La
Librería de El Sueño Igualitario
Conversamos, hoy y ahora, con Alfons Cervera ,
uno de los narradores más puros y con más determinación del panorama actual de
nuestras letras y de nuestra literatura. Cervera, casi no escribe, más bien
compone letras sobre papel en blanco que son un auténtico himno estupendo lleno
de personajes que se mezclan y entremezclan y todo ello sazonado de una trama y
de unas historias muy especiales que se suelen remontar hasta aquello que más
nos duele, pero que, muy a menudo, más bello es y por muchas cosas….
Alfons Cervera empezó como periodista, pero pronto se pasó a
la literatura a escribir y a escribir….Ahora reúne en el nuevo sello de Miguel Riera, Piel de Zapa y bajo el título
de LAS VOCES FURTIVAS la recopilación de cinco novelas de las que, en su
bibliografía, se las conocen como “el ciclo de la memoria”. Estaría muy, muy
bien contar con este libro como compañía, por ejemplo, en nuestra mesilla de
noche porque es excelente en todos los sentidos y en todas las dimensiones. Os
lo decimos muy de veras: acercaros a este escritor, a este hombre que habla con
tinta sobre papel y que lo hace , francamente, muy bien….qué pena que no
valoremos más lo que tenemos entre manos y así, casi pudiendo tocarlo….qué
manía con valorar las cosas cuando mueren o cuando están a centenares o miles
de kilómetros….
Cazarabet conversa con Alfons Cervera
-Alfons, empezaste como
periodista, pero desde 1984 y desde tu inmersión en el mundo de la escritura
creativa con "De vampiros y otros asuntos amorosos" te has dedicado a
la narrativa, aunque nunca habías escrito una obra tan extensa (recopilación de
cinco novelas). ¿Qué sensación te queda después de haberla visto
"desfilar" entre sus lectores y la crítica?
-Todavía no es tiempo de
valorar esa recepción. Pero cuando fueron saliendo, una a una en un plazo de
diez años, la recepción crítica y lectora fue muy buena. La verdad es que me
siento afortunado en los dos sentidos. Y agradecido.
-En tus obras queda claro y patente el paso del
tiempo, la historia; pero también te recreas en los personajes en lo más
humano. A la hora de ponerlo en la balanza, ¿qué pesa más, en tu pluma, lo humano o lo histórico?
-Me resulta difícil
separar una cosa de la otra. Pero creo que es lo humano lo que más me interesa.
La historia también se alimenta de ficciones, y si mucho me apuras (y que me
disculpen los historiadores) también de sentimientos. En todo caso, los
sentimientos, las emociones, las ponemos más los novelistas. Eso sí, sin
pasarnos, porque ya se ve cómo ahora mismo hay una vocación por abordar eso que
se llama memoria histórica desde una sentimentalidad tan engañosa que asusta.,
por lo que tiene de huida de la ideología y de la política.
-"Las voces fugitivas" es la recopilación de
cinco novelas, reconocidas dentro de lo que ya se conoce como "el ciclo de
la memoria" con : El color del crepúsculo, Maquis, La noche inmóvil, La
sombra del cielo y Aquel invierno. Todas ellas, en su día, publicadas, de forma
independiente, en la editorial Montesinos de Miguel Riera. Siguiendo o bien un
periplo de leerse independiente y siguiendo el curso que quisiésemos o bien
siguiendo el camino que nos marcaba tu pluma. Bien, teniendo en cuenta todo lo
anterior, a todos los personajes que intervienen en estas novelas, ¿no te han
dicho que tienes algo de "realismo mágico" entre tus narraciones,
sobre todo cuando y cómo "dibujas" a tus personajes?
-Hay algo que sucede con
esas novelas y que va más allá de lo que decís: creo que ni siquiera se habla
de realismo cuando se refieren a ellas. Se hace referencia a una poética
personal de quien escribe, a un lirismo que aleja el discurso de lo
estrictamente real y sitúa el relato en otro plano, no sé si mágico o qué, pero
alejado de eso que tan pedestremente a veces llamamos realidad.
-¿Cómo te sientes, amigo Alfons,
publicando siempre de la mano, casi del brazo, de Miguel Riera: primero con
MONTESINOS y, ahora, con PIEL DE ZAPA?
-Pues estupendamente.
Empecé con él, sigo con él y algunas veces le dije que si algún día deja de
editar yo dejaré de escribir. No concibo mis libros en otro sitio. Sí, he
tenido otras propuestas, ¿y qué, si hubiera aceptado dónde quedan la amistad,
la lealtad mutua, la necesidad de encontrar a esa gente amiga que añada
sentidos a lo que haces y a tu propia vida?
