cierra ningún ciclo ni pone punto
final a ningún debate, por lo que no puede considerarse un testamento.
Sencillamente es una ratificación de los análisis precedentes en circunstancias
agravadas: el capitalismo neoliberal podía calificarse ahora de capitalismo del
desastre. El libro lleva como apéndice el texto de Los fantasmas de la
teoría, una perla crítica suplementaria acerca del objetivismo mágico que
resuelve desde el escritorio todas las cuestiones prácticas. No hay una esfera
teórica a salvo de las contradicciones; ninguna certidumbre ideológica escapa a
la piqueta y el Catastrofismo es prueba de ello. Sin un sujeto revolucionario
que enderece la situación y desmantele la sociedad industrial de masas, el
porvenir oficial que está reservado a la humanidad es la extinción. La
catástrofe verdadera no es aquella que nos señalan los dirigentes, es la
ceguera persistente de la mayoría oprimida, carente de la voluntad de actuar
sobre las causas de la opresión, deseando en el fondo lo mismo que ofrecen los
dueños del mundo. Forzoso es constatar que el deterioro de la vida no impulsa
las masas a la rebelión sino a una adaptación sumisa. El conformismo más
absoluto reina sin oposición efectiva. Los antagonismos se disuelven con
pasmosa facilidad entre los ciudadanos reeducados en el consumismo verde y en el
voto por la red. La gestión del desastre fundamenta la política de todos
Estados, a su manera, ecologistas. El catastrofismo de la propaganda
oficial justifica la sumisión forzosa a
las directivas de la dominación ahora “sostenible”. Citando a un antiguo miembro
de “Socialisme ou barbarie” fallecido en 1979, Pierre Souyri: “el
capitalismo entra en una fase donde se verá obligado a poner a punto un
conjunto de tecnicas nuevas de la producción de energía, de la extracción de
minerales, del reciclado de residuos, etc., transformando en mercancías una
parte de los elementos naturales necesarios para la vida.” Es la fase de la
sostenibilidad, es decir, de la regulación autoritaria de la economía mundial
en función de las urgencias ecológicas. El análisis nos suena familiar pues
leímos algo similar en la Nuclearización del Mundo. Las guerras del petróleo,
los minerales o el agua, junto con las demás operaciones geopolíticas mediante
las cuales se delimitan las zonas de influencia, son la consecuencia de la
reconversión burocrático-ecológica del mundo capitalista. Aquellos que tratan
de oponerse al sistema desde dentro, tan mal tratados en el libro, acusarán a
Jaime a René de pesimistas, incluso de derrotistas. Nada menos cierto. Los
refractarios existen, la imaginación crítica reposa en aquellos que no han
arrojado la toalla, que no han perdido el gusto de la libertad y luchan por
vivir sin constricciones: “en un presente aplastado por la probabilidad de
lo peor, las posibilidades siguen igual de abiertas.” Ese podría ser su
mensaje.
24892
El abismo se repuebla. Jaime Semprún
128 páginas 12 x 17 cms.
10.00 euros
Pepitas de Calabaza
El abismo se repuebla es un libro que marca un
punto de inflexión en el pensamiento crítico revolucionario, cerrando una etapa
de balance que debutó con la revista Encyclopédie
des Nuisances (EdN) y
el libro de Debord, Comentarios
sobre la sociedad del espectáculo. Constituye un nuevo momento de
la reflexión teórica coincidente con la entrada en una época oscura donde la
sinrazón ha llegado a su punto más alto: la destrucción del medio obrero, la
entronización de una sociedad de masas, la globalización de los mercados y el
salto tecnológico hacia adelante tienen su correlato en el descenso abrupto de
la crítica social hasta casi su práctica desaparición. [...]
Con estas claras palabras comienza Miguel Amorós la presentación de esta
imprescindible obra que publicamos en una traducción revisada de Tomás González.El abismo se
repuebla es un texto
muy importante en el contexto de la crítica social radical y sincera, pero no es lo deseablemente
conocido entre los lectores en castellano. Es un escrito que aporta poderosos y
lúcidos argumentos a las líneas de discusión sobre la alienación y la
dominación en la sociedad contemporánea. Y está emparentado —por la brevedad,
la urgencia y la importancia de su irrupción en el debate social— con textos
como el Comunicado
urgente contra el despilfarro, A nuestros
amigos, La revolución
del arte moderno y el moderno arte de la revolución, La abolición del trabajo o Cómo vivimos
y cómo podríamos vivir por
citar algunos ejemplos. Celebrado y criticado ampliamente desde el momento de
su aparición, creemos que sigue siendo un texto de imprescindible lectura.
[…] Las cosas que
la gente no tiene ganas de escuchar, que no quiere ver aun cuando estén bien a
la vista son entre otras las siguientes: primero, que todos los
perfeccionamientos técnicos que han simplificado la vida hasta eliminar de ella
casi todo lo realmente vivo, fomentan algo que ya no es una civilización;
segundo, que la barbarie surge, como algo natural, de esta vida simplificada, mecanizada y sin
espíritu; y, tercero, que, de todos los resultados terribles de esta experiencia
de deshumanización a la que la gente se ha prestado de buen grado, el más
aterrador de todos es el de su descendencia, ya que este es el que, en
resumidas cuentas, ratifica todos los demás. Por ello, cuando el
ciudadano-ecologista se atreve a plantear la cuestión que cree más molesta
preguntando: «¿Qué mundo vamos a dejar a nuestros
hijos?» en realidad, está evitando plantear otra realmente inquietante: «¿A qué
hijos vamos a dejar el mundo?». […]
Primeras páginas
Jaime Semprun
nació en París en 1947. Además de incontables hojas, declaraciones y
manifiestos, publicados anónimamente o bajo seudónimo, solo o acompañado (Los
Incontrolados, EdN, Alliance contre toutes les Nuisances, etc.), escribió,
entre otros, los libros La guerra
social en Portugal, Apología por
la insurrección en Argelia, Diálogos
sobre el fin de los tiempos modernos, El abismo se repuebla, Precis de Récuperation y Défense et
illustration de la novlangue française.
Colaboró en diversas publicaciones como L’Assommoir, Nouvelles de nulle part o Resquicios,
entre otras. Dirigió la revista L’Encyclopedie
des Nuisances y
después la editorial del mismo nombre, en la que publicó además de sus propias
obras a Günther Anders, Bernard Charbonneau, George Orwell o Chuang Tse. En
España sus textos han aparecido en diversas editoriales (Precipité, Muturreko burutazioak
y Pepitas de calabaza). En Pepitas ha publicado, además de El abismo se repuebla, La nuclearización del mundo y Manuscrito
encontrado en Vitoria. En la actualidad preparamos la edición de
sus obras completas
Jaime Semprun murió en agosto de 2010.
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