-¿Para ti, Alfons, escribir
estas historias que, digamos tratan la memoria, es rescatar, casi a gritos, el
olvido al que se nos somete o se nos invita a someternos desde un poder tan
cercano a aquello de "pasar
página". ¿En este pasar página hay más de traición o de insolidaridad?
-Hay unas ganas locas de
engañar, de hacer ver que las heridas del trauma que supuso la guerra civil
están cerradas cuando nunca hubo intención política de hacerlo. Ni la derecha ni
el socialismo gobernantes tantos años han tenido nunca voluntad de aclarar la
historia. Y así nos va. Una Transición injusta con la memoria de la II
República y con los sufrimientos a que la dictadura sometió a buena parte de
este país, una vocación infame por el olvido y el silencio de aquella memoria,
ese desbarajuste moral que vivimos ahora mismo en todos los órdenes, un
desbarajuste que desemboca en una democracia más frágil que los meniscos de una
monarquía en edad de jubilación, y digo jubilación, no abdicación…
-Soy de las que piensa que cada uno a nuestra manera
debemos y está bien que tratemos de recuperar parte de nuestra maltrecha
Memoria Histórica. ¿Asumes, Alfons, parte de este
trabajo escribiendo estas narraciones?
-Mi trabajo es escribir
y que lo que escribo vaya más allá del estrecho discurso que se le asigna a la
escritura. Hay escrituras que se alimentan de sí mismas, que se miran el
ombligo de una manera enfermiza, que no se asoman a ver lo que pasa fuera. No
es mi caso. La literatura sale del conflicto y no lo abandona nunca. Una novela
plantea dilemas no sólo de escritura sino de discurso. Mis novelas sobre la
memoria, por eso, pretenden contar mi versión del tiempo histórico que se en
ellas se relata. Son novelas políticas, por más que ahora mismo esas novelas no
gozan de buena prensa en este país cada día que pasa más desgraciado…
-Como persona, periodista, escritor. ¿Cómo te sientes
en una sociedad que tiene muchos de los protagonistas de su historia
reciente en las cunetas (muchos de ellos
olvidados, semiolvidados, maltratados) y cuando para
conseguir justicia su familia debe viajar a países como Argentina?
-Pues mal, y tan mal.
Con un desprecio profundo a quienes siguen instalados en esa ideología canalla
del franquismo. Tanto hablar de las víctimas de ETA, de las de Siria… y de las
víctimas cegadas en las cunetas y al pie de las tapias de los cementerios no se
acuerdan. ¿Cómo se van a acordar si sus antepasados más próximos ejercieron de
verdugos? ¿Sabes?, es que como decía Machado y sus palabras las usaba mi amigo
Benjamín Prado para una de sus novelas, son mala gente, aparte de unos
gobernantes nefastos para quienes menos tienen.
-Creo que convergemos en que en la vida no hay héroes,
creo que no te he entendido mal y que reniegas bastante de ellos y así se deja
"flotar” en tus narraciones. Pero qué me dices, porque sí parece que hay
personas y personajes que nos inspiran en la vida, ¿no? (los personajes de los
abuelos: el que le puso dos nombres al canario y el que siempre estaba triste
me lo parecen, cada uno a su manera y a manera de ejemplo).
-Esos personajes son los
que en mis novelas demuestran que hay gente decidida a volcarse en los demás,
que piensan en términos de generosidad, de esos valores en que tanto creíamos y
hoy han sido sustituidos por la mentira y el cinismo. Pero esos personajes no
son héroes, al revés, son gente de la que te encuentras en la calle haciendo lo
que hacen sin pensar que eso los sitúa por encima de nadie. Lo he dicho
siempre: escribo de lo pequeño, de los sitios pequeños, de la pequeña gente… Y
es ahí donde me encuentro a gusto como escritor y como persona…
15967
Las voces fugitivas. Alfons Cervera
645
páginas 15,5 x 23,5 cms.
22,00 euros
Piel de Zapa
Las voces fugitivas es una novela total donde se reúnen El color del crepúsculo; Maquis; La
noche inmóvil; La sombra del cielo y Aquel
invierno, las integrantes del conocido como
ciclo de la memoria. El lector descubrirá cómo los personajes de una resurgen
en otra y cómo las historias se entremezclan, configurando un texto unitario de
enorme potencia y belleza.
La memoria no habla del pasado sino del presente. Indagar en lo que hubo antes
es una manera de descubrir lo que nos pasa. Nadie puede vivir sin los
recuerdos. Otra cosa es organizarlos, reflexionar sobre lo que esos recuerdos
nos cuentan: aunque sólo sea para no mentir a quienes se los narremos en un
libro o donde sea. En 1995 publiqué El color del crepúsculo.
Era una novela que hablaba de la “memoria histórica” cuando la memoria
histórica aún no tenía nombre en la literatura española de aquellos años. A
aquella novela, que cuenta el tiempo de la infancia en los años cincuenta del
pasado siglo XX, poco después de la posguerra más inmediata, siguieron otras
cuatro que formarían el ciclo de la memoria, nombre con el que se las conoce
aquí y también en Francia, donde esas novelas son ampliamente conocidas y
estudiadas en los dos idiomas. Lo mismo sucede –esta vez en castellano– en
algunas universidades alemanas, inglesas, noruegas, irlandesas y de EEUU. El
título –LAS
VOCES FUGITIVAS– habla de huidas
que siempre acabarán regresando al lugar de donde salieron. El silencio y el
olvido son imposibles. Para eso escribimos. Por eso escribimos. Algunos pasajes
han sido revisados para esta edición. Hay aquí cinco novelas, pero el sentido
de totalidad lo encontrarán ustedes si las leen todas como una sola y única
historia.
Una “novela total” sobre la guerra civil y la posguerra
Enric Llopis (Rebelión)
Ha militado muchos años en el oficio
del periodismo y desde hace tres décadas –cuando escribió su primer libro, “De
vampiros y otros asuntos amorosos” (1984)- se ha dedicado al arte de escribir.
Pero Alfons Cervera no entiende estos quehaceres al
margen del compromiso político, también de décadas, sea apoyando a los
movimientos cívicos de la ciudad de Valencia (los “salvem”
de los barrios, Radio Klara o los familiares de las
víctimas del accidente de Metro de 2006), sea en el Fórum de Debats de la Universitat La Nau, donde coordina uno de las escasísimas ventanas de
pensamiento crítico que existen en la ciudad.
Este periodista y escritor -que destila bondad y calidez humana, pero también
contundencia en sus palabras- acaba de publicar su última novela, “Las voces
fugitivas” (Ed. Piel de Zapa), presentada el pasado jueves en la Librería
Primado de Valencia. Es un libro, o más bien una “heroicidad”, según su autor,
por la extensión (651 páginas), cuando las novelas de Alfons
Cervera nunca habían sobrepasado las 170. “Me cuesta esfuerzo reconocer que es
mío”, ironiza, “yo que tanto he despotricado de los libros gordos”. Aunque,
aclara de inmediato, “otra cosa es Guerra y Paz, la literatura francesa o la
novela española del XIX”.
“Las Voces Fugitivas” recopila las cinco novelas del escritor de Gestalgar conocidas como “el ciclo de la memoria”,
integradas por “El color del crepúsculo” (1995); “Maquis” (1997); “La noche
inmóvil” (1999), “La sombra del cielo” y “Aquel invierno” (2005). Todas ellas
se publicaron de manera aislada en Montesinos, la editorial de toda la vida del
novelista y, pese a formar parte de un ciclo coherente, cada uno de los libros
puede leerse de manera independiente.
La cocina de “Las Voces fugitivas” se ha desarrollado a fuego muy lento. Hace
mucho que el maestro de periodistas (“escritor de periódicos”, se definía)
Eduardo Haro Tecglen le
sugirió a Alfons Cervera la publicación de la
entonces trilogía. Eduardo Haro conocía las novelas y
las había presentado en Madrid. Ocurría, sin embargo, que con el tráfago de
escribir y escribir el escritor de la Serranía nunca encontraba el momento.
Pero el pasado verano, Miguel Riera (“mi editor, mi amigo, mi familia”)
recuperó la idea de publicar en una sola novela el “ciclo de la memoria”.
Un paréntesis. Alfons Cervera no trabaja con grandes
editoriales: “Lo mejor es encontrar un editor y que sea el de toda la vida;
transmite confianza, afecto, generosidad y lealtad, pero, claro, también buena
literatura; te publicará aunque la novela le repatee”; “esto es algo que a
veces el gremio de escritores no entiende”, agrega. Su editorial de toda la
vida es Montesinos (Piel de Zapa, que edita “Las Voces Fugitivas” es también un
sello de Miguel Riera).
El
proceso de publicación de la novela continúa con la corrección. “Cuando te
llega el archivo de 700 páginas es como el delirio, pues te entran ganas de
cambiarlo todo; finalmente, prescindes de todo lo que no sean erratas”. Pero el
trabajo de revisión -¡qué gran cambio, la corrección a ordenador, respecto a
los tiempos en que se revisaban los textos a máquina de escribir o incluso a
mano!- permite a veces encontrar diabluras. En “Maquis”, la novela de Alfons Cervera más conocida en España, Francia y Alemania,
un guerrillero a pie de monte le interpela a otro, “¿Conoces a Franco?”. El
interlocutor le responde que por el NO-DO, lo que por razones de pura
coherencia temporal resulta imposible. La contestación extemporánea se mantuvo
en varias ediciones de “Maquis”.
En “Aquel invierno”-otra novela del “ciclo de la memoria”- aparece el nombre de
una mujer escrito de dos maneras distintas en una misma página (“Palmira” y
“Paulina”). “El nombre de un personaje no es gratuito, con el nombre te ha de
salir la cara del personaje, su manera de andar, el cuerpo, sus rasgos...”,
apunta Alfons Cervera. Son veniales errores en los
que han incurrido muchas veces los escritores (“Asesinato en el Comité Central”
de Vázquez Montalbán, sin ir más lejos). Ahora bien, lo divertido, señala el
escritor valenciano, es ver cómo después los estudiosos y los académicos
analizan las modificaciones en la nomenclatura y establecen toda suerte de
sesudas interpretaciones.
Y llegamos a la última fase del proceso de publicación. “Aunque sea el que hace
veinte, cada libro de un escritor es como si fuera el primero; te entran unas
ganas tremendas de ir a la imprenta y cogerlo. Quieres ir a ver y tocar ese
objeto, como si fueras un primerizo”. “¿Cómo habrá quedado finalmente esa
portada que había visto, ese papel que he elegido, ese tipo y cuerpo de letra”.
Y también esto es importante porque, antes, cuando había costumbre de deambular
por las librerías, cuando uno se perdía entre los libros, en la aventura de ver
sus tapas, tocar sus lomos, comprobar sus letras y texturas, el acabado del
libro orientaba al posible comprador. Como también lo hacía el librero con sus
consejos.
Precisamente por azar, en una de esas visitas como las de antes a una librería
de Barcelona, el profesor de Literatura Española de la Universidad de Grenoble, especialista en Juan Marsé
y novela de la memoria (II República, franquismo y transición), Juan Vila,
conoció la novela “Maquis”. Comenzó a estudiarla y a trabajarla, también
alumnos suyos, a cuyo precedente se unieron después universidades como las de
Montpellier, Perpiñán, París X-Nanterre y otras. Todo
este esfuerzo lo prolongó Georges Tyras, también
traductor y estudioso de la obra de Manuel Vázquez Montalbán y gran
especialista en novela negra. Hoy, Maquis es todavía de lectura obligatoria en
las oposiciones a Lengua y Literatura Española Contemporánea en las
universidades francesas.
Concluso el proceso de producción, “Las voces fugitivas” figura ya en los
anaqueles de las librerías. Son cinco novelas condensadas en una y que se leen
como una sola, sin necesidad de transiciones. Ambientadas en el mismo lugar y
la misma época (la posguerra española), con idénticos protagonistas que -al
fusionarse el “ciclo de la memoria”- intercambian a veces sus roles: el
principal en una de las partes de la novela puede ser un actor secundario en
otras. La compilación también da lugar de manera azarosa a soluciones
narrativas que el autor no había previsto. Por ejemplo, en la tercera parte de
la novela se resuelven enigmas planteados en los dos apartados anteriores, pero
sin que el narrador se propusiera introducir estos enigmas.
Otra cuestión es el contenido. Alfons Cervera lo
define con pocas y rotundas palabras: “éste no es un libro de mercado sino de
valores”. Hay quien utiliza la etiqueta de “literatura moral”. Pero lo
importante es que, en los libros del escritor de la Serranía, la literatura no
se agota en sí misma, ni en cuestiones puramente de lengua y estilo. “Hace
mucho tiempo que eso no me interesa”, sentencia. “La literatura, al igual que
la vida, ha de plantearse como conflicto, y ésta es la única manera de
avanzar”.
Tampoco entiende Alfons Cervera qué quiere decirse
con eso de que el compromiso del escritor es “con su obra”. “Para mí, el hecho
de escribir bien resulta una obviedad”. El problema está en “qué hace el
escritor, el guionista de cine o el albañil cuando no realiza su trabajo”. En
otras palabras, ¿a qué se dedica el escritor cuando no escribe?
Y todas estas ideas se expresan en su literatura. Los personajes (“pequeños
personajes”) de Alfons Cervera son gente sin sitio en
el mundo, que viven en pueblos (Los Yesares, su localidad natal) y no en
grandes urbes; encarnados en una realidad histórica conflictiva, que discurre
desde la II República hasta nuestros días. Si esto se quiere entender de modo
más sencillo, así lo explica el historiador leonés y amigo de Alfons Cervera, Secundino Serrano: “Cuando veo la palabra
Historia escrita con mayúscula, saco la pistola”.
Ahora bien, es un posicionamiento que precisa destreza y oficio pues también
entraña riesgos. En las novelas de conflicto y contenido moral “fuerte”, en las
que se sacan a la luz historias silenciadas, hay que observar también el cómo
se escribe. De lo contrario, “puede caerse en la trampa del panfleto”, afirma
el escritor. Ciertamente, “cualquier historia se puede novelar, pero el problema
es ¿cómo se construye esa narración? ¿cómo trata el autor a los personajes;
porque no ha de olvidarse que la verdad que un escritor tiene para defender su
historia es la escritura”. O, dicho de otro modo, “el arma del escritor es
escribir bien esa historia”. También esto viene a cuento porque “muchas veces
hay novelas de gente consagrada que las tienes que dejar porque no se pueden
leer, y no se trata de deslices”.
Entre los grandes referentes literarios de Alfons
Cervera destacan Juan Marsé, José Caballero Bonald y
William Faulkner. En la presentación de “Las voces fugitivas”, Miguel Morata,
amigo de Alfons Cervera y persona que regenta la
librería Primado, ha destacado que el libro “rescata historias silenciadas o
pronunciadas en voz baja durante años; el autor les da en sus escritos esa
deriva poética narrativa que le caracteriza, pero es una poesía sin
concesiones, sin metáforas, lo blanco, blanco y lo negro, negro, no caben
banalidades ni adjetivos que no posean la rudeza de las aliagas de la Serranía”.
Esta obra debe ser leída “como una reivindicación de unas gentes que no
tuvieron demasiado eco en las crónicas ni en la literatura, o que directamente
fueron acusados de bandidos y criminales”.
Las novelas del escritor valenciano se inscriben en la llamada literatura de la
memoria. Pero esta acuñación requiere algunas precisiones. Tiene muy claro Alfons Cervera que hablar de “memoria” “no es referirse al
pasado, sino al presente”. Y además, siempre que uno se sumerge en el pasado se
enfrenta a riesgos. “No hay que buscar respuestas con la coraza puesta ni
buscando refugios, la memoria es un lugar de intemperie e incertidumbre”. Quién
sabe lo que uno puede encontrarse...En el caso del autor de “Las voces
fugitivas”, empezó todo cuando encontró los “papeles” del juicio sumarísimo que
le abrían a su padre y los de la puesta en libertad, doce años después. Se fue
entonces al juzgado militar a buscar documentación, así, “a pecho descubierto”.
Cuando Alfons Cervera se aventuró a escribir “Maquis”
sabía muy poco sobre los guerrilleros que se enfrentaban al franquismo en las
montañas. Al final, salió una novela sobre el miedo, sobre el sufrimiento
-fundamentalmente, el de las mujeres- en aquella época. Entre la argamasa con
que el autor contaba para elaborar la novela figuraban expresiones populares
como “o haces esto o vendrá el maquis y se te llevará”. Y también algunas
anécdotas muy elocuentes. Tenía Alfons Cervera cuatro
años e iba a la escuela, como cualquier niño de Gestalgar,
cuando llegó la guardia civil al pueblo con dos caballos. Los menores se
acercaron a la cuadra y asomaron las cabezas sobre la verja. Vieron entonces a
un hombre, que levantó la cabeza llamado por la algarabía. Los niños echaron a
correr. Alfons se metió en el horno familiar y le espetó
a su padre, que estaba elaborando el pan: “Hemos visto a un maquis”. La mirada
de su padre lo dijo todo sin abrir la boca: “¡Qué sabrás tú lo que es un
maquis!”.
En “El color del crepúsculo” aparece otra pequeña historia que retrata una
época. Un tipo inmenso recorría las calles del pueblo como un fantasma en
determinadas épocas del año. Ante un gesto del hombre, los niños dejaban de
jugar en la calle y se metían en el cuartel. Un día el guardia les advirtió:
“Ese hombre es Franco y como os coja, os matará”. “Tienes cuatro años entonces,
vas a la escuela y Franco es tanto el tipo que figura en los retratos como el
personaje fantasmagórico que ves por la calle”, explica Alfons
Cervera. Y así, “de engañifa en engañifa es como ibas creciendo”. “Esto es lo terrible,
y lo que intentas contar en las novelas”, zanja el escritor.
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